Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

281. INSTINTO DE MADRE, de Pájaro Carpintero

De puro agotamiento, se quedó sumida en un profundo sueño junto a un viejo roble. El animal que la había seguido a distancia, aprovechó para acercarse a su cuerpo. Olisqueó, lamió su carita y decidió echarse a su lado para darle calor y protegerla del ataque de alguna alimaña.
Apenas hubo luz, apareció un fornido hombre perteneciente al grupo de búsqueda. Al ver a la loba junto a la niña no vaciló en apuntar su arma contra el animal. La vieja loba se puso en pie, sabía que ese humano acabaría con su vida. En el preciso instante en que se terminaba el recorrido del gatillo, se oyó el grito de una mujer:
¡Noooo, no dispare, por favor!
Las miradas de la madre de Julia y de la loba se entrelazaron. Solo una madre podía comprender que el instinto de ese animal había salvado la vida de su hija, desaparecida en el bosque el día anterior. El cánido lamió por última vez la carita de la niña, que abrió sus pequeños ojos verdes y le devolvió su cariño con un beso en su hocico. Loba volvió a mirar a la madre con actitud de nobleza y se alejó lentamente.

280. EL MÁS GRANDE DE LOS PLACERES, de La Secuoya Roja

Ya estaba en la cima del Puerto del Escudo, así que caminé una hora y di con un bosque muy espeso. En él habían árboles de distintas especies, como fresnos, arces, hayas… típicos de Cantabria. Atravesándolo, me decía: “Tengo que encontrar al maestro…, menos mal que estamos en mayo, así podré dormir en el bosque si fuese necesario.” De súbito me topé con él, estaba en la posición de loto. “Te estaba esperando”, me dijo, “sabes la regla, sólo puedes preguntarme una cosa. Así que piénsalo bien.”
Cuando pasaron dos horas, anocheció tanto que casi no podía distinguir al maestro aunque estuviera a cuatro metros de mí. Finalmente proferí mi pregunta:
“Venerable maestro, quiero saber cuál es el más grande de los placeres.”
“Mira al cielo”, me contestó.
Lo hice y me quedé anonadado, había innumerables estrellas, constelaciones como la Osa mayor, Casiopea, Cefeo, Virgo, León, Orión… Sentí de repente que todo el universo y yo éramos el mismo ser. Yo, el bosque y las estrellas…, todo éramos uno. Me invadió una alegría inimaginable. Volví a dirigirme al maestro y me contestó:
“El más grande de los placeres es estar en un bosque solo, de noche, y avistar las estrellas.”

279. VIAJE AL BOSQUE DE LA ESPERANZA, de Sendero 3

Buscaba un sol, una salida, un espacio donde el viento arropara de música el jardín de su desconsuelo. Quiso averiguar la ruta, trazar un camino seguro que le llevara hasta él, sin sobresaltos. Y empleó las más modernas técnicas que nos llenan de certezas irreales hoy en día; y se perdió … y las calzadas cada vez eran más angostas … y a cada tramo encontraba desvíos con destino a promesas dispersas. Y siguió, y siguió hasta encontrar una señal que le hizo volver sobre sus pasos.
De repente, sintió el sol en la cara a través del cristal y escuchó a su corazón, que volvía a latir instantes y sueños; y entre sonrisas y preguntas él le fue recibiendo abrazando ilusiones, cantando puentes de dulce melancolía. Y las encrucijadas eran reposo de una elección compartida.
Los últimos metros corrió por la estación de las nostalgias futuras. Sentía el camino en sus pies y, al final, te encontré. Agitabas los brazos en el andén del abismo calmo y tus hojas susurraban una nana que mecía aquella ciudad, ahora tan pequeñita, donde descansan nuestros vuelos.

278. EL BOSQUE DE LOS RECUERDOS, de Argiope

Podría contarte que este bosque está encantado, que en él viven ninfas, trasgos, hadas y demás, pero mentiría. En este bosque sólo viven los recuerdos. Los que perdimos. Los que creemos tener aún, pero ya no están. Busca, busca ahí dentro de los baúles de tu memoria y comprobarás que muchos han desaparecido.  No te preocupes, están aquí. Siéntate y respira hondo. Todos están aquí. Las veces que mamá te regañó, las caras de tus maestros, la nana que te cantaban para dormir, el olor de las tardes en casa, el de la navidad de niño, el nombre de tus muñecas, las listas alfabéticas de tus clases, que tan bien te sabías, cada uno de los besos que diste o te robaron. Todos están. Sólo que no podrás llevarlos contigo. En cuanto salgas de él, volverás a ser quien eres, la misma persona desarraigada que llegó. Llena de futuro, de presente, pero vacía de recuerdos. Cuando seas viejito y ya no tengas futuro, no tendrás pasado donde refugiarte. Y el presente, créeme, pasa veloz.

