Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

168. ¡AY CIELO! de Abelia

Nunca imagine que pudieras pesar tanto…
En tu caida me aplastaste. Te ví venir pero me crei tan fuerte que no me molesté en apartarme.
Y aún así, gestado en mis escombros de recuerdos olvidados,  sueños incumplidos y promesas caducas, consigo respirar,coger aire, inflar mis pulmones de ilusiones renovadas.
Ay Cielo! Yo que siempre miraba al frente preocupandome tan solo del suelo que pisaba…Solo temía por trampas en el camino, de ti, Cielo, me fiaba.
Me cubriste con tu sombra, creía que era cobijo que me dabas.
Ay Cielo…alumbrabas los días que, ahora ya negros, se suceden en un continuo vaivén de preguntas que siempre empiezan igual…
Por que?

167. ENTRE LOS ÁRBOLES, de Palosanto

Rogelio Gómez, ultimó a su cuñado en medio de una discusión de familia, por este delito fue confinado durante veinte años e ignorado por todos.
Ayer recupero su libertad y deambuló sin rumbo.
Atardecía cuando se abalanzo con saña sobre un joven, completo su faena sanguinaria y luego escudriño en sus bolsillos con avidez. Con eso de poco valor que saca del caído compro una botella de coñac y se embriagó. Un par de horas después y todavía bastante mareado se dirigió hacia la espesura del bosque donde se hallaba el antiguo hogar de sus padres y al llegar se encontró con la noticia que alguien había asesinado a su hermano menor para arrebatarle unas pocas monedas. Al ver las fotos del muchacho en la pared supo quién era el criminal y debió pensar –¡Qué ironía! ¡Primero mate para salvarlo y ahora le quite la vida!
Porque salió huyendo hacia la espesura y con el cinto que sacara del finado se ahorcó.

166. LÁGRIMA DE SAL, de La Lágrima del Sauce

Y poco a poco me fui transformando en lo que soy ahora ¡un pájaro! Puedo volar dejándome llevar por el viento hacia ningún lugar, hacia ninguna parte. Mis alas nuevas remontan el vuelo sin descanso bañadas por el rocío de un nuevo amanecer. El sonido de un arpa despierta en mi lo que se hallaba dormido en silencio. Esa melodía perfora mi alma y engendra más de lo que ahora soy. El bosque de sueños que visité un día siendo niño ahora es mi hogar ¡Soy libre! Así me siento. Con mis acrobacias en el cielo puedo dibujar un destino mejor ¡Ahora sé que puedo! Ya no tengo miedo a las alturas ni a la caída. El sol dibuja una sonrisa en mis labios ¡Mi corazón revolotea en mi pecho como antes lo hacía! Siento que me elevo y puedo respirar un aire más fresco, más limpio. Y poco a poco sigo cambiando como el color de las hojas del sauce llorón que un día fui, poco a poco aprendo a ser lo que soy; Un hombre con alas de pájaro enamorado de una lágrima de sal.

165. BATIENDO MIS ALAS AL VIENTO, de La Lágrima del Sauce

¡Jamás aprendí a volar! Perdida en un bosque de ilusiones me ahogo en mil lágrimas saladas. Confundida en la soledad de un día sin luz remiendo los descosidos de mi alma rota. Tu ausencia ha dejado mudo al corazón y no puedo creer que volverás. Estoy atrapada en un laberinto de dudas y soy incapaz de hallar la salida. El viento me trae tu recuerdo y aquel tronco de árbol que marcamos con un beso robado de tus labios me devuelve al mundo real ¡ya no estás! Palabras derramadas sobre un manantial de sueños se hunden y tocan fondo. Tus alas volaron como las del colibrí hacia tierra de fuego y yo no pude seguir tu vuelo. Intenté elevarme contigo pero caí y mis manos tocaron tierra firme. Tuve miedo a volar de nuevo, a reunirme contigo en ninguna parte y así te perdí. Ahora me pierdo en un bosque de ilusiones y me ahogo bajo una tormenta de lágrimas de sal. El viento me trae tu recuerdo y se lleva consigo los trocitos k no pude coser de mi alma rota.

