Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

ABR.106. HASTA ESE DÍA, de Alicia Hermida

Apoyó el rostro contra el frío cristal e intentó distinguir alguna figura en  medio del aguacero, pero no hubo caso. Se resignó a salir y, enfundado en su impermeable, echó a correr por el camino. No tardó mucho en encontrarla, de pie en medio de la nada. Era una criatura extraña, pensó, sin darse cuenta de que ya se había detenido a su lado y miraba en la misma dirección, hacia la entrada del bosque, esperando, sin saber a qué. Había llegado un día como aquel, empapada y helada, incapaz de pronunciar palabra, de sabe Dios dónde, llena de barro. Ahora, igual que entonces, el pelo mojado dejaba entrever sus orejas, ligeramente puntiagudas. La atrajo hacia sí y la cubrió con el chubasquero. Era consciente de que en algún momento tendría que dejarla ir, pero no sería hoy. Con el agua calándoles hasta los huesos, empezaron a caminar despacio hacia casa.

ABR.105. PRODUCTO DE LA LLUVIA, de Mª José Gª Varela

Fuera llueve, pero dentro…, siento como te acercas a mí, como tu pecho se funde con mi espalda y tus brazos me rodean.
Me besas dulcemente susurrándome al oído tu deseo y tus labios recorren mi cuello con una dulzura infinita. Cierro los ojos para sumergirme, aún más, en las intensas sensaciones que me producen tus manos recorriendo suavemente mi cuerpo. Tu boca se desliza buscando mis senos que te esperan impacientes.
Te busco. Mis labios pronuncian tu nombre en un grito silencioso, pero la angustia se apodera de mi pecho mientras la locura que produce el miedo va ocupando gran parte de mi mente.
La habitación se ilumina por un momento y no te encuentro, un fuerte ruido retumba en mis oídos, tan cerca, que mi cerebro por fin reacciona y comprendo que todo ha sido un sueño.
Fuera sigue lloviendo, oigo como las gotas de agua chocan contra el asfalto cada vez con más fuerza. Por entre las rendijas de mi persiana se cuela un intenso resplandor que lo ilumina todo a mi alrededor y casi, inmediatamente, un gran estruendo me estremece. Mi habitación vuelve a quedarse a oscuras y yo me acurruco, sola, entre mis sábanas.

ABR. 104. SALVADO POR LA LLUVIA, de Jose Vicente Pérez Bris

Acodado a una barra de tugurio, rumiaba penas con la copa vacía. El bolsillo rebosaba telarañas y el tabernero lanzando  miradas suspicaces,  alejaba la posibilidad del crédito. En el aire flotaba la desconfianza.
Para terminar de confabular las meigas, el cielo descargó un tremendo aguacero que no invitaba a pisar la calle. Cuando amenazaba con derrumbarme sobre el  mostrador, la puerta del antro se abrió.
Lo que trajo la lluvia fue un ser insignificante, empapado. Sostenía una cartera ajada de contable. El tasquero se volvió para atender el pedido. Descafeinado, corto de café. El doberman tras la barra  espetó que no ponía cafés. El lechuguino, protestó con voz chillona. Cuando estaba a punto de perder los dientes de un guantazo, agitándose mecido por el puño del dueño, descubrí un papel azulado pugnando por abandonar el bolsillo de su impermeable.
Entornando los ojos por la cogorza, lo atrapé con dedos temblorosos. Ajeno a la timba, lo desdoblé,  descubriendo un talón por quinientos euros. ¡Y al portador!
Mientras me retiraba prudentemente a la esquina, el parroquiano abandonaba el local  derrotado. El dueño me miró, retándome a un segundo round. Alargué el cheque con mano inocente y sacié deuda y sed por igual.

ABR.103. EVOLUCIÓN, de Mar González Mena

Todas mis cosas cabían en una mochila. Cada vez que llovía, mamá nos obligaba a recogerlo todo y, en cuanto escampaba, teníamos que marcharnos. No me gustaba la lluvia. A ninguno de nosotros nos gustaba la lluvia. Ellos salen después y arrasan con todo. Por eso teníamos que marcharnos y buscar otro lugar para vivir.
Eramos nómadas, pero mi papá es muy listo y encontró la solución. Nuestra nueva casa tiene el tejado rojo con unos puntos blancos muy divertidos. A mí me encanta, pero a ellos no, por eso es tan segura. Después de nosotros, todos los demás se mudaron a casas como la nuestra.  Desde entonces, a los gnomos no nos molesta la lluvia.

