Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SAUDADE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta cuarta propuesta es el concepto portugués de SAUDADE. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
2
2
horas
2
1
minutos
4
9
Segundos
0
2
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de SEPTIEMBRE

Relatos

386. TOC, TOC, de Lobito Feroz

¡Toc, toc!
– ¿Quién? – Dijo la abuela.-
– Caperucita. Abra.
– ¡No cuela! ¡Ya me engañaste una vez! Pero… ¿A ti no te mató un cazador, te abrió la tripa y yo salí de ella?
– Ese fue mi padre, señora abuela.
– Bien, Lobito Feroz. Y ahora ¿Quieres engañarme?
– Como a él le funcionó… yo creía que…
– Yo creía, yo pensaba… palabrerías de lupus ¿Qué quieres?
– ¿Sería tan amable de dejarme entrar? – Escuchó la abuela al otro lado de la puerta. – Ya es de noche y este bosque es muy grande para mí.
El cerrojo se deslizó, permitiendo que la roñosa portezuela se abriera por el peso del lobezno que, de un traspiés, se coló en la casa, regalando a la anciana una genial voltereta involuntaria.
– ¡Ay!
– No se parece al padre. – Observó la abuela.-
– Gracias por abrir.
– Vamos, abrevia. Es tarde.
– Pues verá: venía a pedir perdón en nombre de mi familia. No se imagina la mala fama de mentirosos, come-abuelas y engaña-niñas que tenemos los Feroz. Ahora nos hemos reformado y si usted quisiera…
Zzzzzzzzzz, dormitaba plácidamente.
Moraleja:
Si te quieres disculpar,
ve temprano a dialogar.

385. LOS BOSQUES OLVIDADOS, de Perenne

Desde que la enfermedad se manifestó en su organismo la vida se había convertido en una obtusa rutina. El alzheimer había infectado tan rápidamente su mente que a veces no distinguía una oliva de una castaña. Como cada noche, se sentaba sobre un lateral de su cama para contemplar el hermoso bosque que veía desde su habitación. Y, como cada noche, retornaban a su cauta memoria historias de su niñez, como cuando su hermano mayor le explicaba que había leído en un libro que todos los árboles tenían un nombre científico y que a las encinas se les llamaba Quercus ilex.
La luz de la madrugada que rebasaba la puerta del anciano despertó a su hijo y entrando en su cuarto lo descubrió sentado sobre su cama, inmóvil, mirando el único cuadro que colgaba de la soledad de la pared.
– ¿Papá, qué estás haciendo?
– Estoy mirando por la ventana.
El hijo observaba los cansados ojos de su padre sin poder adivinar qué existía más allá de aquellas vidriosas pupilas. Acariciándole el pelo, le dijo:
– Es un bosque muy bonito… ¿Damos un paseo?

382. CERCA DEL BOSQUE, de Castaño 3

En la paleta de colores distintos y excepcionales del año en el bosque, conviven seres vivos, vegetales y animales.
!Claro que en el bosque hay vida! no hay Elfos supongo, ni Trasgos, pero hay leyenda ¿Porqué no?
Las abuelas siempre contaban que estos eran inquietos y juguetones, atribuyéndoles todo lo inexplicable que ocurría en las casas cercanas al bosque. Eran como niños malos -invisibles- divirtiéndose con bromas, a veces pesadas -algo que desaparecía y aparecía en el desván días después…el mechero de tira de algodón, que yacía en el cajón de los cubiertos…Hoy puede que siga ocurriendo pero no se habla de ello, solo la gente «mayor» lo piensa, pero no lo comenta. !Sería declarar su «decadencia»! y precisamente hoy, se viene al campo a cargar pilas y renovarse por dentro y por fuera, disfrutando de la naturaleza.
Yo no los he visto, pero…me hace pensar, pues mientras escribo este texto cómodamente sentado en el musgo, veo en pantalla signos que no he pulsado y que se borran sin pulsar…

381. EL DULCE RUIDO DEL BOSQUE, de Lenga

En la recepción le dieron la flauta. Ni una nota. Había rechazado el regalo del luthier, desde el pedestal al que la fama la había alzado, pero allí estaba.
-¿Cómo se le ocurre que YO voy a tocar una flauta dulce en el escenario? Entre mis dedos ya solo baila el metal de las flautas más prestigiosas.
Tocó en la Selva de Oza solo porque su familia procedía del Pirineo aragonés. De entre el público entusiasmado surgió un espectador que quería regalarle una de las flautas que él mismo creaba. Un luthier admirado en su profesión, conocedor del origen de cada flauta de madera y de su preciso sonido. La madera de la que los árboles se desprendían en invierno, que él recogía en sus largos paseos por el bosque, servía para crear la flauta dulce. No veía una forma mejor de volver a dar vida a una parte del árbol.
Inconscientemente posó sus labios en la embocadura, deslizó el aire y sus dedos dibujaron  una nota intensa. La claridad de sus armónicos le recordaba el agua cristalina del río en su pueblo. De repente, era otra vez la niña que escuchaba las melodías siempre inéditas del bosque. Y sonrió.

