Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

AGO96. AL FONDO ESTARÁ EL AZUL, de Félix Valiente

Alberti está sentado a la puerta del café Tortoni. La Avenida de Mayo es a esa hora un hervidero de gente, bonaerenses que vienen y van con sus rutinas a la espalda. Un cigarro a medio acabar o a medio encender, quién sabe, descansa en un cenicero, una libreta y un lápiz dormitan juntos posados sobre la mesa, el cafecito italiano eleva todavía su voluta de calor y la voz de alguien se
eleva entre el ruido para preguntar:
Rafael ¿por qué siempre una raya azul al final de la página?
Es el color del mar de mi tierra. Lo garabateo para no olvidar. Es la tonalidad que siempre diviso al fondo.

AGO95. EL MISMO AZUL DE SIEMPRE, de Magdalena Carrillo Puig

Unos días éramos sirenas; otros,  estrellas de mar; la mayoría de las veces gigantescos cefalópodos, ballenas o tiburones. Y a bordo de las olas, recorríamos entusiasmadas los siete mares buscando nuestras incautas presas.
Nos hicimos mayores y ya no somos nada. Dejamos que nuestros
recuerdos floten ingrávidos como nuestros cuerpos en el agua.  No nadamos, solo hablamos y recordamos. Con nuestros sombreros bien atados a la cabeza, como entonces, sentimos que el tiempo no pasa y no pesa y seguimos foltando y charlando. Los pececillos nos mordisquean los pies, pero les dejamos hacer, estamos acostumbradas, nos creemos que son los mismos de siempre, aquellos de cuando éramos  niñas…

AGO94. EL ALBA AGUARDABA EN SUS EMBOZOS, de Calamanda Nevado

No miraban la profundidad azul marino del agua como dos turistas más. Desplegaban  promesas, acariciándose los oídos, mientras la amargura ondulaba el  llanto caudaloso de la separación. La luna cruzaba turbia. Un visillo espeso, palidecía sus bocas de amapola. Los  abrazos al relente y el veneno del amor derramado que, bebían  sorbo a sorbo, agonizaron  después del amanecer. El cielo liberó un día amargo, ensombrecido por despedida de adioses. Les aguardaban caminos distintos.
Los derrotó la hora de la marcha, creció el  silencio. Agitaron las manos; alejándose del mar por separado. Temblaban sus pasos malheridos. Pronto la soledad perfiló  la espera, empapándola de recuerdos.
Alejados del otro, la nostalgia desgranaba días. Inundaba de amarras los ojos; surcados de melancolía. Solo el recuerdo endulzaba el implacable amargor de la piel, donde  el amor caló hondo. Aprendieron a morderse los labios secos; sin fuente que apagara su sed. Sus manos amontonaban soledad, sin candorosas caricias.
El alba les aguardaba en sus embozos. Soñaban con su tímida luz, trasformada en relámpago, cuando de nuevo desfallecieran sus cuerpos enredados. Se vestirían el uno al otro. Pero continuaron   sin tenerse cerca. Un contrato tras otro, en ese destino lejano, los  replegó. Hundió  sus corazones, ahogándolos.

AGO93. VAMPIRO AZUL MARINO, de Carla Rivera Montero

– Vete a tomar por saco, Derek – dijo Mía mientras colgaba el pequeño auricular que llevaba en las manos.
Sabía que lo que estaba haciendo podría ser peligroso pero no quería ver a su hermano Derek, sobretodo tras aquella fuerte discusión. Caminaba sin rumbo por aquella calle de Nueva York, la cual se encontraba vacía a excepción de ella. O eso creía Mía. Una mano la tapo la boca para evitar que gritara y la arrastro hasta un pequeño callejón oscuro. Mía se balanceaba intentando escapar pero le fue imposible. Pudo oler la fuerte colonia masculina de su atacante y, antes de sentir como dos colmillos se clavaban en su cuello, vio dos ojos azul marino entre la oscuridad. Y entonces, en esa noche de verano, nació un nuevo ser de las tinieblas creado por el vampiro de ojos azul marino.

