Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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Opio en las nubes

«Ven para acá Max acércate quiero escribirte un poema en el corazón con mi labial rojo quiero escribir que
eres un muñeco de cera que se derrite con mis besos quiero escribir que tienes un reloj demente en la mitad de la sangre un reloj que no te deja dormir un reloj que te lleva al infierno al fuego un reloj que es una máquina que hace pájaros en las mañanas pájaros que salen volando de tus labios y se posan en los míos y los desgarran los destruyen..»
«No solo el corazón de los amantes, porque aquí todos aman, es el que se rompe cada tres páginas; son los calzones, las calles, los vasos, los pómulos, los nudillos por los puñetazos, las comisuras de la boca y, sobre todo, las palabras.»
“Desde que te vi quedé envenenado, Harlem. Eres como esa canción Wild Thing de Hendrix. Tenías la misma lógica de la heroína, me produjiste el mismo efecto porque te vi y me dieron ganas de inyectar tu nombre en mis venas me dieron ganas de ir al baño y orinar orines con el sabor de tu nombre, ganas de ir al baño del Opium y mirarme frente al espejo y decir mierda you make me feel like a wild thing. You make my heart sing wild thing, me dieron ganas de escribir tu nombre con sangre en el fondo de mi vaso de cerveza, ganas de que me cortaras las venas con tus labios rojos mientras te tocaba las tetas. Ganas de desangrarme entre tus piernas mientras me hablabas de ir a la playa.”

Tres fragmentos de la novela del malogrado Rafael Chaparro, de lenguaje rápido, psicodélico, experimental, de imágenes fuertes y surreales, de personajes marcados por la droga, la música rock, el sexo y la derrota como forma de vida.
De la canción poco más se puede decir, interpretación desgarradora, intensa de quizá la letra más inspirada del sr Goñi.

Cuando niño mi padre, hombre de gran valor y mucha personalidad como buen legionario, me invocaba a ser duro, en este mundo no hay espacio para las personas blandas y se empeñó en demostrármelo, así le fue, murió joven pero digno, en mi vida ha sido una constante; ni la vejación de llevar una cruz a cuestas por mis actos impuros durante mi más tierna infancia, ni el dolor acerado de la vara con la que se tiñó de moratones mi piel muchas veces en el internado, ni los puñetazos de las múltiples peleas que acompañaron mi adolescencia, ni las palabras de repulsa y las miradas de desprecio que siguieron de las personas que me amaban en mis momentos más miserables, ni el ansia viva con la que procedía a morder la cinta de cuero que aprisionaba mis venas mientras me adentraba en el dulce olvido, consiguieron quebrar la alegría por vivir dignamente mi experiencia vital.
Hoy cuando creía haber encontrado la paz y el sosiego en el cálido abrazo de tu mirada, mi alma fragmentada vaga a oscuras una vez más por este laberinto que es la vida, frágil e indigna se dirige pausadamente hacia el ignorado sepulcro.

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