Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

34. NADIE NOTA NADA (Sergi Cambrils)

Hay quien necesita encerrarse unas horas al día para llorar y vaciarse; ahogar sus gritos desesperados en el cojín donde yacen sus propias lágrimas y, a modo de terapia, cuando se extingue esa incómoda presión en el pecho, conversar con los geranios que aún sobreviven al entorno sombrío de su casa para vomitarles la bilis de su desdicha. Se recupera pronto, pero se asfixia y sale a la calle a respirar otro aire, a cortar con ese tormento del alma. Su fortaleza le cambia el rictus y la convierte en otra persona capaz de interpretar una pose dicharachera. Así nadie nota nada.

33. CATE, FOREVER (Purificación Rodríguez)

Tienes un cuerpo hermoso, pero ni siquiera lo necesitas. En “Blue Jasmine”, del mejor Allen, era sólo tu rostro el que nos robaba la pantalla. Contenido, sereno, elegante pero expresando a la perfección múltiples estados de ánimo, sutiles emociones, el cruel conformismo, la devastadora decepción del fracaso hasta la rebeldía final.

Eres grande. Allí donde apareces, deslumbras. Como una rara esmeralda entre tantos cristales mediocres, muy brillantes pero muy huecos.

Sigue así, Cate. Y, por favor, nunca seas una estrella.

32. La última elección

Una vez más, me enfrentaba a la burocracia cumplimentando un formulario.
Frente a mí, la funcionaria que me atendía, a falta de aclarar mis dudas, se limitaba a mirarme con esa cara de “Tú verás, a mí me da igual”.

No lograba decidirme entre las innumerables alternativas que se abrían ante mi libre y aún capacitada voluntad :

– el día del cumpleaños del solicitante
– el día del libro
– el día de año nuevo
– al despuntar el alba
– con la puesta de sol

Había tantas opciones como días y horas tenía el año y comencé a encontrarme algo mareada ante la indecisión. Se suponía que aquello era un trámite más para paliar ese momento tan trascendental que me iba a augurar la inminente muerte, pero no era nada fácil elegir. Me angustiaba desconocer en qué lugar, manera y fecha sería más conveniente dejar el mundo terrenal. No tenía datos empíricos en los que basarme para sellar mi destino de la forma más correcta, legal y llevadera.

Al ver que estaba montando cola detrás del “espere su turno”, decidí abandonarme a la suerte y marqué la casilla donde decía:

– en la hora que me toque .

31. Forastera (Alvaro Abad)

Apareció resplandeciente en medio de la calle una tibia mañana y los lugareños no daban crédito. El cabello tan rubio y un escultural y blanquecino cuerpo totalmente desnudo provocaron que a la hora del pan más de diez hombres y otras tantas mujeres la rodearan sin dejar de mirarla y de hacer cábalas.  Aquello no tenía ninguna explicación a su alcance.

Una vecina llegó para cubrir con una manta a la desconocida, lo que ocasionó que varios de los hombres perdieran el interés. Aunque seguía sin tener respuesta a la estrambótica situación, el grupo femenino había decidido que en la calle no la podían dejar. Pidieron voluntarios para acoger a la enigmática huésped y de entre los hombres levantaron las manos dos solterones y el cura, pero no fueron aceptados. Y, aunque se ofrecieron más anfitriones, finalmente,  previendo e inventando problemas por acoger a la extraña, todos fueron abandonando el lugar.

Durante días permaneció la joven bajo la manta mientras el vecindario, otra vez,  se dividía entre opiniones dispares.

Una noche alguien recogió a la solitaria aparecida y condujo hasta el siguiente pueblo. En una retirada calle, y a pesar de la extraña melancolía que reflejaba su rostro, la abandonó.