 www.losjardinesdepuck.blogspot.com

ABR.102. LLUVIA DE CRUCES BLANCAS, de Laura Garrido

Habían practicado el asalto durante meses. Escalarían el escarpado acantilado, sorprenderían al enemigo y junto al abrigo del apoyo aéreo conquistarían ese maldito enclave.
Las torrenciales lluvias malograron la hora decisiva del combate. A  dieciocho kilómetros de la costa, en una nave de guerra confundida en la penumbra de la noche, se agolpaban en cubierta doscientos soldados camuflados, con sus mochilas llenas de desasosiego. El ataque se hacía inminente, el viento rugía y las olas del miedo batían incansables. Jonhatan se frotaba los nudillos con fuerza, temiendo el momento de su escalada. Con sus reumáticas manos dibujó el acantilado en la última carta que escribió a su madre : “Estamos bien. El momento ha llegado y sólo rezo para que no llueva. Hazlo tú también mamá, ya sabes que la artrosis debilita mis articulaciones y en mojado todo es más complicado. La pared es muy vertical. Debo llegar arriba. Treinta metros. Te quiero.”  A las 5:30 de la madrugada, Jonahtan, de diecinueve años, se aferró a la cuerda que perpetuaría  sus apellidos en una cruz blanca junto a  miles de muertos. Aquel día fue su primer combate, todo ocurrió como estaba previsto, ni siquiera llovió.

http://demispalabrasylasvuestras.blogspot.com.es

ABR.101. AGUA SABOR CHOCOLATE, de Verónica Santamaría

Y ahí estaba, enmarañada entre las malas hierbas de la acequia desbordada. El agua cubría ya medio pie de mis katiuskas, así que la cogí rápido y me metí  a casa a resguardarme de esa fuerte tormenta.
Lo dejé sobre el cuenco del taquillón y me senté en el sofá, tapándome con la manta hasta las orejas hasta que Nala saltó sobre mí, sedienta de caricias.
Con los ronroneos me quedé dormida, sumida en un profundo sueño…
-Sí, de chocolate, gracias.
Estaba saboreando un delicioso helado mientras contemplaba la primera del Sardinero sentada en el reborde de la nívea farola, hasta que un fuerte golpe en la puerta me despertó sobresaltada.
Miré por el cristal pero no ví a nadie, y al abrir me encontré a un pequeño de no más de 9 años enfundado en un ceñido chubasquero naranja.
Y entonces dilucidé: fuí a buscar la pelota y se la devolví.

CUENTOS PARA ESCUCHAR

Como celebración de haber llegado a los 100 relatos querría compartir un lujo que me han regalado…

El premio de los ganadores de esta convocatoria, además, tiene el aliciente de  conseguir una versión del relato en formato sonoro producido por profesionales. DIAPASONGS, además de entrañables amigos, son unos exprimentados profesionales que desarrollan sus conocimientos en ditintos ámbitos de la creación (publicidad, música, educación, medios…) Amigos también del mundo literario se han comprometido con el concurso de una manera generosa, porque creen que pueden aportar con su trabajo una nueva posibilidad: el relato para escuchar…
Para mostrar el resultado de su trabajo me pidieron un relato y les envié La voz del Nmbé se apaga, un micro que acbaba de mandar al concurso de Triple C (no llegué ni a finalista…snif…) pero que, creo que Diapasong se ha encargado de mejorar con su trabajo. Parece mentira que sólo sean 190 palabras…
A ver qué os parece el resultado… y el relato… y si tenéis cascos para escucharlo muuuucho mejor…

LA VOZ DEL NMBÉ SE APAGA

ABR.99. LE TRAJO LA TORMENTA, de Gorka Parra

La ligera brisa del amanecer difuminó el eco  atronador de la tormenta de la noche anterior.
La neblina vespertina dejó entrever la espuma del mar acariciando la faz de la arena. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al observar el suyo decúbito prono, luchando por distinguirse entre la línea de la orilla y los restos que el mar había devuelto.
Salada agua fría regaba sus músculos extenuados por la realización de un esfuerzo inusitado. La noche, intensamente gélida, acompañó el desastre. El viento, desplegó la lluvia velando un halo de confusión.
Cayó tras él. El palo mayor le rifó la suerte de poder arribar a tierra. Vaivenes y vueltas interminables minaron su espíritu. Su valor y determinación por conocerme, le hicieron terminar el viaje.
Al borde de su límite buscó mi calor. Esa llamada me hizo reaccionar. Corrí a su encuentro. Lo abracé acurrucándole entre mis senos. Le insufle un hálito de vida que mi corazón le enviaba. Lo tomó como promesa de futuro. Desde su recuperación nos fundimos en un proyecto sin pasado. Regando de amor el futuro, día a día. Hoy, rememoramos nuestro encuentro desde la calidez que nos brinda el alojamiento en estas tierras.

