Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

RAME

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta penúltima propuesta es el concepto balinés de RAME, la belleza del caos. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de NOVIEMBRE

Relatos

156. FIEL A SU ESTILO, de Bruma del Bosque

Siendo niña la habían apodado «Caperucita Roja» por la linda capita encarnada y con capucha que su abuela le había regalado para defenderse del frío. Ocurrío que con ella se sintió tan linda y tan hermosa que núnca más quiso quitársela. Aquella capita llamó la atención de un lobo fiero y astuto un día que atravesaba el bosque y fué su desdicha. El lobo la sonsacó hacía dónde se dirigía y, entreteniéndola y engañándola, consiguó llegar primero al destino de la niña,la casa de la abuelita,zamparse a ésta y a la ingenua nieta.Pese a la experiencia nefanda de la niñez «Caperuza», como todos la llamaban ahora, consiguó sobrevivir gracias a un leñador que por allí pasaba y continuó utilizando capa con capucha.Esta vez eligió color y destinos nuevos:el marrón dentro del monasterio de las clarisas.

155. LAS SÁBANAS DE HILO, de Castaño 2

Había estado planchando las sábanas de hilo, aquéllas que habían sido bordadas con el objetivo de que sirvieran de acogida en una noche de bodas que nunca llegó. Las lágrimas humedecían aún más la tela rociada para su planchado. El día de la última Nochevieja  habían cobijado, un año más, la angustia de la soledad y la tristeza. Era un patética y ficticia parodia de la  vida siempre anheló pero que nunca llegó.
Se bajó de su coche y comenzó a caminar entre los lánguidos castaños. Había estado lloviendo y el aire era tan límpido que estuvo a punto de echarse atrás. Sin embargo, pasada esta primera vacilación, continuó su paseo. Llevaba una bolsa de vivos colores en donde había metido el juego de sábanas. Comenzaba a anochecer por lo que eligió el castaño más grande y más retorcido que encontró; sacó las sábanas y las colocó dulcemente sobre los helechos que poblaban la umbría del árbol. De un bolsillo de su abrigo, sacó un frasquito azulado y una botella de agua. Una a una fue ingiriendo las pastillas, se reclinó sobre las sábanas y esperó, mirando cómo la luna escalaba la grada del cielo. Después todo se fue oscureciendo.

154. INSPIRACIÓN, de Umbría

La soledad inevitable le da la mano, desde el alba hasta la noche, desde la risa alegre hasta la sombra de nube oscura que amenaza un chaparrón de cenizas. No quiere jugar con ella al escondite absurdo de negar que está adosada al corazón de cada hombre. Ella la auspicia a  pasear al ritmo y por el paisaje que el bosque y sus piernas le sugieren.
Cada paseo por el bosque, en ese invierno de su vida, es una aventura que se instala en la mirilla de su corazón de loba. La umbría y los olores desatados se convierten, para ella, en páramo de inspiración, sabor a sueño y asombro íntimo.
A su regreso a casa lleva las botas embarradas, las manos sucias y la mirada ahíta de susurros de la madre tierra.

153. CÓMPLICES, de Bosque Silencioso

Era muy tarde y hacía mucho frío aquella noche. Mientras subía las escaleras, los vio pasar una vez más. Eran tres e iban camino del bosque. Pensó que siempre eran tres y que siempre se dirigían al mismo lugar. Nadie sabía por qué iban allí. Sólo sabían que iban tres, y que volvían dos. Pero nadie se preguntaba por qué. A nadie le interesaba, porque nadie quería saberlo. Así se vivía mejor. Aquella noche era como cualquier otra. De nuevo escucharían dos disparos sordos y de nuevo sentirían un grito desgarrador. Pensarían que era algún animal. Eso es, un animal herido. Y cerrarían los ojos para soñar con un bosque silencioso, en el que los animales no gritan. A la mañana siguiente nadie diría nada, porque no había nada que decir. Y todos notarían el olor a pólvora y a tierra removida, que se confundiría con los aromas del bosque mañanero. Sabían que el bosque haría desaparecer aquel cuerpo. Tenía experiencia y nunca les había fallado. ¿Por qué iba a hacerlo esta vez? Ellos sólo tenían que oír, ver y callar. Así de fácil. Aunque esos que pasaban no lo sabían… y oían demasiado, veían demasiado, o no callaban demasiado.

