Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

42. PARA QUÉ OS QUIERO (Belén Sáenz)

Solté los prendedores del liguero, deslicé el nailon desde los muslos orillando las rodillas y descendí por las pantorrillas hasta detener la caricia en sus tobillos exquisitos. Tras ellos emergieron dos torpes piezas de carne, ogros de dedos sarmentosos que se espantaban recíprocamente. Tenían las uñas la palidez del gusano necrófago y su tono no permitía distinguirlas del mortecino empeine, lo que me provocó incluso más repulsión que el borde curvado y amarillento que las remataba.

Ella misma me rogó, con lágrimas en los ojos, que cercenara aquellos apéndices horrendos.

Por las mañanas se enfunda en escamas de sirena y sale al balcón a despedir a los marineros que se van a las Filipinas. Luego, en la bañera, chapotea blandamente bajo el agua tibia y jabonosa con sus patas palmeadas mientras le masajeo los hombros y la espalda. Pero yo la prefiero de noche, cuando se calza las almohadillas de gata y recorre mi cuerpo entero lentamente, las garras escondidas hasta el momento del éxtasis.

Somos muy felices. No podría explicar por qué oculto aún en el sótano un bote de cristal con aquellos pies conservados en formol. A veces, cuando noto que está dormida, me gusta bajar a contemplarlos.

41. CUANDO APARECE LA ILUSIÓN (Esperanza Temprano)

Margot era una mujer de esas que nunca se olvidan. Un tornado recién llegado de Chiapas que fue a parar a un pueblo de Albacete. Recuerdo el revuelo que se armó la mañana que llegó y se presentó ante unos como santera y ante otros como hechicera. Se asomó al balcón de la que iba a ser su casa y ante la mirada recelosa de todos los allí congregados para cotillear, exclamó “Padrísimo”. Al día siguiente sacudió una manta con dibujos florales por el balcón y la plaza quedó repleta de margaritas y claveles. Unos días después, sacó al balcón una toalla con un mar y palmeras, y las eras se convirtieron en playas de arena blanca y aguas cristalinas. Después vinieron los manteles con cestos de fruta y ricos manjares. Las viejas del lugar no pararon hasta que el cura habló con ella y la invitó a irse por donde había venido. Y se fue, pero antes sacudió por el balcón una sábana grande con un dragón que anduvo aterrorizando al pueblo hasta que el SEPRONA logró reducirlo. Ya nada es igual desde que ella no está.

40. La tentación vive arriba

Mi madre era secretaria de un bufete de Broadway con la Octava y siempre vestía su falda lápiz cuando me acompañaba hasta la parada del autobús. La llevaba tan ceñida que parecía una sirena. Y era tan bella que, en cuanto salíamos del portal, los tiburones que acechaban bajo nuestro apartamento mostraban dos filas de dientes ahumados; todos llevaban sombrero y algunos de ellos parecían sujetar el mismo periódico cada día.

Pero con el tiempo mi perspectiva de esos tipos trajeados fue variando, hasta que una mañana le pedí a mi madre bajar solo; entonces yo ya era mayor, lo sabía casi todo, y para aprender el resto teníamos los Playboys que Bobby le escamoteaba a su padre. Los chicos practicábamos en el instituto con gatos que matábamos a pedradas y así aprendimos la diferencia entre acariciarlos correctamente o a contrapelo. Que la vida sólo tenía un sentido placentero. Ninguno de nosotros hubiese pagado una entrada para ver cómo una corriente se deslizaba de arriba hacia abajo sobre Marilyn Monroe. Y funcionaba igual con el humo del cigarrillo, al derramarlo hacia el cielo mientras esperabas a que ella se asomase a la terraza o saliese del portal con su hijo.

39. Equilibrios

Y qué si, una vez al mes, cuando ya no se sentía con fuerzas para volar, pedía que le remendaran las alas. Y qué si por las noches gritaba  porque el fuego seguía devorando sus huesos descarnados. Y qué si inventaba escamas que revistieran las piernas que abandonó en Bosnia y suplicaba que extermináramos los ácaros que perforaban aquella frágil coraza.

Y qué.

