ENTCERRADO 5 … la suerte esquiva …
Seguimos buscando lineas argumentales amplias para que vuestra imaginación nos sorprenda en su desarrollo. En esta ocasión, el inicio con una advertencia abre la posibilidad de que la historia no sea tan estupenda como podría parecer… pero hay margen para que los quiebros de vuestro guión nos lleven a otro lugar… Suerte para todas, o para todos… o mejor no…
Os recordamos las condiciones que debéis cumplir para participar:
El relato no puede sobrepasar las 100 palabras sin incluir en su cuenta el título y la frase de inicio y de final obligatorias.
El periodo para su publicación coincide con el del concurso general, o sea, hasta el próximo 17 DE SEPTIEMBRE, incluido.
Cada autora o autor solo puede presentar un relato en esta propuesta.
El relato debéis publicarlo como “comentario” en esta misma entrada, y una vez hecho no se permitira correcciones ni cambios.
Estas son las frases obligatorias
FRASE DE INICIO
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas
FRASE DE CIERRE O FINAL
1. MARICARMEN
“Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, recordad al chico del molino”. Era lo que oíamos al salir de casa, de la escuela o la iglesia. Porque la tarde en la que el Carmelo se paseó por la plaza con un trébol prendido del pelo, desaparecieron los adioses, hastaluegos, idcondios e incluso los chaos de algún veraneante. Desde entonces, las madres, abuelas, vecinas y el señor cura no se cansaban de prevenirnos contra aquellos tréboles mágicos. Y, aunque los chavales imaginábamos que la historia del Carmelo era pura trola, no volvimos a arrancar ninguno. Excepto el Paquillo, que se zampó todos los que pudo… Pero nunca más ocurrió.
2. IRONÍAS DE LA VIDA
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, que los carga el diablo. Una vez encontré uno y mi marido, que por motivos desconocidos estaba en el alféizar de la vecina, perdió el equilibrio. La mala suerte quiso que cayera sobre mi jefe, que pasaba por debajo con los papeles de mi despido. La vecina salió corriendo a abrirle a su esposo, resbaló y le dieron catorce puntos en la cara.
Aterrada ante tanta desgracia, tiré el trébol a la basura. Todas las mujeres del barrio salieron a buscar más como el mío —para destruirlos por su peligrosidad, seguramente —, pero por fortuna, nunca más ocurrió.
3. LECCIONES
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, me advirtió la maestra en mi primer día de escuela. Con seis años recién cumplidos y llena de inocencia no la entendí. Pero me sonrió y me dio la mano. Y eso me bastó entonces.
Durante mi larga etapa estudiantil encontré buenos amigos, otros no tanto, algún sobresaliente y muchas lecciones difíciles y duras de aprender.
Ahora, a mis casi cien años, toda una vida, echo la vista atrás buscando la sonrisa de aquella niña; y me parece que todo aquello fue el sueño de otra persona que nunca más ocurrió.
48. Título: Travesura fatal. Cuidado con los tréboles de cuatro hojas no los piséis, advertía a gritos, nuestra tía, desde la ventana cada vez que nos oía abrir la puerta del jardín. Tenía una mata tupida de tréboles que cuidaba con desvelo. Nosotros, acostumbrábamos sortearla de una zancada. Nuestra madre, una pesada cuando estábamos en su casa, nos tenía prohibido molestarla. Aquella vez, jugábamos a empujarnos y, sin querer, pisoteamos su mata de tréboles. La tía salió a la carrera y la abrazó, como novia a su ramo. Sus lágrimas, histéricas, ensordecieron nuestros oídos: Mis tréboles del amor, mi última oportunidad, repetía una y otra vez. Nunca más ocurrió.
4. El Ludópata
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, pueden hacer que te creas el favorito de la fortuna. Encontrar ese pequeño milagro me pareció una señal, un guiño del destino. Seguro de mi buena ventura, visité casinos y salas de juegos, aposté en carreras, jugué a las loterías. Como resultado de ese frenesí, perdí todo mi dinero y el alcohol, paliativo de la desgracia, hizo que me convirtiera en el sosia violento del hombre que fui.
Tras haberla perdido, comprendí cual había sido mi verdadera suerte: una familia, amigos, un trabajo…sin embargo, seguí buscando otro trébol extraordinario que me la devolviera. Pero encontrarlo, eso, nunca más ocurrió.
