35. MI AMIGO MANUEL
A veces he escuchado y no pocas, llamar amarillo a un chino. Desde lo que puedo observar diariamente, he deducido que no sé de dónde sale ese adjetivo para tildar de amarillos a una etnia. Pero en fin, en mi incansable búsqueda de respuesta, me dispuse a buscar en mi panadero chino, al que llamamos Manuel, algún atisbo del color en cuestión y después de muchas barras de pan y alguna que otra chuchería, sigo sin ver dónde es amarillo Manuel. Quizá sea que después de tantos siglos tengan un poco de acidez y algo de inflamación de vesícula por escuchar a tanta gente llamarles amarillos. En la era de la tolerancia, encubierta por muchos, creo que a Manuel seguiré llamándole Manuel y si no le nombro, podré decir que voy a por el pan e incluso que a ver si está abierto el ultramarinos de la esquina (como antaño). Sin tener que utilizar un Pantone para describir a una persona. D. Juan Ramón nos dejo escrito de su Platero… Es pequeño, suave, peludo, tan blando por fuera, que se diría todo de algodón… Casi como Manuel!
La vista es un sentido que predomina sobre los demás, de ahí que demos tanta importancia a la apariencia, cuando no deja de ser una información accesoria, como mucho un dato al margen. Has citado a Juan Ramón Jiménez y yo me permito incluir a Saint-Exupéry con su conocida frase: «Lo esencial es invisible a los ojos». Que lo importante se encuentra en el interior es algo que sabemos, pero que no viene mal recordar porque tendemos a permitir que nos condicione. Tu protagonista, desde lo cotidiano, llega a la misma conclusión, un personaje que incide en algo que todos hemos pensado alguna vez: el hecho de simplificar a toda una raza con un color que no tienen, dejándonos llevar por el tópico y en detrimento de lo individual.
Un relato que invita a una reflexión profunda desde una situación sencilla.
Un saludo, María Rosa
Gracias Ángel.