Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

12. Arsenal de sonrisas (Alvaro Abad)

Me tragaba despacio, como la serpiente que desencaja su mandíbula y con un ritmo pausado de contracciones y extensiones musculares empuja la presa hacia su interior para engullirla completamente y digerirla sin prisa.

Sentía el efecto del veneno y notaba cómo me succionaba. Me veía ya devorada y, sin saber cómo, reunía fuerzas para empujar con mis manos las fauces del monstruo y sacar fuera mi debilitado cuerpo. Intentaba confundir a la fiera asomándome sonriente al balcón fingiendo felicidad porque esto le desconcertaba y le hacía escapar gruñendo expresiones ininteligibles. Pero al día siguiente regresaba aún más iracunda y hambrienta, enseñándome sus afilados dientes y rugiendo de rabia. Sé que podía oler mi debilidad. Babeaba. Intentaba triturarme, acabar conmigo.

Entonces planté cara a la alimaña. Envolví mi cuerpo con escamas punzantes, dejé crecer mis uñas hasta que se convirtieron en garras y aprendí a morder donde más duele. Luchamos descarnadamente durante meses hasta que, viendo que nunca podría vencer mis eternas ganas de vivir, saltó por la ventana haciéndose añicos al caer.

Logré recuperarme, pero cada mañana salgo sonriendo al balcón para mantener alejada a la bestia, para ahuyentar la maldita depresión.

Y si regresa, me reiré en su cara.

11. VIAJES (Manoli VF)

En todas partes, y no solo en Venecia, hay mujeres sirenas. Mujeres que, al llegar la noche, se llenan de escamas. Sus piernas se unen en una larga cola de pez plateada. Esas mujeres, pocas, bajan a las profundidades. Y encuentran  marineros perdidos, que están a punto de ahogarse. Los salvan del abismo del mar, despejan la sal de sus bocas, peinan sus cabellos enmarañados. Los conducen hasta la orilla, mientras susurran canciones en sus oídos, dulces canciones que les regresan de sus siniestros, de sus escarpados viajes. Yo conocí una vez a una sirena, cuando estaba a punto de ahogarme. La conocí y le pedí que se quedase conmigo. Y ahora, en las noches más oscuras, descendemos los dos a bañarnos.

10. MITAD MUJER, MITAD MAR ( Paz Monserrat Revillo)

La señora que ha compartido sauna conmigo en la piscina municipal me ha enseñado las cicatrices de sus once operaciones. La mía, de apendicitis, se ha encogido hasta casi desaparecer ante el mapa de carreteras que recorría su cuerpo. Al final me ha aclarado que es una enferma rara, de esas que los médicos no atinan cómo curar. Hace poco se perdió el crucero que le regaló su prima por culpa de una de las operaciones, le hacía tantísima ilusión… Ahora, entre un ingreso y el siguiente se viene a la piscina. Se lo  recomendaron en el hospital. Y se encuentra muchísimo mejor, ya no le pica tanto ese eczema que le dibujaba escamas en la piel.  Además ha conocido a otras, ya no se siente sola. Sus compañeras de Aquagym y ella, como viejas sirenas, subliman su  añoranza de salitre y tempestades en este tanque que apesta a cloro. Las olas las fabrican ellas mismas con sus chapoteos científicamente guiados por ese monitor tan buen mozo. Y como ya no pueden cantarles a los marinos incautos desde las ventanas, charlan entre ellas y despotrican alborozadas de sus maridos, que las esperan en casa  varados frente al televisor.

9. Jealous (Miguel Ibáñez)

Las cosas importantes ocurren a las siete de la mañana. Y cuando digo importantes me refiero a sus pies moviéndose rápidamente recortando la luz por debajo de la puerta del baño. Desde la calle llegan los sonidos del amanecer y un vértigo parecido al mío filtrándose por las rendijas de las persianas; miedo horizontal a las carreras que le echo al frío bajo las sábanas, moviendo las piernas muy rápido para engañar al vacío que deja cada día en la cama cuando se va a trabajar.
Anoche le sonó veinte veces el móvil. Aún no ha llegado al coche y el colchón empieza a humedecerse. Yo soy más guapa que ella, y además sé nadar. No es fácil cuando tienes el agua al cuello, y los indios te tiran flechas tan grandes que matarían a Venus si tuviera brazos para bucear. Voy a despedirlo como siempre al balcón, con dos gatos peleando por una sardina dentro de mi barriga.
Después intento no dormirme más, por si vienen unos duendes a arrancarme un pelo de la cabeza y cambiármelo por otro blanco ¡Ojo, pinta! Ya nadie se para a leer los carteles, me parece a mí, están a lo suyo.

