Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

22. LA BRUJA DE LOS ENAMORADOS, de Hojarasca

En el bosque vive la Bruja de los Enamorados. Su fama se extiende por la región y todos la temen. Sólo la buscan los caballeros desesperados que han puesto su amor en alguna dama de frío corazón. En ese caso, el caballero sabe lo que debe hacer. En una noche de luna llena, llega hasta el bosque, deja en la linde armas y caballo, y se adentra en la espesura. La Bruja lo espera. Cuando la encuentra, le cuenta su historia. Comienza un ritual mágico. La Bruja hiere en la mano al enamorado, unas gotas de sangre caen en la hierba. En ese momento, el húmedo espíritu del bosque entra ya en su cuerpo.
Con la luna nueva, una dama que lleva el corazón en llamas huye de un palacio. Llega al bosque, abandona el caballo y se adentra en la espesura. Cuando se reúne con el caballero, la Bruja oficia el último ritual. Luego se despide de ellos y se aleja del bosque para siempre. Los amantes pasan la noche en su cabaña. Sucede un año de intensa felicidad, después del cual el caballero muere. Con el corazón helado, una nueva Bruja de los Enamorados vive en el bosque.

21. Y SI ME DESPERTARA HIEDRA, de Hormiga Roja

Caminamos por la vereda que se adentraba en el seno del bosque. Se cerraban lentamente tras nosotros abanicos verdes, engañosos velos de la araña (mortaja para incautos), cortinas de  terciopelo que no permitían pasar la luz más que entre rendijas. No paseábamos, sino que éramos incorporados al paisaje, seductor y absorbente amante.
Íbamos de la mano, pero me perdía mientras mis ojos seguían continuamente las sinuosas sombras. Los rincones oscuros me sugerían dios sabe qué silenciosas tragedias, los claros que sorprendían detrás de los arbustos eran como milagros del último momento, respiros para el corazón sofocado. Olía a agua, a tierra, a moho, a verde, acre de hojas maceradas, un festival de la vida y de la muerte, tan abrazadas ambas. Nada más simbólico del misterio sagrado que el bosque: lo vivo necesita de lo caduco, para que haya fragantes flores se necesita putrefacción. Nada hay de ofensivo en nacer entre la bosta y emerger con la máxima belleza. Nada terrible es madurar en exceso, caer, fermentar y alimentar a los gusanos. Todo es hermoso, todo es armonía, todo responde a un ciclo y a él se pliegan la semilla y el ratón.
Temía perderme y despertarme hiedra.


20. PRINCESAS DEL SENDERO, de Amanita

Al terminar el día me tumbé exhausta en la cama, y deslicé la mano hasta la mesilla de noche tropezando con un libro de tapas blandas, en cuyo interior se escondían agazapados breves relatos que atravesaban bosques encantados con la fuerza de un manantial. Uno de ellos me susurró el cuento de las Princesas del Sendero. Todas las noches, cuando el silencio resurgía entre las sombras y apresaba los movimientos de los habitantes nocturnos, cinco princesas hada recorrían el sendero del agua sembrando sus linderos con semillas de flores primaverales. Al terminar, se sentaban pacientes para esperar la llamada del Príncipe del Bosque, que las obsequiaría con nuevas semillas para la noche siguiente. Pero un trece de febrero, el Príncipe no apareció, quedó prendado de las bondades de una de ellas y decidió  emigrar a un bosque cercano. Quedaron cuatro, solas y tristes, pensativas en su abandono, recogiendo sus lágrimas en cestillos de hojas de muérdago. Dicen que si caminas por ese sendero pasada la media noche, podrás verlas regando las semillas con sus lágrimas. Dicen que si lo haces en la madrugada del catorce de febrero, encontrarás el amor de una princesa hada encantada.

19. EL ARTE DE SOBREVIVIR, de Hiedra

Aquella semilla que cayó del árbol un día gris en el que el bosque lloraba por su desolador futuro. Que nació recubierta del agrio fruto que un desplumado pájaro ingirió para sobrevivir y transportó hasta una zona carente de vida. Que quedó enjaulada entre dos rocas duras como el acero que parecían llevar siglos allí. Aquella semilla… germinó. Y una pequeña rama verde esperanza se abrió paso entre los desolados pedruscos que la rodeaban.

