Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

72. RECUERDOS, de Nogal

El suave susurro del viento recorriendo el bosque palmo a palmo despejaba mi mente de todos los trajines de la vida cotidiana. Era como si despertara de un largo y agotador sueño, abría los ojos ante ese verde intenso. Por unos breves instantes olvidaba mis deudas, mis problemas en el trabajo y me concentraba en mí, en lo que yo quería.
Las caminatas en la naturaleza eran una tradición, al menos una vez al año tenía que venir a despejar mi mente, a descansar.  Mi padre traía a la familia desde que yo tengo memoria, nos quedábamos en una hermosa posada donde podíamos descansa de nuestras arduas caminatas por el bosque, nunca se me ocurrió preguntarle cómo había encontrado este lugar tan mágico y lleno de vida. Mi madre, mi hermana y yo venimos aquí unos días después de la muerte de mi padre, para poder conciliar el hecho de su ausencia, estar aquí me trae de vuelta muchos de los mejores recuerdos de mi infancia. Espero algún día poder  compartir  con mi hijo este lugar lleno de fragancias y belleza, disfrutar con el como yo lo hice con mi padre.

71. EL HECHIZO, de Corteza

Marcos recogía setas cuando tropezó con un árbol inmenso. Su tronco parecía desprender la sabiduría del tiempo allí anclado, creando nudos, alojando musgos entre sus grietas y dibujando sombras para el caminante. Decidió sentarse a descansar cuando al mínimo roce de su espalda con la corteza, Marcos quedó formando parte del árbol, convirtiéndose en raíz, sintiendo la savia deslizándose en su interior. Entonces, percibió una voz profunda:
–   “Dentro de mil años, una princesa te abrazará. De la corteza y el hechizo te librará”.
Los años pasaban y a su alrededor el bosque iba desapareciendo: talas, construcciones, polución… ¡Hasta cayó una piedra del cosmos destruyendo todo lo visible desde aquél punto! Mas el árbol, aferrado a la tierra por la raíz en la que Marcos se había convertido, permanecía seco e inmóvil en medio de aquél desierto.
Mil años pasaron, y una tarde cuando el sol estaba en las alturas, una pobre caravana apareció a lo lejos. Alina saltó de su montura gritando: ¡El árbol está allí! Y corrió para abrazar la corteza que pronto se transformó en unos ojos, fijos en los ojos de ella.
Ya se habían encontrado, y juntos abordarían el destino que les esperaba…

70. EN UN BOSQUE DE HOJAS …, de Meigas

La caminata por los bosques cántabros nos había dejado exhaustos e impresionados por la belleza de aquellos parajes. Nos alojábamos en una casa rural, rodeada de paz, tranquilidad y naturaleza.
El entorno era propicio, así que me relajé y cogí un libro. Aquel libro narraba exactamente lo que había sucedido durante el día y lo que estaba haciendo en ese momento.
Aquello me asustó. Preferí leer otro relato.

69. EL ÁRBOL DEL DESEO, de Raíz 2

Recogiendo setas no me iba a hacer rico, pensé. Era fatigoso, mojado, cansado y un trabajo demasiado solitario para mi alma llena de miedos y de recovecos ocultos repletos de secretos.
Seguía el estrecho sendero de forma autómata, ya casi ni observaba los musgos ni me agachaba bajo los húmedos. Mis esperanzas de encontrar alguna especie que me permitiera venderla a buen precio se estaban agotando.
De repente, choqué con sus raíces, pero no caí al suelo. El árbol me recogió con sus ramas y me abrazó. Unos enormes ojos oscuros me miraban y su boca profunda me susurró al oído:
«Pide un deseo, hoy estoy de buen humor, solo te pediré algo a cambio».
Pensé volverme loco, los árboles no hablaban, pero al contemplarme entre sus ramas, lo creí y pensé en el deseo…
«Quiero todo el dinero que se pueda tener en esta vida»
Hoy soy rico pero no tengo ojos, fue el pago que exigió aquel monstruoso árbol..

68. GUELMI, EL VIGILANTE DE LOS SUEÑOS, de Quercus

Por la chimenea una mezcla de olores llegó a su afinado olfato y comenzó a saltar entre las hojas caídas, ya casi totalmente mezcladas con el barro del invierno que se deslizaba por las laderas de Lanstribuck. Así llamaba Guelmi a aquella montaña y por ese nombre la conocíamos todos los que con Guelmi coincidíamos en los caminos. Se coló por la ventana. Yo iba muy abrigada debajo de su sombrero. Guelmi se acercó a una cama y se acostó rendido. Descansaríamos un rato. Lo justo y conveniente le dije enroscándome aún más bajo su sombrero de lana. Unas voces y ruidos de pasos se escucharon. La puerta se abrió golpeando la pared . Guelmi se despertó sobresaltado tirándome al suelo y haciendo que todos los colores que había recogido se esparcieran por aquel cuarto. Rojos, amarillos, verdes, azules… todos explotaron inundando de primavera el invierno gris.  Una voz se escuchó en medio de la luz que decía: “ A partir de aquel día nunca entra el invierno en esta casa y todos los que en ella están recuperan la alegría. Y ahora,  duerme Antía. Seguro que Guelmi vigila tus sueños… Y la lombriz,abuela…Sí,también la lombriz.