277. ESTE LOCO (LA BODA), de Musgo 3

Esta es la locura de un loco
que quiso casar
al espinardo con la rucamar
a un viejo roble
con una joven haya
y de sus esponsales
comer frutos
de exotico sabor
entre castaño
avellano y bayas
por madrina
quiso a una tal arenaria
por padrino
a un viejo sauce lloron
el cura fue un aliso
y el de las harras
un espigado eucalipto
en la puerta lo esperaban
una muchedumbre
de infantiles fresnos
jovenes tilos y abedules
y viejos alcornocales
la boda se celebraba
entre Senderos del Agua
y Molino de Bonco
la locura se volvio cordura
y el loco entro en razon
no hacia falta
ninguna boda
para verlos a todos
en una perfecta union
porque si vas
por San Vicente del Monte
o San Vicente de la Barquera
y miras a tu alrededor
veras que alli
puso Dios su mano
Cantabria
de donde ese loco nacio.   

276. EBRO, de Río

Me llamo Ebro y hoy voy a desobedecer a mi padre.
Salto de mi cama de hojas de castaño y marcho decidido hacia la Fuente Cristalina, la que hay en el bosquecillo, detrás de mi casa.
Mi padre tiene un aserradero y quiere mudarse a duende de madera, pero yo soy y siempre seré duende de agua.
Ya estoy en el bosque y miro hacia mi hogar por última vez.  Me acerco a las fuentes, ocultas entre el follaje, y quedo fascinado por su belleza, la más bonita de todas la Cristalina, la que me tiene prohibida mi padre.
Me siento en una piedra musgosa, lanzo al aire mis chinelas y meto mis pies de duende en la Cristalina, después me recuesto sobre otra piedra.
Me envuelve la niebla, la aspiro y me embriago con su perfume. Noto fluir de mis dedos un rocío suave que se transforma en hilos de agua, que se reúnen en un arroyo, tan cristalino como la fuente.
Viene sobre mí el líquido de todas las fuentes y me dejo fluir. Soy grande y baño la tierra hasta llegar al mar salado.
Hoy se cumple mi destino.
Soy el río Ebro y duraré milenios.

275. UN MOMENTO MÁGICO, de Erica Arborea

El poeta vive muy cerca de un bosque de Cantabria. Cada mañana  se interna en él  para pasear porque las hojas amarillas del otoño, el susurro del agua en el riachuelo, el canto de las aves, el aroma de los arándanos en flor y la brisa entre las hayas, le inspiran.
Un día, por un azar maravilloso, fue testigo de un  hecho tan sorprendente que ni él podía imaginar.
Cuando las campanas de la ermita tocaban para el Ángelus, una gacela de lomo dorado y un brioso corcel de crines de plata, coincidían para ir a apagar su sed al arroyo.
La naturaleza, queda silente para admirar la belleza de los dos animales
Al terminar de beber, con gestos pausados y armoniosos, parecían decirse mil cosas que el poeta traducía así:
–Eres hermosa pequeña gacela; cuídate de los cazadores, quiero verte otra vez mañana.
–Me cuidaré amigo mío. Y tú, aunque logren someter tu cuerpo, no pierdas jamás tu  espíritu salvaje.
Después, tras mirarse a los ojos, la gacela dobla su testa hasta casi tocar la tierra, el corcel relincha dulcemente, y yéndose por distintos caminos, desaparecen en la espesura del bosque.

274. LA VOZ DE ESE PAISAJE, Mariposa Libre

Hoy han dicho en las noticias que el mundo se acaba mañana.
Ya no había prisa, ni motivos para preocuparse o sentirse avergonzado.
Las facturas pendientes sobre la mesa y el desorden  no tenían importancia. 
Mi acostumbrada soledad volvería a ser testigo de lo que sucediera, a mi lado siempre, tolerándome hacer memoria de otro tiempo en el que existir era feliz.
Cerré los ojos y rememoré aquel lejano amanecer, viendo el despertar de los Cerezos en Flor.
Era como si un manto de nieve se hubiera posado sobre los árboles, la suave luz, del sol naciente, pincelaba los huecos de las ramas, disfrazándolos de ángeles.
El aire traía su perfume dulce y generoso, como una ofrenda a los sentidos, aleteando por mi pelo, dejándome gozar de la esencia de su aroma.
El silencio daba paso a un cortejo de jilgueros levantando el vuelo, bajo un cielo inmaculado que abría el camino del horizonte y llegaba a confundirse con aquellas hectáreas de belleza.
Con la visión divina, de aquel bosque inolvidable, que albergaba en la memoria, abrí los ojos, y ante mí aparecieron los edificios altos y la espesa bruma urbana.