 http://historiasdeunaescritoranovata.blogspot.com.es/

UN MAR DE VERANO INSPIRADOR… PARA LOS SENTIDOS

El mar ahora no tenía límites y reverberaba en cada una de sus escamas. Alrededor, el horizonte se difuminaba en una leve bruma. A la izquierda, más que distinguir, se podía imaginar el pálido dibujo de unos perfiles montañosos: quizá fueran nubes. Casi todos los pasajeros estaban adormecidos en las tumbonas.En el resuello de la navegación pesaba el álgido mediodía del mar: ese bienestar incomunicable, esa sensación de voluptuosa angustia, por el que uno prefiere quedarse solo, sin hablar, escuchando lo que le fermenta por dentro.
Pero apareció a la vista el archipiélago montañoso: un azul denso de masas cristalinas al fondo del azul líquido. La escueta vegetación a lo largo de las crestas rocosas de las montañas, los pueblecillos blancos como a flor de agua daban un no se qué de frescura y 
encanto a aquella tierra que emergía del mar.
(…)
 Suaves eran en torno las líneas de la isla; entre el ramaje azulenco de los olivos se transparentaba un cielo más cargado; en el aire detenido había una fragancia que llenaba de gozo, los aromas de la tierra se fundían con el olor del mar: pino, menta y adelfa con la sal y las algas.

GIANI STUPARICH. La isla.

AGO92. SI MI CABELLO FUERA AZUL, de Mª Carmen Gómez Caro

Si mi cabello fuera azul lo dejaría crecer y crecer, y parecerían sus ondas las olas plácidas que preceden a las mareas.
Si mi cabello fuera azul los peces nadarían en él y tendría un mapa del firmamento dibujado por las estrellas.
¡Cuánto daría por tener un cabello azul como el océano y romper en las rocas mil puñados de espuma!. Me mirarían con simpatía los barquitos del puerto, y un albatro confundido me seguiría tierra adentro. Si mi cabello fuera azul no tendría esta nostalgia de mar que se me ha quedado en la garganta.
Cada mañana miro el espejo por si mi cabello se hubiera vuelto azul. Nunca es azul. Nunca volverá a serlo.
Oigo en el mar, a lo lejos, los gritos de mis hermanas. Cierro los ojos y suspiro. Saboreo con una sonrisa la sal de mis lágrimas.
Si mi cabello fuera azul…

AGO91. INMORTAL LAZO AZUL, de Graciela Carroz

Nubarrones, lluvia. Gris y húmedo el cabello despeinado. Caminaba despacio dejando que el agua empape su traje. No le importó perder su perfume caro en la calle embarrada. No le importó el frío que lo entumecía. Miró su caro reloj y apuró el paso. Llegaría puntual, como siempre. Dobló la esquina y alzó la vista. Allí estaba ella. Su impermeable azul marino realzaba la rubia belleza. Y sus ojos… ¡Dios! Sus ojos eran el mar en el que siempre deseaba sumergirse, el mar que alguna vez perdió y ahora rencontraba. La dulce mirada de la que amó. Atrapado por ese abismo azul marino, escuchó su propia voz susurrar el breve saludo:-¡Hola, hija!- Y tiernamente la abrazó.

 www.nuevodestello.blogspot.com

AGO90. LA PRIMERA VEZ, de Mar González Mena

La observo desde lejos. No quiero romper la magia de este primer encuentro. Veo cómo se acerca poco a poco, con pasos temblorosos. Sigue con los ojos el rítmico movimiento de las olas y calcula para detenerse en el punto exacto. La espuma del mar llega hasta apenas unos milímetros de sus pies. Me preguntó en qué estará pensando. No se mueve. Mira hacia el horizonte y, aunque desde mi posición no puedo verle la cara, imagino una leve sonrisa que viene y va con cada ola. Saco el móvil de la bolsa de la playa para inmortalizar el momento. Hago la foto. Todo azul. El cielo y el mar unidos por el horizonte. Una línea de arena y ella. Subo la imagen a facebook.
– Mi abuela y el mar.

