93. FELIZ DESCANSO
Mientras delibera indecisa si pedirlo o no otra vez, la niña cierra los ojos, toma aire y se dispone a soplar las once velas de la tarta. Papá siempre responde a su llamada el día de su cumpleaños. Desde el terrible accidente no ha dejado de visitarla una sola vez. Se introduce por el filo de la ventana cuando todos duermen, le da un beso en la nuca –un aliento frío y dulcísimo estremece a la niña de emoción– y, tras depositar un ramillete de flores rosas en un vaso que ella ha colocado a escondidas en el alféizar, desaparece otros doce meses.
Este año, la niña no ha querido ya que le regalen más muñecas ni braguitas de Hello Kitty. De pronto, al contemplar las velas derretirse lentamente sobre la tarta, le llueven imágenes de lo fatigado, de lo cada vez más frágil que parece papá cuando regresa. Entonces abre los ojos y, con una punzada desgarrándole el estómago, desea esta vez que tenga un feliz descanso para siempre, al tiempo que apaga la última vela.
Ignacio, el deseo al soplar la velas, de la niña que ya ha crecido y ha entendido la realidad. Muy bien descrito. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Una manera efectiva, aunque trágica, de acabar con su pesadilla.
Me ha sorprendido ese final
Mucha suerte y saludos.
Llegar a la realidad es duro, pero lo has contado de una manera tan estupenda, que me ha sorprendido. Un beso.