8. ALFOMBRA MÁGICA (Mariángeles Abelli Bonardi)

Con gesto resignado, se pone el delantal y ata un pañuelo en su cabeza. Trapea los pisos de mármol del gran salón y pasado el mediodía frota, una a una, las lámparas que colecciona el sultán. Maravillosas para el sultán pero muchísimas para ella… ¿acaso terminará algún día?
Franela al hombro, con la manga, se seca el sudor. Abre la ventana en busca de aire y, mientras tanto, aprovecha a colgar el tapiz que retrata a un pez.
“Parece un leviatán a punto de engullirme”, piensa al tiempo que sacude.
Sacude y el pez avanza hasta que sólo le ve la cola. Una cola iridiscente que se mueve. Que ella mueve. Libera su cabeza del pañuelo, se saca el delantal. El tapiz queda colgado, ventana arriba. Y ella se va gozosa, corriente abajo.

7. RÍO REVUELTO (Ángel Saiz Mora)

Cualquiera puede enamorarse, pero pocos admiten que la razón se anula.

El tiempo aclaró la superficie que no le permitía ver el fondo y emergieron sus errores.

Cada vez le quedaba menos oxígeno. Él, por el contrario, tras sus navegaciones erráticas de barra en barra, se sentía como pez en el agua al llegar a casa, patriarca de un océano a su medida con sirvienta. Los insultos, que se habían hecho costumbre, sentaron el cimiento de las primeras agresiones.

Oprimida por un pez demasiado grande, que amenazaba comérsela, le nacieron escamas de rencor y miedo.

Un día hizo acopio de todas sus agallas, para no dejarse llevar por esa corriente tóxica. Su rebelión fue reprimida con más violencia que nunca. Magullada, le faltaron fuerzas para huir, mientras escuchaba el respirar de su sueño etílico. Cuando el ritmo cambió, no pudo o no quiso moverse. Quién era ella para contradecir a la sabia naturaleza, que hace que por la boca muera un pez borracho, ahogado en su propio vómito.

Antes de que llegase el médico para certificar el fallecimiento, la mujer salió al balcón para colgar, liberada, un delantal que nunca volvería a ponerse.

6. METAMORFOSIS

(A Nuria Rubio González)

Permanecíamos expectantes en la plaza, frente al balcón del ayuntamiento. A la alcaldesa la habíamos elegido por su cintura mareante, sus piernas letales, y por tener los pies bien pegados a la tierra ellas. Guardábamos un silencio planetario.
«Vecinos y vecinas de Piscis, ciudad puerto de mar. Tienen ustedes que cumplir con su obligación, mas nunca a toda costa y como si fueran islotes. Les agradecería que, de vez en cuando, mordieran el anzuelo de la fantasía, dejándose arrastrar por la ola en pos de la orilla hojaldrada. Mejor que pescado, coman verduras, fruta, carne. No les escamen naderías y prueben los baños con algas. Menos tranquilizantes y más escuchar el rumor narcótico de una caracola. Que no deba certificar que son unas quisquillosas o unos pedazos de atún. Disculpen que aparezca con posidonias enredadas en la melena. Estoy muy contenta, pero mi gozo sería mayor de encontrarme en una piscina, junto a los delfines, haciendo las delicias de los niños. Jamás en la lonja o en una pescadería, partida por la mitad».
Con los desplazamientos de la regidora cuando viniese a saludarnos, valga decir a pie de playa, esperábamos escuchar el imaginario chapoteo; pero le crecieron alas y voló.

5. CUANDO PC NO SIGNIFICA ORDENADOR PERSONAL (María José Sánchez)

Hoy amanecí sirena; mañana, ni idea, quizá patinadora o contorsionista. La imaginación y las ansias de vivir la vida y realizarme como ser humano siguen intactas. Aunque haya quien piense que solo soy un mueble al que transportan de un lado a otro.

Planeo el futuro. Y sí, me veo casada… Si pudiera ser con Quique, compañero de clases de danza inclusiva, mejor aún. Noto que me mira. Percibo su brillante aura cuando nos acercamos, cuando nuestras sillas se aproximan al compás del “Despacito”. En esos momentos, mi corazón parece querer saltar para acurrucarse junto al suyo, pues, además, suelo experimentar lo que provoca la pasión desenfrenada hacia alguien. Sexualmente, estoy más que viva. A veces, hasta me asusto de las reacciones de mi cuerpo ante ciertos estímulos.

