Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
2
8
horas
0
3
minutos
3
8
Segundos
1
4
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

63. Tengo la cabeza llena de monstruos (Anna López Artiaga / Relatos de arena)

Solo yo puedo verlos, merodeando en mis sueños o corriendo de puntillas por el pasillo.

A los gigantes los oigo llegar desde lejos: el suelo retumba a cada paso y, aunque sus zancadas son enormes, me da tiempo a subirme a un árbol para que no me aplasten sin querer. Los duendes trabajan sin descanso mientras yo duermo: limpian la casa, preparan el desayuno, lavan mi ropa. Pero las hadas solo piensan en jugar. Abro el cajón de la mesilla y sale una volando Si busco un bolígrafo, oigo sus risitas burlonas (seguro que me lo han robado ellas). Las brujas, en cambio, son honestas. Malvadas, pero honestas. Si haces un trato con ellas, sabes que lo cumplirán. Quizás tendrás que engordar a tu propio hermano para que se lo coman pero, a cambio, obtendrás la fama que deseas.

Sin embargo, desde que te conocí, todo ha cambiado. No como, no duermo, no vivo. Eres la criatura más maravillosa que jamás imaginé y, cuando me miras, siento que debería confesártelo todo: tengo la cabeza llena de monstruos, de magia. Pero, por ti, cambiaré. Buscaré otro oficio.

Y dejaré de escribir estos cuentos que lees cuando crees que no te miro.

62. Saldo positivo

Siempre que me han preguntado si he visto algún dragón o un ángel extraviado yo he respondido que no, aunque nadie sabe que solo he conocido a cuatro hombres buenos que no alcanzaron los treinta y a once mujeres que vendieron a su hijo por un precio razonable. En estos siglos he tenido todas las conversaciones posibles y he comprobado que ellos se muestran confiados si las brasas de una hoguera se reflejan en sus ojos. Ellas, sin embargo, se han ido alejando del fuego, cada vez huelen más a jabón y les encanta que les hable acerca de mi mapa de cicatrices: “ésta es de las cruzadas”, “la firma que me dejó la guillotina” o “de ahí brotaban mis alas”, les confieso ya sin temblor en mi voz.

La verdad es hoy la mejor de las mentiras. Ni siquiera sé ni por qué me esfuerzo en vestirme como ellos. Podría exhibirme tal y como soy. Pero esta tarde aún guardaré las formas, elegiré una camisa verde, pantalones vaqueros, unos zapatos del cuarenta y tres, el punto del parque hacia el que señalan todas las veletas; una madre que primero ría y luego dude.

61. LA MAGIA DE MI VIDA

Desde que nuestros destinos se cruzaron, ya mi mente no concibe la soledad.
Se ha convertido en un remoto recuerdo, casi como si fuera de otra persona que no soy yo.
Al igual que el negativo de una vieja película fotográfica extraviado que, cerrado durante demasiado tiempo sin ser revelado, se corrompe hasta quedar inservible. Así aguardaba mi alma para entregar todo lo bueno que había en mi.
Ella, hundió sus manos en mi pecho y sus dedos fueron la llave que acarició mi corazón liberando todo aquello que encerrado en él, moría poco a poco.
De sus labios nace la vida que me insufla en cada beso y brotan también cálidas palabras de amor. Son bálsamo para mis heridas que me hacen olvidar mis días más oscuros.
Con sus bailes descalza por la casa al son de la música parece flotar en el aire.
Su mayor don, es darlo todo por los que ama sin esperar nada a cambio.
Siempre leal a su corazón, quien guía sus pasos.
Ella, es tormenta que me agita haciéndome sentir vivo, pero a la vez la paz que me embarga al sentirme inmensamente querido.
Alguien así, sólo puede ser un ser mágico.

60. LA VERDADERA Y JAMÁS CONTADA VIDA NOCTURNA DEL HOMBRE INVISIBLE

No sé si soy invisible o que nadie se fija en mí, pero qué más da ya. En mi familia de superhéroes todos salvo yo llevaban vistosos trajes ajustados, y yo no era más que una aberración, un error, una vergüenza familiar.
—¡Quita de ahí, inútil, y ponte algo, que no tropecemos contigo!, me decían, lo que confirmaba que no era más que un mero estorbo indiferente para todos. Al menos podía aprovechar mi invisibilidad para que me dejaran en paz con mi apagada existencia.
Arrinconado por los brillantes triunfos de los míos, tuve malsanas tentaciones y me hice mirón de vestuarios. También atraqué bancos al abrigo de mi transparencia. Sin embargo, lejos de sacarle un partido sucio a esta circunstancia, venciendo la decepción y sin dejarme seducir demasiado por lo prohibido, decidí abrirme camino y hacer el bien, no como mi familia, sino a mi manera. Desde entonces, todas las noches me cuelo en los dormitorios donde hay niños abandonados y, mientras sueñan, les dejo unas monedas a quienes han perdido algún diente de leche.

