2. LA GRUPA DE HIERRO (María José Viz)
Samuel y Elisabeth dormitan abrazando la memoria seca de la huida y el miedo. El vértigo reposa en sus hálitos y les lleva por el férreo camino que desembocará en infinitos páramos. Al menos eso creen ellos, mientras se detienen en sueños ajenos que galopan sobre esa grupa de hierro que oculta los secretos aviesos de tantos viajeros extraños.
Unos pájaros les sobrepasan, ufanos, como si quisieran burlarse de las dos siluetas dormidas y de su indefensión, atravesándolas con su aleteo distante y con sus incisivos ojillos crueles.
La pareja está aturdida, tras un sueño incompleto mezclado con el eco del traqueteo impenitente del tren. La mezquindad la asola. Ambos perciben que están rodeados de miradas duras y se sienten náufragos sobre el raíl bifurcado, acobardados por la incerteza de lo que les espera.
El interventor avisa, con voz potente, de que están llegando a su destino. Samuel, con amoroso empuje, ayuda a incorporarse a su esposa. No llevan equipaje.
Se abre la puerta del vagón y una luz acuciante los recibe. Ya no tienen miedo. Saben que el paso que van a dar será el primero hacia su libertad.
Una pareja huye de una situación y unas circunstancias que desconocemos en su detalle, pero que debieron ser terribles. Ese viaje a la grupa de hierro de un tren tiene un destino incierto, hacia el que avanzan sin que les importe, convencidos de que el mundo que dejan es mucho más implacable. Van tan ligeros de equipaje que ni lo tienen, se tienen a sí mismos y ya es bastante.
El título, sonoro y tajante, es liviano pues supone una huida, el alivio de un peso previo que juntos sufrieron y juntos abandonan.
Un relato que deja espacio a la imaginación, el nombre de uno de los personajes, Samuel, tan bíblico como puramente hebreo, quizá diera pie a pensar que son una pareja de judíos que escapa del peor de los escenarios. De una forma o de otra, se lee con placer.
Un abrazo, María José, Suerte
María José, tus protagonistas no llevan equipaje y, sin embargo, parece que acarrean uno que se presupone bastante pesado. La historia está abierta a muchas interpretaciones, pero queda claro que con lo único que cuentan para seguir adelante esas dos personas son el uno con el otro. Espero que consigan salir adelante y que tú tengas muy buen resultado con este relato. Un abrazo.
María José, bella historia de amor buscando un destino nuevo, juntos, suerte y saludos
Hola, María José. Nos presentas un texto muy trabajado y teñido de refinamiemto poético, donde, como han dicho los compañeros precedentes, podemos intuir diversas «interpretaciones» con las «pistas» que vas dejando mientras acompañamos a Samuel y a Elisabeth en su camino. A nosotros nos toca decantarnos por el posible simbolismo de esa «grupa de hierro» o de esos infinitos páramos a los que parecen ser conducidos nuestros amigos. Y, para rematar, el atisbo de algún tipo de esperanza ante la visión de esa luz. Esperemos que no se vea truncada con la más cruel de las realidades de los hombres (o de aquellos temibles pájaros). Un gran relato. Besos y suerte.
Me gusta muchísimo cómo describes la escena, sobre todo al principio. El viaje a lomos de esa máquina de hierro, que han emprendido los dos protagonistas, cobra un nuevo significado con esa palabra, libertad, que oculta un pasado tormentoso pero que también abre la puerta a la esperanza.
Me ha encantado leerte.
Un viaje hacia la libertad cargado de incertidumbre y del sufrimiento del que huyen. Los pájaros, con sus miradas crueles, no parecen un buen augurio. Ligeros de equipaje, como cantó Machado, la luz que los recibe al bajar del tren, lo desconocido… a mí me sugiere la muerte, como liberación del viaje de la vida. Sería una interpretación entre otras posibles, pues has utilizado una prosa poética llena de simbolismo.
Muy hermoso, María José. Suerte y besos.
Impresionante tu relato.El final inesperado me deja muy pensativa, porque lo dejas tan abierto que puede suceder cualquier cosa. Me ha gustado mucho. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.