03 El destino está escrito ( Fernando Garcia del Carrizo)
Construyó dos aviones de papel con un par de cartas.
La primera la conocía de memoria. La había leído más de mil veces. Era la despedida escrita por su padre antes de morir. − «Hijo mío, vive la vida, no pierdas el tiempo en tonterías…creerás que puedes con todo, como yo pensaba a tu edad, y ahora, aquí me tienes con cincuenta años, encamado y con ayuda para todo…No gastes energías en intentar cambiar cosas que no puedes…disfruta de tus amigos, ríete, ríete mucho…Sé que todo el mundo piensa que eres un calco mío, …pero sé tú mismo, encuentra tu propia senda y sobre todo no hagas caso de los comentarios de los demás…−»
La segunda la había recibido ese mismo día. Solo la había leído una vez, pero también se la sabía entera. «Estimado Sr…le escribimos para comunicarle que ya disponemos de los resultados del estudio genético…».
Lanzó con todas sus fuerzas los dos aeroplanos y contempló como volaban dando vueltas y haciendo piruetas en el aire hasta llegar al suelo. El segundo ganó la carrera. Su cuerpo llegó el tercero.
Unas pocas líneas divididas en dos cartas con mensajes diferentes, aunque complementarios, le sirven a tu protagonista para saber qué rumbo le espera. Aunque en realidad no llegamos a conocer ese resultado genético, quizá sí nos imaginamos que le tocaron malas cartas de fábrica, heredando serios problemas de salud que no le permiten seguir los consejos paternos sobre disfrute de la vida. (Es lo que con mi pequeño análisis interpreto, corrígeme si me equivoco y disculpa de antemano si es así).
Dicen que las casualidades no existen. El orden de caída de los aviones tiene todo un significado. No parece mala idea echar a volar las opciones y hacer aquello que el azar quiera, cuando, en buena parte, también es él quien decide nuestra suerte.
Un abrazo y precisamente eso, suerte, Fernando.
Hola Ángel,lo has entendido perfectamente » malas cartas de fábrica», y es lo que empuja a saltar al protagonista.
Muchas gracias por tus comentarios. Un abrazo
Está claro que el padre por mucho que intentó que no siguiera su camino fue imposible y heredó, no sólo lo bueno sino lo malo, lo que le llevó a saber que su meta estaba cerca, y que decidiera suicidarse es una cuestión de saber si el padre también lo hizo y al final el efecto espejo queda fijado. Suerte Fernando
Muchas gracias Manuel por tus comentarios y observaciones. Por aclarar, el padre no se suicido sino que vivió encamado y dependiente hasta el final. Esa es la razón por la que invita a su hijo a disfrutar de la vida. El hijo decide suicidarse porque sabe lo que le espera y no quiere acabar como su padre.
Nos seguimos leyendo
Uff, tu relato encierra un disyuntiva difícil, que tu protagonista resuelve de forma radical. Aunque las recomendaciones del padre le empujan a disfrutar de la vida sus resultados genéticos le llevan a un final lleno de dolor y dependencia por el que él no está dispuesto a transitar. Buen y duro relato. Un abrazo. Gloria
Muchas gracias Gloria por tus acertados comentarios. Nos seguimos leyendo
Muy buena historia. No sabemos si tu protagonista le hizo caso a su padre y disfrutó a pleno de la vida hasta ese momento, pero ¿lo siguió al pie de la letra en “no gastes energías en cambiar cosas que no puedes cambiar”? De no haberse hecho el estudio genético podría haber continuado con su vida hasta que la enfermedad se manifestara. Casi siempre es mejor no saber qué nos depara el futuro, ello puede arruinar nuestro presente. La conclusión es: carpe diem, como bien le aconsejaba su padre.
Un placer leerte.
Cordiales saludos, Fernando.
Muchas gracias Jorge por tus comentarios. Completamente de acuerdo con lo que expresas. Nos seguimos leyendo.