59. Miradas
Sucede cada día de lunes a viernes. Ella sube una parada después y baja una parada antes. Entra siempre por la primera puerta del segundo vagón y, si puede sentarse, saca el móvil del bolso y pasa pantallas. Si se queda de pie, se coloca los auriculares, cuelga el brazo de un asidero y mira a ninguna parte. Algún día he pensado que podría seguirla para saber a dónde va, qué hace, pero nunca me he atrevido. Tampoco he osado acercarme lo suficiente para sentir su aroma. Como si alguna de estas acciones pudiese alterar el equilibrio cósmico que me permite verla cada mañana.
Hoy, pero, no ha bajado en su parada y eso me ha desconcertado. No he sabido como reaccionar y la inercia cotidiana me ha empujado a salir en la siguiente estación, la mía. Ha sido cuando me dejaba subir por las escaleras mecánicas que he sentido unos ojos clavados en la nuca. Cuando me he girado he visto como ella, unos escalones más abajo, no rehuía la mirada.
Intuyo que esta pareja va a tener, después de todo, un final feliz. Me gusta la manera en que describes el miedo de él a perderla si toma la iniciativa, y ese desenlace sorpresa en el que es ella quien se atreve a tomarla.
Un abrazo y suerte, Josep.
Ay, Josep, la de oportunidades perdidas para encontrar el amor que se dejan escapar por miedo o vergüenza. En tu historia, por suerte, ella toma la iniciativa. Les deseo lo mejor.
Un abrazo y suerte.
Alguien debe romper el hielo, como decían mis mayores: «El ‘no’ ya lo tienes», por lo que no hay nada que perder. Bien por esta mujer y su valentía, bien por quienes hacen ese gran esfuerzo, que sin duda lo es, pero preferible al vacío de pensar después qué habría ocurrido de haber actuado.
Un saludo y suerte, Josep.