Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

03 El astronauta de la triste figura

Por un canal de La Mancha Televisión lo vimos alunizar en directo. Se hacía llamar teniente John Lewis, y de aquel Juanlu seco de carnes que pasaba los veranos en el pueblo permanecían su expresión taciturna y una sombra rojiza en la mejilla, vestigio de una antigua caída.

Nada más tocar suelo se arrodilló sobre el polvo lunar. En tanto que el resto de la tripulación daba saltitos de alegría contenida entre los cráteres, él llenaba saco tras saco. Con cada golpe de pala, se dirigía a cámara: «El que la sigue la consigue». La prensa creyó vislumbrar en sus palabras la consagración del sueño americano, pero bien sabíamos en El Toboso quién era la destinataria del castizo refrán. Aunque de aquella Clara que tan alto precio pusiera a un beso solo quedaba entonces una lápida, hecho que él ignoraba.

Y aún ignora. A sus setenta años continúa al frente de las expediciones. Hace mucho tiempo que de la luna sólo vemos un cuarto, cada vez más menguante.

02 Un mañico testarudo ( Fernando García del Carrizo)

Tenía que conseguir su atención como fuera. Se conformaba con que el ilustre profesor mirara sólo una de sus preparaciones. Con eso, todo el esfuerzo de los últimos años habría merecido la pena. Estaba cansado de las negativas que le habían dado otros prestigiosos catedráticos que asistían al congreso. Era su oportunidad final. Se acercó a él con decisión y sin darle tiempo a que se opusiera , le suplicó en un humilde francés que aceptara contemplar sus hallazgos. Quizá fue la determinación del joven doctor que casi lo arrastraba o el aburrimiento por los múltiples halagos del grupo de científicos que le rodeaban, el Dr Kölliker aceptó el reto. Tras mirar por el microscopio, que el insistente colega había traído desde España, supo que estaba ante algo único. Con calma fue observando cada una de las muestras, mientras escuchaba la nueva teoría sobre el sistema nervioso que rompía con todo lo que sabían hasta entonces. Al finalizar, le preguntó cómo se llamaba y supo que ese apellido llegaría muy lejos.

01 ANDANZAS

Aldonza corrió a cerrar todos los portillos y ventanas. Apagó los candiles de la venta y mandó a mesoneros y mozos de cuadra encerrarse en sus aposentos y guardar silencio. Había fuera unos extraños con aspecto de malhechores que no traerían nada bueno a la hacienda. Y más ahora que se había corrido la voz de que el ilustre caballero Don Quijote de la Mancha había anunciado por todos los caminos su deseo de, en cualquier encrucijada, tomar rumbo al Toboso. No tardaría en aparecer y por ello, camastros y caballerizas aguardaban la jubilosa llegada del hidalgo con sus cincuenta escuderos que, según narraban, habían derrotado con éxito y distinción a gigantes, condenados y malandrines de toda La Mancha.

Solo los grillos y el parpadeo de las estrellas más lejanas interrumpían la soledad de la noche. Desde el patio, un bodeguero lleno de pulgas se revolvía y aullaba la despreciable presencia de los merodeadores.

—Ladran, Sancho, señal que cabalgamos.

103. TODA LA VERDAD

Te lo juro, cariño, si tuviéramos dinero, todo sería diferente. Aquí siempre se han hecho las cosas así y no nos va tan mal. Mira nuestra familia: tu padre y yo. Al final aprendí a ver sus cosas buenas y ahora no lo cambiaría por otro. A ti te pasará igual. Con el tiempo terminarás enamorándote.
Aunque nos cueste admitirlo, igual que ellos sin nosotras no son nadie, nosotras necesitamos un hombre al lado. Cariño, todos tienen algo bueno, solo hay que aprender a verlo.
Anda, quita esa cara, mi niña, que no hay porqué llorar. Yo siempre estaré ahí para lo que necesites. Y, por mucho que sea el señorito, si te tratara mal, tu padre le arrancaría las tripas a bocados. Está bebiendo menos y ha prometido dejarlo. Sabes que solo tenemos el jornal que le pagan los señores, pero ya sabes lo que dice siempre: «Antes que humillarme como un becerro, nos largamos con lo puesto».
Cuando lo de aquel dinero no nos fuimos porque no se pudo. Aquello fue diferente. Y lo de tío Antonio, al final, nadie lo presenció.
Todo va a estar bien, mi niña. Que me caiga muerta si no es verdad.

