7. Etxemina, herrimina (nostalgia del caserío y del pueblo) (JESÚS ALFONSO REDONDO LAVÍN)
Yo, que me hicieron madrileño del 49 en la pila bautismal de Santa María de la Cabeza, tuve la fortuna de pasar cinco años de mi niñez en Lezama, ese pueblo vizcaíno del valle del Txorierri. Mi padre, funcionario desplazado y mi abuelo maestro recuperado de la represalia rehicieron allí sus vidas.
Cuando miro y me ensimismo en los cuadros de José Arrue me lleno de nostalgia y en cada escena pintada me vienen a la mente estampas de mi niñez. Yo he estado allí correteando entre faldas en las romerías en la campa de Sondika. Allí pintado está mi primer txacolí con nueces bajo la parra del portón del caserío. Está Águeda, la etxekoandre a quien yo robaba habas de su huerta y que me llenaba de leche la olluca blanca de mis primeros recados. Y me veo, orgulloso, de la mano de mi abuelo por el camino de Aretxalde, cada 10 de Junio, acarreando, sostenida en mi codo, la cesta de rosquillas de anís, hechas por mi abuela con las que él tenía por costumbre obsequiar a sus alumnos.
Yo he visto esa bolera, ese frontón, ese cura con bonete y he calzado abarcas de goma con calcetines blancos acordonados.
No solo has tenido una infancia feliz, además, sabes dejar constancia, como si acabasen de suceder, de tus recuerdos, que al compartirlos podemos disfrutar todos. Podría decirte que tu padre y tu abuelo estarían orgullosos si pudiesen leer esto, eso sería fácil, pero, disculpa el atrevimiento, me permito decirte que seguro que les llegan tus palabras y tus historias, que también son las suyas.
Un abrazo, Jesús.
Feliz año.
Como siempre gracias Ángel. Creo que ya no quedan secretos de mi vida que tú no sepas. Un abrazo telemático.
El corrector ha puesto telepático, que también vale.
Cada vez te superas . Ya no es la historia contada, escuchada y paladeada. Con lo de hoy nos has metido dentro de esos cuadros de Arrue o de los hermanos Zubiaurre oyendo sonidos de chistus, agudos, profundos, entrañables. Pura magia. Puede que nuestra imaginación sea más amplia que tu realidad pero nos das envidia al haber vivido todos esos paisajes en los que estoy flotando ahora mismo.
Gracias Miguel por tu cariñoso comentario. Y gracias por autonombrarte como mi editor.
Cuando los recuerdos son hermosos y la nostalgia fluye, no hace falta inventar nada: nace una preciosa historia como esta.
Lo fundamental es que los niños se sientan queridos para que su niñez, que es el recuerdo que más perdura, sea un tesoro en la memoria. La verdad es que a mis 70 años quiero a ese niño que fui como si yo fuera su abuelo.