Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

479. MI ÚLTIMO AMOR, de Seta 3

Tatiana, mi último amor, era urbanita.  ¿Cómo era posible que habiéndole dicho que iríamos a buscar Tricholoma georgii entre espinos y madroños llegara tan sensual y excitante? Sus medias de seda me pusieron cachondo y, preso de un ataque de ardor, la eché sobre aquella pradera de hierba fresca y deslicé sus medias con el impulso del deseo. Una carrera corrió por su entrepierna en el momento en que yo…. Se puso echa un basilisco: no precisamente como el reptil saurio con espina dorsal sino de muy mala leche. Luego, le enseñé los corros de brujas en los que salían abundantes setas que había jurado a mi padre no mostrar a nadie.
Nuestra relación se acabó por culpa de las malditas medias. Pero, por desgracia, no puedo olvidarla porque todas las primaveras, para San Jorge, regresa a los corros de brujas y con la cesta llena se marcha contenta aun con las medias hechas girones.

478. EL SAUCE LLORÓN, de Viento del Norte

Majestuosa barriga de madera, brazos fuertes y pelo encrespado.
¿Por que lloras sin consuelo? Le pregunto.
Lloro porque me perdí.
¿De donde vienes? De Saucellaron.
Una lágrima gigante cae muy cerca de mí formando un pequeño lago de color dorado.
¿Por que dices que te has perdido? Insisto.
No reconozco nada de mi entorno, no se quien es aquella dama de sombrero blanco, ni las luces escondidas del sendero. No identifico el trinar de aquel plumaje, no se quien es nadie. Hasta los algodones voladores son ahora de otro color y de mas espesura, también ellos lloran muy a menudo. Aquí todos están tristes.
¿Y como llegaste hasta aquí? Doy un enorme salto para no ser hundido por la masa de agua que se avecina directa a mí.
Me trajo el viento del norte, la lluvia me dio de beber y la tierra roja me amamanto hasta que pude crecer y sentir; sentir que estoy lejos de todo lo conocido y triste, tan triste como un sauce llorón.

477. EN UN RECODO DEL CAMINO, de Tasugo

El plan no me gustaba. Fin de semana con mis padres y sus amigos en una casa rural. Íbamos a la Reserva de Caza del Saja.
 El domingo nos levantamos temprano. Paramos a desayunar. Los cazadores de agruparon en dos coches y no esperaron. Yo me quedé con las mujeres. Como no me había traído nada para leer, no les pareció mal que me fuera sola a dar un paseo.
 Las casas se fueron distanciando hasta desaparecer. El asfalto se convirtió en camino de tierra. Al poco dejó de haber sitio para los prados. El bosque se espesaba. Era de hayas, acebos y abedules. Al salir de una curva quedé inmóvil. A pocos metros había un cervatillo, también quieto, que me miraba con ojos brillantes como caramelos de café con leche. Cuando se dio la vuelta yo también lo hice. No podía esperar un premio mejor.
 Regresaron tarde a comer. No habían cobrado ninguna pieza. Yo me alegré. A nadie quise contar lo que había vivido. Era mi venganza.
 Antes de acostar -como en el soneto de Lope- conté las palabras escritas, mientras imaginaba la voz del profesor: \»Itziar, sal a leer tu relato\».

476. AÑORANZA, de Jara Sarmiento

Hoy amaneció despejado. Decidí ir al Centro de Datos. Me puse la máscara y cogí el primer transportador de la mañana. Dentro, busqué con la mirada aquellos pasquines pegados al metal con palabras y dibujos. Nada. Ya no había tiempo, enseguida llegabas a cualquier sitio. Cuando salí, estaban fumigando la vía. Me dieron el traje y avancé, algo pesado, hasta mi destino. En el Centro, el androide me dio la tarjeta sin que yo se la pidiera. Guardaba en su memoria mis anteriores visitas. Entré en la cabina. Al momento se llenó del sonido de la alondra, del petirrojo, del crujido de las hojas  bajo el paso de las jinetas, las ardillas, el gato montés, la liebre… Y entró, como empujado por la brisa primaveral, el olor de la resina, de las setas, de las jaras… Mientras perdía la mirada en las copas de los pinos, de los sauces y de los olmos, el manantial dejó escapar su hilo de agua. Saqué la lengua, pero no sacié mi sed. Sed de bosque perdido, sed de otro mundo que ya nunca será. Me limpié las lágrimas antes de salir. Prohibido llorar.

