86. Falsas esperanzas
De las ruinas solo brotan rencores, asegura su madre mientras contempla el paisaje desolado. La joven no le hace caso, en el fondo sigue siendo aquella niña que perseguía el vuelo de los pájaros como si fuera posible alcanzarlos. Ayer lo vio en una azotea y está segura de que el muchacho, a su vez, también se fijó en ella. Desea encontrarse de nuevo con él y necesita un vestido apropiado. Consigue uno demasiado ligero para el tiempo que hace, pero mejor que los harapos de cada día, ennegrecidos de hurgar entre los escombros. Se planta en medio de lo que en algún momento fue una plaza donde las parejas se daban la mano por primera vez y divisa en una ventana ese uniforme marrón que tan bien le sienta al joven militar. No puede distinguir su rostro con claridad, pero imagina cómo sus ojos la observan con interés, cómo la buscan tras la mira telescópica, justo antes de que se le llene la boca del estómago con un dolor punzante, de aquellos que anuncian amores no correspondidos.
Un paisaje desolado, un lugar venido a menos, nunca presagia nada bueno, pero no vemos hasta el final la realidad completa que, poco a poco, vas desgranando con la visión parcial de una muchacha fascinada por un joven, al que sabemos uniformado, también poseedor de un rifle con mira telescópica, de un francotirador que, al margen de sus posibles deseos personales o sentimientos, tiene una labor que cumplir y que ha de acometer sin pensar, es un instrumento más en una guerra, que le ha convertido en herramienta implacable. No se detalla el desenlace, pero cada uno puede imaginar lo que sucedió, como poco, una escena de desamor y esperanzas quebradas; en el peor de los casos, la conclusión fatal de un disparo.
Un relato muy bien construido, nada predecible y muy interesante.
Un abrazo y suerte, Lluís
Gracias por la lectura y tu comentario, Ángel. Me alegro de comprobar que el micro ha conseguido el efecto que buscaba, esas falsas esperanzas que uno puede interpretar desde el punto de vista inocente de la muchacha o como dice la madre, en el sentido de que tras una guerra no nace nada bueno. Un abrazo.
Enhorabuena Lluis por este magnífico relato. Impresionante. Una historia de amor que termina mal sin empezar siquiera. Todo amor es potencialmente trágico y aquí queda muy bien reflejado. Mucha suerte y un abrazo.
Gracias, Alberto. Comentarios como este motivan a escribir, y más si vienen de un crack como tú. Un abrazo, amigo.
De la guerra solo se puede esperar una cosa buena: relatos como el tuyo con un final espectacular.
Gracias Edita, me alegro de que te guste, un abrazo.
Me ha impresionado. Todas estas palabras tan musicales y armónicas que llevan al «sonido» final que no digo para no desvelar.
Suerte, Lluis.
Muchas gracias Elena, me halaga mucho el comentario, especialmente viniendo de ti, que lo bordas. Un beso y suerte para ti también.