67. REGRESIÓN, de Cazador Furtivo

            El bosque… El psicoterapeuta le pidió describir un bosque con las primeras palabras que le viniesen a la mente. No lo pudo hacer. Se sentía paralizada. «Debes cooperar, Aniela, aquí hay la clave de todos tus sufrimientos.» Las palabras estaban completamente bloqueadas.
            «Intentaremos una regresión, por intermedio de la hipnosis…»
Cayó por un túnel oscuro, años, decenios, siglos atrás…. Se encontró en medio del bosque, en oscuridad, junto a un círculo de piedras. Su mano golpeó ligeramente el pecho hirsuto del ser durmiente. Él, que le había traído el fuego, yacía gimiendo, en la áspera piel del tigre matado. Habían vivido noches mágicas a luz de las gigantescas llamas de la hoguera.»Descríbeme el bosque, Aniela…»  se infiltraba en sus oídos una voz lejana . «Estoy seguro de que lo has encontrado en tu memoria.» Un aullido rompió el silencio del bosque. Volvían las sombras. Sintió algo extraño, húmedo, naciendo en sus ojos; una primera lágrima cayo, chisporroteando, en la débil llama que, fatalmente, habrá de extinguirse algún día.
            «Haz un esfuerzo, descríbelo….» Desde el cielo, dos ojos hipnóticos le daban el señal del despertar. Abrió la boca, pero le resultó imposible decir algo… El lenguaje no se había inventado todavía….

66. SOMBRAS CHINESCAS, de Seta 2

Se repetía siempre en vacaciones cuando nuestra economía no nos permitía abandonar la ciudad. El reloj no regía nuestro tiempo y sin hora fija de acostarnos, cada noche después de cenar nos recreábamos con la visión de las formas largas y tenebrosas que surgían caprichosas de la nada y danzaban sinuosas en la oscuridad. Agarrados de la mano, mi hermano y yo, entre la curiosidad y el miedo jugábamos a adivinar las siluetas que aparecían ante nuestros ojos. Zorros, ardillas, pájaros en pleno vuelo o carpinteros se alternaban para construir un mundo paralelo. Gustábamos ambos del mérito de esa inquietud consabida y compartida que el misterio de lo irreal ofrecía a nuestros ojos, repartido a partes iguales entre nuestra imaginación y las expertas manos de mi padre que conseguían junto con una lámpara y una sábana adentrarnos en un bosque encantado hecho a nuestra medida, permutando calles y rascacielos, por castaños, abedules y senderos.

65. EL RITUAL, de Irati

El bosque desbordaba magia desde sus laderas, las centenarias copas se fundían en un juego multicolor de verdes y ocres que ponían de manifiesto la convivencia de árboles traídos de los tres continentes. El valle cubierto de una densa y colosal vegetación, en la que se localizaban gigantescos ejemplares de fresnos de Pensilvania, ginkos biloba de Asia, palmeras asiáticas, pinos mejicanos, secuoyas, tilos y tuyas americanas.
 Junto a ellos, árboles autóctonos y de la flora europea, como alcornoques, encinas, hayas, lentiscos, madroños, olivos, olmos, robles y tejos.
Entre tanta belleza Jano puso en práctica el ritual de todos los días, momentos después entre abetos del Himalaya, acacias australianas, alcanforeros japoneses, araucarias brasileñas, cedros del Cáucaso, eucaliptos de Tasmania, una mujer se iba corporizando en forma lenta pero constante.
Había sido tal el deseo que la imagen de su mente  se convirtiera en realidad  que la mujer se materializó, a pesar de lo improbable de que el suceso ocurriera.
Lamentablemente cuando finalizó, sintió que ella no era como esperaba. Tenía las piernas desmesuradamente   largas  y sus pechos demasiado pequeños para su gusto.
Mañana, en la inmensidad del bosque  lo intentaría de nuevo.

