Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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36. LA ESPAÑA VACIADA (Belén Sáenz)

La piel solo es un envoltorio, se obliga a pensar Anselma recordando la prédica del señor párroco antes de que los foráneos se bajaran del autocar. Lo que importa es lo que hay debajo y lo ha visto mil veces en el cartel del cuerpo humano que cuelga en el centro de salud. Venas azules y rojas, músculos rosados y huesos amarillentos. Aunque le costara a la doctorcita tener que responder sus innumerables preguntas, se ha convencido de que eso lo tenemos todos iguales.

Pero esos ojos que se les salen de la cara de puro espanto, esos labios carnosos con tanta presencia, no le resultan fáciles de ubicar todavía. Y las palmas blanquísimas de las manos. No puede evitar hablarles a gritos, haciendo gestos exagerados, cuando sube a las eras a acercarles un botijo de agua fresca, aunque sabe de sobra que no son sordos ni mudos. Que agradecen sin palabras porque no hablan el mismo idioma. Aún.

7 Responses

  1. Hola, Belén. Si interpreto correctamente, Anselma es una criada o sirvienta negra que trabaja para patrones blancos o nórdicos; de ahí que le llamen la atención sus facciones y sobre todo, las blanquísimas palmas de sus manos… Tampoco hablan español, de ahí que ella gesticule y se haga entender de esa manera, y aún así, no pierda la esperanza de que, algún día, aprendan a hablar su idioma… Me gustó especialmente la parte del cartel en el centro de salud, que le muestra y nos muestra que, más allá de la cuna o el color de piel, somos todos iguales, todos seres humanos.

    Cariños,
    Mariángeles

  2. Ángel Saiz Mora

    Esta España nuestra cada vez más vaciada parece condenada a un fin inevitable, a no ser que se abra a la llegada de personas dispuestas a trabajar, a resucitar esos terrenos y pueblos que, triste y lentamente, caminan a su fin definitivo. En tu relato se aprecia el reparo de una nativa del lugar, a quien imaginamos anciana (Anselma es un nombre de antes), que ha necesitado de un esfuerzo de reciclaje, de un proceso mental para asimilar que esos hombres llegados de otras latitudes, con la piel oscura y un idioma diferente, no son distintos a los semejantes con los que ha tratado toda su vida. Sabe que constituyen la última esperanza del lugar, la única posibilidad de futuro. El hecho de acercarles un botijo es mucho más que un simple gesto: conlleva evolución por su parte, asimilación y humanidad, cualidades todas que hablan muy bien de ella.
    Un abrazo y suerte, Belén.

  3. Rosalía Guerrero

    Me encanta esa protagonista, no debe resultarle nada fácil entender que esos forasteros de piel oscura y mirada asustada son iguales a ella, pero lo intenta de todas las maneras posibles.
    Y el detalle del botijo me ha puesto el corazón blandido.
    Enhorabuena!

  4. Belén Sáenz

    Ay, Mariángeles, pues mi idea era la contraria, pero tu comentario me ha servido para ver el fallo del relato. Está claro que le faltan referencias y que resulta equívoco. Mi Anselma es una anciana española que se esfuerza por adaptarse a la llegada de inmigrantes que son diferentes físicamente, pero su buen corazón le ayuda a salvar las barreras. Quería que fuera una chispa de esperanza de que las personas podemos vivir juntas en paz pese a quien pese. Muchas gracias por tu visita y comentario, que me han ayudado a ver las cosas claras, y muchos cariños que vuelan al otro lado del Atlántico.

  5. Belén Sáenz

    Hola, Ángel. Ojalá sigan existiendo muchas Anselmas que nos salven de este futuro tan negro que vemos en el horizonte, y que nos acerquen para poder convivir en paz. Muchas gracias por tu análisis y tu visita. Un abrazo y mucha suerte para ti también.

  6. Belén Sáenz

    Rosalía, hola. Qué bonito eso que dices, y qué cierto, hay que valorar el esfuerzo que supone para esa anciana, que ya está acostumbrada a una manera de vivir y ver la vida, para adaptarse y evolucionar. Mil gracias por tu visita y sorbito de botijo para ti!

  7. María Gil

    Esa España vaciada ha encontrado una camino de esperanza, una forma de llenar de vida otra vez sus calles. Claro que cuesta acostumbrarse al diferente, sobre todo cuando no se ha salido del pueblo y ya se tiene una edad. Pero Anselma, poco a poco, va aceptando al otro. Sobre todo, en su corazón.

    Un relato muy bello con una luz que ilumina.

    Un beso, Belén.

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