475. UN VERDE PAISAJE, de Pineda

Los árboles, la hierba, la tierra y hasta el cielo son de color verde, con matices diferentes. Por entre las montañas de un verde negruzco un riachuelo de un verde manzana culebrea con reflejos plateados. El cielo es de color turquesa, y los árboles lucen todos los verdes posibles.
   Algo se mueve entre la fronda, pero con tanto follaje no distingo bien si se trata de un animal o simplemente es la brisa que hace mover la hierba de un rabioso verde esmeralda. De pronto, y ante la sospecha de encontrarme con un gigantesco lagarto verde, un dragón de Comodo o algún otro monstruo, un escalofrío me recorre la espalda. siento frío en mi piel pegajosa por el miedo. Unos rayos entre amarillo limón y verde desvaído se abren entre los celajes de unas nubes. Mi terror también es verde y viscoso, como un sapo.
    Y allí está. El Hombre Verde, el gigante verde y terrorífico. Se acerca, se acerca. Sus pasos hacen temblar la jungla y yo, dando un respingo, me despierto sobre la mesa del ordenador.
    Sobre la pantalla, se extiende un paisaje verde. Sobre la mesa una lata de guisantes que espera ser abierta.

474. NADIE RESPONDÍA, de Pineda

Estoy acostumbrada a la soledad. Por eso vivo en  el bosque. Ella es mi amiga, confidente, hermana y maestra, aunque algunas veces se convierta en la peor madrastra, como aquel día en que se puso tan pesada que necesitaba quitármela de encima aunque fuera por unas horas. Así que descolgué el teléfono y empecé a llamar a mis amigos.
    ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Era quizás una conspiración de silencio contra mí?
     Cuando llegó la noche  a la soledad la acompañó el silencio y al silencio la oscuridad. Se fue la luz y un compañero más apareció en escena: el terror.
    Allí, en aquella cabaña del bosque rodeada de pinos donde sólo llegaban los pájaros, nada se oía, sólo un silencio oneroso, ni siquiera el rumor del viento.
     Poco a poco empecé a oír como una música muy tenue, como un canto que paulatinamente iba subiendo de volumen .Un coro de voces en la noche, maravilloso, sí, pero al mismo tiempo terrorífico. Salí de la cabaña dispuesta a enfrentarme con lo que fuera y me quedé estupefacta: un grupo de unas cien personas cantaba una bellísima canción…y entonces comprendí por qué no me habían contestado mis amigos.
    Eran ellos. Todos.

473. FUEGO EN EL BOSQUE, de Pineda

  El cielo se va tornando azul oscuro, verde, violeta y, cuando está a punto de volverse negro, comienza a volverse anaranjado. El bosque crepita. Ahora son más perros los que ladran. El ganado muge. Algo ocurre en el pueblo. El hombre acelera el paso. Huele a humo. Ahora lo ve !El poblado arde! Corre, corre con desesperación !Su familia!
     La aldea es una bola de fuego. Gente y animales que huyen. Gritos de terror. El rojo de las llamas resalta sobre el cielo del anochecer. Su casa carbonizada. Su familia ¿Dónde está su familia?  De las entrañas del hombre sale un grito que hace temblar el bosque, el grito de un león herido.
     Las piñas, pequeñas granadas de mano salen despedidas y hacen extender el fuego más allá de los límites del bosque. La gente corre por entre las rocas que conducen al río, el río que los salva de las mordeduras del fuego. Están vivos, sumergidos en el agua casi helada, tiritando de frío, pero dando gracias a los dioses de las aguas.
     Se ha perdido todo: cosechas, viviendas, algunos animales, no todos, pues ellos también chapotean en el río.
     Pero la vida renace gracias al río benefactor.

472. NOCTURNO, de Ocelote

En un claro del bosque los hacheros, reunidos alrededor del fuego, tomaban mate, y  esperaban que  se asara la carne, para la cena.
Hablaban de fantasmas, de misterios campesinos, de miedos. La oscuridad los cercaba, en la noche sin luna.
El más joven contenía  su necesidad  de defecar. Esos cuentos le daban miedo y temía salir del círculo de luz. Aguantó todo lo que pudo pero no tuvo más remedio que ir. Hubo sonrisas cómplices entre los otros. Uno de ellos fue tras él, riendo por lo bajo
A los pocos minutos, se oyó una carcajada siniestra, una especie de graznido. Inmediatamente, el jovencito vino  corriendo sin aliento, temblando de miedo y con los pantalones bajos aun. El olor era insoportable. Se había hecho encima.
Le contaron la broma. Avergonzado de  su cobardía, se quedó cerca de sus compañeros. Aunque lejos de su olfato. El bromista no vino a cenar y no regresó en toda la noche. Pensaron que quizá se había quedado dormido por allí, estaba un poco ebrio.
La  primera luz  iluminó su cuerpo, salvajemente mutilado, colgado de la rama más alta de un quebracho. Tenía la boca  llena  de  plumas negras.