380. PAN DE INDIO, de Lenga

El niño fue el primero en descubrir la extraña pelota en los árboles de los que siempre había obtenido frutos muy distintos a los que ahora crecían en la rugosa corteza de estas bolas. El bosque de Tierra del Fuego también había enfermado, como su familia, pero los árboles se defendían del parásito desconocido, creando pan. Al principio el niño pensó que también los árboles se embarazaban, como su mamá. Mostró el fruto del embarazo al misionero, que estudió sorprendido el nuevo ser. No quedó conforme el niño con la explicación científica del único hombre blanco que permaneció en la isla cuando los colonos la abandonaron.
Hacía tiempo que el niño no veía mujeres embarazadas. Interpretó que la Tierra otorgaba a los árboles el milagro de dar vida.
Como el bosque, los yagán agonizaban, pero el niño se mantenía ajeno al fin de su mundo. Repartía los frutos entre los pocos indios que resistían contra todo tipo de parásitos. Los viejos árboles eran  más fuertes, sobrevivirían a los moradores de la isla.
Todavía hoy dan a luz el pan de indio, porque en el bosque del fin del mundo se puede encontrar el comienzo de la vida.

379. EMPIEZA POR LA LETRA B, de Riachuelo

-¿De verdad quieres jugar ahora? Es de noche, poco se puede ver.
-Venga, me apetece mucho.
-Está bien. Veamos… Veo, veo.
-¿Qué ves?
-Una cosita.
-¿Qué cosita es?
-Empieza por la letra “B”.
-¿Brezo?
-No, no es una planta.
-Uhmm, ¿bruja?
-¿Acaso ves alguna? Mejor no pregunto. Te advierto de que no es una persona.
-Jolín, ¿es una baya?
-Tampoco es un fruto. Piensa un poco más. No es tan difícil.
El juego se prolongó durante toda la noche. Las sombras del bosque escondían la respuesta, que se alejó volando antes del amanecer.
-Se acabaron las preguntas, ahora nos tenemos que ir.
-No me iré hasta averiguarlo. Prometo estar más atenta.
-Lo dicho, nos vamos.
-¿Por qué?
-Porque los búhos no salen por el día.

378. EL LIBRERO DEL PARQUE, de Orilla

Te salvaba de la trizteza de los domingos por la tarde, de la fiaca del lunes por la mañana o te convidaba un mate en cualquiera de los demás días y el alma se reconstituía.
Te cuento una sola de las tantas anécdotas que viví con ese andaluz que te hacía reír enserio. Salvador conversaba con una señora de su mascota. Que se iba a tener que pasar esa noche en el parque. se iba a quedar sin dormir y juntando hormigas hasta el amanecer del otro día. Hasta que la señora le pregunta inocentemente qué tipo de mascota.
Y él le contesta. Cómo que mascota… Mi oso hormiguero señora… que se cayó ayer de un camión jaula que venía de Australia justo aca en la calle Rosario donde estan los puestos de libros .Fíjese que lo vinieron a pedir del zoológico pero el me eligió a mí como su dueño y yo tambien me estoy encariñando, pobrecito.
Un oso hormiguero ! dijo.
Si, solo le gustan las hormigas coloradas sin antenas. Y con una bolsa de residuos y una palita de plastico seguia con su actuación

377. …LA OBRA DEL AMOR, de Caminos

Su madre se lo dijo: “hija, cuando sientes que vas a desovar vuelve a tu río de nacimiento…”
Ya empezaba esta joven de piel tersa asalmonada a cansarse de tanto viaje pero, al llegar a la altura de este bosque, se alegro olvidándose de su propósito… ¡Tan bellos eran los juegos de luces entre las ramas y en las ondas!… Tan pronto remansos de paz en la sombra de algún sauce que cascaditas entre cantos rodados…
Vio un truchón que la dejó trémula: ¡parecía un arco-iris!… Siguiéndole se atrevió en hacer rafting tirándose en pequeñas cascadas que tal cabritas saltaban entre pequeños riscos. Cierto que le asustaba bastante, pero su alma aventurera y enamorada se empeñaba en repetirlo…
Por descontado sus compañeras la gritaban al pasar: “Pero idiota, ¡es al revés! ¡Para arriba tienes de ir!”…Pero es que había descubierto que, en las salpicaduras, se volvía un momento arco-iris tal su amado truchón…
Y nuestra joven rezaba al Dios de los salmones: “buen Dios: ¡quiero ser una trucha! Quiero quedarme en este bosque encantado, y libremente moverme en este río diáfano…” su plegaria fue escuchada y desde este momento hubo truchas asalmonadas en estos ríos cantábricos…