164. EL LAGO DE LÁGRIMAS DE PLATA, de Claro

Había leído los suficientes libros como para saber que el amanecer es anaranjado y que desdibuja haces de fotones produciendo la más placentera de las sonrisas. Había conocido en aquellos libros que cuando el día acecha, se comienzan a esparcir sombras por bosques plagados de vegetación y de fauna. Sabía, pero no por cuenta  propia, que cuando llegaba la noche, aquel lugar cálido y cercano se convertía en una zona sombría y quizás para muchos tenebrosa, o para otros pocos en un lugar mágico, en el que la fantasía hacía sus estragos sobre la realidad. Había escuchado hablar de un claro de luna que se reflejaba sonriente en las pacíficas aguas de un lago que albergaba el más misterioso de los páramos, un lugar en el que los lamentos iban a parar como lamentos de las almas descarriadas, el lago de lágrimas de plata. Suspirando terminó la última página de aquel libro y repasando con las yemas de sus dedos la última línea, suspiró y cerró la tapa. Entre lamentos dos lágrimas aterrizaron en el lago y perdiéndose entre las sábanas, una vez más deseó que aunque fuese solo por  un instante la ceguera no le acompañase.

163. EL REFLEJO DEL AMOR PERDIDO, de Carballo

La senda se estrechaba y, de repente aparecia un hermoso bosque de sauces llorones, que rodeaban un pequeño lago de aguas cristalinas, en el que se reflejaban sus largas ramas , que caían como lagrimas sobre aquel espejo tranquilo. En aquella laguna que permanecia quieta como un plato brillante donde se reflejaba la luna llena, la muchacha se miró en las aguas y en ellas vio la nostalgia del amor perdido. Se había refugiado alli buscando un lugar tranquilo donde llorar a su enamorado. Este, la había abandonado aquella tarde, al quedar atrapado en los brazos de otra mujer más madura,  enredado en sus tiernas palabras.

162. UN DESCUIDO REVELADOR, de Arrendajo

El día era espléndido, aunque el campo acusaba la lluvia de días atrás. Sentado en una roca, me enfrenté al bocadillo que, de ser lombrices, hubiera compartido con un mirlo que cantaba en un árbol. ¡Qué repertorio el suyo!, con razón su canto está considerado como uno de los más bellos entre las aves.
De pronto, se ahogó mi gozo engullido por un estruendo ronco. Pensé en una motosierra, pero pronto supe que era una moto de montaña, cuyo piloto se daba el capricho de abrir una nueva ruta, ¡una más!
Le eché el alto. Paró de mala gana.
-Estáis destrozando el bosque.
-¿Y a ti qué te importa?
-Mucho.
-Monto donde me da la gana, metete.
-Pues, tú mismo, pobre bosque.
-¿Qué? ¿De guardabosques?
Arrancó y derrapó para ponerme perdido. Me cegó, mientras se acordaba de mi madre.
Me limpiaba los ojos, cuando percibí un grito desgarrador.
-Ayuda, no puedo moverme.
Le mostré mi móvil, lo metí en el bolsillo y me fui a casa.
Las sardinas estaban encima del mostrador. El gato había perdonado mi descuido. Cavilé… si el gato fue capaz de eso… bajé a una cabina, para no delatarme, e informé del lugar exacto del accidente.

161. SAN CHICO MENDES, de Hevea

San Chico Mendes no es un chico. El abuelo dice que es inmortal. El abuelo es viejo, no controla bien esto de los años. Yo sí soy chico. Todos los días, el abuelo y yo, caminamos unos kilómetros para llegar a nuestra jungla llena de encinas y matorrales. El abuelo lo llama bosque mediterráneo. Yo quiero al abuelo, y lo que él dice siempre es verdad. Dice que a Chico Mendes lo mataron por defender su bosque; un bosque que era selva. Todos los amaneceres Chico, desde que era tan chico como yo, extraía látex de las heveas, unos árboles que se dan en el bosque de Brasil, y con él hacía caucho. El abuelo dice, y ya os he dicho que nunca miente, que lo mataron unos hombres malos que querían cortar las heveas de su bosque. Y, bueno, que los árboles no se deben cortar lo sabe todo el mundo, los chicos y los grandes. Por eso para nosotros Chico Mendes es nuestro patrón. El vela desde un cielo muy verde por nuestras encinas, nuestros álamos, y hasta por nuestros cipreses que son unas agujas verdes y altas que al abuelo, no sé porqué, no le gustan mucho.

