Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

AGO114. MI AMIGO, de Luis Molina

 -Mire que le dije… ¡Tené cuidado!, pero no, el no entiende, es cabeza dura.
-¿El, que le contesto?
-Que sabía lo que hacía, que quien soy para decir que debe hacer, etc. etc.
-Duro de razonar.
-Seguro, lo hubiera visto, con ese trajecito azul marino, (la corbata verde no pegaba con nada, pero, allá el) y fue nomás.
Un letrero enorme prohibía el paso, el no se amilanó, traspuso la verja, quitó el seguro y entró, el animal descansaba muy tranquilo, observando por el rabillo del ojo.
-¡Pará Pepe! (Le grité) hizo un gesto con la mano como diciendo, “No pasa nada”. Cerré los ojos, no quería mirar, era un oso gris adulto, enorme, no estaba acostumbrado a recibir a seres humanos, siempre los veía a distancia a través de la reja.
Pepe se acerco con sigilo, pero comenzó a llamarlo como si fuera un gatito, el estúpido le decía.
-Osito, osito…
El animal se levantó de golpe, parado sobre sus patas posteriores, lanzó un rugido y se abalanzó sobre Pepe, escuche un sonido, creo que provenía de Pepe, olor no sentí. Pepe quedó petrificado, el oso avanzó, no quise mirar, pero…
-¿Y su amigo?
-Azul quedó.

 www.luismolin.blogspot.com

112. EL PRIMER AZUL, de Purificación Menaya Moreno

El mar nunca fue tan azul como cuando lo veía en tus ojos. Éramos unos chiquillos que bajábamos a coger conchas a la playa y tú ya me decías que nunca nos separaríamos. El mar nos regalaba conchas de muchos colores, tú encontraste una con un agujerito perforado y pasándole un cordón negro, me la colgaste alrededor del cuello. No me quité ese colgante en todo el verano, lo llevaba en la playa, lo remojaba bajo la ducha para quitarme la arena, lo lucía por la tarde en las terrazas del puerto… Y cuando llegó el invierno, la concha se quedó debajo de mi camisa, oculta a los ojos de las monjas del colegio, pero muy cerca de mi corazón. A veces se la enseñaba a mi mejor amiga en el recreo y cuchicheando y entre risas tontas hablábamos de ese misterio que nos dio por llamar amor. Al verano siguiente tú habías cambiado: estabas más estirado, menos rubio, pero el mar seguía bañándome desde tus ojos. Ya no jugábamos, ya no recogíamos conchas y entonces, tan mayores nos sentíamos, que me atreví a darte el primer beso. Aquel beso era azul y sabía a mar.

 http://purificacionmenaya.blogspot.com.es/

AGO111. LORENA, de David Moreno Sanz

Le aconsejaron que al enfrentarse al espejo viera en él una superficie lisa, sedosa, de color azul intenso como un mar sereno, que mirara hacia el horizonte donde dos mundos se difuminan pacíficamente, que viera emerger del agua delfines y gaviotas danzar en el cielo, que sintiera la espuma de las olas refrescarle la cara.
Y siempre cuando se iba a enfrentar al espejo, desde entonces, cerraba los ojos para recordar los consejos. Mas al abrirlos no veía más que tormentas que con sus truenos y relámpagos parecían resquebrajar el cielo, olas gigantescas que lanzaban tritones de dientes afilados y nereidas de uñas largas y lenguas viperinas, monstruos que parecían reírse de ella.
No lo superaba. Lloraba. Enloquecía. Huía. Dejaba pasar el tiempo y lo intentaba de nuevo, con el mismo final.
Hasta que un día con el peine de su mano golpeó repetidamente la superficie del espejo y lo rompió. El agua comenzó a salir con furia hacia afuera empujando su cuerpo frágil al suelo. Quedó hechos añicos, confundidos con los del cristal.