376. LA MADRE, de Taray

-¿Está muy lejos?
No han de caminar mucho más. Donde acaba la carretera asfaltada, un camino de tierra continúa a través de la aldea. En las tardes de enero sólo se escucha a los pájaros. Ruiseñores, gorriones, algún cormorán y las curiosas preguntas de la oropéndola, siempre en el aire. El camino se pierde entre los pequeños huertos aledaños al río, pero por la derecha un sendero se adentra en un bosque de ribera, luminoso y desnudo. Huele a hojarasca, a hongos, a líquenes. Olmos y álamos se tocan en la altura. Cerca del suelo amenazan las esparragueras y las zarzas, traicioneras.
-¡Ay…!
El hombre socorre a la niña, atrapada por las espinas, que se le han clavado como uñas en sus piernas. Observa un rato alrededor de donde se han detenido y dice:
-Es aquí. Mira…
Extrae del bolsillo de su abrigo una fotografía en la que figura una mujer con un abrigo rojo, apoyada la espalda en uno de los olmos que trazan diagonales en el bosque. En esa posición rampante, el embarazo de la mujer era aún más notorio.
-En este mismo lugar estuviste tú: todavía ibas dentro de tu madre.

375. SIN HUELLA DEL BOSQUE, de Perenne

Desde la lejanía Nicolás observaba el débil bosque en llamas. La fortaleza y frescura que transmitían las arboledas se iban debilitando encarnizadamente por una hoguera cada vez más feroz y poderosa. Los tallos agonizaban sigilosamente cuando sus ramas se estremecían afásicas de dolor y sus hojas bramaban mudas en silencio. Las criaturas del lugar huían sin rumbo ni destino y los hombres más valientes desafiaban a las flamas, unidos por el caos y el desconcierto. Desde la distancia se percibía el olor del paisaje transformándose en llamas, las llamas en ascuas, y las ascuas en cenizas. Mientras, Nicolás se acariciaba el pulgar derecho con el índice de la misma mano apreciando la necrosada piel advirtiendo la ausencia de huellas dactilares que el fuego le había provocado. Una placentera sonrisa apareció en su cara dirigida por su retorcida mente. Él había sido el pirómano que había encendido la cerilla. No dejó huella del bosque.

374. EL REENCUENTRO, de Ruiseñor

Camina despacio para no llegar. Sabe que allá lejos, donde el sendero se diluye en la niebla, comienza el bosque de las ánimas. Y tiene miedo. Aun así continúa. Algo sobrehumano le empuja a andar en esa dirección, una fuerza descomunal —y a la vez tan sutil— como la tierna voz de su madre llamándolo al oído. Un rechinar de dientes marca su paso mientras imagina, expectante, lo que le espera. Sin embargo, ese reencuentro fantasmal, amparado por el abrazo verdinegro de los árboles, no sucederá esa noche. Se quedará acurrucado en la hierba, indefenso, aguardando el milagro. Las ramas silbarán para él y acunarán su miedo. Las fierecillas salvajes merodearán a su lado demostrándole quién manda. En la tenebrosa oscuridad de la floresta, Kimbu no podrá cerrar los ojos.

Será al despuntar el sol —mientras inicie, cabizbajo, el camino de regreso— cuando al fin se le presente su madre, y le diga que ha superado la prueba, que es un joven valiente, y que ya no la necesita.

373.OTOÑOS DE ESPUMA CADUCA, de Ardilla 7

Existe un lugar donde los árboles derraman lágrimas coloreadas de rojo, naranja y amarillo cuando septiembre cae del calendario.
Unos cuentan que lloran por la soledad de la arena sin castillos habitados. Otros dicen que lloran porque las cigüeñas agitan sus blancos pañuelos de adiós. Algunos opinan que a los robles, hayas y abedules les han robado sus bufandas.
Solo el marinero conoce la verdad y cuenta que son niños miedosos que gritan que gritan a medianoche porque quieren escuchar palabras de consuelo y sentir caricias de madre. Agitada llega la mar con su camisón de espuma y mece a sus hijos anclados en tierra. Ella siempre tiene historias que contar. Es una intrépida viajera, condenada a la vida sin descanso porque su hogar está en todas partes, en cada playa y en ningún muelle. Cada oleaje es un cuento nuevo que habla de lejanos lugares perdidos en el horizonte y así, con su dulce arrullo salado, robles, hayas y abedules conciben el sueño mientras su madre, la mar, se aleja sin olvidar encender las estrellas porque a sus pequeños, les da miedo la noche.

Nuestras publicaciones