273. LA ENCINA, de Encina 2

Todas las tardes del verano del 66 que la memoria me deja atisbar,  las sitúo debajo de la encina; a su sombra y al resguardo de su copa. Han transcurrido los años  y todavía ahora son para mí  los mejores momentos que he pasado nunca.
La lectura de libros nunca olvidados, el silencio, el paisaje impresionante, la soledad acompañada de la presencia imponente de la encina serán siempre instantes  irrepetibles.
 Crecía alta, grande y majestuosa; su viejo tronco presentaba innumerables signos del paso del tiempo, incluyendo cicatrices de un fuego asesino que tampoco pudo con ella. Es ancha, fuerte, rotunda;  como escribió Machado:
 “Siempre firme, siempre igual, impasible, casta y buena”.
 Tanto tiempo llevaba en el lugar, que circulaban bellas historias sobre que tan venerable  árbol había sido mudo testigo del paso de gallardos y arrogantes caballeros, hermosas doncellas,  príncipes destronados y pícaros ladrones;  que  al pasar cerca  quedaban embelesados con la sensación irrefrenable de paz y libertad que se respiraba en su regazo.  Y… ¿Queréis saber lo mejor?…  LA ENCINA todavía está allí.

272. PLENAMENTE FELIZ, de Flora

Fui pisando hojas muertas durante todo el camino hasta llegar al bosque. Observé la luz a mi espalda y la penumbra que se abría ante la idea de continuar en solitario por una vereda desconocida, en una serranía que visitábamos por primera vez. Ya me habían informado en la residencia de que los paseos debían ser breves, sin alejarnos del entorno, constantemente avisando del recorrido. Pensé en la negrura que me desafiaba, en la cara rancia de la monjita, en mis hijos, y seguí sencillamente por donde iba, hacia la oscuridad, hacia mi travesura de octogenario aventurero, cuando una acacia gigantesca me sorprendió llamándome viejo. Al girarme, una mariposa echó a volar con una sonora carcajada. Lo primero que se me ocurrió fue decir en voz alta: ¡No he bebido! El bosque recobró vida después de un ligero jolgorio, relajándose, y yo con él. Era la plenitud de la placidez. ¿A dónde iba a ir después de una sensación tan mágica? La decisión fue quedarme, y aquí sigo, desde hace ciento cincuenta años, con todos los animales, plantas, duendes, hadas y demás espíritus del bosque.

271. EL PODER DE UNA MARIPOSA, de Margarita

Cuando nació no lloró… simplemente me miró asustado, lo malo fue que pasaron los años y siguió igual.
Algo en su cerebro nació quebrado y le condenó al ostracismo. Los que le amábamos sufríamos viéndole crecer en soledad.
Un amigo me aconsejó que fuéramos al campo y lo hice como hacen las cosas los padres, aunque sea sin fe, aunque sea sin esperanza.
Miró el bosque, los árboles y el río con indiferencia absoluta haciéndome notar su malestar con un rictus de enfado.
De pronto se levantó como una exhalación y echó a correr, naturalmente le seguí y oí por primera vez el sonido maravilloso de su risa. Perseguía a una hermosa mariposa que despreocupada iba parándose de flor en flor, libando, volando, posándose.
Durante un momento nos aproximamos tanto que mi pequeño acercó su dedito tembloroso hacia ella… naturalmente salió volando hacia el cielo.
El niño rompió a llorar con desconsuelo, hasta que  se me ocurrió enseñarle fotos de la mariposa; ante mi estupor sonrió y me dio un abrazo.
Terminó el día y terminó el sueño, él volvió a su autismo y yo a mis intentos desesperados por alcanzarle, pero aquel momento aún calienta mi corazón.

270. TESORO, de Leño Viejo

Apartó bruscamente las hojas de un alcornoque, para encontrarse con el único sendero que le guiaría a su tesoro.  Con gesto encrespado en ristre, arrastraba su pata de palo entre la hojarasca. La madera resbalaba por el rocío, que más que caer dormía en aquella zona del bosque, donde el Sol no recordaba cómo llegar. Él no estaba acostumbrado a transitar esos terrenos. Un capitán pirata,  nunca debía alejarse de su barco lo suficiente como para perder de vista el palo mayor, pero la cita era inaplazable.
Por fin llegó al claro que andaba buscando. Hincó la pala en el suelo y comenzó a cavar. Tardó horas en hallarlo. El agujero era profundo, no podía permitir que nadie diera con el cofre. Lo ocultó tras su casaca para abrirlo, receloso de que alguien le vigilara. Sus temores se desvanecieron al comprobar que su corazón seguía allí, sano, vigoroso, latiente. Con una mueca de satisfacción, cerró el cofre y lo volvió a enterrar. Un pirata sanguinario no se podía permitir tener corazón, pero lo guardaría allí hasta que llegara el tiempo de amar.

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