 http://microseñalesdehumo.blogspot.com

AGO110. FUTURA REALIDAD, de Claudia Elcira Díaz

SIENDO NIÑO,MIRABA SERIES,LA LUCHA ENTRE EL BIEN Y EL MAL,Y SEÑORES QUE CUIDABAN LAS CALLES CON UNIFORMES DE AZUL…MARINO Y SALUDABAN EN ALGUNAS ESQUINAS A LOS TRANSEUNTES.MI PENSAMIENTO,SE ELEVABA MAS ALTO QUE MIRAR MUCHAS SERIES,¿PORQUE NO LLEVARLO A LA REALIDAD?…MI CORTA EDAD POR MOMENTOS NO RECORDABA COMO SE LLAMABAN ESTOS SEÑORES,VESTIDOS CON ESTE COLOR.MI PADRE,CUANDO PODIA,SE SENTABA A MIRARLAS CONMIGO.YO ME POSESIONABA, ANTE ALGUNAS TOMAS.¿PODRIA YO SOPORTAR TANTAS COSAS,PARA HACER EN LA VIDA REAL?…¡TENDRIA QUE PENSAR!…PERO TENIENDO TODA LA VOLUNTAD,PODRIA LOGRARLO.MI PADRE ME OBSERVABA CON ATENCION QUE YO PONIA ANTE LA PANTALLA DE LA TELEVISION,PERO POR EL MOMENTO,NO ME PREGUNTABA NADA,¡PERO YO!… SI EL NO ME DECIA NADA SOBRE ESTO,YO LE CONTARE,LO QUE PIENSO,SOBRE ESTOS SEÑORES CON UNIFORME.
EN UN MOMENTO,AL FINALIZAR LA SERIE LE PREGUNYE,A MI PADRE,COMO SE LLAMABAN,Y EL ME CONTESTO,¡SON POLICIAS!…EL ME MIRO ASOMBRADO,PORQUE EL VEIA EL GRAN INTERES QUE YO MIRABA LA SERIE.MI PADRE ME INDICO, AUNQUE HUBIERA PIEDRAS EN EL CAMINO,SI ES LO QUE ELEGIS PARA TU VIDA,¡ADELANTE!…AZUL…MARINO.

AGO109. SE ME ACABÓ EL AZUL, de Javier Urraca

Díme por qué cambia el color del mar, díme si acaso esos cambios son por las lágrimas que tú derramas y si lo son por las barbaridades que comete el hombre. Díme por qué hay a quién le puede gustar cubrir el cielo de humo y llamas tapando su azul con las cenizas de bosques incendiados. Díme por qué aquel lago azul en el que nos bañábamos de niños dejó de serlo en aras del progreso, convirtiéndose en un lodazal seco salpicado de barquitas inclinadas. Díme, no calles, dáme una razón, explica por qué las puertas de Sidi Bou Said perdieron su color para dejar paso al bermellón, fruto del odio entre los pueblos empeñados en fraccionarte en mil dioses diferentes. Díme por qué sus ojos, los de Paula, ahora son blancos y ya no podré verme reflejado mas en ellos tras haber sido devorado su azul por el ácido arrojado por quien creyó ser su amo. Díme que no permitirás que ya nadie borre la pizarra en la que pinté en azul una sonrisa, díme que no dejarás que el negro todo lo cubra.

AGO108. EL CANGREJO ADOLESCENTE, de Jose Vicente Pérez Bris

El barco cabecea valientemente ante el embate de las olas. Los hombres caminan por la resbaladiza cubierta mientras acarrean nasas galvanizadas de un lugar a otro. Son jaulas de acero pesadas, difíciles de controlar en medio del oleaje. Se necesitan nervios de acero para no ser aplastado por ellas.
Uno de los pescadores lleva dos temporadas en la pesca del cangrejo real. Trabaja hasta la extenuación durante seis o siete meses en jornadas maratonianas de catorce horas. El cansancio a veces pasa factura. Son frecuentes los accidentes fruto de la faena.
La campaña puede saldarse con un dedo cortado o síntomas de congelación en los pies. Pero se gana mucho dinero y nuestro hombre lo necesita.
El pescador aprovecha cualquier instante para frotarse el pecho a la altura del corazón. Una especie de sortilegio afortunado.  En el bolsillo de la camisa de mahón guarda celosamente la foto de un muchacho adolescente. Su mayor orgullo y la razón por la que se levanta cada mañana. Al contemplarla en los escasos momentos de asueto, reflexiona en que la vida siempre es de un intenso tono azul marino. El que funde al océano embravecido con la chaqueta colegial de su hijo.

AGO107. CUANDO LOS OJOS NO MIENTEN, de Eva Castro Outeiriño

Era muy alta para ser mujer y sin embargo sus proporciones alcanzaban la perfección. Su oscuro pelo ensortijado se balanceaba con suavidad al son que imponía la brisa del puerto, sus largos brazos desnudos tenían su fin en nerviosas manos que gesticulaban sin tregua mientras de sus labios se escapaba la declaración. No fingía, estaba nerviosa y me estaba poniendo nervioso a mí. Mi compañero tomaba nota de sus palabras y la interrogaba acerca de lo sucedido. Yo intentaba averiguar el color de sus ojos, en la vida había visto un tono igual, algo me decía que en ellos se encontraba la pista que revelaría la identidad del asesino, la observé más fijamente y cuando al fin ella me clavó la mirada lo supe, eran de color azul… marino, de un matiz imposible para un iris humano. Lentillas, como la que encontramos sobre la chaqueta del cadáver.

