Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

34. EL TIEMPO VERBAL DE LA LLUVIA (A. BARCELÓ)

Hacía tiempo que no llovía y ya casi no recordaba el placer de respirar el aire purificado, de sentir la reencarnación de las nubes salpicando su piel en forma de chispas de vida. Su existencia había quedado varada en una especie de letargo agonizante. Le perseguía un recuerdo que no dejaba de alejarse. Se detuvo y miró a su espalda. Algunas veces, creía percibir que ella estaba cerca. Imaginó que iba a aparecer allí mismo, de repente, al otro lado de la esquina. En aquel instante, de manera inexplicable, pues conocía aquel poema, pero nunca habría sido capaz de recordarlo palabra por palabra, comenzó a recitarse en su cabeza “La lluvia” de Jorge Luis Borges. Con el último verso, cerró el paraguas y, dejándose empapar, siguió adelante.

Ella, por fin, también pudo continuar su camino.

33. Somos (Mar Horno)

Cada persona es más una parte de su cuerpo que otra. El amante es más su corazón que su cabeza. El corredor es más sus piernas. El científico, su cerebro. Yo, por ejemplo, soy mis manos. Ese yo, más vivo que yo mismo, está en el tacto de mis yemas. Ese arrastrarme por la noche hasta el patio cuando llueve para hundirlas en la tierra húmeda y olorosa de las macetas. Ese aletear de dedos para llamar a horas intempestivas al timbre del vecino para tocar con suavidad las teclas de su piano. Ese leve estremecimiento cuando una sostiene el mango y la otra acaricia el filo mientras la sangre se escurre por el desagüe. Ese ocultarse en los bolsillos, miedosas, cuando vemos algún fantasma. Desde hace unas semanas nos sigue el de una niña. Su sombra no quiere venir, aunque viene. Después se queda escondida en la oscuridad del zaguán. Yo le saco un platito de leche y ella se lo bebe como un gato. Cada día se lo pongo más cerca de la puerta para conseguir que entre. Como la primera vez.

31. ORFANDAD (Mariángeles Abelli Bonardi)

“El guardián me hizo permanecer de pie en un descampado que se encontraba junto a la puerta. El sol de las tres de la tarde proyectaba con nitidez mi sombra sobre el suelo.”

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, de Haruki Murakami, p.93

 

Cuando emergió del lago, el recuerdo del cuchillo del guardián, desgajándola de su cuerpo, empezó a dolerle menos.

Se aproximó a esa ciudad, que nunca había visto, y caminó pegada a los muros. Acaso recalaran allí todas ellas, las desgajadas, para darse consuelo. Para darse cuenta de que su orfandad no era el fin, sino el principio de su propio mundo. Un mundo sin murallas, ni atalayas, ni guardianes que temer… Un mundo a su medida. ¿Pero cuál era la medida de una sombra? Quizás la respuesta la tuviera ese hombre, el del paraguas, que caminaba indeciso, como buscando algo…

Con apenas un vistazo, ella supo qué. Se acercó despacio, le besó la nuca y, delicadamente, fundió sus pasos con los de él.

30. ASIDEROS DE ESPERANZA (Salvador Esteve)

El monstruo cubrió de oscuridad otra familia, y una niña desapareció.  En su lugar, dejaba una muñeca con la cabeza girada ciento ochenta grados.  Era su firma, su impronta de poder, en un juego de sádica locura.

Los días iban pasando, y el tiempo fue arrastrando los años.  Con el alma encogida, la madre anduvo su vida, otro hijo la necesitaba.  El padre, profesor de matemáticas, ya no podía enseñar, veía en cada niña los ojos de su hija.  Atormentado, seguía buscando.  Nunca cejaría, jamás.

 

El paraguas le protegía de la lluvia, pero nada protegía a su hundido corazón.  Estaba envejecido y cansado, pero continuaba aferrado a la esperanza.  De repente, volvió el rostro y vio la silueta oscura en la pared, un grafiti de aliento. La cabeza girada ciento ochenta grados no podía ser una casualidad. El secuestrador seguía marcando su ego como orina de un depredador marcando su territorio.  Pero lo que le motivó para continuar hasta encontrar a su pequeña, fue el curioso símbolo que acompañaba a la silueta, ∃.  Grabado por el monstruo o cincelado por erosión divina, no importaba, de inmediato comprendió su significado matemático: “existe”.

Su hija estaba viva y pronto besaría sus ojos.

29. Planos superpuestos (Mercedes Marín del Valle)

Era temprano y amenazaba lluvia, Wilson Escalera, tosió aparatosamente, luego abrió su viejo paraguas para protegerse de la humedad y del viento. Al escuchar unos pasos cercanos y el click de una cámara fotográfica, giró instintivamente su cabeza.
La fotografía se hizo viral en segundos. Un hombre a cubierto de una lluvia inexistente, echaba la vista atrás, observando, al parecer, una silueta femenina pintada sobre la pared.
Bajo el hashtag #niñadegoma, se barajaron toda suerte de motivaciones:
Que si era su sombra infantil, que si veía en la figura a la hija que abandonó un día, que aquella alcantarilla guardaba algún misterio, que se trataba de un niño monaguillo, que se sentía muy solo y ansiaba que la silueta cobrara vida…
Wilson bastante descontento con el protagonismo que le estaba convirtiendo, sin desearlo, en la estrella del día, escribió bajo seudónimo “polvoeres”:
Si observáis con atención, veréis que ella y yo no estamos en el mismo plano y que, de ningún modo podía verla desde el lugar donde me encontraba, sin embargo, sabía que estaba cerca porque me persigue desde hace unos meses. Nunca sé si viene para quedarse o se va definitivamente. Unos días me promete vida y otros…

28. La sombra de Clara (Juana Mª Igarreta)

Elijo muy bien las calles por las que me muevo. Procuro que estén poco transitadas, aunque ello me suponga hacer largos recorridos para llegar a los sitios. Pero ella siempre se las apaña para sorprenderme en cualquier esquina.