30. La caja tonta (Susana Revuelta)

Para cuando el ascensor llegó a su piso, él ya se había aflojado la corbata y soltado el cinturón y ella llevaba el sujetador de bandolera. Al apartamento entraron hechos un manojo de piernas, brazos y lenguas. Él la puso de cara a la pared, sujetándola por las muñecas, y empezó a lamerle la oreja. Ella gimió empujándole con el culo hacia la ventana, susurrándole «nos van a ver los vecinos», notando al mismo tiempo su erección. Él le quitó las bragas, ella le bajó la cremallera del pantalón. Él se dejó caer en el sofá, ella se sentó encima en cuclillas… hasta que uno de los dos se apoyó en el mando de la tele y ambos perdieron la concentración al oír la voz del presentador, que preguntaba cuál era el nombre del río más caudaloso de Australia. Seis letras.

29. FASCINACIÓN (Edita)

 

Desde que he descubierto tu fotografía, no puedo hacer otra cosa que mirarla. Abandono mis quehaceres para volver a ti; me acuesto a las tantas con disculpas peregrinas; engullo cualquier cosa comestible acuciada por el ansia de clavar mis ojos en los tuyos… La gente ha empezado a notar mis ausencias, las ojeras y esta inoportuna delgadez incipiente. Lo curioso es que no me importa: jamás me he sentido tan ilusionada. Cuento los minutos que nos separan, cada vez más escasos, como si fueran días de penitencia y, cuando tu expresión inunda por fin la pantalla del ordenador, cambio el aire que respiro por una paz desconocida; durante horas, permanezco inmóvil, sin poder pensar con lucidez.

En los ratos que logro desconectarte, busco la razón de semejante paranoia, trato de descubrir por qué los pucheros de tu rostro me subyugan hasta tal extremo. Anoche, en un duermevela, una especie de sueño o alucinación me ha dado pistas: esa imagen es la que yo quisiera ver en el espejo cada mañana. Para conseguirlo, tendré que cortarme las canas, quitar los pendientes, desandar unos treinta años y, lo más difícil, aprender a fruncir el ceño y la barbilla al mismo tiempo.

 

28. La mueca de Cate

 

—A Cate Blanchett —contesto.

Estoy en plena sesión de psicoterapia. Va de complejos y de esto ando bien servida.

—¿Y cómo cree que hubiese sido su vida pareciéndose a esta mujer? —me pregunta mi terapeuta.

—Pues, obviamente (me encanta esta palabra, la digo a menudo, incluso a destiempo), mucho más fácil, interesante. Y si no… ¡mírela!

En un segundo he buscado una foto de Cate en internet. Está haciendo lo que se podría llamar una fea mueca de «comme-ci comme -ça», contestando, tal vez, al mítico «¿te ha gustado?» post-revolcón. Pero en ella resulta encantador, irresistible.

Entonces mi terapeuta me suelta en plan farragoso eso que, gratis, obviamente, cualquier amiga podría haberme soltado: que no se es más feliz por ser más guapa, que las hay mucho peor que yo, que con los retoques del photoshop cualquiera… Y me voy animando, y me siento afortunada por tener la cara que tengo. Tanto es así que, terminada la sesión, me atrevo a gesticular a lo Cate cuando el hombre me recuerda que son ochenta euros. No parece apreciar. Coge el dinero sin apenas mirarme y no me devuelve mis buenas tardes. No soy Cate. Obviamente.

27. RETORNO

Le juré que volvería y aquí estoy. He brotado entre las calas y las gardenias. Soy la flor que corona la pequeña planta que ha nacido entre ellas. Intento llamar su atención con ese mohín que tanto le gustaba y agitando mis dos únicas hojas para que me vea, y por un momento creo haberlo conseguido. Falsa ilusión. Viene hacia aquí pero con la azada en alto, dispuesto a limpiar de hierbajos el lugar en el que sepultó mis cenizas.

26. La mejor

Siempre fuiste como una madre para mí, lo sabes bien. Me protegiste, me cuidaste, me guiaste, me allanaste el camino. Tú, siempre tan recta, tan formal, tan perfecta… Mas he de confesarte que si por ello alguna vez pudiera haber tenido la tentación de querer parecerme a ti, ese deseo hubiera desaparecido hoy de un plumazo.

