Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

615. LOS OTROS SENDEROS, de Acentor

De niña, el bosque me daba miedo. Procuraba evitarlo, y cuando no me era posible recorría el sendero deprisa, con la vista clavada en el suelo, ajena a cualquier sonido que no fuera el de mi propia respiración. Al fin y al cabo, eso era lo que se esperaba de mí. “No te pares, no te distraigas, no hables con extraños”, me decían. La vida parecía llena de peligros, y el bosque una representación de todos ellos.
Pero todo cambió aquel día en que alcé la mirada, sorprendida por el canto de un pájaro desconocido. Descubrí entonces que el crujido de una rama podía anunciar la presencia de una ardilla, y no una amenaza. Que era el viento el que hacía temblar las hojas en las copas de los árboles, y no el temor. Que la llegada de las nubes no tenía más consecuencia que la lluvia, y que esta no iba a dañarme, sino a llenar de vida cuanto me rodeaba. Que, al explorar otros nuevos, estaba trazando mi propio sendero. Todo lo que soy, todo lo que he sido se lo debo a ese día. El día en que olvidé ponerme aquella estúpida caperuza roja.

614. EL BORRICO, de Caucho Tequendama

Sentados alrededor de la fogata, los exploradores escuchábamos las narraciones de Taita Tamalameque acerca del bosque de El Borrico, en cuyas estribaciones acampábamos aquella jornada mágica de nuestro debut montañista…
«Cuenta la leyenda que, antes de retornar al fondo de la laguna de la cual emergió para poblar la tierra, nuestra madre Bachué encargó a su borrico preferido la tarea de proteger, conservar y multiplicar el bosque de alrededor para beneficio de las generaciones por venir».
Todos los congregados, adoctrinados desde la cuna para venerar a los grandes: tigres, osos, águilas, dragones, no comprendíamos cómo Bachué pudo delegarle una misión tan trascendental a semejante animalejo, a menos que el susodicho fuera un borrico con poderes sobrenaturales, pero, salvo por el hecho de ser invisible y de llevar muchísimos siglos atendiendo su misión con modestia, es un jumento ordinario, ante lo cual concluimos que la suya era patraña, una leyenda irreal.
Entonces Tamalameque nos pidió que, simplemente, oteáramos el panorama. Fue así como pudimos constatar que no hay en nuestro país un bosque nativo como el de El Borrico, tan exuberante y lleno de vida.
En sabiéndolo, para ser grandes también, allí mismo nos convertimos en borricos simbólicos.

613. RELATO CORTO EN EL BOSQUE, de 75 Robles

Una lluvia de hojas amarillas y anaranjadas bailaban lentamente, en armonía, en descenso hacia el mullido mar que cubría el suelo del bosque.
   La agradable visión otoñal rodeaba un rostro amoratado. Dos iris azules encastrados en unos ojos enrojecidos, demasiado saltones, como si trataran escaparse de sus órbitas. Unos labios rodeaban la boca abierta, una palpitante lengua y una garganta que no emitía sonido.
   De la boca escapó un hilo de saliva, escabulléndose por la barbilla hasta aquellas manos que aferraban su cuello, que lo apretaban con fiereza. Ella no gritaba. Solo boqueaba y arañaba con desesperación los brazos de su asesino.
   Tras unos segundos que duraron toda una eternidad, los arañazos cesaron, y los hermosos  iris azules se escondieron tras los párpados.
   Marcus despertó de un salto, con la respiración agitada. Las sábanas se le pegaban por el sudor que lo bañaba. Su respiración era rápida, fuerte, dolorosa. Se quedó un instante mirando el techo. Se encontraba en una habitación en penumbra… su habitación. Había sido una horrible pesadilla. Trató de recuperar la calma. Y entonces notó el escozor. Encendió la luz y descubrió sus brazos. Los restos de tierra. La sangre seca. Los arañazos.

612. HOMO CRISALIDA, de Oruguita

Mis centenarios árboles hablan de tu crueldad. Mis cristalinos ríos se enturbian con tu suciedad. Polución, tala, incendios… ¿hasta dónde llega tu locura? Dime hombre, dime, ¿Por qué quieres matarme? ¿Qué te hicieron todas mis criaturas que las cazas y enjaulas? ¿Y tú eres el rey de la creación? ¿Es que no sabes que atacarme a mí es atacarte a ti mismo? ¿Qué harás cuando me seque, cuando ya no puedas respirar? Dime, ¿Tu tecnología te permitirá producir agua, oxígeno? ¿Podrás hacer magia como mis duendes?
Te lo advierto hombre, te queda poco tiempo. Aprende de mí, del constante fluir del rio, de la fortaleza de mis árboles, de la previsora ardilla, de la comunidad de hormigas… tienes tanto que aprender… eres una oruga, no te quedes en capullo, yo que se que puedes ser una bella mariposa. Sal de la crisálida…

