Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

AGO107. CUANDO LOS OJOS NO MIENTEN, de Eva Castro Outeiriño

Era muy alta para ser mujer y sin embargo sus proporciones alcanzaban la perfección. Su oscuro pelo ensortijado se balanceaba con suavidad al son que imponía la brisa del puerto, sus largos brazos desnudos tenían su fin en nerviosas manos que gesticulaban sin tregua mientras de sus labios se escapaba la declaración. No fingía, estaba nerviosa y me estaba poniendo nervioso a mí. Mi compañero tomaba nota de sus palabras y la interrogaba acerca de lo sucedido. Yo intentaba averiguar el color de sus ojos, en la vida había visto un tono igual, algo me decía que en ellos se encontraba la pista que revelaría la identidad del asesino, la observé más fijamente y cuando al fin ella me clavó la mirada lo supe, eran de color azul… marino, de un matiz imposible para un iris humano. Lentillas, como la que encontramos sobre la chaqueta del cadáver.

AGO106. LA MUJER DE LA FALDA BONITA, de Pilar Montes Conde

Despacio, sin hacer ruido, me acerco a los ventanales de la habitación, miro el mar, tiene el azul de los días claros de primavera.
Me gusta andar al borde del mar, sobre todo en otoño, después de un día de lluvia.
Uno de esos días me cruce con ella.
Era una mujer alta, con una melena castaña que la llegaba al cuello de su chaqueta marrón, y una falda larga falda  que parecía hacer olas al caminar.
Al día siguiente volvimos a cruzarnos; a partir de entonces no completé mi paseo hasta encontrarme con la mujer de la falda bonita.
Una tarde no vino, decidí volver a recorrer el camino, fue inútil, pensé \»la veré mañana\».
Pasaron los días, no sabría decir cuantos, un desasosiego me invadió, me reprochaba no haber sido capaz de iniciar un saludo, que quizá hubiese cambiado el sentido de mi camino.
Cuando había perdido la esperanza, allí estaba de nuevo, la saludé, nos paramos, charlamos…..
Oigo ruido a mi espalda, Marta se ha despertado, me vuelvo, me mira sonriente mientras me pide ¿Me acercas la falda por favor?

 cantabriaendoslatidos.blogspot.com

AGO105. PIRATAS SEPTUAGENARIOS, de Paloma Hidalgo Díez

Se acerca presuroso a recoger del suelo la lágrima cristalizada que el libro que está leyendo acaba de liberar. Tras acomodarse las gafas, la observa al trasluz y sonríe al ver el océano en miniatura que se esconde en su interior. Con mimo,  la guarda con las otras que ya ha recogido, en la caja de zapatos que esconde en el altillo del armario. Y sonríe satisfecho. Ya huele a mar cuando quita su tapa, ya se encrespan pequeñas olas de espuma blanca sobre su superficie azul, ya hay bucaneros sobre sus aguas.
Su nieta tenía razón. En los libros, entre mares de letras, se encuentran también tesoros para piratas septuagenarios con achaques de memoria.

 http://unlibroesunjardndebolsillo.blogspot.com

AGO104. DONDE ROMPEN LAS OLAS, de Rafa Heredero García

Desde allí arriba, superado el vértigo, la mujer contempla ese mar de aguas oscuras y frías. Ha terminado de cargar en un velero el último lastre que como un ancla impide su partida: las tardes de verano de su infancia, la cicatriz del primer amor que todavía le gusta acariciar, la emoción del día de su boda, las risas de sus hijos cuando eran pequeños, la melancolía que la acompañó viéndolos crecer…, pero lo más difícil al final ha sido hacer hueco a las lágrimas que va a provocar.
Con su aliento hincha las velas, lo ve alejarse reticente, y antes de que un soplo de remordimiento lo haga cambiar de dirección, derriba la silla en la que está subida. La soga se tensa cosida a su cuello, cruje con voz de animal herido y corta, como un cuchillo, la angustia, el miedo, la esperanza. El cuerpo se estremece anticipándose al frío que le espera, y cae, blando, donde rompen las olas a cuyo suave vaivén se abandona ya sin pesar.
Un silencio azul tiñe la estela del pequeño velero, que ahora, con las velas inertes, navega sin rumbo tras la oscura noche del horizonte.