5. Manual del supersticioso, capítulo doce más uno
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas azules que crecen entre la alfalfa próxima a las centrales nucleares. Son hermosos y traicioneros como un gato negro. Aconsejamos buscar los verdes tradicionales en parques y jardines. La mutación existe, lo hemos constatado, pero no se ha podido demostrar su magnetismo hacia la buena suerte. Por el contrario, dos valiosos miembros de nuestra asociación Amuletos para Todos, encargados de su estudio, desaparecieron sin dejar rastro, y solo se encontraron las herraduras de siete clavos que siempre llevaban consigo. Desde que nuestros recolectores siguen la recomendación de alejarse de ellos y meter ajos en sus bolsillos, semejante desgracia nunca más ocurrió.
6.
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, pueden estar situados en sitios muy traicioneros. El trébol objeto de este relato mostraba ufanamente su condición al borde de un acantilado. Muchos fueron los valientes que intentaron arrancarlo de tan privilegiada posición, usando para ello las más variopintas estratagemas: usar unas tijeras extensibles, colgarse de una cuerda… Pero el trébol resistió todas las acometidas de aquellos valientes… Hasta que por fin llegó alguien que logró alzarse con el trofeo, ayudado por un lazo. Que volviera a brotar en el acantilado fue algo que nunca más ocurrió.
7. EL TRÉBOL MALDITO
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, «nunca son lo que parecen», se lo escuché decir a la mujer del boticario, el cual después de tener uno en la mano, sufrió una apoplejía, quedándose paralizado y convertido en un vegetal (nunca mejor dicho). Algunos vecinos creyeron ver asomar por sus orejas minúsculas ramitas verdes, que con el tiempo dieron lugar a nuevos tréboles, trepando a lo largo y ancho de su cuerpo, enroscándose como una endiablada telaraña, ciñéndole por las caderas y envolviéndole las piernas; hasta que un aciago día perdió su condición humana.
Por fortuna, los incautos comprendieron el peligro y aquello nunca más ocurrió.
8. IMPULSOS
“Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, desprenden magia” -advirtió el experto, que sostenía que si una mujer encontraba alguno, el primer varón con quien se topase la amaría sinceramente. Terminada la conferencia, el atractivo especialista invitó a su despacho a una de las asistentes al curso de verano, para obsequiarla con un tiesto lleno de tréboles. Ella descubrió que tenían una cuarta hojita adherida con pegamento. La bofetada fue atronadora. No volvieron a verse.
La mujer lamentó su reacción durante toda la vida. Organizar una actividad absurda, manipular plantitas… Quizá un día alguien volviese a tomarse tantas molestias solo por ella, anhelaba esperanzada, pero nunca más ocurrió.
9. CUESTIÓN DE SUERTE
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas que tengo secándose entre las hojas de tu libro de matemáticas, gritó mi padre. ¡Tengo que estudiar!, protesté yo enfadado. Pues hoy estudias inglés. No había comida familiar en la que no me recordara que gracias a sus amuletos, yo tenía la suerte de ser traductor. Harto de que despreciara mi esfuerzo y mi trabajo, me planté, y le dije que la verdadera suerte para mí habría sido tener un padre que no fuera un vago irreverente y supersticioso. Desde ese día, nunca más ocurrió.
10- El recetario
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas. Seguid las instrucciones del libro al pie de la letra. Siempre hay que añadirlos al guiso en agua fría, para que la suerte se vaya soltando poco a poco, como la timidez de una virgen. En caso de echarlos en el agua templada, el conjuro se tornará caprichoso y no se sabe con certeza qué puede pasar, pero… ¡ni se os ocurra echarlos en agua hirviendo! Es algo que en su día hizo, distraída, la anterior maestra de ceremonias y… bueno, solo os digo que nunca más ocurrió.
11. CADENAS
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, no son de fiar.
Mi hermana encontró uno hace un año y ese mismo día el chico más guapo del instituto le pidió salir. A las dos semanas él dejo de estudiar porque le salió un trabajo en la construcción, pagaban bien y ya había repetido dos cursos. En julio a ella no le vino la regla. Se casaron en octubre. Ahora tiene un bebé rubio, dos gatos adoptados, un coche caro y un marido para toda la vida.
Parece feliz, aunque sale todas las tardes a buscar otro trébol de la suerte. Pero nunca más ocurrió.