611. Y UNA FONTA FLUÍA DENTRO DE MI CORAZÓN, de Jacinto

La puerta de la Sala de Espera se abrió. “Álvarez” y un anciano con paso cansino se dirigió donde estaba la enfermera.
       La Sala de Espera estaba repleta de personas de edad muy avanzada, salvo un joven bien vestido que destacaba en aquel lugar. La señora de su lado le preguntó directamente qué le pasaba. Era vieja y no tenía tiempo ni vergüenza que perder. El joven respondió que era Visitador Médico. La señora sin contemplaciones murmuró, otro vendedor de matarratas y siguió con sus quejas y dolores.
       El joven se puso en pie y con una voz suave que hacía que todos se callasen para escucharle, les habló:
       Vengo de un bosque de hadas en el que hay una fontana llena de vida y esperanza. Quería ofrecérsela al doctor pero pienso que ustedes la necesitan más que él. No tienen obligación de tomarla. Si quieren acérquense y beban. Y uno a uno se iban acercando en silencio e iban saliendo más erguidos, más rectos, menos encorvados, con una sonrisa de felicidad, tirando en la puerta antes de irse las muletas, bastones y sillas de ruedas. Cruzaron la puerta y corrieron con todas las fuerzas de sus veinte años…

610. ¿Y DESPUÉS?, de Jacinto

      Una figura imponente descendió hasta el suelo calcinado del bosque. Podría ser un hombre si no fuera por las alas que surgían de su espalda. Miró a su alrededor y solo vio muerte y destrucción. Níveo, meneando la cabeza, maldijo por lo bajo.
       Tantos años, tanto sufrimiento para esto.
       Sabía que el resto de la tierra estaba igual, carbonizada. Nadie había sobrevivido. Estaba enfadado con la humanidad por haberse destruido a sí misma, pero sobre todo, consigo mismo por no haber evitado todo aquello.
       -Debimos haberlo visto venir. No es cierto? –preguntó una voz a su espalda.
       Níveo se volvió hacia Aleph, encontrándose con unos ojos azules tan fríos como el hielo y una figura como él con grandes alas negras que tapaban la luz del sol.
       Aleph se acercó a Níveo. –Sabes? Tu eres un ángel y yo un demonio pero en el fondo no somos tan distintos.
       Níveo se revolvió –Tu eres un asesino, llevas miles de años intentando conquistar a la humanidad y ahora qué?
       -Justo! dijo Aleph, Tan obsesionados estábamos el uno con el otro y con nuestros deseos que no impedimos que ellos acabaran por sí mismos con todos y con todo-
       -Y ahora, Qué?

609. CAPERUCITA ROJA, de Jacinto

Por precaución había dejado transcurrir un mes desde la última pieza cazada. La gente ya empezaba a decir que era mucha casualidad dos chiquillos desaparecidos tan seguidos. Pero ahora estaba allí, esperando entre la oscura madera del bosque. Siendo algo más. Porque en los bosques había cosas y él era una de aquellas cosas. Era el hombre que espera. El coco, el hombre del saco.
       Era el lobo del cuento y el bosque, sobre su hombro, susurraba. La noche había caído casi por completo. La niña se acercaba, ajena a todo lo malo. Podía escuchar sus pasos muy cerca, sobre el camino, correteando y deteniéndose súbitamente, agachándose para coger algo. Podía notar su olor a chicle y el corazón comenzó a golpearle cada vez más fuerte. Podía verla. Oírla. Su respiración de conejo confiado. Una sombra entre las sombras. Tan solo una silueta inocente entre lo oscuro de los árboles. Era Caperucita en el Bosque y yo era el Lobo…

608. EL EDÉN PERDIDO, de Cinco Ardillas

El ciervo corrió, perseguido por los destellos de un bosque en furor.
El unicornio voló, presto y sin temor, percibiendo el olvido de vírgenes y reyes.
Huyen los conejos de pelo gris por montes y ríos, escondiéndose del gnomo furioso, en un insulto incomprensible de verdes y rojos sin fin.
El suelo escurridizo se quebró en terrones movedizos sobre sus lomos y ojos sin luz.
Viendo morir al gorrión, el colibrí lloró.
Hoy, sobre tu lecho el cielo se secó, oscureciendo mi mundo con dolor.
Corre pequeño, corre.
Por nubes, puertos y montes que en el velero negro, llegó el terror.

