79. En punto muerto
Los tres segregamos silencio mientras el agua jabonosa del programa prémium cubre cristales y carrocería. Lo he soltado todo sin pensar, como quien se quita una tirita de un tirón. Así duele mucho, pero menos. Belén mantiene la vista fija en su horizonte espumoso. No pestañea. Sentada detrás, Marga pestañea, pero diría que no respira. Afuera empieza a caer una intensa lluvia artificial, como en las películas cuando alguien besa o mata a alguien. Llega el turno de los cepillos y su arrullo circular. Veo en el folleto que también incluye lavado de llantas. Es excesivo, pero, claro, por un euro más ni te lo planteas. Debería haberme quedado calladito o tal vez podríamos haber esperado fuera, más cómodos; esto lo pienso, pero no lo digo. Los cepillos se calman, las tiras rojas vuelven a su flácido letargo. «Créeme, cariño. Nosotros somos los primeros sorprendidos», añado. Marga asiente sin atreverse aún a respirar. No detecto ningún pestañeo en Belén y se le van a secar los ojos. Al menos sus nudillos recuperan algo de color. Se pone el cinturón y su mano derecha se dirige lentamente a la palanca de cambios. Comienza la primera de las dos pasadas de secado.
¡Que bueno! Cuantas cosas pueden ocurrir en un túnel de lavado. Se mascaba la tensión mientras el coche se iba limpiando. Pareciera que hay un paralelismo entre el lavado del coche y la conciencia sucia del narrador protagonista.
Me encanta.
Hola, Rosa. Sí, hay un poco de lavado de conciencia (un poco fallido). Igual tendrían que inventar una máquina especial para eso 😉
Mucha gracias por comentar!
Asier
Asier, me parece súper original el escenario elegido para esa confesión/ruptura, que además resulta muy visual. Y ese humor algo negro intercalado… Vamos, que me ha gustado mucho.
Un abrazo y suerte. ¡Y también para la fina mensual de REC!
Hola Rosalía,
me encanta eso que pones de confesión/ruptura, es tal cual.
Muchas gracias por comentar y los ánimos!
Asier.
Dentro de ese coche se ha establecido un compás de espera lleno de tiranteces, tras haber soltado una bomba, que afecta a las relaciones personales y a las vidas de los personajes. El punto muerto, acorde con la parada inherente al proceso de limpieza, refleja un intento de asimilación de una noticia muy dura para Marga, aunque la incomodidad es para todos. Habrá un antes y un después que ha comenzado en ese túnel de lavado. El coche se secará, volverá a mancharse, pero ellos, probablemente, ya nunca serán los mismos.
Un abrazo y suerte, Asier.
Hola, Ángel,
sí, como dices la incomodidad está en la atmósfera del habitáculo. Esos lavados de coche en los que te quedas dentro siempre me han llamado mucho la atención. Eso sí, yo diría que es Belén quien se lleva la sorpresa. Igual es que no me he explicado bien. De todas formas, la historia sería (casi) la misma.
Mucha gracias por comentar, como siempre.
Asier