(CONCURSA CAN)

AGO103. EL OJO DE LA SUERTE, de Amparo Martínez Alonso

El azul marino desborda de amor mis pupilas verdes. Hoy, gota a gota, me lleno de esperanza.
Ayer, desde lo alto del faro me creía poderosa. El mar nos respetaba, estaba a nuestros pies. Mi vida discurría como una fácil adivinanza:
—Por el día azul y por la noche todo luz. ¿Qué es?
—El  faro —contestaba yo.
—No, tonta: ¡el mar! —me corregía, orgulloso, mi hermano Juan.
Juanito era dos años mayor que yo, y había heredado el “ojo de la suerte” de nuestra familia: el ojo azul. Siempre el izquierdo. El derecho podía ser verde (como los dos míos) o gris (como los de la abuela) o color miel (como los de mamá). Pues nunca, una mujer había tenido el “ojo de la suerte” familiar. Solo los hombres, solo los fareros tenían un ojo azul marino.
Contaban que el “ojo de la suerte” tenía el color del mar porque conocía sus secretos. Por eso cuando, aquella noche, Juan no adivinó la fatídica jugada que ahogó a siete pescadores, la suerte huyó de mi familia.
Hoy, con mi hija recién nacida, mecida entre mis brazos, lloro contemplando su ojo izquierdo: azul marino… Y espero, ansiosa, que abra el otro.

  http://petraacero.blogspot.com.es/

AGO102. MAR AZUL, de Sisinio Hernán Aguilar

Me encontraba abordo del Antonioto Usodimare en su última travesía y abrumado por tanta gente  desconocida de diversos confines, muy enterada y con mucho mundo. Estaba en la barra de la sala de fiestas bebiendo whisky y fumando mi primer cigarrillo junto a compañeros que iban a estudiar a Europa. Era una tarde de enero y había dejado el Callao en rumbo a Génova. Todo me era extraño y a veces paralizante. A una sorpresa seguía otra. Como no sabía bailar  abandoné la sala. Quería estar solo con mi cigarrillo y contemplar el mar. A lo lejos se veía una pareja de delfines enamorados que nos acompañaba. Elevé la vista y descubrí chicas de faldas flameantes asomadas al borde del puente de primera clase. Charlaban, fumaban y reían mirando el horizonte azul y las crestas blancas que se abrían al paso de nuestro barco. Me sentía sedado por esas voces suaves y parlanchinas. Yo no hablaba inglés pero podía imaginar lo que les entretenía con esas risas maliciosas. Al  día siguiente, mientras en la barra saboreaba mi café recibo un sobre del barman.
«Te espero al amanecer, Cabina 777, Nora, la del centro, la que no fumaba“.

AGO101. DESNUDO A LA CREMA CHANTILLY, de Patricia Mejias

En mi vida tuve una serie de experiencias con hombres chapados a la antigua y cursis, de esos que quieren sexo gratis en nombre del amor. En cambio, ahora con Basileo disfruto de su billetera abierta de par en par y sin copular. Bueno, no hasta ese momento en que sentado dentro de la bañera bate, con sus dedos unidos por membranas, una especie de crema de leche que aumenta de tamaño y llena la tina con los reflejos azul-oscuro del mar a contraluz bajo el horizonte. Descansa en la nata batida totalmente desnudo: se comió su cubierta de piel humana, y por encima de la superficie de aquella sustancia cremosa, sobresale un pene palmeado en una erección náutica.
— ¿Eres una sirena? —le pregunto aturdida por su metamorfosis.
—No, esos son seres mitológicos, cariño — rehúsa con una de sus aletas— ¿Por qué crees que estoy aquí, en tierra firme?
Y mientras repito en mi mente: ¿quién me va a llevar a Cancún, quién va a comprarme ese vestido de Zara?…, me sumerjo en la crema batida de crestas color azul marino.

AGO100. RECUERDOS, de Laura Garrido Barrera

Mis recuerdos de niñez son azules. Creí haberlos perdido en los entresijos de mi existencia. Los embotellé junto a un puñado de arena en mi botella de fantasía. No había vuelto a visionarlos hasta que ayer, ordenando el desván, se deslizaron envasados en la transparencia de su cristal rodante. Se estrellaron contra el suelo mezclándose con el vidrio fragmentado. Me senté junto a ellos observándolos desde la templanza que proporcionan los muchos años vividos. Instantáneas marinas se agolparon una tras otra sobre un mullido lecho de arena. Fui capturándolas una a una memorizando su esencia: el pato flotador, los abrazos de las sonrisas, los castillos sin almenas.