ABR.98. CAÍDO DEL CIELO, de Sara Lew

Entró como un chaparrón por el agujero del techo de la cocina y cayó desnudo dentro del cubo a rebosar. No flotaba, así que lo rescaté enseguida con un escurridor que tenía a mano. Después de zamarrearlo un poco recuperó el conocimiento. Pobrecillo, casi se ahoga. Lo metí dentro de la manopla de lana que me regalaste en nuestro último aniversario antes de abandonarme, y me lo llevé al salón, para que se le quitase la tiritera con el calor de la estufa. De repente me sentí feliz, otra vez importante y necesitada. Mis deseos volvían a hacerse realidad. Al rato, sin embargo, el minúsculo hombrecillo me miró visiblemente consternado e hizo un amago de hablar. Dudo si carraspeaba o se expresaba en un idioma desconocido, solo sé que gesticulaba mucho enseñándome que algo a su lado no estaba. No fue hasta que señaló con su dedo diminuto la gotera del rincón que comprendí la razón de su inquietud, y nuevamente mi irrelevancia. Sobre el suelo, anegada por un pequeño charco, yacía ella desnuda.

 http://microrelatosilustrados.blogspot.com.es/

ABR.97. DE LLUVIAS, ESPEJOS Y DEBERES, de Gabriel Bevilaqua

Me estaba afeitando cuando comenzó a llover dentro del espejo. Al principio era una lluvia anémica, pero velozmente mudó en  tormenta tropical. Empapado, mi reflejo se me quedó viendo con los ojos tristes como abalorios sin brillo. Pensé en ir por un paraguas, mas    —aparte de sentirme ridículo— se me hacía tarde. Así que tapé el espejo con una toalla y como pude me terminé de rasurar.

Al volver del trabajo, y con la certeza de que lo de la mañana había sido sólo una alucinación, me dirigí hasta el baño. El interior del espejo estaba colmado de agua y mi imagen yacía ahogada al fondo del mismo. Después de analizar detenidamente las circunstancias, descolgué el espejo y lo enterré en el jardín.
Nada anormal sobrevino en los días posteriores hasta que la incipiente y picosa barba me urgió a afeitarme.  Entonces comenzó a llover dentro del flamante espejo. La relación entre una cosa y la otra se hizo evidente y me fue imposible —tras dos inhumaciones— obviar la obligación ética para con mis yoes especulares…
Aunque he de admitir que no sé durante cuánto tiempo más podré soportar esta horrenda barba.

 http://elefantefunambulista.blogspot.com

ABR.96. CUANDO LA TORMENTA AZOTABA TE VI CERRAR LOS OJOS, de Martha Damiano

Cuando la tormenta azotaba te vi cerrar los ojos.
Si no ves al rayo abatir al árbol ¿este no cae?
¿O es menor el dolor al saberlo derrotado si no presenciaste el  momento exacto de su destrucción?
Yo vi a la lengua de fuego descender por las entrañas del tronco y a la cabellera verde explotar con un estremecimiento convulso mientras me cegaba el resplandor flamígero
Cuando se hizo la oscuridad y me oprimió el silencio, pude acercarme al despojo truncado y hacer mi duelo entre sus restos.
Te vi entonces abrir los ojos azorado y con un parpadeo espantar la imagen del entorno. Volcaste el rostro hacia el oriente y deseaste  refugio entre las luces de la población lejana.
Una lluvia mansa brotó de mis ojos borrando las señales que no querías ver y brindándome alivio.
Tú pretenderás que nunca existió este baluarte, pero, negándote al dolor ¿será tu vida más plena?

ABR.95. MEMORIA DE LA CIUDAD QUE LLUEVE, de Beatriz Aparicio

La lluvia en Oviedo no es como en los demás sitios que conozco. Llueve bonito y cala despacio, pintando las calles del gris cantábrico que estalla tan solo unos kilómetros más al norte.
 -Si no te conociera, pensaría que lloras de alegría al verme- murmuro al reconocer la silueta de la ciudad a lo lejos. Y ella me acoge con toda su lluvia, como cada vez que decido volver.
Mi máquina del tiempo, que funciona precisamente perdiendo la noción del mismo, se activa mientras camino entre la gente. Me acompaña el sonido de las campanas de fondo, como tic-tac que guía mis pasos y se diluye con el sonido de las gotas de lluvia. Solo estoy aquí por ella, por la mujer que pasea solitaria y triste su sonrisa de bronce. Bella, pienso. Más bella con el paso de los años, mientras yo, mortal, no puedo dejar de mirarla. ¿Quién te crees que eres? Rasgas el cielo con el cuchillo afilado que te protege, desafiando al paso de los años, siempre desde el mismo escenario. Y como consecuencia, tu lluvia.
Te vivo intensamente, pero he de abandonarte…una vez más.
-Si no te conociera, pensaría que lloras de pena, ahora que me voy-. Murmuro al dejarte atrás.

  http://elsuenodedesdemona.blogspot.com.es/

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