102 Patrañas (Pablo Cavero)

«El sábado cumplo sesenta y quizá no llegue al siguiente, así que os ruego que vengáis, debo contaros en persona algo muy importante, me gustaría que os acompañen vuestras parejas». Mensaje de WhatsApp de la madre a sus hijos.

Han llegado los cuatro. Tras las felicitaciones, besos y abrazos, les reúno en el salón después de más de tres años sin vernos.

-Es momento de poner las cartas boca arriba, de sincerarnos y que vayamos con la verdad por delante, no más engaños. Empezaré yo, gracias a mi falsa alarma sobre mi salud, al fin nos juntamos. Tengo una relación con un italiano desde hace un año, los dos somos viudos. Te toca hijo.

-No soy médico, trabajo de celador, también como monologista en un garito, estudié interpretación. Le toca a mi hermana.

-Curro en un supermercado, y también cuido niños. No aprobé la oposición y nunca he trabajado en ningún ministerio.

-Algo sabía, hijos. Lo importante es que seáis felices. Y por cierto, hija los ojos te brillan al mirar a la supuesta novia de tu hermano, y viceversa a tu hermano, las madres para eso tenemos un sentido especial. Ya puedo soplar las velas, me siento radiante.

101. Todo va a salir bien

La abuela tenía la mirada perdida en el horizonte que acababa en la pared de su dormitorio. Hacía varias semanas que había dejado de hablar y unos pocos días que ya no comía. No sabíamos hasta qué punto dormía con los ojos abiertos o simplemente no estaba. Me eché a su lado, cogí su mano,  la obligué a abrazarme y juntas miramos la pared. En ella imaginé su vida: los primeros años de su infancia, el duro trabajo en el campo, subir a un tren sin destino claro y bajar con paso torcido. Todo va a salir bien, se dijo a sí misma sin convencimiento, pero cuando su marido la miró, ella sonrió y asintió con la cabeza. Vamos, ya no podemos volver, y se perdieron por la ciudad. Cuando desperté, la abuela ya no estaba. Yo seguía acurrucada en la misma posición y mamá me abrazaba y acariciaba el pelo. Quise hablar, pero ella me dijo que todo iba a salir bien y entonces supe que no hay mayor mentira en la vida que te mantenga con esperanza.  Y la abuela, desde la pared, me sonrió y asintió con la cabeza.

100. Gallina Turuleta, canta y no llores.

El patio de mi casa es particular pero allí estaba Don Gato y Susanita con un ratón en su regazo. Yo, la virgen de la cueva, llueva y llueva mientras que Petito Grillo repetía una y otra vez lo que había que hacer. Al final Don Gato, que no quería ser casado, saltó desde el tejado. Susanita, vestida de azul, empapada y sin canesú se fue en un barquito chiquitito que no sabía navegar. Pasaron un dos, tres, cuatro, cinco, nueve meses y el ratón acabó debajo de un botón. Don Gato vive otra de sus seis vidas y ya tiene cinco lobitos. Mi Pepito ahora es Don José, un tipo requetefino, que por mi casa ya no pasa. Mi niña fue a jugar pero no pudo jugar porque tenía que navegar, y yo no la vi.

Yo también quisiera ser tan alta como la luna y bailar en el corro de las patatas pero mis vecinas me dicen gallina y que estoy loca de verdad porque cuando vamos a contar mentiras yo pongo un huevo y pongo dos, y no me dejan, pobrecita, que ponga diez. Que cantando se alegran, cielito lindo, los corazones.

99. Mentiras a medias

Al principio eran pequeñas mentiras sin importancia, inofensivas, casi necesarias. En la primera cita, por ejemplo, él le dijo que prefería el café sin azúcar porque había visto que ella lo tomaba así, que siempre había querido tener un gato o que le encantaba la comida japonesa.

Ella, sin saber muy bien por qué, afirmó que le fascinaba el jazz, que el otoño era su estación favorita (aunque en realidad prefería el verano) y que improvisar siempre era mejor que hacer planes.

