37 El recluta y el general
Se celebraba el Día de la Fiesta Nacional y la culminación de los activos programados era la gran parada militar presidida por su majestad el rey. Participaban en el anual desfile conmemorativo de la victoria más de cuatro mil efectivos militares, guardia civil y policía nacional, aparte de cien vehículos y aeronaves. Especial atención recibió un joven militar que desfilaba en un pulcro anonimato entre los impecables soldados del destacamento de tierra.
Fue en el momento de alcanzar la tribuna de autoridades, cuando el joven perdió el paso produciendo en el capitán general que, orgulloso acompañaba al rey, un leve enrojecimiento y un imperceptible rictus de inquietud y vergüenza. Repuesto del desagradable infortunio, bastó un gesto suyo, una mirada amenazante, para que todos los participantes se acoplaran, con perfecta obediencia castrense, al paso perdido de su hijo.
Hay que reconocer que el muchacho logró destacar, aunque mayor mérito es el de sus compañeros, que con rapidez y disciplina supieron cambiar el paso para acompasarlo con el suyo. Las razones por las que un error, más bien vergonzante, ha producido una reacción unánime e inesperada, pueden ser diversa: la más maliciosa sería la del miedo a un castigo; otra, mucho más noble, podría ser la del compañerismo, aunque esa «mirada amenazante» hace inclinarse más por lo primero.
Un abrazo y suerte, Ezequiel
Gracias, Ángel. Es un placer siempre leer tus comentarios y ver cómo reflejan a la perfecci{n mis intenciones.
Un abrazo.