Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

62. LA PASIÓN Y EL DESEO ( J.A. Iglesias)

La pasión la excitaba, el deseo la devoraba. Lo practicaba varias veces al día, largos ratos de suspiros, quejidos, posturas aprendidas, otras improvisadas, estiramientos y genuflexiones, húmeda y sudorosa.

Unas veces con uno, otras veces con otro, u otra, a veces sola.

Pasado el tiempo sin dejar de practicarlo todos los días, logro alcanzar el clímax, ganó la medalla de oro de gimnasia rítmica.

60. Deseo sin fin

Esto es amor, quien lo probó lo sabe.
(Lope de Vega)

Impertérrito, a mi pesar, observo el Paseo de Recoletos con su incesante ir y venir de culos prietos en pantalones ajustados, piernas infinitas asomando de faldas mínimas, escotes generosos, pezones insinuándose bajo camisas transparentes, hombros desnudos, melenas al viento, labios carnosos…

Insólito efecto, sin embargo, el que tan turbadora exhibición de sensuales cuerpos opera en mi persona. Siglos ha, tales situaciones hubiesen sin duda derivado en un incontrolado aumento de la turgencia en cierta parte de mi anatomía, mas en la actualidad me provocan un reblandecimiento general, igualmente incontrolable. Tanto es así que, de no ser por la extraordinaria fijación que el marmolista, sabedor seguro de mis impulsos y debilidades, empleó para adherirme al pedestal, habríame abandonado ya a semejante ablandamiento, continuando el paso en que estoy suspendido, para descender la escalinata, seducir a la más bella de estas mancebas y entregarnos al placer hasta sentir nuevamente la bien conocida y añorada tumescencia.

59- Sinfonía de piel (Manuel Menéndez)

La ginebra fue la obertura. Tras algún travieso pizzicato en el ascensor, al llegar a mi piso iniciamos un accelerando a due al que siguió un crescendo en el que su liguero voló tras el compás de mi camisa. Ya desnudos por completo, nos fundimos en una alternancia de movimientos. A un delicioso allegreto siguió un atronador presto agitato y, con sumo esfuerzo, un sostenuto final. Quizás el resultado final hubiera mejorado ejecutando un ritardando, intercalado entre el vivace y el molto vivace, pero juraría que mi compañera alcanzó varios vibratos previos al adagio e incluso me pareció distinguir un trémolo. En fin, no quiero jactarme de ser un virtuoso, pero creo que el tempo fue más que correcto, incluso brillante en algunos pasajes. Sin embargo, al amanecer, la última nota se había desvanecido con ella. Y yo vuelvo a ser solista otra vez.

58. IN FRAGANTI

Le agradezco con otra sonrisa su mentira piadosa.
Pero se me queda congelada cuando veo que Manuel, mi marido, aparece por la izquierda.
Fernando se queda petrificado y al sentirse descubierto, le lanza una mirada asesina.
Entramos los tres en casa y me excuso diciendo que voy a preparar café.
Sin que ellos lo sepan, me quedo escuchando.
Manuel le dice: “¿A que vienen esas miradas?”, por favor, ¿dime que está pasando?.
Fernando responde: “¿Estás loco? Cuando te vayas con Virginia, avísame. Así podré cubrirte. Cuando has llegado le estaba diciendo a tu mujer que tenías una reunión. O sea que invéntate algo para no dejarme quedar mal. Esa pasión vergonzosa que sientes por tu alumna adolescente va a acabar mal.
Entonces, aparezco sin café y con una gran sonrisa…

57. HUERFANITOS

Huerfanitos

Sus deseos de comprarlo todo en Marte, nacieron a raíz de la pregunta de un niño sirio, huérfano de padres, que vivía en un refugio en el Líbano. Él era testigo de la hambruna y de la muerte de muchas personas.

El enfermero que los atendía, era aficionado a la astronomía, y por las noches les contaba a los pequeñitos historias de la luna, los planetas y el universo. Cuando les mencionó que los robots habían llegado a Marte para ver si había vida, Jorgito preguntó:

—¿Y en Marte también se pasa hambre?

               —Ahí no hay vida, querido. Pero imagínate que un gordo, de 150 kilos se va a vivir a marte, ¿sabes cuánto pesaría allá?

