16. La pequeña de siete hermanos
Ni gritos, ni portazos, ni un correr por el pasillo. Nadie en la casa, todo en silencio. La niña sintió una sensación de libertad tan extraña como deseada, algo que nunca había experimentado.
Entró en el dormitorio de su hermana Carmen, la mayor. Tuvo suerte porque el armario no estaba cerrado con llave. Comenzó a probarse la ropa nueva que ella heredaría, después de Rosa, su hermana anterior.
Con el vestido rojo y las sandalias de tacón parecía mayor, aunque tuvo que meterse relleno en el escote.Ya sin trenzas y con los labios pintados se sentó frente al espejo cruzando las piernas y entornando los ojos. Mientras se fumaba un cigarro imaginario imitando aros de humo, comenzó a leer algunas cartas que su hermana guardaba entre la ropa interior. La mayoría eran de Fernando, el chico más guapo que ella había conocido y que cada vez que coincidían le guiñaba un ojo sacándole los colores.
¡Y qué cosas decía el muy picarón!
Leía en voz alta, disfrutando de cada frase, de cada palabra. Solo tuvo que sustituir el nombre de Carmen por el suyo, Elena.
La imaginación de esta muchacha, alimentada por estímulos externos que le son ajenos, de una intimidad envidiada y que no le corresponde, ha creado una situación a su medida, seguro que única. Otra cosa es qué pensarían Fernando y Carmen, de saberlo.
Un relato de sueños, deseos y realidades.
Un abrazo y suerte, Pilar