152. MI BOSQUE, de Hadita

Me gusta pasear por el bosque. Andando despacio aprecio mejor la confortable alfombra de coloridas hojas secas. Me gusta acariciar la rugosa corteza de los árboles, sentir los años que llevan creciendo unos junto a otros como enormes y longevas familias bien avenidas. Sus enormes ramas, unidas unas con otras forman un techo capaz, a veces, de tapar la cálida luz del sol. Aspirar el aroma del bosque significa llenar los pulmones de oxígeno y aromas imposibles de descifrar dada su complejidad y variedad. Es oler a tierra mojada, humedad, frutos rojos y bayas, a lluvia y, a veces, a nieve reciente, blanca y brillante. Escuchar cómo susurra el aire paseándose entre las hojas, los pajarillos cantándose historias de amor a la vez que revolotean persiguiéndose y jugando entre las ramas, oír el crujir de mis pasos al caminar. Puedo saborear el bosque masticando sus frutos, castañas, avellanas y arándanos que voy encontrando por el sendero. Cuando termino mi paseo y entro en mi casa, mis hijos se acercan a mí olisqueándome, lamiéndome, aún son muy pequeños, les doy de comer. Me siento muy orgullosa de ser una osa de las pocas que quedamos por este hermoso lugar.

151. EL SUEÑO DEL HALCÓN, de Halcón

Al entrar en aquel extraño lugar, el bello de la nuca se me erizó y sentí ese mismo escalofrio, cuando sabes que alguien te sigue.
Pasaron las horas y mi única compañía eran la enorme presencia del los arboles, y su leve conversación. Me quede callado, pues era invitado en el bosque y rendía respeto a la naturaleza, pero la sensación no desaparecía, mire a mi alrededor y sólo encontré la majestuosa presencia de las rocas y animales, no había enemigos solo paz y armonía de mi hogar.
Intenté descansar, pues no podía seguir mi viaje, estaba herido. Tras pasar varias horas descansando desperté agitado, con dolores y unos ojos grises mirándome, me levanté tan deprisa como mi cuerpo me permitió, cerré los ojos varias veces pues no todos los días tienes un halcón frente a frente, intenté echarle pues era quien me producía la sensación de ser observado (mi vigilante), pero él no se fue, todo lo contrario levantó su garra, y vi lo que traía. Una nota, como pude la desenganche y leí.
-Querido Ajax,
 Te envió a mi halcón,
 Para ayudarte a salir,
 De tus pesadillas
Y regreses a casa.
Besos. El bosque.

150. MAS TODO PARECE DORMIDO, SOÑADO… de Olmo

Resucitan mis oídos los gorjeos de los pájaros y el siseo del agua que zigzaguea a mis pies. Espío el viento que silba en las laderas y campanillea entre  las hojas de los árboles que me asedian, mientras traslada e inunda de fragancias el aire que me embalsama.
Necesito moverme. Siento mis manos y mis pies entumecidos, faltos de vigor y savia. Nada duele, más todo parece dormido, soñado…
Me enfrento a mi apatía y decido moverme. Intento abrir las manos, mover los dedos y sentir el aire que los rodea, más un temblor antiguo parece recordarme que perdí la fuerza en otras cruzadas; y que estos artríticos y nudosos dedos no renacerán más  sobre jóvenes cuerpos.
Observo mis pies calzando esta húmeda tierra, velados por un espeso manto de barro y hojas que me hacen rumiar si permaneceré siempre arraigado a este lugar, del cual no recuerdo nunca haber faltado.
Mi boca reseca, sin la humedad del rocío, envejece abierta en un grito atávico e infinito que oculta el paso del tiempo. Busco luz para mis ojos. Busco una respuesta. Echo un vistazo dentro y me replica con mal aliento: “…sólo eres el tronco viejo que sembró este bosque”.

149. OJOS PARA UN BOSQUE, de Ardilla 3


Ojos para un bosque recorrer, rápidamente, sin control, o eso parece. Bajo un manto de estrellas, que hace poco no estaban y que ésas si que correrán para mañana volver.

Una familia espera la luz del amanecer para dejarse ver, para dejar de esperar, de vigilar. Pero puede que tal vez mañana no estén y no se habrán ido, estarán… sin estar, con el alma ausente ¡muertos! y entonces éstos si estarán sin control, desaparecidos, pero tal vez y si les acompaña la suerte, mañana el bosque estará otra vez lleno de ojos para ver, para caminar, para disfrutar de él, en definitiva, para contarle al mundo un cuento.
Ahí va un componente de esa familia, es una ardilla preciosa de pequeñísimas dimensiones, rápida, vuela o… eso parece. Ya no está, se ha ido. Por allí parece que se asoma otra, desaparece pero viene otra y otra, y otra más, el bosque se llena de vida, de sombras, de ruidos, y correteos, de crujidos de hojas y ramas, de ese juego que les caracteriza, aunque no jueguen, y sobre todo se llenarán de ojos… de ojos para un bosque.
Los ojos que esta noche estén o no… te estarán mirando.

