59. Los sustitutos (montesinadas)
Me gusta la lluvia, pero a él parece que no. Va sentado en el asiento del copiloto muy triste, como apagado. La tristeza es un estado para el que aún no tengo un algoritmo definido, pero me esfuerzo en documentarlo fijándome en sus gestos: le brotan lágrimas, entorna los ojos y suspira como si le faltara aire. No basta con ser una copia idéntica físicamente y vestir la misma ropa, hay que tomarlos por completo, todo su ser, apoderarse de su mente, incluso de su alma, ese vacío que nunca llenan los humanos.
Aparco a pocos metros de su ferretería, que ya también es mía. Aún no ha amanecido. Hace unos días se cambió la hora, salimos de casa de noche y volvemos con las tinieblas del crepúsculo, quizás es este cambio lo que le deprime, o que, en la oscuridad, a través de la lluvia, hemos visto, colgados de las farolas, nuevos cuerpos empapados que se balancean por el viento.
Tras el mostrador, mientras esperamos a los clientes, he hecho un inventario rápido de los artículos. Compruebo que faltan unos metros de cuerda y que lo he perdido de vista. No sé qué hacer, aún no tenemos iniciativa.
No conocemos el motivo de la tristeza de este personaje, tal vez sabe que va a ser sustituido por una creación más perfecta, sin emotividades, más eficaz y práctica, en suma, de ahí que él mismo sea el artífice de su propia eliminación ahorcándose. Sin embargo, carecer de sentimientos convierte estas copias en defectuosas, por incompletas, nunca podrán sustituir al original. Puede que nunca seamos capaces de crear un chip (o lo que sea) capaz de hacer las veces de eso que llamamos alma, entendida como esencia personal que mueve y trasciende.
Un relato con mucha profundidad y muy bien contado.
Un abrazo y suerte, Manuel
Como dice el maertro: Un relato con mucha profundidad y muy bien contado.
Es complicado sustituir a alguien, del que no sabes muchas cosas y quizás ni entenderías. Hasta que te he leído no me he puesto en el lugar del…. sustituto.
Gracias