Si las mañanas de sol resplandeciente nos regalaba su sonrisa, horneaba rosquillas, espantaba los fantasmas abriendo la ventana,  tarareaba melodías de ilusión y nos dibujaba a todos, uno por uno, el trazo trémulo del valor en los corazones.

38. EN TODAS LAS ESPALDAS CUECEN HABAS (Petra Acero)

—¡¡Veo, veo!!… Guillermo, pregúntanos: ¿Qué veis?

—…¿Qué coño veissss? —vocea áspero, hueco, agrio, mientras acelera el coche.

“¡Miserable! Cómo puedes ser tan cabrón… ¡Te odio!… Tantos estudios y reconocimientos a tu espalda, ¿para qué?… Para maltratarnos sin dejar marcas”. Anabel contiene las lágrimas, gira la cabeza hacia los asientos traseros y sonríe a sus hijos:

—Ahora veremos una peli de dibujos. ¿Vale?… Sin hacer ruido. Papá tiene que concentrarse en la carretera. Cuando lleguemos, María nos enseñará los nuevos cachorros.

 

María nunca ha viajado en un todoterreno climatizado, con pantallas de vídeo y asientos ergonómicos. ¡Mejor que un spa! (tampoco ha estado nunca en un spa). Cada mañana se levanta de madrugada, se echa el tabardo a la espalda y sale a aviar a los animales. De regreso, prepara el almuerzo de los señores. Es el mejor momento del día. En la cocina, canturrea canciones de su niñez: “Al pasar la barca, me dijo el barquero, las niñas bonitas…”. Así se sentía ella cuando todo era futuro: ¡como pez en el agua!, ilusionada, bonita. Pero, la vida devora a las mujeres de espaldas anchas, mientras se rinde ante las sirenas de tobillos finos. “Mujeres suertudas como mi señora”, murmura María.

37. SI TÚ ME DICES VEN…

Cuando se enamoró de ella, de esto hace ya tres mil años, Draco tuvo muy claro que su vida cambiaba.
El dragón nunca imaginó ese eterno amor por la inmortal elfa, y viceversa.
Ella lo tuvo claro desde el principio: nos amamos, sí, pero la vida es larga. Tù sigue con tus aventuras de valor, lealtad, poder, con las interminables batallas y guerras en los legendarios territorios de hielo y fuego. Yo me quedo con los infantiles humanos que, a veces, resultan divertidos.
Para comunicarse entre ellos él lanzaba enormes llamaradas que encendían el horizonte en rojos atardeceres que ella sabía interpretar.
Por su parte, ella dirigía a las estrellas deliciosos cantos que las hacían vibrar. Él las miraba embelesado deletreando sus poemas de amor.
Cuando ella quería verlo, algo que sucedía cada 100 años, colgaba en el balcón el maravilloso tapiz tejido por ella misma con hilos de plata y oro.
Desde sus ignotos territorios, Draco observaba su propia imagen bordada en el lienzo ondeando al viento.
Acudía raudo a la llamada.
En esos mágicos momentos la pasión los consumía entre cegadores resplandores, sudores y miradas ancestrales.

36. ELLA

Ella, que surcaba los mares.

Ella, bellísima Sirena.

La mejor nadadora de su generación, ganadora de todos los premios, en un tiempo y  lugar en el que las mujeres no ganaban  nada, no valían nada.

Ella, admirada, amada y finalmente olvidada por todos.

Asomada a su balcón, miró al amplio y sereno mar,

y decidió en ese mismo instante, que nunca más regresaría a tierra firme.

35. Ansias de libertad (El Moli)

El encanto funcionó, me convertiste a tu antojo en pez, atrapada en un lienzo que se agitaba en tu ventana.

Quedé presa a la vista de todos, que no imaginaban que tu magia fuera tan poderosa. Pero el deseo de libertad fue más grande que tu poder y a fuerza de constancia me rebelé al hechizo escapando de a poco hacia tu ventana.

Solo quedó una imagen sin cabeza suspendida mientras volvía a ser yo.

Desde la ventana te grité que jamás sería tuya.

34. Nerea y los huérfanos (María José Escudero)

La señorita Nerea desprendía un intenso olor a mar mezclado con melancolía y, cuando se asomaba al balcón para sacudir las alfombras, una lluvia de sueños humedecía el patio del orfanato. Cautivados, mirábamos hacia arriba y alzábamos las manos para atraparlos, igual que atrapábamos monedas y peladillas en los bautizos de aquellos niños tan raros que, envueltos en algas y caracolas, solíamos rescatar cerca del acantilado.