148. EL SECRETO PERDIDO, de Ardilla 2

Maltrecho y con una profunda herida en el costado avanzaba renqueante hacia una muerte segura el anciano Marchew, aquel que una vez fuera líder de todo el pueblo Dartar, respetuosos seres milenarios, habitantes de los espesos bosques de Dostarchek, allá donde lindaban los caminos de La Tierra Antigua.
Los Hombres, en aras de su continuo afán de expansión, habían atacado el poblado de forma despiadada, arrasando en minutos todo lo que durante generaciones habían erigido los Dartar pacíficamente y en perfecta comunión con su entorno.
La Madre Naturaleza, agradecida por los cuidados del pueblo Dartar, les había revelado muchos años antes un importante secreto, el cual estaban dispuestos a compartir, pero Los Hombres no quisieron escuchar, ¿de qué les serviría un misterioso e intangible secreto, cuando podían hacerse con nuevos territorios de incalculable valor material?
Marchew, con su último suspiro de vida se agarró firmemente al tronco del árbol que le iba a ver morir, miró por última vez a su alrededor, sonrió y se recostó en la tierra húmeda; junto con él quedó enterrado en el bosque para siempre el gran secreto de los Dartar, aquel que Los Hombres jamás poseerían: el secreto de la felicidad. 

147. HOLA, AMA, de Rebeco

Hola Ama:
Sí, soy yo. Tu hija. Estoy aquí en medio del bosque, en aquella cascada que un día te mostré, la del Rio Asón, ¿te acuerdas? Tú nunca fuiste muy buena para recordar los nombres de los lugares. Hoy es domingo y como hace un día estupendo me apetecía caminar por un paraje esbelto. Se me ha ocurrido venir aquí, aunque creo que no ha sido buena idea. Me han venido a la memoria aquellos días de nuestras vidas que pudimos compartir en la montaña, en la naturaleza, en el único sitio donde dejábamos de discutir y donde el humor siempre era bueno. Es un alivio estar sola, porque he roto a llorar y esa es una de las actividades que hago mucho mejor en soledad. Lloro porque hubo un tiempo en que conseguimos ser felices, lloro porque ya no podré verte nunca más ni siquiera para echarte la bronca porque comes poco, lloro porque no recuerdo que fuera capaz de abrazarte y decirte lo mucho que te quería. De todas formas, aunque triste aquí estoy tranquila, lo peor es volver a casa, porque allí ni siquiera tengo paz, y la protección de la naturaleza resulta entonces inalcanzable.

146. LA PIEDRA, de Raiz 2

Allí, en el río infinito, estaba ella. Las aguas cristalinas la acariciaban suavemente, la rozaban con sus susurros de gotas. Todos los días se despertaba observando. Sus compañeras, como ella, aguardaban. A veces, se percataba de que alguna ya no se hallaba en su lugar de siempre. Y se sentía feliz. Todavía podría ocurrir el milagro. Ella no tenía prisa, no sentía impaciencia, podría esperar eternamente, allí en el río infinito, sintiéndolo por su piel de piedra.
En días cálidos aparecían las manos jóvenes, sumergidas en aquel río sin fin, pero nunca se fijaban en ella. Nunca la tocaban, nunca la elegían. ¿Cuándo llegará esa mano que la escoja? Entre todas las demás, a ella, la más bonita, la más redonda. Entonces lloraba, pero en el agua resultaba imposible adivinar qué gotas eran lágrimas. Ella sufría por no ser la elegida.
Hasta un día que una mano se sumergió en el agua fresca de aquel río infinito. Y aquella mano se posó en la piedra anhelante. La mano la recogió con delicadeza y la llevó a su casa, la cuidó, la secó y la mimó. La piedra era feliz en su nueva vida, observada por ojos que la encontraban hermosa.

145. SUCEDIÓ EN EL BOSQUE, de Yedra

La débil luz del sol teñía de rojo el bosque, como un funesto presagio de lo que sucedería horas después. El joven guerrero ajustó el casco sobre su largo pelo rubio y se acercó al gran árbol que crecía a pocos pasos del campamento. Pronto comenzaría la batalla, una batalla que muchos daban por perdida, contra un pueblo llegado desde más allá de las montañas. Acarició lentamente la corteza del árbol, el mismo árbol que había servido para crear el talismán que pendía de su cuello, el árbol bajo cuyas ramas había prometido fidelidad eterna a la alegre muchacha que ahora era su esposa. Clavó sus ojos claros en las negras oquedades de la corteza y rogó con todas sus fuerzas que ocurriera un milagro que les permitiera ganar la batalla. A modo de despedida dedicó un saludo marcial al viejo roble y se volvió hacia el lugar del que procedía la amenaza mientras, detrás de él, sus compañeros comenzaban a despertar lentamente y en el cielo, como si un ser superior hubiera escuchado su silenciosa plegaria, comenzaban a arremolinarse las oscuras nubes que poco después descargarían toda su furia sobre las legiones del gobernador Publio Quinto Varo.

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