160. ESTABA EN CASA, de Junco

Simplemente abrí los ojos y no vi nada… Recorriendo las calles sin rumbo alguno, como si de un títere se tratase, un hilo invisible me arrastró lentamente hasta un prado oculto de ese bosque misterioso. Resulta curioso darse cuenta de cómo no nos percatamos de las cosas. ¿Cuántas veces habría pasado por sus inmediaciones, sin ser consciente de lo que era realmente? Ahora que mi vida se iba deteniendo poco a poco veía las cosas hermosas que me habían rodeado durante tanto tiempo…
Me tumbé en el frondoso pasto, respirando lenta y profundamente, procurando que todos los aromas penetraran e inundaran mis pulmones insuflándoles un poco de vida. Acaricié con manos abiertas la húmeda hierba, deslizándola entre mis dedos…  suave… fresca…
Comenzó a llover como si el cielo fuese conocedor de mi tristeza… Lloraba las lágrimas que a mí ya no me quedaban. Una brisa cálida me reconfortaba mientras el canto de los pájaros me hacía evadir, de nuevo, del mundo.
Cuándo ya nada me quedaba, cuando ya nada esperaba, fue cuando me sentí más libre para volar. El bosque me abrazaba con ternura y amor, protegiéndome como una madre protege a su hijo. Estaba en casa…

159. BOSQUE CAMBIANTE, de Arce 2

Dejaron pasar al caminante, casi sin mirarlo, notaban el vaho que soltaban sus jadeos y como resonaban sus pasos en el silencio espectral del bosque. Sus andares eran bruscos y no tenían ningún respeto por la flora del lugar. Según los paseantes, les daba por comportarse de un modo u otro, era una de sus distracciones, tenían pocas, y nadie contaba que cambiaran un poco. Entrelazaban sus ramas entre congéneres haciendo el bosque impenetrable. Este, tardaría en salir.

158. NADA ES CORRIENTE, de Corzo

Dos amigos charlan tranquilamente por un sendero del bosque; la frescura del río cercano hace agradable el caminar. Hasta aquí todo es normal, hasta que repentinamente la corriente arrastra una botella a la orilla y uno de ellos la rescata de las agua. Descorcha el tapón, dentro hay un mensaje. Saca la hoja de su cápsula, pero no hay nada escrito. La decepción llega a su rostro y hace un movimiento para arrojarla de vuelta al río. Sin embargo, su compañero le retiene el brazo rápidamente y le pregunta:  
-¿Qué haces?
-¿Pues no ves qué está en blanco?    
-Sí ¿Y qué pasa?        
-No sirve para nada.  
Su compañero coge el papel y saca un bolígrafo de su mochila. Tras reflexionar escribe algo mientras el otro le observa intrigado.      
-Ya está, a ver ahora; lee:      
-«Los años pasan para quien tiene una historia que contar»- Tras la lectura se queda confuso hasta que finalmente un destello de inteligencia ilumina sus ojos. Pide prestado el boli y con trazo ágil escribe: «y un amigo con el que contar».              
La botella continúo su camino y los amigos tomaron uno nuevo: por primera vez se sentían sedientos y no de agua…  

157. APRENDER A DECIR ADIÓS, de Sauce Llorón

Y acudió una vez más al mismo árbol, del mismo bosque donde solían pasar horas y horas.  A él también le produjo una enorme pena su muerte, pero no entendía porque ella no se había recuperado aún. Se sentía egoísta, pero a la vez ya estaba cansado de esperar. Había pasado más de un año, de que se fue su sonrisa, de que se fueron sus ganas de vivir y sus poesías improvisadas sobre las ramas de aquel árbol. Se preguntaba si la había perdido para siempre. Ahora solo era negatividad, sus ojos ya no brillaban. Su alma se había ido con su padre. Tenía que acudir  allí  a respirar la humedad de aquel lugar, que aún era más notoria aquel otoño, para recuperar fuerzas, para volver a su lado con la mejor de sus sonrisas y conquistarla de nuevo.

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