Aquella tarde, mientras los demás esperaban fuera, yo me colé en el internado. La mayoría de las alumnas estaban pasando el puente con sus familias. A Clara nadie había ido a recogerla. No era la primera vez que nos veíamos y me costó muy poco convencerla. De hecho, cuando la llevábamos en la furgoneta camino de la bajera, no me soltó la mano ni un momento. Pero yo era de los más jóvenes y no tenía poder de decisión.

No conservo aquellas amistades. Sin embargo, la imagen de esa chica de cuerpo menudo vestida de colegiala, que vive en esa misteriosa sombra de cuello volteado, me persigue.
Tengo que acostumbrarme a pasar de largo, sin volverme. Igual que aquel día cuando, esquivando la mirada de sus ojos suplicantes y obedeciendo órdenes, me fui a casa, consciente de que los gritos ahogados en una boca sellada no traspasan las paredes, y para el mundo exterior no existen.

27. Uno por uno

No hacemos bien al mirar hacia atrás cuando caminamos, ni es bueno que nuestros fantasmas nos persigan y, apostados en una esquina, nos hagan mirar hacia atrás cuando andamos, ni es bueno ir hacia atrás en el tiempo cuando pensamos en nuestros fantasmas, ni es bueno que nuestros fantasmas vayan hacia atrás cuando se acuerdan de nosotros… No, no es bueno, ni es bueno saber que podría volver a ocurrir.
Pero cómo hacemos para quitarnos de encima la culpa, la vergüenza y el miedo de haber convertido en sombra, ahí, en esa misma esquina, a alguien que poco antes merendaba pan con chocolate y repasaba con nosotros la tabla de multiplicar…

26. ASOMBRADO (Edita)

Se había resignado a su presencia, a cualquier hora del día o de la noche, con luz o sin ella. Soportaba dignamente el mote de Malasombra. Los niños del barrio jugaban a pisoteársela, incluso con lluvia. Siempre lo seguía una caterva de muchachos que competían por unos centímetros de sombra andante. Esto llegó a agobiarlo, tanto que restringió las salidas. Si era imprescindible ausentarse de casa, lo hacía por el garaje y en coche. Cuando algún asunto lo obligaba a pisar la calle, corría como un galgo para no ser alcanzado.

 

Hoy ocurre algo insólito. En su fuga desesperada, cargando angustia y paraguas, gira la cabeza para ver a qué distancia vienen sus perseguidores; se extraña de que nadie lo siga. Aminora el paso y continúa caminando sin bajar la guardia. De repente, descubre que su sombra perenne ha desaparecido. Respira aliviado.

 

Poco le dura la alegría. Por una bocacalle, avanza hacia él la silueta negra e hipnótica de una niña, cuyos pies apuntan en dirección contraria a la marcha. Parece una pegatina en la pared, hecha de dos piezas pegadas por la cintura; cada mitad, con orientación opuesta. Al intentar huir, un tropel de chavales lo inmoviliza.

25. Las ovejas negras

Se perfilaron contra la pared los miembros desordenados sobre sus siluetas enlutadas, anticipándose a las gestiones de última hora de la tarde, paseos sin rumbo fijo o carreras de vuelta de extraescolares del día siguiente. Lo hicieron por decenas, en cuanto el lobo solitario dobló la esquina, después de que hubiese comprobado que no había pivotes en esa calle peatonal.

24. En un segundo (Susana Revuelta)

No se saca las manos de los bolsillos hasta que no sale del ambulatorio; ni con lejía consigue quitar la roña de las uñas. Le da apuro enseñarlas, ya ves. En la farmacia, igual: guarda rápidamente los antibióticos y después, en vez de irse derechito a la cama, como ha insistido el doctor, se encamina al taller. No puede dejar tirada a la clientela otro día. En un rato vendrá el panadero, le urge cambiar las ruedas de la furgoneta. Estuvo ayer, pero encontró la persiana bajada.

Mientras le espera, piensa en su hijo. Es buen chico, aunque un poco mandria, qué le vamos a hacer. Hoy está castigado sin salir, alguna habrá liado. Le gustaría que estudiase una carrera, que encontrara un buen empleo, que no fuera siempre lleno de lamparones, como él. Abogado, por ejemplo. Con traje y corbata, eso es.

Sí, estaría bien. Pero ¿y si cuando el niño le ve alejarse calle abajo coge la pelota y sale corriendo hacia la plaza a jugar y cruza sin mirar y el panadero derrapa en un charco y pierde el control del vehículo y le estampa contra una pared?

Un milagro que finalmente todo quede en un susto.

23. Sombras

La primera vez que me abandonó me sentí como Peter Pan. Tenía que recuperarla costara lo que costara. Ella siempre había estado ahí, fiel y sumisa. Si yo volvía la mirada, ella también. Si reía, ella lo hacía a carcajadas. Si lloraba… Su cara se convertía en un mar de lágrimas.

Por qué me dejaste, le reproché. No me gustaba ser tu sombra, me contestó. Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, le recordé. Eres un trasnochado, me replicó. La abofeteé. Tuvo miedo y volvió conmigo.

Ha vuelto a escapar. Está lloviendo, me ha obligado a salir en su busca y la rabia me corroe. Me ha parecido verla doblar la esquina, pero no está. Esta vez, en cuanto la encuentre, la mato.

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