Esta tarde, hemos quedado. Iremos a tomar algo. Después, al parque para visitar a los gansos. Contemplaremos la puesta de sol, mientras nos observamos con recíproco embeleso. Quisiera formalizar la relación. Llevamos poco pero intenso. Sé que es todo y yo soy todo.
Por ahí viene. Siempre, tan galante.

Ya de madrugada, en la soledad de mi cama ortopédica, alguna lagrimilla furtiva se escapa por no poder achucharlo como desearía: ¡fuerteee, fuerteeeee!

4. LEYENDA URBANA (A. BARCELÓ)

La sala de fiestas La Sirena era un antro inmundo situado en mitad de un barrio infame. Enseguida me arrepentí de haberme dejado arrastrar hasta allí por unos amigotes para rematar una noche de parranda con pésimo alcohol y peor compañía. Tras varias copas de veneno y un par de conatos de bronca sofocados in extremis, decidí marcharme solo, ante la negativa de mis colegas de dar por finalizada la fiesta. Al salir de aquel tugurio, ya había amanecido, en el edificio de enfrente una rubia preciosa, asomada a una ventana, tarareaba una hipnótica melodía. Sin saber cómo, ni por qué, acabé metido en su cama de agua. Desperté, ya por la tarde, confuso y atribulado. El único rastro que quedaba de ella eran unas escamas doradas que, de no haberse desintegrado por completo minutos más tarde, ahora, serían prueba irrefutable de que esta historia no es fruto de un sueño etílico.

2. NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA (MARÍA JOSÉ VIZ)

 

Hoy voy a lucir la de la cola de sirena. En cuanto la cuelgue, ya verás cómo se agolpan bajo mi ventana los curiosos. Me admirarán por la magnífica selección de toallas playeras que poseo. La de la semana pasada, con una pantera enseñando sus garras, fue muy popular. Pero ninguna ha sido tan comentada como la del ornitorrinco. ¡Era tan extraña y tan bonita! Todos los que se atreven, me preguntan que dónde las consigo, pero yo jamás les desvelo el secreto. Contesto con evasivas, diciéndoles que me las encuentro por las noches cuando vuelvo del trabajo y que todas vienen con este mensaje: «Muéstrame al mundo, querida, sin pudor». Y así lo hago.

Esa madrastra cruel de mi infancia se quedaría atónita, si me viera. Aún recuerdo a la malnacida poniendo mi sábana en la ventana, cada mañana. Y todos aquellos curiosos, quizás los mismos de ahora, observando con sarcástica mueca.

1. Penélope (Jesús Garabato)

Los recuerdos, engarzados a sus  sueños  por  los arpegios tristes del laúd, apacentaban la dulzura de la tarde. Una vez más. Acuciante, la doncella  la despertó avisándola de la llegada del  heraldo. Las buguinas,  todavía lejanas,  lo anunciaban. Débilmente, pidió a su criada y al músico  que  la dejaran sola. «¿Cuántos años habrán pasado desde la última vez?», se preguntaba; aun así, no conseguía  evocar su cara, su voz, su mirada, su olor… Se acercó  hasta el arca de la cámara buscando algunos  ropajes sencillos que parecieran acentuar  su sumisión. Mientras, escuchaba cómo las voces  de la comitiva se aproximaban. Debería salir  al mirador para recibir al mensajero. Del fondo del baúl  cogió lo que creía el último de sus regalos. Debajo quedaban  los restos polvorientos del  emisario que lo había traído.  «¿Cuánto tiempo hará ya?», se preguntó apartando  los huesos de todos los demás. Para hacer sitio.

 

 

128. El peso del sol

Sé que mi sombra me pertenece tanto como todos los sueños a los que me abrazo, y que se siente traicionada cuando uno a uno se van diluyendo en la realidad. Por eso, para escapar de tristezas pasadas, deja de acompañarme, y yo dejo pasar los días por inercia mientras vaga sin rumbo disfrutando de esa felicidad vulnerable a la que ya he renunciado. Hasta que abrumada también ella por el peso del sol que trata de fijar su silueta, cada vez más negra y densa, detrás de mí, se debate entre seguir soñando o despertarse, como si creyese que fuese posible decidir. Y cuando echo la vista atrás la veo agazapada en cualquier esquina con sus pies orientados hacia al futuro al tiempo que mira la última de nuestras desilusiones, sabiendo que si se queda ninguno de los dos volverá a ser nunca la sombra de lo que fuimos. Pero siempre regresa para escoltarme —qué puede hacer ella frente a la luz del sol—, siempre regresa a la fragilidad de mi cuerpo, al lugar al que le corresponde. A su prisión.

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