12. Cándida Carolina
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas que el diablo siembra a la entrada del convento para atraer a las almas ingenuas que quieren creer en la buena fortuna”, advertía la abuela mientras agitaba el índice acusador. Pero llegaron tarde sus palabras porque la muchacha ya había danzado con la suerte en más de una ocasión. Y sólo cuando tuvo abultadas sospechas, acudió al confesonario donde el prior, contrariado, farfulló letanías y quiso llevarla a la cueva del chamán.
Después de un grito solitario, nació un niño poco común que ocupó todo su tiempo y, aunque todavía la tentaban, aquel alboroto de suspiros de celda en celda nunca más sucedió.
Me acabo de dar cuenta de que me falta comillas del principio y encima puse «sucedió» en vez de «ocurrió «. Lo siento, qué pena …
13. SUPERSTICIONES NOCIVAS
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, no siempre dan la suerte que se les atribuye. Sobre la lápida de Terencio, no ha habido ni uno solo de los que tanto empeño puso en coger aquel día: los que crecían entre los riscos del acantilado. Ningún otro volvió a buscar fortuna por allí. Nunca más ocurrió.
EdH2019
14.- AVISOS
“Cuidado con los tréboles de cuatro hojas”, reza el cartel que ha aparecido en la plaza. Los ancianos se arremolinan para leerlo, como hacen con el que dice “No pisar la hierba”, y con el que, amenazando con multa, advierte que está “Prohibido jugar al balón”. Pero aquí hace tiempo que no hay tréboles, ni hierba, ni tampoco niños que jueguen al balón, ni a nada. Todos se preguntan a qué vienen estos inútiles avisos y se alejan cabizbajos, apoyados en sus bastones.
Pero una mañana, entre los adoquines, brotaron con fuerza tréboles, hierba y niños con balones.
Y lo de los carteles, que arrancaron con saña, nunca más ocurrió.
15. EFECTOS SECUNDARIOS
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, el uso inadecuado puede producir daños irreparables. Es lo que ponía en la etiqueta del envase de plástico del estante “Encantos afortunados“, del supermercado de N.Y. de donde los cogí. Ya en casa leí las indicaciones, la 69 era, que las relaciones sexuales mejoraban.
Mi novia se quejaba de la intumescencia del miembro.
Esa tarde, ya con ella en la cama, rompí el plástico, extraje los tréboles de cuatro foliolos y sería por alergia u otro motivo, empecé a sentirme diferente.
Iniciamos los prolegómenos del coito y como siempre, me costaba excitarme, pero eso no fue lo peor, la erección nunca más ocurrió.
16. La última partida
“Cuidado con los tréboles de cuatro hojas”, dijo sibilinamente aquel tahúr. “Y los falsos diamantes”, añadió otro escupiendo por el colmillo. “No hablemos de corazones rotos”, terció el bizco entre bocanadas de humo. Nadie apostilló a picas. El primero en hablar, barajó con parsimonia mientras torturaba entre sus dientes ennegrecidos una brizna de hierba seca, sin perder de vista los sospechosos ademanes de sus contrincantes. “La suerte está echada”, masculló tras repartir las cartas y palparse en la faltriquera su treinta y ocho corto, única herencia paterna. Con aquel as en la manga, más de una vez había ganado la partida. Pero nunca más ocurrió.
17. AGROTURISMO
“Cuidado con los tréboles de cuatro hojas” avisaba un cartel en la entrada sur de aquel pueblo. Toda la ladera estaba alfombrada de ellos. Todos de cuatro hojas, aunque, por alguna extraña mutación, éstas eran urticantes y carnívoras. Devoraban todo lo que osase rozarlas. Era una suerte inaccesible. Se dice que una noche de luna llena, un hada, envuelta en un brillante haz de luz, cortó un trébol y lo regaló al primer hombre que pasaba. Ahora, era el más rico del pueblo, dueño de los hoteles y restaurantes. Cada noche de luna llena llegaban autocares llenos de turistas esperando ser bendecidos con un nuevo milagro. Nunca más ocurrió.