 www.losjardinesdepuck.blogspot.com

AGO89. POSTAL MARINA, de Carmen Martínez Marín

Querida Araceli:
Todo lo que veo es mar. Siempre que el piélago cambia de color, su aroma alterna con la temperatura, con el viento, con el sol, mientras juega con el agua. Es como la paleta de un  pintor al mezclar los colores: azul claro, azul azulete, azul verdoso, azul plata…Y es el azul marino el que se queda en mi retina, fijo como si estuviera pintado en mi mirada. Lo guardo porque en ella, estás tú.
Confinado en el faro, Pedro envía una postal a Araceli cada día, diciéndole: todo lo que veo es mar.

 http://aymaricarmen.blogspot.com/

AGO88. NOCHES DE VERANO, de Mar del Rey Gómez-Morata

Hace años sentados bajo el emparrado, a la salida de su casa, se veía el mar. Por las noches después de la faena, él fumaba en silencio y ella tejía a ritmo lento.
A lo lejos parpadeaba la luz del faro al ritmo del sonido entrecortado del motor de las barcas de pesca.
De vez en cuando una brisa les traía el olor de la higuera, él decía alguna frase y ella asentía en silencio.
Hoy la casita resiste entre varios edificios de apartamentos, pero ya no se ve el mar, sólo algunas noches tranquilas se escucha el motor de las barcas de pesca. Él viene en invierno cuando está tranquilo, para recordarla en los ecos de otros tiempos. Se sienta bajo el emparrado, enciende su pipa y observa las luces de los edificios vecinos que como son de la tierra y no del mar, ni se mueven, ni parpadean.

 http://www.diariodeabordo-mar.blogspot.com

AGO87. VENDETTA, de Esperanza Temprano Posada

¿Qué prefieres? ¿El traje azul o el gris?
No hace falta que me respondas, el azul marino era el que elegías  las mañanas de domingo en las que corrías a su encuentro  y  también en las noches de verano  en las que, con la excusa de sacar al perro, volvías  después oliendo a ella.
Está decidido: el traje gris y como broche la corbata de nubes, si, ya sé que nunca te gustó, pero por una vez la vas a llevar sin rechistar.
Estás algo pálido pero muy guapo, este momento se merece una foto de nosotros  dos muy  juntos para mandársela a ella y, de una vez por todas, se dé cuenta que solo me quieres a mí.
No te muevas, pongo la cámara en automático y corro a  pegar tu cara a la mía, con la mejor de mis sonrisas.
¡Que frio estás! Espero que la zorra de tu amiga no note tu rigor mortis.

 http://elrastrodelapalabra.blogspot.com.es

AGO86. ESTUDIO EN SEPIA, de Ana Fúster

Contaba mi abuela, con la persistencia de la memoria lejana típica de los ancianos, que a mi abuelo le habían tomado aquella fotografía apenas unos días después de regresar de Dominica, de donde había vuelto con un loro, mucha agua en los ojos y unas fiebres tropicales intermitentes. Aquello había sucedido hacía mucho tiempo, un tiempo cuando en los atardeceres de agosto los dos se sentaban bajo la umbrosa parra del patio y compartían una jarra de limonada recién hecha entre los juegos de los niños, un tiempo… Y ahí, invariablemente, callaba y acariciaba con las yemas de los dedos al joven apuesto en su uniforme azul de marino que la miraba desde el sepia de la foto y de sus propias manos arrugadas, el mismo hombre que ahora me mira a mí desde la misma foto, enmarcada sobre la mesa de mi estudio, mientras mis dedos dan forma sobre el teclado a la frase que mi abuela siempre calló: un tiempo feliz, antes de que la guerra, el penal militar y el fusilamiento lo arrancasen de ella, dejándole tan sólo la imagen, para siempre congelada en sepia, de aquel joven apuesto en su uniforme azul de marino.

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