La señorita Nerea, con su voz melodiosa, anulaba nuestra adiestrada voluntad de hijos abandonados. Incluso Marta y Jimena, esas dos almas rebeldes que parió la guerra, se habrían dejado peinar de nuevo las trenzas, si ella hubiese accedido a ser su madre sólo por unas horas. Pero la señorita Nerea iba y venía como las olas, perseguida por la brisa de una incurable tristeza.

Desde hace días, no sale a regar las flores, ni a vigilarnos con su distante dulzura. Tampoco agita el pañuelo en el aire para pedir ayuda. Por eso y,  aunque el sol se oculte para siempre tras las peñas, hemos resuelto liberarla de la bruma y escoltarla hasta la costa. Porque este asilo de huérfanos y penumbra no es lugar para una sirena.

33. Laila y yo (Bevilaqua)

Laila era una sirena atípica: aparte de no saber cantar, cabía en la palma de una mano. No obstante, era fanática de Boca Juniors, como yo. Tanta era la pasión de Laila por el fútbol que, ante mis reiteradas negativas, una tarde se plantó: “¡O me llevás a la cancha, o no te hablo más!”. Dos domingos sin que insultáramos al referí al unísono le bastaron para doblegarme. Así que envolví un frasco de mermelada con cinta, exceptuando una porción de unos treinta grados, por donde Laila pudiera ver…

Aquel domingo todo pintaba a pedir de “boca”: ganábamos dos a cero y mi amiga no dejaba de darme las gracias. Pero nada termina hasta que termina. Faltando un minuto para que el árbitro pitara, un mocoso, al que no debía gustarle el fútbol, comenzó a gritar: “¡Una sirena, tiene una sirena dentro del frasco!”. En resumidas cuentas, la fiscalía acabó acusándome tanto por tráfico de personas como de animales. Me condenaron a dos años en suspenso y me prohibieron volver a la cancha. Pero lo que realmente me duele es que, desde que le instalaron una pecera en el palco oficial, Laila ya no me devuelve las llamadas.

32. PASIÓN AL PIL PIL (Modes Lobato Marcos)

Te amo.

Te amo con todos los átomos de mi ser.

Y sé que, aunque no me conoces, tú también me amas a mí.

Y soy tan tuyo que hasta los dioses del tiempo sangran de envidia.

Y eres tan mía que hasta los huesos del tigre agonizan de celos.

Por eso esta mañana, cuando te has despedido de tu marido, he entrado en tu casa.

Y te he abierto mi corazón, te he confesado mis sentimientos y después te he abrazado, te he besado, te he devorado…

Es curioso, tu carne sabía a pescado.

31. DE CANTOS, MITOS Y CULPAS (Isidro Moreno)

El presidente de Cofradías hablaba al nutrido grupo del colectivo pesquero. Una tragedia había acabado con siete pescadores que faenaban en alta mar.

El orador aludía retóricamente a esos trabajadores y a su dura profesión. Enardecido por el mar, su mitología, la crueldad y peligros marinos, se refirió a los curtidos marineros como hechizados por sublimes cantos de sirenas y, en su delirio con el mar, a veces traspasaban unas peligrosas fronteras sin retorno.

Apareció en el escenario, sobre silla de ruedas, una señora de larga y pelirroja melena, entrada en años y arropada por una manta.

Pidió permiso y, tomando el micrófono, arengó con alabanzas a los sufridos pescadores pero, a continuación, elevó volumen y tensión en defensa de las ancestrales sirenas, siempre culpadas de las desgracias y desapariciones de pescadores, a pesar de ser harto conocidos los frecuentes hábitos de estos marineros cuando, bajo oscuros sentimientos, la bebida o amores desairados…, acaban cometiendo errores de trágicas consecuencias.

En aquel momento, se despojó de su manta, exhibiendo bajo la cintura, una larga y brillante cola de pez; mientras, entre el público, unas voces femeninas entonaban una hipnotizante melodía coral que sumió en sublime y placentero éxtasis a los congregados.

 

IsidroMoreno

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