471. EL BOSQUE DE EMMA, de Hioerba Buena

Otro día y vuelve a llegar tarde al trabajo. Y encima, para variar, no ha dormido nada. Sale a toda prisa de
su casa y como puede busca algún taxi y, como no, están todos ocupados. Al final, Emma, ha decidido ir andando. Ya ha llamado a Olivia, avisando que llegaría tarde. Emma mira al cielo y ve que esta nublado. Acelera el paso porque sabe que si no la lluvia la empapara. Nunca había pasado por aquella calle y se ha quedado embobada con esos enormes edificios. Sin darse cuenta, se mete en un bosque que esta cerca de la  ciudad. Cuando se da cuenta esta demasiado lejos de su hogar. Mira a su alrededor y miles de recuerdos de su infancia le vienen a la mente ¡Cuanto tiempo! Piensa ella mirando el bosque. De repente se da cuenta de que \»su\» bosque esta cambiado. Se fija mejor y se encuentra con botellas vacías, bolsas, basura, etc.
– ¿Quien a podido hacer esto? –
Vuelve a mirar el cielo, pero esta vez no esta nublado. Mira hacia donde esta la ciudad y se encuentra con una enorme nube de contaminación encima de su población. Mira de nuevo a su alrededor y sin pensarlo dos veces, coge una bolsa del suelo y comienza a limpiar ese pequeño bosque de su infancia.

470. LAS NINFAS, de Hierba Buena

Aquella tarde de otoño, aquel día en ese bosque… no lo podre olvidar nunca. Ese día pude ver lo que
nunca imagine. Estaba sentado en una de las piedras del bosque cuando, de repente, comencé a escuchar
una hermosa melodía. No pude evitar levantarme y dirigirme a donde salia aquella canción . Cuando llegue me escondí tras uno de los arbustos y observe atentamente. Puede ver a tres muchachas jóvenes y bellas.
Cantaban y bailaban junto a unos animales salvajes. La música ceso. Me acerque un poco mas y pude
escuchar su conversación.
– Kira ¿Que pasa? ¿Porque dejas de cantar? –
– Iris, Amira…. alguien nos observa, tengo ese presentimiento y sabéis que mis presentimientos nunca fallan –
Me retire un poco de mi escondrijo pero sin querer rompí una rama con mi pie. Las muchachas miraron mi escondite y se acercaron con pasos temerosos, me habían descubierto. Me intente esconder un poco mas pero me resulto imposible. Las jóvenes estaban apunto de apartar un poco el arbusto, pensé que estaba
perdido,  pero una voz suave y dulce llamo su atención. Ellas se fueron y me volví a quedar solo. Desde ese
momento no puedo dejar de pensar en aquellas chicas, en aquel bosque que he recorrido centenares de veces sin resultado alguno. No puedo dejar de preguntarme si eran las ninfas del bosque que con su felicidad daban vida a la naturaleza del lugar.

469. EL PUENTE, de Yesquero

Desde tiempos inmemoriales, el río dividía el bosque y separaba dos pueblos. También separaba a Sara de un joven llamado Omar. El río era bravo. Nadie antes lo atravesó, así que Sara se resignaba contemplando a lo lejos a su amado Omar. Ni siquiera podía comunicarse con él, ya que el aislamiento extrañó las lenguas.
Un viejo del lugar consoló a la joven: “Ten paciencia. Una antigua leyenda dice que un amor verdadero unirá los dos lados del bosque”.
También el joven Omar se desesperaba. Él amaba a Sara, al igual que amaba al bosque y a su río. “Vosotros calmáis el hambre y la sed de mi pueblo, pero no podéis calmar el ardor de mi corazón”. Un día Omar tuvo una idea. Talló en una tabla su nombre y todos los caracteres de la lengua de su pueblo. Luego la lanzó al río. Sara rescató la tabla y procedió de igual manera. Los jóvenes entregaron las tablas a los sabios de sus respectivos pueblos. Cuando los sabios las estudiaron y llegaron a un conocimiento de las lenguas, los habitantes de ambos lados pudieron construir un puente de madera.
Los primeros en cruzar fueron Omar y Sara.

468. LA ARBOLEDA, de Humedal

Tommy era cocinero. Su nombre Tomás, su sobrenombre por abuelos irlandeses. Siempre agregaba elementos a sus recetas. Visitando la Selva de Montiel, Entre Ríos, Argentina, conoció a Timbú viejo descendiente de los chanás originales. El indio relató cientos de anécdotas, lo instruyó en hierbas y elementos naturales.
 Tommy, de 24 años, escuchó atentamente. Practicó con Timbú sus preparaciones mágicas. Deleitó a sus comensales durante días y días.
 Llegó al fin el día de la despedida. Aprovechó que habían cazado un ciervo de los pantanos,   en los humedales provinciales.
 La salsa, exquisita, bañaba a la presa. Tommy organizó un concurso. ¿Podrían  adivinar los componentes de la comida? Todos acertaron en las hierbas, en las especias, en los jugos. Pero un condimento esencial no fue descubierto por los presentes.
 ¡Pimienta rosada! No comercializada aun. La habían tomado Tommy y Timbú del Aguaribay, llamado vulgarmente Gualeguay, árbol similar al sauce llorón, de generación espontánea. Sus frutitas, que los niños llaman «Quema mucho» porque arde jocosamente, contiene una semilla de gusto picante y dulzón: pimienta rosada. 
Todos aplaudieron a Tommy y a Timbú por su  habilidad y conocimientos.

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