               —¿Dos mil kilos? —trató de adivinar el niño.

—¡Nopo! —exclamó el enfermero, haciéndose el gracioso, mientras se mesaba los cabellos y movía la cabeza. En Marte, él pesaría 57 kilos, porque la gravedad de allá, es diferente. Lo cual quiere decir, que si pudiéramos comprar comida en Marte, nos rendiría el triple.

Los niños guardaron silencio, y se voltearon a ver unos a otros. Lucy, alzó su dedito índice y dijo:

—Avíseles que todavía que estoy viva, y que aquí los espero. Gracias.

 

              

56. VÉRTIGO OTOÑAL (Domingo Jiménez Lacaci)

Ella cruzó el despacho, se situó tras el sillón de cuero y aflojó su corbata. Sus uñas bajaron arañándole el pecho con una lentitud exquisita. Notó sus labios rozarle la oreja susurrando unas procacidades deliciosas. Sus dientes le mordieron el cuello con la presión exacta. Después, aquellos dedos algo artríticos bajaron a explorar tras su cremallera. Estaba tan excitado que boqueaba buscando aire. El contacto con su precaria rigidez le hizo arquear la espalda. Cerró los ojos y levantó su cabeza plateada. Tras la puerta, a pocos centímetros, se escuchaba el mundo proseguir su marcha. Pasos, teléfonos, conversaciones. Era una maldición: ya solo era capaz de sentir deseo así. Y allí.

—No has echado el pestillo, ¿verdad? —preguntó él.

—Nunca cierro, mi amor. Ya sabes, podría entrar cualquiera.

—Cualquiera, sí —aquello fue la espoleta—. No pares.

Su cuerpo frágil y gastado se tensó con un pequeño estertor y luego cayó desmadejado sobre el cuero. Ella pasó al baño mientras él se recomponía. Volvió, le besó y abrió la puerta.

—No llegues tarde que hoy vienen los nietos a comer —le dijo mientras varios administrativos pasaban por detrás.

—Tranquila, firmo estas sentencias y voy para casa —contestó quitándose la toga.

גברים–Hombre (Salvador Esteve).55

He luchado contra la tentación, he orado, te he pedido ayuda, Padre, pero el deseo me consume.  Nací hombre, con sus miserias y grandezas, con sus pasiones.  Sé que mañana todo acabará, acogeré sin miedo mi sacrificio, mi dolor, será el principio de tu legado.  Pero hoy siento su delicada mano sobre mi piel, sus labios me llaman, sus ojos me suplican.  Mi alma tiembla y, temeroso, me entrego al placer.

54. Rectas paralelas (José R. Codina)

Don Pablo y sus certeros proyectiles con aroma a coñac que bien le valieron el apelativo de Carapija; don Julián, el Marmota, y sus cabezaditas en plena lectura del Quijote; don Regino, el filósofo y sus cejas cargadas de hipótesis; don Manuel, fumador impenitente, apodado el Chimenea. Y luego estabas tú, la sustituta. Helena. Digna de un rapto mítico. Qué fácilmente cambiaste mis preferencias académicas. Culpable de que un alumno de letras, más inútil que teta de monja en ciencias, desarrollara una repentina obsesión por las matemáticas. Culpable de que el resto de mi infancia se volatilizara bajo el pantalón.  Durante años soñé contigo, día y noche; con los subconjuntos de tus glúteos; con descifrar quizá la insólita geometría de sus senos. Culpable de que cada noche afilara las manos bajo el pijama perdido en la hipótesis de tu bisectriz. «Somos rectas paralelas condenadas a no juntarnos, Martín», respondiste con un poético axioma recordándome nuestra diferencia de edad. Pero yo sigo soñando con detener el tiempo, tu tiempo, con la esperanza de converger, quizá un día, en algún lugar, en algún punto.