18. QUIERO CONTARTE UN CUENTO, de Luciérnaga

Sentada desde la orilla, en el remanso del riachuelo, vengo a contarte un cuento, ahora que vas a dormir.
Dicen que la escucharon los espíritus del bosque. Dicen, que estaba escondida. Dicen, que nadie hasta entonces la vio.
Dicen que un día, erase un día, en el que se cansó de vagar sin ser vista. Y desde lo profundo de la tierra, salió para entrelazar su sonrisa con las hojas en invierno, revolotear con las aves en primavera, pintar de colores el otoño, y en el verano descansar bajo el roble, junto a este riachuelo.
 Dicen que desde ese día ilumina el bosque. Que lo inunda de magia, y lo hace sentir.
Y el bosque se siente feliz de ser su compañero.
Mañana, cuando amanezca, viste tu desnudez y calza tus pies, desnuda tu mente, y desabrocha tus ojos, la verás llegar a tu retina.
El bosque, te enseñará la ruta y si estás listo para empezar a caminar, te sorprenderá.
Dicen que los habitantes del bosque la cuidan, y cuentan, que el árbol más veterano y sabio la llamó “Belleza”.

17. EL PASEO DE ALBA, de Luciérnaga

-¿Que tienes ahí? te pregunté.
– Una luciérnaga- contestaste, y yo, vi una luz tenue.
-¿Puedo verla?
-No puedo enseñártela, se me escaparía- me dijiste desafiante.
Sonreí.
-He visto un búho, mirándome desde lo alto de un roble.
– ¿Y qué te ha dicho el búho?-
– Papá, los búhos no hablan, ululan, solamente ululan- sorprendido por tu respuesta volví a sonreír.
De pronto una risa salió de tu boca-
-¿De qué te ríes Alba?
-Una hormiguita sube por mi pierna.
-¿Y a la hormiga, me la enseñas?
-No, si la cojo la haré daño con mis dedos.
Percibí un olor verde y fresco y tú exclamaste -¡Qué bien huele!
-Sí, yo también lo huelo-Te dije extrañado.
-Es la lluvia que moja la hierba. ¡Mira, una mariposa amarilla! ¿La ves?
– Sí, se ha posado en la margarita-
– No papá, está sobre mi cabeza.
– Venga Alba, date prisa.
-Un rato más, quiero seguir paseando por el bosque.-Me pediste con voz zalamera.
-Pero si llueve mucho más, tendrás que regresar.
-No, ya no llueve.
– Venga Alba, deja el perfume de tu madre, apaga la linterna y sal de la sabanas, llegarás tarde al colegio.

16. BAILE EN EL BOSQUE, de Mariposa

Las gotas de lluvia cayeron sobre las hojas del arrayán que exhalaron un aroma a clavo y canela. Me pareció que se habían puesto contentas. Me fijé con atención y vi que estaban bailando; se movían bajo el embate de la lluvia siguiendo el ritmo de una música sutil que ejecutaban las ranas escondidas entre el pasto. No me importó estar calada hasta los huesos; siempre me ha gustado el baile y la alegría de los salones en las noches cálidas de verano, entonces me atreví a dar unos pasos de baile, y a pesar de que noté que los arrayanes se calmaron y la lluvia amainó, bailé con los pies desnudos sobre la hierba mojada mientras las hojas me miraban enfadadas y un floripondio estremecido me lanzó el perfume embriagador de sus flores blancas.
Me di cuenta que al cabo de un largo rato había seducido a los árboles y flores del bosque, la lluvia regresó y las hojas me salpicaron con diminutas gotas que brincaban de alegría. Bailamos con frenesí y desde entonces vivo bajo el embrujo de los espíritus del bosque, el bálsamo de las flores y el ritmo de las hojas.

15. EL VIEJO ROBLE, de Hada

La ardilla saltaba ágil de un lado a otro buscando su comida, el gusano la miraba –envidioso- mientras arrastraba su cuerpecillo sobre una hoja inmensa, la ardilla miró a un joven corzo que correteó a su lado, se sintió torpe e insignificante; mientras, el corzo sintió sobre si el aleteo de un pájaro, “volar” –pensó-, “eso si que debe ser grande” y deseó tener alas, el gorrión observó en el cristalino riachuelo la velocidad de los peces que en él habitaban, “¿qué sentirán dentro del agua?, debe de ser mágico moverse dentro de ella”.
Aquella mañana en el bosque nadie parecía estar contento dentro de si, el viejo roble que leyó lo que todos pensaban habló:
-Amigos no reneguéis de lo que sois, nada sería igual si el gusano fuera ardilla, la ardilla corzo, el corzo pájaro, el pájaro pez…, todos somos importantes, hasta yo que no puedo como vosotros ir de un lado a otro.
El viento les acarició mientras cantó entre las hojas del sabio roble: «todos somos el bosque, a él todos nos debemos».
Los animales volvieron a sus actividades escuchando la sabia canción y compadeciendo al árbol: “pobre roble, tanto tiempo sin poderse mover”.

