Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

34. SUBLIME ELFO, de El Elfo 2

 Así amaneciendo, en medio del bosque se enmarañaba una canción que hacia transportar mi imaginación hasta la luna; de pronto muchas hormigas se rifaban trozos de mis pies,  que inconscientes habían aplastado su casa;  corrí, sin poder con explicaciones quitarme sus angustiadas carrerillas que subían por mis piernas y me  mordían como señal de venganza por el daño causado.
Ya quisiera ser simplemente un elfo para pasear por el bosque  y cantar con las doncellas que se ocultan en los hongos mágicos, ser un elfo para simplemente elevar mi vuelo y besar sin recelo al árbol, que agigantado se mese en su propia casa, o para conversar con el más de todos los sabios; para aprender que ellos:  los árboles del bosque, siempre sabrán equilibrar el universo y que lo hacen sin reverso para que l mundo respire sin tropiezo.
Ser el elfo que grita un pare a la humanidad, ser el elfo que enamore la diosalidad de los astros, de lo oculto de la belleza celestial,  hijo del bosque, protector de su huerfanidad, proteger el bosque para salvar la humanidad… La ropa tuve que despojar para una a una  de mis amigas, las hormigas, desprender sin extirpar.  

33. CANCION DE CUNA PARA UN MIRLO COJO, de Tejo2

Salió al jardín y se sentó en la tumbona, frente a la montaña. Era una mañana fresca, con el sol oculto por algunos jirones de niebla trepando por las laderas. Iba a comenzar a leer cuando, por el rabillo del ojo, un movimiento le hizo volver la cabeza y sonreír. Allí estaba el mirlo cojo, caminando a saltitos cerca de ella, a la caza de algún insecto. Lo vio capturar un saltamontes, sostenerlo en el pico y escabullirse entre las ramas camino del nido.

Una mañana, tiempo atrás, había peinado su cabello, algo canoso ya, y había dejado sobre la hierba un montoncito de pelos que habían quedado enganchados en su cepillo. El mirlo los había cogido y se los había llevado al nido. Sería lana de nido, lecho de alguien. Esos tres huevos, si llegaban a nacer, serían como sus nietos.
Ella leía mientras la niebla levantaba, y de pronto, unos pajarillos negros con el pico amarillo como baberos de niño bien, comenzaron a aletear en el tibio aire de la mañana. Entonces, muy despacio, comenzó a entonar una canción de cuna. La niebla había despejado y el sol ya iluminaba la cresta de la montaña.

MENSAJE PARA LOS HABITANTES DEL BOSQUE

… vuestra buena acogida es un estupendo regalo navideño… gracias.

Quería advertiros dos cosas. El formulario falla a veces y no os dejará enviar los relatos si tienen más de 200 palabras. Podéis utilizar el mail para enviarlos para total confianza de que nos llega.
Otra de las dudas que me consultan: intento hacer un par de entradas al blog diarias para publicar lo que nos va llegando, pero es posible que algún día sólo pueda hacerlo en una ocasión, así que no os preocpuéis si vuestro relato no se publica inmediatamente (no está automatizado y requiere de nuestra preparación); pero reclamádmelo si han pasado 24 horas, porque entonces sí que es posible que NO nos haya llegado.

Estamos tremendamente contentos con la aceptación de este blog… en nombre de las gentes del Molino de Bonaco y del Sendero del Agua queremos agradeceros vuestra participación y la larga lista de mensajes y correos que nos habéis enviado valorando tan amablemente esta iniciativa.

32. YO, ARDILLA, de Rebeco

Paso la mayor parte del tiempo correteando por los troncos de los robles y de las hayas. Me encanta pasar la mañana saltando de copa en copa, emborrachándome con los olores de los pinos. A veces descanso un momento sobre la rama de un abeto para escuchar el canto del petirrojo. Aunque no puedo despistarme y aguzo el oído por si se acerca algún animal no bienvenido. Cuando aprieta el hambre busco bellotas, nueces, cualquier alimento que pueda sacar de la vegetación o que esté caído en el suelo. Lo llevo firmemente entre mis manos de ardilla y ágilmente alcanzo uno de los agujeros que algún pájaro carpintero diseñó para dar cuenta del festín. Tengo unos dientes afilados y largos que pueden abrir cualquier cáscara que recubra los frutos. No se me resiste nada. Después vuelo de árbol en árbol buscando algún amigo para jugar. Y me encuentro felizmente con una comadreja. Ella alaba la forma de mi cola peluda y mullida que me guía en  el aire, y yo le cuento las últimas novedades de las alturas.