18. REEDUCACIÓN
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, decía Tano desde la litera de la celda que compartíamos. Y se quedaba callado, rascándose el verde desvaído del tatuaje como si quisiera borrarlo. Un día, junto a la alambrada del patio, me lo explicó: Ojo, chaval. Te hincan en la piel sentimientos de baratillo y convierten tu cuerpo en un panfleto de catecismo. Que amas a la zorra que te parió. Que un pájaro dibujado es la libertad. Que la suerte crece en campos de hierba. Me envenenaron con tinta el cerebro y dejé de soñar como yo sabía. Ese día supe que me habían robado el alma, porque nunca más ocurrió.
19. EL OLVIDO
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas. Dan mala suerte, niñas». Nosotras nos echamos a reír. Nos hacían gracia esas confusiones tontas que tenía de vez en cuando la abuela. Recuerdo que aquel día recogíamos margaritas junto a un arroyo. Queríamos hacerle un ramo a nuestra madre. Pero mi hermana, no sé por qué, le regaló las suyas a la abuela.
A veces, le cuento anécdotas como ésta. Como si sirviera para algo. Una tarde, incluso, le llevé margaritas que compré en una floristería. Se volvió y dijo mi nombre. Juro que mi hermana supo mi nombre. Después, nunca más ocurrió.
20 EL CAMINO
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas ―decía Miguel― es una mentira. Y ni caso hagáis a lo de que si tocas sin respirar una ortiga no te ortigas ―insistía mientras las pisoteaba descalzo, tan tranquilo―. Son todo chorradas».
Lo de los tréboles nunca encontré ninguno, y eso que cuando salía al campo iba fijándome en el borde de los senderos. En cuanto a las ortigas lo dejé pasar, no me apeteció nunca repetir ampollas a lo tonto.
Luego dejamos de ser jóvenes, salimos del pueblo, tuvimos hijos y lo de perder el rato con minucias así nunca más ocurrió.
21 APOCALIPSIS (PARTE 2)
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas», auguraba la profecía.
Pero todos la ignoraron.
Hasta que una mañana las puertas del cielo se abrieron y, en vez de agua, millones de tréboles cayeron al suelo.
Cuarenta días duró aquel diluvio vegetal que acabó con todo rastro de vida humana.
Días después, observando el manto verde que cubría el planeta y ajeno a supersticiones, el astronauta Noé Ivanov se preguntó con nostalgia si alguna vez volvería a pisar tierra firme.
Pero, por desgracia, eso nunca más ocurrió.
22 LA TORTUGA DE LA TRAGEDIA
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas. Esquilo, el de la gran cabeza, encontró en los campos de Eleusis un tetraphillum que cosió en el forro de su mandýa y siempre llevó consigo. Desconozco si el padre los dramaturgos era consciente de los augurios halagüeños de esta humilde malformación lobular, el caso es que sobrevivió, combatiendo, en las batallas de Maratón, Salamina y Platea. Setentón, calvo y semidesnudo, tomaba el sol un caluroso día siciliano cuando un quebrantahuesos estimó propicio para su oficio dejar caer desde la altura, sobre aquella monda roca que sobresalía de entre las del acantilado, la tortuga que llevaba engarrada. Nunca sabremos si esto jamás ocurrió.
23 Vivir para contarlo
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas. Fulgencio paseaba por el prado cuando se topó, accidentalmente, con uno. Tras su mala racha -Serafina acababa de abandonarlo y una granizada había echado a perder la cosecha-, pensó que éste cambiaría su suerte. Lo arrancó con delicadeza y, sin soltarlo un segundo del tallo, emprendió el regreso a casa. Allí, empezó a sentirse mal. Su corazón se paró y lo que en otras circunstancias lo habría conducido al más allá, quedó en un susto tremendo. Pudo contarlo, pero, bajo los tres metros de tierra donde ahora se encontraba, nunca más ocurrió.
24 AVISOS
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas que crecen junto al río», nos decían en casa para que no nos alejáramos.
Aquel aviso estimulaba nuestra imaginación. Encontraríamos uno y saldríamos del pueblo y de la miseria para siempre.
Mi hermano llegó triunfante el día en que encontró uno y a padre lo citaron en el cuartelillo. Nuestra madre corrió tras él, pero volvió con el pelo rapado
Y, aunque lo seguimos esperando cada anochecer como cuando trabajaba de sol a sol, nunca más ocurrió.
25. DE PRÍNCIPES Y MITOS
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, son engañosos. Lo mismo ocurre con las margaritas. Recuerda aquel pétalo que te dijo que sí, que besaras a la rana de mirada bobalicona que se acercó a ti, que el príncipe en el que se convertiría era el amor de tu vida. Ahora tienes a tu lado a un tipo de aliento flatulento, rechoncho y engreído.