Cuando ella le confesó que había llorado viendo Los puentes de Madison, él le aseguró que también, aunque apenas recordara la película.

Y así, la mentira se convirtió en hábito, en un modo de encajar en el espacio del otro. Aprendieron a fingir, a disimular indiferencias, a exagerar entusiasmos, a convertirse en quien el otro esperaba.

Hasta que un día, uno de ellos —no importa quién—, mientras fregaba los platos se giró y dijo «Te quiero». El otro apenas dudó antes de responder «Yo a ti más».

98. El baile

Esperando en el asiento duro y frío observas tus zapatos rojos de tacón. Brillan casi tanto como aquella noche de junio, ya tan lejos. Noche de boleros, de olor a jazmín, de promesas huecas. La suela no se gastó demasiado. Fueron a la caja y de allí al fondo del armario, hasta hoy. Como el vestido de lunares, has adelgazado tanto que otra vez te vale. Huele un poco a alcanfor y te cuelga algo por detrás, pero a quién le importa. Nerviosa abres el bolso. El sobre grande color sepia quiere escapar de allí, pero lo apartas, no le dejas salir. Tus manos impacientes buscan el espejo escondido detrás. Quieres ver cómo te quedaron las cejas, esta mañana vacías y ahora dos líneas negras temblorosas. Más abajo, el carmín ha dejado su huella de herida abierta en un diente. Lo frotas con la punta de la lengua que después pasas por tus labios consumidos. Respiras profundamente. Todavía te molesta la cicatriz, pero tú vas preparada para este baile. Por fin se abre la puerta, solo tú oyes la música. Un hombre con bata blanca sale, te sonríe. “Buenos días, ¿ha traído el sobre con los resultados?”.

97. Maternidad

La fuerza de una madre es más grande que las leyes de la naturaleza.

Barbara Kingsolver

 

Desde que acudo sola con mi barriga odio las salas de espera. Analizo a las otras mujeres: tres con maridos y una con madre. Acaricio mi tripa y le susurro que mamá puede con todo. Intuyo que será la primera de muchas mentiras. Observo a la madre, quien ya sonríe con babas de abuela. Sufro otra punzada de culpa atravesando mi vagina. Percibo la agitación del bebé, lanza patadas violentas e imagino que quiere romperme la tripa y huir. Me asalta un calor opresivo. Entonces la veo, tal y como la imagino con la edad que tendría que haber tenido justo en este momento, a punto de cumplir sesenta. Se acerca con su sonrisa pintada de hoyuelos y un vaso de agua. Cómo te pareces a mí, dice, con los mismos sofocones que tuve yo embarazada de ti. Anda, bebe, que ya se pasa. Me da dos besos, tan natural, como si nos hubiésemos visto ayer, y me arropo en su olor a bizcocho. La enfermera repite mi nombre. Mujeres, maridos y la futura abuela me miran. Me levanto, ya sin dolor. Al entrar en la consulta compruebo que mis manos aún se aferran a un vaso de agua.

96. Dulce mentira (Blanca Oteiza)

Entro en la cocina y mi abuelo se sobresalta al escuchar mi saludo, aunque disimula comenzando a silbar esa tonadilla de sus años mozos. Al mirarlo se justifica diciendo que está bebiendo agua. Otras veces me pide ayuda para buscar el café que no encuentra o simplemente sigue silbando y sale por la puerta sin mediar palabra. Y yo, como siempre, hago que no veo las migas en la comisura de sus labios.

95. Gota a gota

Tras escuchar la mentira, una lágrima, densa como el mercurio, recorre la mejilla sonrosada lentamente, hasta quedar balanceándose en la barbilla. Desde allí, contempla los pequeños edificios abajo. Y el gentío que se acumula parece un hormiguero caótico. Se balancea. Hay un aire agradable que la refresca. Disfruta del momento. Observa el cielo como tantas veces que buscó respuestas. Pero hoy está nublado. Y las nubes pasan demasiado rápido. De pronto, otra lágrima de igual densidad recorre el mismo camino que la primera tras asomarse tímidamente por el lagrimal. Bailan juntas sobre el vacío. Pendulan armónicas a ritmo del latir. Hasta que el rugido del tráfico las devuelve a la realidad.

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