31. EL LEGADO DE ARDILLA, de Hiedra

Sabía que se estaba haciendo mayor: cada vez le costaba más trepar por los árboles y ya no era tan ágil como antes. Sin embargo, creía que todavía podía aportar experiencia y sabiduría al grupo y mientras se valiera por si misma seguiría impartiendo sus enseñanzas. Pero un día, su cansada vista le jugó una mala pasada y lo que ella pensaba que era una tierna castaña resultó ser una pequeña piedra que hizo que su preciado y blanco diente saltara por los aires. El grito de dolor se oyó por todo el bosque y sus habitantes corrieron a ver qué había ocurrido. La anciana ardilla, creyendo que se había convertido en una carga incapaz de alimentarse por sí misma huyó lo más rápido que pudo y cuando el resto de los animales encontraron el diente partido y vieron las huellas de su amiga no pudieron contener las lágrimas sabiendo que jamás volverían a verla. El joven tejón enterró la pequeña pieza de marfil en la fértil tierra  y de repente comenzó a llover con armónica suavidad. Un increíble árbol brotó. Y de sus ramas colgaron las más tiernas castañas que jamás se pudieron comer en aquel bosque.

30. PRIMERA HORA, de Elfo

Cándido despertar sonoro de las luces. Ingenua hora la de la luz del alba.  Desperezado el día, columpia sus reflejos en gotas de rocío no estrenadas. Aromas nuevos a trufa oculta, a humus, a bayas, a frutos y a madera. Brotes menudos entre ramas traviesas jugando a ser un árbol. Roces secretos entre las tenues hojas que aún se esconden. Y en alguna parte pájaros sabios que anuncian canturreando sus distancias.  En esa vieja lucha, fiel a su espacio el ave, astuta, vigilante,  sigue clamando al cielo su lugar en la tierra. Por todas partes, ignorando el murmullo de verdes, orugas laboriosas, nidos  sin dueño, agujeros labrados por la hormiga en la roca, madrigueras, refugios, pequeñas cuevas codiciadas, trampas, cornisas y atalayas.

Y en el aire armonía de timbres no ensayados: graznidos, susurros  sibilantes,  brisa, viento, corriente y remolinos. Y en el paisaje aire, luz, penumbra, niebla enredada trepando ese rayo insolente que se atreve a anunciar la mañana en un  lugar en el que nadie duerme.

29. Y SI NO EXISTE, de Acebuche

Los sueños infantiles la llevaban con insistencia a un lugar en medio del bosque: Una edificación cuadrada de una sola planta con cristales en los que se pintaban cruces blancas.
El aire olía a nuevo y a miedo. Veía niños rubios correteando por los alrededores… escuchaba el sonido de sus voces pero no era capaz de descifrar lo que decían. La humedad del suelo empapaba sus pequeños pies descalzos… el tacto de las escamas de las piñas recién descubiertas hacía germinar la curiosidad en sus manos.
Ya de adulta cuando por fin pudo ponerle palabras a aquella historia que se repetía de manera obsesiva por las noches nadie de su entorno supo de verdad a qué se refería el sueño. Nunca hubo una casa como esa. Nunca un grupo de niños casi albinos que jugaran con ella. Nunca un bosque… pero para ella era real como la vida misma.

Y ella, ante la duda, se dedicó durante años a buscar el lugar que se le repetía cuando dormía, se hizo experta en cartografía, visitó cientos de lugares parecidos y hasta se dejó hipnotizar por terapeutas que prometían descifrar su subconsciente.
¿Y si de verdad no existe?

28. FIRST MEMORIES, LAST TO BE FORGOTTEN, de Bellota

Al claro del bosque, donde la mamá de Bambi lengüeteaba la piel moteada de su hijo, fueron llegando Hansel y Gretel  buscando la casita de chocolate; Pulgarcito y sus hermanos ya sin más migas de pan; una despistada Caperucita Roja buscando el camino para llegar a casa de su abuelita y los siete enanitos de Blancanieves, a lo suyo, cruzaron marciales al son:
-«♫ I go, I go»…
Apareció medrosa Cosette con su cubo de agua musitando:
– ♫ Miedo me da la oscuridad, sola no me atrevo a ir…
Y mis amiguitas de la escuela cantaban a coro saltando en corro:
-♫ Jugando al escondite en el bosque anocheció; el cuco cantaba el miedo nos quitó, cu cu; cu cu …
El príncipe de la bella durmiente a mandobles cortaba los hechizados zarzales y Robin Hood y sus amigos de Sherwood saltaban por las quimas de árbol en árbol.
De pronto un torbellino alargó las figuras aplastándolas contra las paredes de un gran embudo en acelerada vorágine descendente hacia lo oscuro de una sima.
Todo quedo negro.
Alguien me zarandeó.
– ¡Mamá tienes que tomarte la pastilla!.
-¿Quién es ésta que quiere que beba el vaso de agua?…