Los consejos maternos no cesaron, pero había aprendido la lección y nunca más ocurrió.
26. DE PRONÓSTICO RESERVADO
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas», le advirtieron anoche las estrellas, pero soltó una carcajada.
Sonó el despertador. Todavía tenía sueño, aun así, Paco se levantó.
Desayunó ojeando el periódico. Le dolió ver vacía la silla de María. En su lugar, encontró uno de esos tréboles con una nota que decía: «En la nevera te he dejado la comida». Cuando llegó a los horóscopos, buscó el suyo, Tauro. Tras leer la predicción de los astros, decidió que necesitaba un cambio en su vida. Le diría a María que no le comprase más ese periódico.
Durante todo el día, esperó sentado su regreso, como siempre, pero aquello nunca más ocurrió.
27. MANIOBRAS SUICIDAS
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas», decía mi abuela. Eso pensé al arrancarlo. Al día siguiente, martes y trece, me levanté con el pie izquierdo. Al entrar al baño, tropecé estampando mi cara contra el espejo, rompiéndolo. Al instante, un wasap de María: «Te dejo». De camino a la oficina pasé bajo una escalera. De inmediato, una llamada del jefe indicándome que mi próximo trabajo sería en la cola del paro. Acabando aquel nefasto día, cerca de la estación, observé un gato negro entre las vías, maullando. Sin meditarlo me lancé a rescatarlo. Entonces, el expreso de medianoche, por una vez, pasó a su hora. Nunca más ocurrió.
28.
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas. Ese fue el único consejo que me dio mi venerado maestro cuando me encomendó continuar la ardua tarea de evangelizar estas tierras. Como le viera hacer en tantas ocasiones, me dispuse a hablarles de la Santísima Trinidad tomando una de esas simpáticas plantitas. Pero al agacharme, comprobé horrorizado que todas lucían cuatro foliolos. Aquellos paganos me contemplaban confundidos. Más si cabe cuando, desesperado, me vieron arrancar la cuatra hoja. Percibieron tal agresividad en mi gesto que huyeron despavoridos. Decidí entonces tomar en su lugar una horca de tres puntas. Tremendo error pues me tomaron por el mismísimo diablo. Nunca más ocurrió.
29
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, no los arranques!
– Por qué abuela?
De camino a casa, iba recogiendo florecillas, piedras, hojas … Y luego las arrojaba.
-Por qué no puedo, abuela?
-Porque son geniecillos, y si los arrancas, se van volando…, y tú no quieres eso, verdad?, o sí?- Pablo, se quedaba pensativo,.. no…., no…, O sí…!
Echó a correr, y en unos matorrales que había por el camino, empezó a rebuscar…. Sí esto es! Era un trébol de cuatro hojas! Rápidamente lo arrancó, de pronto vió una luz brillante, y pensó, asustado, es el geniecillo!, se ha ido, y furioso, siguió buscando y arrancó otro, y otro…..Pero nunca más ocurrió!
30. VIRGO
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas» —aconsejaba su horóscopo—. «Si crees que la vida te sonreirá, no te confíes, es solo un espejismo».
Apartó la vista del minúsculo brote que había crecido junto al camino. No le traería suerte, ni dinero, ni el amor por el que suspiraba sin atreverse a dirigirle la palabra.
Luego, cuando su vecina llamó a la puerta con una taza pedigüeña en la mano y el dichoso trébol prendido en el pelo, palideció y cerró de golpe.
«Hoy alguien muy especial entrará en tu vida» —vaticinaba el zodiaco a la mañana siguiente.
Demasiado tarde. Que ella volviera a pedirle azúcar, nunca más ocurrió.
31. NO MÁS
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas….Estaba regando mi pequeño huerto urbano y entre todas mis plantitas aromáticas había aparecido un trébol de cuatro hojas, ¿querrá decir esto que empieza mi buena racha?
Hace unos días deshojando una margarita, aquel maldito pétalo respondió un rotundo NO a la pregunta que me angustiaba, ¡nuevamente mi vida al arbitrio de la suerte!