64. ÉRASE UNA VEZ UN CUENTO, de Elfo

  Por qué un bosque ha de ser mágico si un bosque ya es un bosque. Si un bosque ya es secreto, ya es enigma, ya es pálpito de vida, fuego fósil. Su sólida materia y magma antiguo transforman el espacio en luz volátil, en reflejo aparente. El reino de lo oculto.
       Todo parece calmo, acontecido ya: el cuarzo, la materia, el roble, el pino, el árbol generoso, la hiedra que lo cubre. Parece ya que duermen, que descansan. Intrépida la vida, laboriosa se afana por guardar su secreto con celo de tesoro. Y uno se pregunta qué protege, qué esconde , pero el bosque se calla y trabaja en silencio.
       Un bosque es la conquista de lo ínfimo, de lo minúsculo, de lo pequeño constantemente repetido. En él ,el árbol se recrea en la danza; la savia trepa libre, voraz, desaforada. Todo se abraza a todo. Allí ya nada es manso: brota, crece, vuela o se dispersa. Y nadie espera a nadie: se trepa o se desciende….
Ay! mi niño no se duerme. Se ha cubierto el rostro con las sábanas y sollozando ha llamado a su madre.
– Hijo… nunca supe contar un cuento.

63. BIENVENIDOS, de Ardilla

Si no fuera porque sólo mide un centímetro, cualquiera podría haberlo visto sentado en aquella rama, en lo más alto, con su gorro rojo. Curioso y paciente había esperado durante semanas, y sabía que muy pronto llegarían los nuevos habitantes de la casa del bosque.
Al principio no entendía porque los humanos llegaban, suspirando en alto y maravillándose ante la belleza que se extendía por doquier, para después irse con nostalgia de allí. ¿Por qué no podían quedarse para siempre como hacían otros?
Ahora había comprendido que quizás la cabaña era un lugar de paso, un sitio para reencontrarse, para volver a nacer.
Por eso él quería ser partícipe de la historia y, con sumo cuidado, llenaba las esquinas de la cabaña con pedazos de ramitas y flores de menta, para que no hubiese un solo segundo en el que no se respirase paz.
– ¿Han llegado ya los nuevos huéspedes? – preguntó con suavidad una voz femenina con pelo canoso y mofletes sonrosados.
– Están a punto de venir – respondió él, atusándose la barba blanca, repitiendo ese gesto que tanto le caracterizaba.

62. EL BOSQUE DE LAS PALABRAS, de Ent

En él viven palabras que están escritas en las hojas que cuelgan de las ramas de los árboles, y que son poesía. En ellas se guardan: amaneceres y atardeceres, violentas tempestades y fina lluvia; sueños, anhelos, palabras de amor y otras jamás imaginadas. En el bosque se acomodan sin molestarse los blancos inviernos, los ocres otoños, las tibias primaveras y los resplandecientes veranos. La luz se enreda juguetona en las copas de los árboles, colándose vaporosa y difusa entre sus resquicios sin deslumbrar a los caminantes. Las voces de la naturaleza te acompañarán a lo largo del recorrido y serán música. Junto a los árboles de bellas palabras corren arroyos y senderos que te conducirán hasta el silencio y la paz. Solo has de seguirlos y dejarte llevar. Los aromas silvestres colmarán tus sentidos, te reencontrarás si estabas perdido, y ya nunca más pensarás en regresar.

61. EXCURSIÓN, de Musgo

Anjana cumplió su promesa, llevarnos de excursión.
Era la noche de San Juan y viajamos en el transporte de fuego de los Caballucos del Diablo, tenía alas de libélula.
Fue llenándose de pasajeros.
Dejamos atrás al Cúlebre y al villano de Lindalaseras, eran demasiado retorcidos; recogimos a la familia de los Enanos Bigaristas en su tobera-árbol, irían deleitándonos con su música y sabiduría.
Optamos por la pareja de Ojáncanos y la Mujer-osa de Andara. Ésta, veraneó en San Vicente del Monte y en El Barcenal. Serían los encargados de mantener lejos a las pandillas de niños crueles. En la ciudad decían llamarles “hombres del saco”.
Lejos del Sendero del Agua, esperaban Trenti y Tentirujo, así, viajaríamos contentos y entretenidos o, por si se nos extraviara alguien.
Del río Escudo, recogimos a los recién llegados Sirenuca y al Hombre pez, salían del Molino de Bonaco, les entretuvieron los traviesos Trasgu y Trastolillo.
Llegamos de noche cerrada.
Oímos ruido, parecía una tormenta interminable y relampagueaba intermitentemente con estrellas fugaces.
Anjana decía que eran los coches y sus faros.
Aquellos árboles de colores y luces, sin hojas, parecían el Sol de los Muertos.
Todos lloraban, querían volver a su bosque..

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