80. Papá, hoy te dejo a la peque
Ufff, acabo de cerrar la puerta tras de mí; el unicornio con ruedas me mira como exculpándose, el robot, de espaldas, no quiere saber nada junto a un montón de lápices de colores, en la caja grande apenas hay siete u ocho piezas de los puzles, mientras que el resto andan esparcidas como en grupos, las pelotas descansan por el sofá y la cocina, el libro electrónico hace de mesa para los artilugios de peluquera y los de médica, los peluches suben por la escalera y, a los pies de su trona, los muñequitos y piezas de plástico del castillo parecen querer repartirse las migas de pan y gusanitos…
Recogeré todo mañana, ahora me voy a la cama con sus risas y su mirada cómplice y azul; «adiós, abuelo», «hasta mañana, mi vida».
Bendito caos que dejan los niños en su continuo jugar. En directo lo sufres, pero visto en perspectiva desde el tiempo pasado lo echas de menos, así lo siento.
Tiene narración de un abuelito entregado.
Tu relato me recuerda esos tiempos en que mi padre se quejaba de lo inquietos y ruidosos que eran sus nietos y de que no pudiera pasar un sólo domingo tranquilo. Y luego, el lunes, preguntándole a mi madre si iban a venir a comer el domingo siguiente.
Micro muy realista, además de bonito, enhorabuena Manuel.
Pocas cosas son más caóticas que un cuarto de juegos. Los adultos, en su papel, intentan, poco a poco, educar para que se recoja, ganando en orden, pero perdiendo en magia.
Manuel, espero tener nietos que me hagan disfrutar tanto como lo hicieron mis hijos en su momento, tirados en el suelo, ellos y yo, como también tu abuelo protagonista, que sabe que esos buenos ratos son irrepetibles, escena y sentimientos que tan bien has descrito.
Un saludo y suerte
Hay una edad en la que niños y niñas son torbellinos y convierten la casa y la vida en un caos. Pero luego, cuando los ves dormir y parecen angelitos inofensivos, piensas que esa vitalidad significa que están sanos. Muy tierno, Manuel.
Un abrazo y suerte.