Sin pensarlo dos veces y sintiendo que mi vida es bastante afortunada, arranqué aquel trébol y acabé de regar. Aparté toda esa ristra de absurdas supersticiones que coartan mi devenir permitiendo al futuro escribir : ” Eso nunca más ocurrió”.
32. LEYENDA DE LA FINCA SIN NOMBRE
“Cuidado con los tréboles de cuatro hojas” rezaba el extraño cartel en la verja de aquella propiedad abandonada hacía un siglo. Los mayores relataban su leyenda: los oxalis, que allí crecen en abundancia, son señuelos del ejército oscuro para reclutar almas.
¿Ejército oscuro?
Esto no hacía sino aumentar mis deseos de investigar.
Recogí toda la información posible sobre la propiedad, catastro, ayuntamiento e incluso testamento de su último dueño. Todo llevaba al mismo punto: propietario desaparecido en 1919. Su nieto y único heredero desaparecido en la misma fecha a la edad de 10 años.
Finalmente entré.
Buscando, encontré un magnifico ejemplar. Cortándolo corrí para salir, pero eso nunca más ocurrió.
33. DEL CUADERNO DEL CÁRABO
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas brotados por sextetos junto a ejemplares de cicuta verde porque, aunque la leyenda prometa una existencia fecunda en riqueza y longevidad a quien deguste la combinación, también encierra oscuros secretos por desvelar. Mas el socio número seis de Arte Micológico desoyó las advertencias y, a gritos, exigió al universo que no le sucediera lo que esos envidiosos estaban pensando. Lástima que el desdichado desconociera la incapacidad del cosmos para escuchar la palabra «no».
Consultado el registro de seres desafortunados no aparece constancia de ningún otro caso. Si bien es cierto que el mandato me impide afirmar hechos, intuyo que nunca más ocurrió.
34.
“Cuidado con los tréboles de cuatro hojas….”, le dijo su madre, cuando éste se balanceaba como loco en el columpio para dar 180 grados. Era un ser inestable por naturaleza… Su primera novia también se lo advirtió, cuando, después de varios meses saliendo, se enamoró de una vecina para dejarla. Aquella, le abofeteó y las aguas volvieron a su cauce. Eso le dijo su mejor profesor universitario, cuando suspendió varias materias. Y también lo escuchó de su mujer, cuando dejó la oficina en busca de sueños . Asimismo, se divorció e intentó suicidarse. “Cuidado con los tréboles…”. Nunca más ocurrió…
35. LA CARA OCULTA DE LA SUERTE
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, con las estrellas fugaces y con lo que deseas cuando soplas las velas. A veces, esas cosas funcionan, pero no como creías. Yo pedí que me tocara la lotería, y lo hizo. Pasé de una vida sencilla y poco emocionante a una teóricamente mejor. Ahora, aunque parezca mentira, la echo mucho de menos: un trabajo normal, dinero para ir tirando, una pareja, unos amigos que te quieran por lo que eres y no por lo que tienes y una familia a la que le importas. Quise recuperar todo eso, pedí a la suerte que volviera a obrar su magia, nunca más ocurrió.
36. LA EXTRAÑA ADVERTENCIA DE MI ABUELA
“Cuidado con los tréboles de cuatro hojas”, me dijo mi abuela al conocer mi intención de matricularme en el taller de pintura situado frente a su casa. Ella, aquejada de varias dolencias, apenas salía. Acodada en la ventana observaba la porción de mundo a su alcance, a veces incluso pertrechada de sus antiguos prismáticos.
Pasaron varias clases hasta llegar a percatarme de aquellas diminutas plantas que decoraban las cortinas. Fue la tarde que el profesor corrió estas últimas con determinación, “para conseguir la luz y atmósfera adecuadas”, dijo. Después, pegando su cuerpo tras el mío, vertió susurrando en mis oídos las últimas correcciones. Nunca más ocurrió.
37. EL SECRETO DE LA MASÍA
─Cuidado con los tréboles de cuatro hojas que crecen detrás de las porterías, no sean boludos, déjenlos vivir.
─Pero nosotros también queremos ser los mejores, ganar el balón de oro, la bota de oro ─confesó el más joven.
─Hace tiempo comprendí que lo importante es el equipo, por eso decidí dejarlos crecer en paz. ¿Recuerdan el triplete? Aquella temporada toda la plantilla acordó respetarlos y se regaban antes del entrenamiento para que crecieran fuertes y sanos. Hasta que llegó Dembelé, que va por libre y cada día arranca un ramillete. Desde entonces, nunca más ocurrió.
