53. Guisos (Alberto Jesús Vargas)
Las ventanas de sus respectivas cocinas están separadas por un pequeño patio de luces por el que llega el sonido de una radio encendida. Hoy, como es habitual en las horas previas al almuerzo, ambas ventanas están abiertas. Él canturrea las canciones que se cuelan en su cocina, mientras trajina con soltura. Corta, maja, sazona, especia, sofríe… La mujer de enfrente simplemente prepara su guiso como una rutina más y en un momento dado, guiada por su olfato, se asoma, cierra los ojos y aspira con deleite el aroma exquisito que se escapa del fogón de su vecino. Cuando vuelve a abrirlos, él está allí enfrente, observándola. Se produce entonces una fusión de miradas capaz de detenerlo todo mientras una canción, Can´t take my eyes off you, comienza a subir por el patio. Pero este encuentro no buscado resulta efímero. Queda roto con el repentino cambio de emisora y cada cual regresa a lo suyo. Él a seguir poniendo esmero en preparar el ragú de ternera que disfrutará en su soledad de divorciado y ella a terminar de cocer las desabridas lentejas veganas que comerá sin gusto pero que servirán para llenarle el plato al triste de su marido.
Una situación cotidiana y que puede ocurrir con bastante frecuencia por el hacinamiento en el que vivimos. Describes en pocas palabras las dos vidas, él, entusiasta, ella, aburrida. Y consigues crear un clímax entre los dos mediante el olor y la música. Pero todo hace ¡pof!, y vuelven a sus mundos paralelos sin posibilidad de encontrarse, ¿o si?
Una situación cotidiana y que puede ocurrir con bastante frecuencia por el hacinamiento en el que vivimos. Describes en pocas palabras las dos vidas, él, entusiasta, ella, aburrida. Y consigues crear un clímax entre los dos mediante el olor y la música. Pero todo hace ¡pof!, y vuelven a sus mundos paralelos sin posibilidad de encontrarse, ¿o si?
Efectivamente, Rosa, se plantea una situación y el final está abierto, lo que queda claro es que posiblemente, algo se cuece y «algo se cuece» podría ser el título alternativo a este relato. Gracias por comentarlo.
El habla es una facultad puramente humana y prodigiosa, pero tenemos otros sentidos: el olfato, menos desarrollado que el de los canes, pero suficiente; tampoco disponemos de la vista de un águila, ni del oído tan desarrollado de otros animales, sin embargo, todo en su conjunto proporciona información que puede hacer que dos personas conecten, como tan bien has descrito, aportando, además, datos valiosos sobre las circunstancias personales de cada uno que, sin duda, determinan su proceder
Un relato sobre mundos paralelos, acerca de lo que podría ocurrir y solo queda en tentativa, a falta de valor y oportunidad para dar el siguiente paso.
Un abrazo y suerte, Alberto.
Sí, en este relato que gira en torno a una mirada, intervienen no sólo el canal visual sino también el olfativo (el aroma del guiso que prepara el vecino) y el auditivo (esa música de la radio que pone una ambientación sonora), falta esa aproximación necesaria para que intervenga el tacto y el contacto físico ¿se ve venir? Solo tenía 200 palabras para contarlo jeje. Gracias, Ángel, por tu comentario.
Alberto, describes la escena de forma que podemos visualizarla (y escucharla y olerla), y nos llevas hasta el punto álgido con ese intenso cruce de miradas. También veo un final abierto, que completo a mi gusto: vuelvan a encontrarse en la ventana, incluso ella degusta ese ragú de ternera que prepara con esmero el vecino. Lo siento por el marido vegano, pero poco, la verdad.
Un abrazo y suerte.
Pues sí, Rosalía, el marido vegano juega en esta historia un papel poco lucido. Te habrás dado cuenta del sentido metafórico que tiene la carne del vecino frente a las aburridas lentejas y el lugar central que ocupa el patio de luces. Agradecido por tu comenbtario. Un abrazo.
Hola Alberto,
Yo creo que los personajes de tu relato seguirán en mundos paralelos porque parece ser que a ella le atraen los aromas y la música del vecino pero a él no le sucede lo mismo con la vida medio apagada de ella.
Nos leemos
No diría yo tanto, Isabel Cristina. Aquí empieza a fraguarse una historia que no queda claro hasta donde nos puede llevar. Hay en esas miradas que se funden en una sola y en torno a la cual gira el relato, algo que no se cuenta, pero que sugiere bastante. Gracias por no quedarte sólo en la lectura y regalarme tu comentario.
Seguro que la versión que sonaba no era la de Gloria Gaynor. Entonces la habrían dejado y ninguno habría apartado la mirada y ella habría cenado ragú. Me gustó.
Mucha suerte, Alberto
Efectivamente, Javier, la versión que sonaba no era la discotequera de Gloria Gaynor sino la original de Frankie Valli, más melódica y adecuada para el momento. Gracias por tu simpático comentario. Un abrazo.
Ay los cruces de miradas en momentos cotidianos. Qué bien que describes todo. Uno se puede sentir en el mismo sitio que tus personajes, y logras que nos quedemos deseando lo mismo que ellos: que vuelvan a coincidir de nuevo, y que esta vez la emisora no cambia la banda sonora tan pronto.
Suerte. Un abrazo muy grande
Sí, Jesús, algo se cuece en esta historia de vecinos que cruzan sus miradas de ventana a ventana con fondo musical. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Quién sabe en qué momento ese cruce de miradas puede ir más allá, quizás en otra ocasión, con algo más neutro como unos buenos huevos fritos con patatas, se animen a cruzar las luces de ese patio y a fundirse cada uno en la mirada del otro. Yo les animaría a que hicieran unas torrijas, el dulce siempre va bien para el romanticismo.
Excelente micro, Jesús, cómo siempre. Besazos.
Quién sabe en qué momento ese cruce de miradas puede ir más allá, quizás en otra ocasión, con algo más neutro como unos buenos huevos fritos con patatas, se animen a cruzar las luces de ese patio y a fundirse cada uno en la mirada del otro. Yo les animaría a que hicieran unas torrijas, el dulce siempre va bien para el romanticismo.
Excelente micro, Alberto, cómo siempre. Besazos.
Verdaderamente si hay algo irresistibles son los huevos fritos con patatas, aunque así dicho pueda resultar poco romántico. En esta historia el tema de la comida tiene un significado especial y puede que algún día sus protagonistas lleguen a compartir menú, o no. Final abierto. Gracias por tu comentario, Ana María. Un beso.