Fuera de la botella también eran azules. Por la noche me acerqué al mar y los lancé con mucha fuerza. Ahora flotan desperdigados para que otra persona pueda encontrarlos.  Si es huérfano de buenos recuerdos se los podrá quedar y hacerlos propios. Yo tengo suficiente con haberlos vivido tan intensamente y poder recordarlos con tanta nitidez. Fueron todo un hallazgo para mi frágil memoria.

 http://demispalabrasylasvuestras.blogspot.com.es

AGO99. SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO, de Gabriel Bevilaqua

Al abrir la ventana del dormitorio para que ingrese aire fresco le llaman la atención las cortinas del departamento de enfrente. “Son azules como las aguas del mar”, dice, mientras una mujer joven y curvilínea las descorre un par de palmos. El hombre se alegra de no haber encendido la luz cuando instantes después la muchacha se aleja de la ventana, se desviste y comienza a peinarse parsimoniosamente en la cama. Tras un largo rato la mujer se levanta, abre los vidrios de la ventana y se queda de pie entre las cortinas que una imprevista racha de viento agita como si fueran olas. Su rostro ovalado se vela y se desvela en ese vaivén azul. Al fin el aire se amansa y ella mira hacia el departamento del hombre, sonríe y comienza a cantar. Su voz se le antoja a él poblada de madréporas, hipocampos y delfines. Absorto comienza a bracear.
Cuando la sirena enloquecida de una ambulancia ahoga momentáneamente aquel dulce canto, al hombre le parece distinguir —justo antes de llegar al fondo del mar— la cola de un pez entre las cortinas.

 http://elefantefunambulista.blogspot.com.ar/

AGO98. CITA, de Virginia González Dorta

-¿Nos vemos en la roca?, preguntó un pulpo.
-No, mejor, en el sebadal, contestaron las samas.
Allá se fueron todos.
Se movían las algas en una danza lenta y sensual, azul y salada. Los peces jugaban a enroscarse entre ellas, y los pulpos, con sus ojos enormes, escribían a ocho manos sobre el fondo marino.
Los hombres, silenciosos, se acercaban.
Terminó la fiesta, acabó el juego, pulpos y samas brillaban al sol, donde nunca pensaron encontrarse.

 phoeticblog.blogspot.com

AGO97. A MAR, AMAR, de Fran Rubio

Renault 12 ranchera, verde pino. Cuando hacíamos autostop siempre nos recogía un coche de esos. Aquel verano estaban por todas partes, como Georgie Dann. Calimocho para emborracharnos, piscina por las mañanas, confidencias por las noches, bajo la farola estropeada de la Fuente del Barco, a las afueras del pueblo. Dieciséis años y el mundo por delante, llamándonos a gritos. Me quedé sin saber a qué sabían sus labios.
Anoche te vi en el chiringuito, treinta años después, en la barra, hablando con una de las camareras. Todo el azul del día finalizado estaba en ti, resumido en tus ojos: mar y cielo. Te pusiste entre la luna y yo para decirme:
–¿Te acuerdas de mí?
–Me acuerdo, todos los veranos me acuerdo de ti. Estás tan azul como entonces.
Nuestras copas se pusieron nerviosas enseguida, buscando una y otra vez las bocas. Recordamos aquel verano; reímos, hablamos, callamos… y al final fuimos juntos a la cama, casi de día, casi sin querer.
La mañana corrigió el sueño con esa luz mediterránea para mostrarnos que tú ya no eras tú (o tal vez yo ya no era yo). El verano, azul y loco, acababa de empezar.
A mar, sabían a mar.

 http://pequenastretas.blogspot.com.es

AGO96. AL FONDO ESTARÁ EL AZUL, de Félix Valiente

Alberti está sentado a la puerta del café Tortoni. La Avenida de Mayo es a esa hora un hervidero de gente, bonaerenses que vienen y van con sus rutinas a la espalda. Un cigarro a medio acabar o a medio encender, quién sabe, descansa en un cenicero, una libreta y un lápiz dormitan juntos posados sobre la mesa, el cafecito italiano eleva todavía su voluta de calor y la voz de alguien se
eleva entre el ruido para preguntar:
Rafael ¿por qué siempre una raya azul al final de la página?
Es el color del mar de mi tierra. Lo garabateo para no olvidar. Es la tonalidad que siempre diviso al fondo.

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