71. Matar el tiempo
Un compañero del colegio me ha dicho que en África muere un niño por minuto. Al llegar a casa le he preguntado a papá cuánto era un minuto y me ha explicado que hay que contar hasta sesenta. Me he tapado la boca al llegar a ese número. No podía creer lo rápido que lo he hecho. Si son relojes los que acaban con ellos, voy a empezar a destruirlos.
Las estadísticas no son más que cifras orientativas, nos ofrecen una idea de las proporciones de las cosas, pero ahí acaba su función. Los números son neutrales, como también insensibles y fríos, al contrario de las palabras que, bien empleadas, nunca resultan indiferentes. Otra cosa es hacer caso de los refranes y tomarlos de forma demasiado literal. La intención del muchacho era buena, la vida acabará enseñándole que el tiempo no se puede matar para que así vivan muchos inocentes, pero esa sana inquietud promete. Ese chico vale mucho.
Breve y original, Francisco Javier. Un abrazo y suerte
Muchas gracias Ángel por tus comentarios. Una pena que el chaval no pueda cumplir su cometido.
Un fuerte abrazo
Hola Javier, es un relato magnífico. Con esa precisión y esa sabiduría tan tuya. Enhorabuena. Abrazos muchos.
Precioso relato y duro a la vez.
Un saludo
Muchas gracias, me alegro te haya gustado.
Un fuerte abrazo
Mil gracias por leerlo y por los comentarios.
Un fuerte abrazo
No estaría mal que fuera tan fácil como destruir todos los relojes del mundo… Un buen relato. Suerte.
La dulzura y la inocencia de la mirada de los niños para revolvernos las tripas. Estupendo relato, Javier. Una maravilla. Abrazos y suerte.
Muchas gracias Antonio, ojalá fuera así de fácil
Un fuerte abrazo
Muchas gracias Rafa, solo ellos ven las cosas de otra forma
Un fuerte abrazo
Precioso fragmento! La inocencia del niño «transformará » con el tiempo en experiencia y sabiduría
Muchas gracias Patricia
Me alegro que te haya gustado
Un fuerte abrazo
Muy bueno, tocayo. Una aparente inocencia que se torne muy dura.
¡¡Suerte!!