38. Hagan juego
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas. Manchan.
Sonaba el dorado rumor en los bolsillos del pringao. Sonaba el color de sus monedas mientras avanzaba decidido a la mesa de black jack. Un muestrario de amuletos sobre americana de Dior, camisa de Gucci y pantalón, blanco por supuesto, de Versace. Sin duda un nuevo rico, un caimán inmobiliario, un rey de la chatarra, el último magnate de las estaciones de servicio. Su manera de mordisquear la jodida planta y aquella montaña de fichas desparramadas por el tapete verde. No tardó en quebrar la banca, ni en arrastrar, su traje inmaculado, hasta la suite del Eloisse.
Nunca más ocurrió.
39.-MALA SUERTE
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, si encuentras uno, no lo pises, acarícialo con mimo, consérvalo en una urna de cristal; que la luz lo alimente, nunca lo revientes en el amor de unos versos de papel. Languidecería igual que aquella margarita del no, que te ofrecieron amputada, cómo ramo de novia, en una unión que estuvo a punto de ser y nunca más ocurrió.
40. ALINEACIÓN DE ESTRELLAS
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, no sea que por involuntario descuido, queden destruidos bajo las torpes pezuñas de vuesa merced.
—Yo, solo recibo órdenes de mi amo Sancho, y mi condición de asno me impide digerir vuestros altivos sermones, amigo Rocinante —respondiole Rucio con sarcasmo.
Acercose otro burrito peludo, suave y brillante como la plata que, acariciando los tréboles con su hocico, dijo:
—Esta fresca hierbecilla vivirá pocos días, pero regalará buena suerte por mucho tiempo a quien la encuentre.
El suelo comenzó a temblar al acercarse Atila que, a lomos de Othar, pulverizaron para siempre aquellas insólitas hierbas.
Por fortuna, esta alineación de estrellas nunca más ocurrió.
41. DEBILIDADES INCONFESABLES
—Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, son traicioneros. No lo cojas.
—Dicen que te pueden cambiar la vida.
—Pero no podrás elegir, como haces conmigo.
—Quizás sabe lo que más me conviene —insistió Aladino, que era joven y curioso.
—¡O él, o yo! —exclamó el genio, antes de volver a la lámpara.
Aladino cogió el trébol de cuatro hojas y decidió probar con sus propias fuerzas. Hoy, ya viejo, dice a sus amados nietos: “mejor conseguir las cosas por vosotros mismos”. Y no cuenta que, al principio, en momentos de debilidad, volvía a frotar la lámpara. Esperaba la reaparición del genio, pero tuvo suerte y nunca más ocurrió.
42. OLVIDOS
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, son como los juegos de azar. La gente creyó en su magia cuando Ramiro arrancó uno, pidió que la guerra cesara y se firmó un armisticio; aunque la causa fue que los soldados olvidaron por qué luchaban y depusieron las armas. Sin embargo, al recobrar la memoria, reemprendieron las escaramuzas con mayor fervor, como si tuvieran que recuperar el tiempo perdido. El bueno de Ramiro salió a por un nuevo amuleto pero, al pisar el campo donde crecían, una mina le destrozó el alma. El pueblo fue quedando desierto desde entonces, mientras se disipaba el recuerdo de una paz que nunca más ocurrió.
43.El pirómano altruista
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas que se encuentran en el desfiladero del Diablo. La leyenda reza que de sus cuatro folíolos de la suerte, riqueza, fama, salud y amor, tres se cumplen y uno se revela cruelmente. No hice caso cuando, entre el helecho, un trébol fugazmente se me insinuó.
Acerté el mayor premio de la primitiva, la fama vino por añadidura. El cirujano me comunicó estupefacto que el tumor había desaparecido. Y me casé con la bella Amanda.
Ahora el veneno muerde mis entrañas, no tengo tiempo de cambiar mi testamento, pero sí de quemar este monte maldito y desde mi eternidad constatar que nunca más ocurrió.
44. ¿Supersticiones o azar?