607. LA CABAÑA, de Cinco Ardillas

Teníamos una cabaña con una gran terraza de madera. Nunca quisimos cerrarla con vidrios ya que la sensación que nos daba el estar en ella, con sol o lluvia pudiendo alcanzar las ramas de los pinos con las manos, era magnífica: el bosque entraba en nuestra casa. Las tejas de barro nos protegían y entonaban melodías al contacto con los aguaceros. Era nuestro refugio, el aire puro lleno del aroma de mil plantas desconocidas embelesaban los sentidos.
Cuando bajaba la neblina cubriendo gradualmente cada árbol, cada casa, el paisaje se volvía casi intimidante, el frío de la niebla calaba la piel y me asaltaba una impresión de extrañeza. Desaparecía el espacio a mi alrededor. Numerosas veces intenté mantenerme largo tiempo en este vacío hasta el punto de sentir temblar todo el cuerpo y no era de frío, tampoco era miedo, sino algo parecido a estar tocando el misterio. Un misterio sin sustancia ni amenaza que poco a poco me invadía e inquietaba hasta volverse insoportable. Entonces vencida pero colmada de naturaleza entraba a la casa para prender el fuego de la pequeña chimenea y dejarme llevar por las llamas cálidas y crepitantes.

606. UN FINAL DIFERENTE, de La Cabaña

Giré en redondo con brusquedad y me adentré en la espesura del bosque con la rapidez que mi dañado cuerpo me permitió, zigzagueé entre los árboles sabiendo que cada segundo ganado era un instante más de libertad mientras en mi cabeza se agolpaban las imágenes que anhelaba borrar para siempre. Con cada huella impresa en la tierra dejaba un rastro rojizo que se diluía lentamente intentando camuflarse entre los colores del bosque y que sin embargo me delataba ante mi cada vez más veloz perseguidor ya acostumbrado a desplazarse entre el follaje… El disparo retumbó en mis oídos a la vez que un agudo dolor se apoderaba de mí. Esta vez había acertado de lleno, mi maltrecho cuerpo cayó al suelo y mis ojos empezaron a cerrarse, justo en ese momento vi la cara del cazador que unos minutos antes había acabado con la vida de mi madre. Este fue el verdadero final de la historia, aunque a los niños no les cuenten lo que realmente le pasó al cervatillo…

605. PACIENCIA, de Orquidea

No me importa que se tiendan encima de mí, ni que las lagartijas vengan aquí a tomar el sol o que las hormigas me rasquen la espalda. Soporto el calor, el frío, el viento, la lluvia, la nieve o el hielo. Hasta los terremotos resisto. Soy inquebrantable y nunca me quejo por nada. Me encanta la vida que llevo, siempre en el bosque y por la noche contemplando como adquieren vida seres que los humanos no creen que existan. Veo a las hadas danzar, a los faunos enfadarlas haciendo cabriolas, a los gnomos con sus sempiternas riñas, a las ninfas siempre tan bellas, a las náyades que asoman de los pequeños riachuelos y del lago, a las oceánidas que vienen a visitar a sus primas y a las nereidas que dejan el mar mediterráneo para acudir a la fiesta en época de mareas bajas. No permutaría un solo átomo de mi cuerpo por tener otra vida distinta o por durar otros tiempos de los que vivo o por sentir diferente. Solo una cosa me disgusta, solo una desde la Prehistoria y es la CANTIDAD DE BASURA QUE DEJAN LOS HUMANOS!!! Por esto sí, por esto cambiaría, cambiaría y aplastaría…

604. LA FIESTA DORADA, de Orquídea

Me desperezo y me estiro lentamente pero con fuerza… Wowww… Cuanto he dormido hoy, pero ya estoy lista para empezar a arreglarme. Hace una noche increíble, llena de estrellas, sin una nube y con la conjunción, siempre por estas fechas, de Júpiter, Venus, Marte y casi me parece ver a Saturno… Es una noche maravillosa. Desde donde yo vivo, en el único álamo blanco del bosque, veo el cielo perfectamente y también el lago.
       Voy hacia allí, tengo que estar bien linda para esta noche. Me quito mis prendas. Ya he traído los nuevos vestidos dorados. Me sumerjo en el lago que está frío y tiritando me zambullo buscando sirenas o náyades. Con pereza me froto la piel con la esponja natural y salgo caminando del agua bien limpia. Me seco y me dedico a vestirme con una preciosa tela dorada que lleva incrustados finos brillantes y resplandece. Calzo mis zapatos dorados y me arreglo mi melena dorada también ¡Cómo brillo! Por último, cojo una tela de terciopelo y saco brillo a mis alas transparentes ¡Ya estoy lista para la fiesta! Hoy es la reunión de todas las hadas del bosque y he de ser la más bella.

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