53. El lenguaje natural (Rafael Loscertales)

Entre las estanterías de la biblioteca, hartos de tanto juego infantil, descubrieron libros furtivos que permanecían ocultos a su ingenuidad. Los abrieron con dedos nuevos y de las hojas surgió una lluvia de adjetivos, nombres, pronombres, adverbios de todo tipo, verbos por explorar… Bajo sus pies desnudos, el aguacero formó una inmensa alfombra de palabras frescas, esponjosas, y se dejaron caer. Las probaron, taparon el rubor con las risas y construyeron frases compuestas con las que jugar. Lanzaron hacia el techo las más provocadoras, se enredaron en ellas y con las torpes caricias de sus morfemas, algo despertó. Los posesivos se pegaron con los besos a sus cuerpos, las preposiciones se enzarzaron en sus cabellos, los ojos brillaron con el mismo predicado y allí mismo, entre jadeos llenos de adverbios de modo y cantidad, conjugaron formas arrebatadas del verbo amar. De sus bocas escaparon fonemas apasionados y en los huecos de sus manos entretejidas, quedaron atrapadas algunas palabras: tú, yo, nosotros, más, ahora, siempre. Y una y otra vez, se dejaron envolver por el voluptuoso puzle gramatical.

52 Lo perfecto de lo imperfecto (María Inclán)

En la casa de la cumbre de Camaleño, la cual poseía un espléndido mirador con un banco de madera tallado desde donde se podía divisar toda la magnitud y belleza del paisaje agreste, desde hacía tres años volvía a tener vida por momentos, suspiros, jadeos, susurros…   

Cada vez que se citaban, Maríen llegaba con tiempo de antelación para sentarse un buen rato en el banco.

Las ausencias cada vez pesaban más.

Sabía que la encontraría sentada en el banco. Deseaba tanto tenerla en sus brazos. Se besaron con ansia, la tomó en sus brazos y la llevo hasta la puerta de entrada. Sus manos le despojaron de toda prenda que la cubría. La recorrió una y otra vez, le encantaba ver en su rostro el éxtasis que le proporcionaba, no aguanto más y la tomó.

Quedaron exhaustos el uno al lado del otro.

Sonó el teléfono móvil le hizo señal con el dedo sobre el labio de silencio. 

  • Tardaré tres cuarto de hora. De acuerdo, algo más que te apetezca para cenar. 

Marien se fue directa a la ducha y allí lo esperó. Se besaron. Volverían a pasar muchos días, semanas hasta la próxima vez que se pudieran ver. 

51 ADOLESCENCIA ESTELAR (Belén Sáenz)

La estrellita Albanza titila tímidamente cada vez que el rubio Saturno se pasea por la Vía Láctea con su séquito de satélites. Le ama y, rendida al poderoso influjo de la gravitación, se está quedando afónica de luz propia. Hoy ha intentado espolvorearse con brillantina para colarse en su órbita, pero Titán la ha expulsado de un soplo fugaz. Su nodriza la luna, vieja consejera en amores contrariados y emparejamientos provechosos, la cubre con besos de chispas fugaces y canta nanas con voz de plata para adormecer su pena. Pero Albanza se apaga a causa de un anhelo palpitante que no comprende, doloroso como el vértigo de una implosión. No le queda otro remedio a Selene que conjurar en su cuerpo celeste un revuelo de las mareas, la esencia de todas las mujeres. Recurre a su cara oculta y, en fase menguante, se deshila en espejos de hielo para amamantar a su lucero. Antes de diluirse como una gota de leche en el firmamento pronuncia el vaticinio: Será tuyo esta misma noche. Pero ten mucho cuidado, perla mía —le previene con un guiño—. No será fácil lograr que ese truhan deje caer alguno de sus anillos.

50. Tormenta de otoño

Aquella lluvia del otoño, deslizando por el cristal sus gotitas grises como lágrimas de la tarde puede que les ablandara el corazón. Puede que encender la chimenea para ahuyentar los escalofríos que marcaban el final de su verano contribuyera también a crear ese momento mágico. Lo cierto es que algo que creían irrecuperable se despertó entre ellos. Una tormenta repentina de manos y lenguas, piel y deseo les convirtió en un único animal que ciego de lujuria reptó por la rampa ascendente de un placer ajeno a toda cordura.

Cuando el chaparrón cesó dejando su olor a tierra mojada, un hueco entre las nubes puso en la cristalera un tardío rayo de sol. Su luz agonizante les recordó el ocaso en el que hacía tiempo vivían instalados. Los pétalos rojos de la rosa que con vehemencia quisieron deshojar resultaron no ser más que prendas esparcidas por el suelo con las que ahora, vaciados, volvían a vestirse para regresar al hastío de seguir juntos.

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