51. Empatía (Miguel Ángel Molina)
«Debido a un arrollamiento los trenes con destino Móstoles-El Soto están sufriendo fuertes demoras». En cuanto la megafonía calla un lamento coral se apodera del andén. Ninguno es de pena. En la mente de los que esperan se repite la pregunta: ¿por qué los suicidas siempre eligen las peores horas?
Entre los viajeros unos lamentan que de nuevo llegarán tarde al trabajo, otros que quizás pierdan el tren que los lleva a ese viaje tanto tiempo deseado o que su cita se canse de esperar.
Debo ser el único que se acuerda de la persona que acaba de tirarse a las vías. Trato de imaginar cómo tuvo que levantarse hoy, si tuvo ganas de desayunar o salió en ayunas, si tenía familia o vivía solo y cómo de triste debía ser su existencia para dar ese paso. Medito sobre lo duro que es sobrevivir a esta vida llena de obligaciones y me pregunto si mañana, si por fin me decido, habrá alguien que piense en mí.
¡Que tristeza desprende el relato, Miguel Ángel!
Si ya resulta difícil dar el último paso del camino sin quererlo, buscarlo como respuesta a los problemas nunca debería una opción plausible.
Mucha suerte. Saludos.
Me cuesta menos sacar adelante las historias tristes. Estoy de acuerdo en que esa salida no es la recomendable, aunque temo que va a ser la que tome. Supongo que lo que hay detrás tendrá para él el suficiente peso.
Gracias. Saludos.
La empatía escasea en estos tiempos. Un relato duro y que invita a reflexionar.
Suerte con él.
Lo peor de todo es que es más común de lo que parece. Viajo a diario en Cercanías y, por desgracia, la situación con la que empieza el relato no es algo aislado.
Gracias!!
Terrible incógnita que redondea el relato. Suerte.
Saludos.
Habrá que esperar a la segunda parte para ver qué pasa, aunque creo que para él la suerte ya está echada.
Gracias. Saludos.
No debe de haber nada más triste que la mente de un suicida. Tratar de ponerse en su lugar no es tarea fácil, requiere un esfuerzo, porque todos somos sumamente egoístas y solo pensamos en nuestras vidas a corto plazo. El caso de tu protagonista es distinto, él lo ve desde otra perspectiva porque alberga sentimientos parecidos.
Somos seres sociales y, a veces, lo único que necesitamos es que alguien piense en nosotros, aunque solo sea un instante, incluso, como es el caso, a un nivel póstumo.
Un relato que invita a la reflexión, a la pregunta, terrible, de si la vida, con sus complicaciones, merece realmente la pena, sobre todo si en ella falta el elemento afectivo. Quizá no haya tristeza mayor que constatar que a nadie le importa si existimos o no.
Un abrazo y suerte, Miguel Ángel
Me parece muy triste que haya tenido que llegar a esa situación, aunque habría que saber qué ha ocurrido para llegar hasta ahí. Además, tiene delante el final de su vida e incluso en ese momento se plantea que va a morir sin que a nadie le importe.
Gracias Ángel. Otro abrazo para ti.
Qué final tan esclarecedor… muy buena apuesta.
¡Mucha suerte, Miguel Ángel!
Muchas gracias!!
Vivimos un momento de caos provocado por la falta de valores. La deshumanización está en su pico más alto y, en las televisiones le dan tanta normalidad a todo, que cuando nos enfrentamos a algunos sucesos dolorosos, creemos que estamos viendo una serie de ficción o jugando en nuestra pleyesteision… ante esta perspectiva, que alguien piense en ti mañana, se ha convertido en un juego de azar. A lo mejor, si cuela y no hay otra cosa mejor que hacer, pensaré un poquito en el prójimo y mira, si me cuadra, hasta haré un acto de caridad con alguien que lo necesite.
Ojalá tu relato sirva para concienciar las almas de aquellas personas que han perdido la identidad espiritual ( si queremos llamarlo así) por cultivar en grado sumo, la individualidad y los likes, por encima de todo.
Es un buen relato, me ha gustado mucho y está muy bien escrito.
Gracias y enhorabuena. Feliz día.
Buena apuesta, con ese final duro y que da sentido al título. Un abrazo y suerte, Miguel Ángel.
Has presentado un escenario que le da aún más fuerza a tu relato, Miguel Ángel, porque la vida es un tren, algunos no suben y la ven pasar, otros se bajan demasiado pronto, otros equivocan la dirección y hay quien se baja en marcha o se deja arrollar directamente por un tren lleno de vida.
Estas cosas que pasan… y qué has sabido reflejar.
Un abrazo.