Verás, podía pasarte que fueras tan maravillosa porque lo eras sin intentar sustituir a mamá en mi corazón, y eso me mantenía serena; pero lo de esta tarde…

No contabas con que estuviera en casa, claro; aceptarás que la profesora del taller de teatro tenga derecho a enfermar… Te decía que he vuelto a casa antes de que tú llegaras del trabajo. Me ha extrañado que no hicieras ruido alguno y he salido de mi habitación a ver: ensayabas frente al espejo y he comprobado con horror que lo has conseguido, que has superado a nuestra madre en esa mueca de burla que sacaba a pasear frente a mis debilidades; sí, esa que tanto me enfadaba y que yo nunca fui capaz ni de garabatear. A ti, hermanita, hoy te ha salido perfecta.

También en esto tenías que ser la mejor, ¿verdad?

25. La vida detrás de la persiana

La vida es alzar la persiana por las mañanas. Elegir qué ropa ponerte, qué camino volver a retomar. Tachar un día en el calendario… o anotar una hora más. La hora en la que caben todas las horas; en la que dejas aparte todos tus papeles, para mirarte al espejo y encontrarte contigo de verdad. Si a esa hora tienes cincuenta años y acaban de regalarte un vale para una clínica de estética entiendes que la belleza interior cobra una nueva realidad.

24. Eva es un nombre ficticio (María José Escudero)

Eva, a veces, recuerda que está viva y respira en alto. A veces, también sueña y, si no fuera porque su marido ha colocado un quitamiedos en el alféizar, arrojaría el delantal por la ventana y se escaparía a conocer el mundo montada sobre la alfombra del pasillo. Y es que Eva, a pesar de los sentimientos que la sujetan, hay momentos que se siente capaz de aflojar todos los nudos. Pero hay otros, sobre todo cuando los anhelos la acechan, que se arrima al botiquín y coge una pastilla, luego, echa un trago y entona una canción suave, ligera —como un sortilegio para espantar los susurros provocadores del extractor y olvidar el silbido imperioso de la olla—. Después, pica algo de la nevera y, empujada por la costumbre, retoma sus faenas. Así, entre trago y pastilla, fregar y planchar la ropa, se le va pasando el momento. Entonces, con una mezcla de fastidio y desencanto, se mira en el espejo y se pregunta: “¿Qué he venido a hacer aquí?”.

Al final del día, Eva se acuesta y se repliega. Y los sueños los deja estacionados debajo de la cama, junto a las chancletas.

23. TUS OJOS ZARCOS (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

En el metro me topé contigo.

─ Sí, es ella, me dije. Es la rubia de la plaza de los Chisperos.

─ Hola Loli, susurré.

─ Hola, ¿quién eres?, dijo alzando hacia mí sus ojos azulísimos.

─ Soy Jesús. Todas las semanas bajaba a tu quiosco de Luchana y charlábamos un rato.¿Recuerdas?

─ Ya no estoy allí, me jubilé, respondió.

─ Yo también estoy jubilado. ¿Sigues jugando ajedrez por teléfono con tus colegas?

─ Sí, me dijo, pero ahora menos. Y tú, ¿qué haces?

─ Pues paseo, leo y escribo relatos en un blog compartido con unos cuantos amigos.

─ ¿Cómo es eso del blog?, me preguntó interesada.

─ Pues te mandan una fotografía y escribes lo que ella te sugiera. Este mes han enviado una en la que se ve una mujer haciendo un puchero.

─ ¿Una alfarera?, me inquirió.

─ No, sonreí…

En ese momento se levantó su perro guía y azorada me preguntó si estábamos ya en Gran Vía.

─ Adiós, Jesús.

─ Hasta más ver Loli.

Me disculpé, por mi inadecuado saludo, con un inmediato “perdón”. Volvió la cabeza y posó por un instante, divertida, sus hermosos ojos zarcos en la punta de mi nariz.

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