AGO106. LA MUJER DE LA FALDA BONITA, de Pilar Montes Conde

Despacio, sin hacer ruido, me acerco a los ventanales de la habitación, miro el mar, tiene el azul de los días claros de primavera.
Me gusta andar al borde del mar, sobre todo en otoño, después de un día de lluvia.
Uno de esos días me cruce con ella.
Era una mujer alta, con una melena castaña que la llegaba al cuello de su chaqueta marrón, y una falda larga falda  que parecía hacer olas al caminar.
Al día siguiente volvimos a cruzarnos; a partir de entonces no completé mi paseo hasta encontrarme con la mujer de la falda bonita.
Una tarde no vino, decidí volver a recorrer el camino, fue inútil, pensé \»la veré mañana\».
Pasaron los días, no sabría decir cuantos, un desasosiego me invadió, me reprochaba no haber sido capaz de iniciar un saludo, que quizá hubiese cambiado el sentido de mi camino.
Cuando había perdido la esperanza, allí estaba de nuevo, la saludé, nos paramos, charlamos…..
Oigo ruido a mi espalda, Marta se ha despertado, me vuelvo, me mira sonriente mientras me pide ¿Me acercas la falda por favor?

 cantabriaendoslatidos.blogspot.com

AGO105. PIRATAS SEPTUAGENARIOS, de Paloma Hidalgo Díez

Se acerca presuroso a recoger del suelo la lágrima cristalizada que el libro que está leyendo acaba de liberar. Tras acomodarse las gafas, la observa al trasluz y sonríe al ver el océano en miniatura que se esconde en su interior. Con mimo,  la guarda con las otras que ya ha recogido, en la caja de zapatos que esconde en el altillo del armario. Y sonríe satisfecho. Ya huele a mar cuando quita su tapa, ya se encrespan pequeñas olas de espuma blanca sobre su superficie azul, ya hay bucaneros sobre sus aguas.
Su nieta tenía razón. En los libros, entre mares de letras, se encuentran también tesoros para piratas septuagenarios con achaques de memoria.

 http://unlibroesunjardndebolsillo.blogspot.com

AGO104. DONDE ROMPEN LAS OLAS, de Rafa Heredero García

Desde allí arriba, superado el vértigo, la mujer contempla ese mar de aguas oscuras y frías. Ha terminado de cargar en un velero el último lastre que como un ancla impide su partida: las tardes de verano de su infancia, la cicatriz del primer amor que todavía le gusta acariciar, la emoción del día de su boda, las risas de sus hijos cuando eran pequeños, la melancolía que la acompañó viéndolos crecer…, pero lo más difícil al final ha sido hacer hueco a las lágrimas que va a provocar.
Con su aliento hincha las velas, lo ve alejarse reticente, y antes de que un soplo de remordimiento lo haga cambiar de dirección, derriba la silla en la que está subida. La soga se tensa cosida a su cuello, cruje con voz de animal herido y corta, como un cuchillo, la angustia, el miedo, la esperanza. El cuerpo se estremece anticipándose al frío que le espera, y cae, blando, donde rompen las olas a cuyo suave vaivén se abandona ya sin pesar.
Un silencio azul tiñe la estela del pequeño velero, que ahora, con las velas inertes, navega sin rumbo tras la oscura noche del horizonte.

(CONCURSA CAN)

AGO103. EL OJO DE LA SUERTE, de Amparo Martínez Alonso

El azul marino desborda de amor mis pupilas verdes. Hoy, gota a gota, me lleno de esperanza.
Ayer, desde lo alto del faro me creía poderosa. El mar nos respetaba, estaba a nuestros pies. Mi vida discurría como una fácil adivinanza:
—Por el día azul y por la noche todo luz. ¿Qué es?
—El  faro —contestaba yo.
—No, tonta: ¡el mar! —me corregía, orgulloso, mi hermano Juan.
Juanito era dos años mayor que yo, y había heredado el “ojo de la suerte” de nuestra familia: el ojo azul. Siempre el izquierdo. El derecho podía ser verde (como los dos míos) o gris (como los de la abuela) o color miel (como los de mamá). Pues nunca, una mujer había tenido el “ojo de la suerte” familiar. Solo los hombres, solo los fareros tenían un ojo azul marino.
Contaban que el “ojo de la suerte” tenía el color del mar porque conocía sus secretos. Por eso cuando, aquella noche, Juan no adivinó la fatídica jugada que ahogó a siete pescadores, la suerte huyó de mi familia.
Hoy, con mi hija recién nacida, mecida entre mis brazos, lloro contemplando su ojo izquierdo: azul marino… Y espero, ansiosa, que abra el otro.

  http://petraacero.blogspot.com.es/

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