14. SEMBRANDO SENSACIONES, de Hada

Sembré las ilusiones al lado del riachuelo de aguas cristalinas, la paciencia y templanza las planté debajo de un roble de generosa sombra, con la alegría y la esperanza me fui a un claro lleno de flores multicolores y poblado de abejas, para que polinizaran sobre ellas y las extendieran.
La paz y los sueños me los quedé y me senté con ellos a leer un libro del que se escapaban duendes y hadas que correteaban festivos por el bosque

13. MI BOSQUE, de Endrina

Mi bosque. Sueño con él cada noche desde este páramo yermo. Mi bosque es antiguo y nuevo, caracolea por las faldas de las montañas y desciende abrupto en cañones y vaguadas. Mi bosque no es de nadie, sino de los que lo habitan y lo adoran. Mi bosque se escurre de entre las manos de quien quiere apropiarselo, pero se mete en el alma de los que le consagran su vida. No hay silencio en mi bosque, sino canciones de agua, murmullos, trinos, zumbidos, bramidos, arrullos…Tiene mi bosque colores nunca vistos, rincones donde no pasa el tiempo y puentes angostos a otros mundos. Mi bosque es musgo y roble y madreselva. Mi bosque es zorro y azor y comadreja. Desde este páramo yermo siento, bosque mío, que me llamas en la distancia. Lo sé porque tu aroma, impreso en mi corazón, empieza a invadir mis sentidos… Espérame, mi bosque, lo dejo todo y me voy contigo.

12. UN CUENTO MÁGICO, de Zorro

Cerca del espumoso río Asón, en el bosque de Diente Púrpura, vivían hadas en las zorreras y sin quererlo dejaban un rastro luminoso. Los habitantes cercanos habían avistado luces extrañas, y murmuraban entre ellos leyendas sobre personitas alegres que dormían abrigadas por los zorros. Manzana, la hija menor de los Tesoro, fue la primera en dirigirse hacia dichas luces: la llamaban así porque siempre llevaba trocitos de manzana en el bolsillo izquierdo de su vestido. Cuando llegó donde las hadas chapoteaban, quedó pasmada y olvidó ocultarse, así que los seres salieron huyendo.
       Manzana volvió sola al escondite de las hadas tras unos días, no creída por nadie. Detrás de un matorral, arrojó trocitos de manzana, formando un caminito de fruta entre las zorreras  y ella. Una hada golosa salió y acabó capturada.
       —Te concedo un deseo si me liberas —suplicó la hada.
       La niña lo pensó un poco y dijo:
       —Quiero que uno de vuestros zorros marche a mi casa, se ponga a dos patas y hable. Así no volverán a llamarme mentirosa.
       Aquella tarde un zorro entró en casa de la familia Tesoro, se puso a dos patas y vocalizó “Manzana…, Manzana”. Hoy nadie sabe explicar lo sucedido.

11. HERMANAMIENTO, de Coronel Autillo

-¡Hola hermano! Cuanto tiempo sin tu grata presencia.
-¡Un abrazo hermano!
Por un momento sus cuerpos intercambiaron los recuerdos y experiencias acumuladas durante su larga separación.
Acabado el fuerte abrazo el hombre procedió a despejar de maleza y malas hierbas los alrededores y a inspeccionar la salud de su gran hermano, para ello subió hasta su copa y desde allí con un vistazo comprobó el estado de sus sobrinos. Observo que no era muy bueno y que había mucho trabajo, pero no importaba ahora había tiempo, había regresado a sus raíces abandonadas por causa mayor y cumplir a sin con la promesa de retornar que hizo hace ya algunas décadas. No le asustaba la gran cantidad de trabajo por hacer pues no había regresado solo, sus seres queridos habían venido para contemplar a aquel pariente lejano que no conocían pero que formaba parte de su familia gracias a los relatos de su juventud.
Este hermanamiento entre hombre y bosque había existido en tiempos antiguos, con su regreso existe y con sus vástagos existirá.

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