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, me advirtió mi madre mientras me relataba que allí donde nació recogió uno. Esa noche silbaron balas y atronaron bombas y misiles, apellidados colaterales. Su hogar quedó destruido, sus padres murieron y su hermano resultó malherido. Murió después en sobre aquellas maderas arrejuntadas, llamadas patera, en la que zarparon errantes como cigüeñas sin nido, ateos de humanidad y de futuro. Voluntarios socorristas les abrazaron, y en aquella cálida playa bajo la noche aterida, soñó con tesoros enterrados bajo tréboles de tres hojas. Creer ella en supersticiones nunca jamás ocurrió.
Perdón me sobra un «en». ..Murió después (en) sobre aquellas maderas…
45. LA SUERTE ES NEUTRA
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, no son lo que parecen, encontré uno y al día siguiente me tocó el premio gordo de la Loto: un dineral para arreglar mi vida y la de mi familia.
Pero al poco de cobrar el importe mi mujer y yo empezamos a discutir sobre cómo gestionarlo y al final acabamos divorciados. Mis hijos no apreciaron el valor de su parte, y la malgastaron junto a sus vidas. Y mis padres se distanciaron alegando que siendo el rico de la familia ya no necesitaría su cobijo.
Puede que en algún momento de mi vida tuviera BUENA suerte, pero aquello nunca más ocurrió.
46. Sobre la suerte y los cardinales
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas» —advirtió la maestra.
Decía que costaba distinguirlos de los cuatréboles, plantas a las que nada importaban las venturas ajenas, con el consiguiente desencanto que podía acarrear confiarles nuestros anhelos. Yo, que guardaba uno aplastado en un libro, se lo mostré para ver qué era, pero ella se limitó a mirarlo distraídamente, para luego pellizcarme la cara y continuar la clase. Al día siguiente le llevé un unicornio de dos cuernos dibujado por mí, y al otro, una cuadriga de cinco caballos. En ambos casos sonrió divertida, pero aquello, que me tocara haciendo por momentos que mis ojos bizcos vieran simple, nunca más ocurrió.
47.
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas» -se burlaron de Lobert, al verla con uno entre sus manos.
La supersticiosa, anciana francesa, lo tomo como: cuidado de los tréboles de cuatro hojas. Así lo hizo. Ese trébol replantado, convirtió su pequeña tienda en un gran vivero. Inspirada en su suerte escribió un libro, con éxito internacional.
Aquellos hombres volvieron tiempo después con más ánimo de burla. Al ver lo ocurrido, se fueron circunspectos. Ella les regaló unas macetas repletas de tréboles de cuatro hojas.
Por el retrovisor, el conductor leyó, por efecto del espejo, el rotulo luminoso, <LOBERT< al revés.
Recordaron como se burlaban de ella, eso nunca más ocurrió.
49. AVISO A NAVEGANTES
Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, pueden ser tu perdición, me dijo la gitana cuando leyó las líneas de mi mano.
No sabía a que podía referirse.
Tal vez a mi afición a intentar cambiar mi suerte acudiendo al bingo, la Lotería, la quiniela, las apuestas de caballos…
Creía que era la única forma, de que por segunda vez, el azar me acompañara.
Cuando me tocó la Primitiva, con mi alocado comportamiento, expulsé a mi familia de mi lado.
Quizás si la Fortuna me fuera favorable – pensaba-podría recuperarla. Pero eso nunca más ocurrió.
50 FLECHAZO VERDE
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas», relinchó la preciosa potrilla, «te pueden embrujar»»Eso es un cuento de los humanos», respondí soberbio, y seguí trotando por la pradera.Ella me seguía: a galope, luego al trote, después al paso.Se detuvo de repente y se puso a pastar. Me acerqué curioso y, entre sus dientes, descubrí las cuatro hojas.Acerqué mi hocico al suyo y nos besamos. Aquella tarde descubrí el amor.Desde entonces no dejé de mirar al suelo. Pensando en los humanos, quise sentirme embrujado de nuevo pero, aquello nunca mas ocurrió.
51. BRINDIS CON SUERTE
—Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, son un invento de los humanos que alteran la genética de la planta, para que tenga una hoja más y así vender suerte a los incautos. Aquellos que osen probarlos, sufrirán horribles mutaciones— explicaba el anciano duende a las criaturas que asistían a su proclamación como líder del bosque. A algunos de los allí presentes empezaron a crecerles crestas en la cabeza; a otros, picos; incluso al líder una larga cola de dragón. Decidieron invitar al hada que había preparado las bebidas con un ingrediente secreto a irse a otro bosque y nunca más ocurrió.