27. POR ESTE CAMINO, de Helecho2

Mis pasos avanzan por este camino de hojas y helechos desde donde sube una fragancia a floresta que se enreda en mi pelo, se libera y asciende hasta quedar atrapada en las copas de los pinos que observan el caminar dubitativo del que no sabe a donde va porque quizá no quiere ir a ningún lado, sino más bien quedarse y seguir caminando por uno y otro senderos, y contemplar la luz refulgente, diamantina que se filtra desde lo alto, desde un cielo silente que lo abarca todo incluso este bosque en donde me pierdo y en donde mis pasos avanzan por este camino de hojas y helechos..

26. PRESENTES, de Muérdago

Siéntate, sólo escucha. Hay un rumor atávico de hojas agitadas, un susurro de agua nueva que fluye serena.
No abras los ojos, aspira. El aroma húmedo de la tierra antigua, los acres vapores de la hojarasca mullida, las flores.
Mira, desde tu luz el rocío escarchado de la noche, la vibrante telaraña entre las ramas, los nidos trabajados con esmero.
Acerca a tus labios la dulce mora, el esbelto hinojo, el berro humilde.
Camina sin agobio sobre la alfombra verde y ocre de los prados.
Todo es tuyo y tú de ello. Y haz sólo una cosa: Ámalo.

25. PÁNICO EN EL BOSQUE, de Helecho

            ¿Qué le indujo a Juanjo aquel amanecer de octubre a transitar el bosque? Nadie le vio salir.

No sabía entonces que una terrible tormenta y la falsa seguridad en sí mismo, iban a llevarle a un punto de no retorno. Perdido en el bosque.
             Se le ha echado la noche encima. Hace rato que percibe  sombras siniestras.
            Un ruido apagado, pero continuo, le lleva a dirigir la mirada en la dirección de la que procede. Los faros de un vehículo alumbran a duras penas la carretera. Avanza con una lentitud inquietante. Cuando está a corta distancia, comprueba con terror que no lleva conductor. Al pasar por delante  abre la portezuela y sube en marcha. Preso de pánico, mira de soslayo el asiento vacío del conductor.
             De manera brusca, siente lo que el cree una garra golpeándole el hombro. Un haz de luz proyectado sobre su rostro le deslumbra.
            La carretera describe una leve curva. Las tibias luces del coche dejan adivinar a través de la lluvia racheada la marquesina de una gasolinera.
            Inmerso en el paroxismo del terror, una voz le grita al oído:¡ Oiga, amigo! ¿No cree que debería bajarse, echar una mano y empujar?

24. VÍNCULO VITAL, de Elfo

   Dejé caer la tarde en el camino. Sin prisa, indiferente como la luz oblicua, me olvidé de las horas y me adentré en el bosque. Era un sendero antiguo, dibujado, que a modo de antesala recibía luminoso al caminante. Los árboles que orlaban el paseo, lejanos, discontinuos, parecían jugar con reflejos fundidos que adornaban el bosque de una luz desmayada. De pronto, la luz inverosímil y aquel silencio quieto, aquella forma lenta contorsionando el tiempo, se olvidó del

camino y lo cubrió de musgo y de hojarasca. En la humedad del suelo y el aire velado por la niebla, desapareció el rumbo que hasta entonces había yo seguido confiado y constante.  Cada árbol erguido, cada sombra expectante, hizo de mi presencia un hecho contenido. No me asusté, al contrario. En aquel vínculo vital entre bóveda y regazo, entre fotosíntesis y mineral, me encontraba yo formando parte como sustancia nueva. Por un instante, aquel bosque ya cerrado, enmarañado y denso me pareció digno de los elfos. Y yo no era un intruso.
 Fue entonces cuando supe reconocer el espíritu del caminante. Tal vez, pensé, este sea el bosque del “Érase una vez”.

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