Aunque tarde, creo que mi vida ha dejado de ser frustrante y desaprovechada.

59. EL ELEGIDO (Petra Acero)

“¡Apaga esa luzzz!”, me gruñe el abuelo. Y su queja arrastra cada sílaba con eco renqueante. Mientras, mi incipiente hombría se esconde debajo de la cama, a toda prisa. ¡Qué ganas de asustarme, joder!

Todo empezó el día en que el repartidor de pizzas llegó a casa con nuestro pedido en una mano y su casco en la otra. “Tío, si me dejas probarme tu casco convenzo a mi madre para que te dé una propina cojonuda”, le propuse impaciente. Y en eso estaba, ajustándome aquel casco, cuando se me cayó la lámpara en la cabeza. No me mató, ni me abrió una brecha como la que luce “el pecas”. Que, ¿por qué le pedí al repartidor su casco sudao? ¡Ni puta idea! Aunque, según mi madre, esa ocurrencia insalubre y fuera de lugar me salvó la vida.
Desde entonces, el abuelo no deja de darme órdenes: “¡Pedro, Pedritooo , apaga esa músicaaa!” “¡Baja la calefacciónnn!” “¡Desenchufa la teleee!”… Mi difunto abuelo está muy concienciado con el ahorro de energía.

Yo me devano los sesos tratando de averiguar por qué, ¡el muy cabrón!, se empeña en contactar conmigo. ¡Si es mi madre quien controla la factura de la luz!

58. Pegasos, lindos pegasos

Brillaban las luces en la noche de feria. Héctor tiró de la mano de su madre hacia el tiovivo. Eligió un caballo con alas y, ebrio de alegría, le pidió que volara muy alto hasta alcanzar las estrellas que ardían en el cielo.

 

Aquella noche lo visitó en sueños:

-Mi nombre es Pegaso. Pertenezco al mismísimo Zeus, pero he caído en desgracia y me tienen atado a esa rueda. Solo tú me has hablado, solo tú estás destinado a liberarme.

 

Al día siguiente Héctor se coló en el recinto ferial y le rompió las cadenas con unas grandes tenazas.

-¡Sube! Volaremos juntos a donde tú desees.

-Al País de los Cuentos.

Pegaso batió las alas y pronto fueron divisando desde el aire el bosque donde se escondía el lobo, la casita de chocolate, dragones y princesas, hadas, ogros y hasta un barco de piratas.

 

Y llegó la hora en que Pegaso debía volver al Olimpo. El niño le acarició la crin y se abrazó a su cuello. Contuvo las lágrimas hasta verlo partir, porque había aprendido que el mejor regalo que le podía ofrecer era la libertad.

 

57. El duende

Se bebe mi whisky. Y lejos de cumplir el código deontológico de los duendes – aquello de pasar desapercibido -, acaba la noche entonando canciones subido a la copa del único árbol del triste jardín. Melopea tras melopea, promete no fallarme de nuevo, que estará fresco y disponible al amanecer, que irá a buscar a la musa y la traerá en ese pato desnutrido que utiliza como transporte.

Amanece y huele a café. La musa no vendrá: ha mandado un correo con la disculpa de siempre, ya ni siquiera se molesta en cambiar una coma del texto cuando lo copia y pega. Hay una hoja en blanco sobre el escritorio. Salgo y voy hacia el árbol para despertar al pitufo holgazán. Huele a resaca. Le acerco la taza de café, lo sorbe sin demasiado garbo y sube a lomos de su ganso escuálido en busca de la esquiva, a ver si la convence. Vuelvo al escritorio y me siento. Campanilla y sus amigas giran alrededor de mi cabeza. Nosecuantas vueltas después, el infeliz regresa solo y lloroso, sirve una ronda de whisky y sale al jardín. No hay forma de acabar este relato sobre los seres mágicos.

56. Monstruos contra espectros

No sé bien cuándo empezó. O cuando terminó. O cuando empezó a terminar. Pero los últimos años he acabado viviendo prácticamente solo. En mi casa suele haber otras personas, pero, en realidad, solo estoy yo.

A pesar de mi edad -apenas soy un niño-, he logrado desenvolverme con bastante solvencia. Hago tareas básicas, como barrer y fregar. Incluso, con frecuencia, otras más complejas como cocinar macarrones o coser dobladillos.

También cuido de mi hermana pequeña, a quien explico las cosas a mi manera. Y eso no es precisamente fácil. Cuando mamá se levanta, pasado el mediodía, pululando ausente con la mirada perdida, le digo que realmente no está, que es un espectro. Ella intenta repetirlo. Dice «epétoro» y ríe y da palmadas.

A papá, por suerte, le vemos menos. Cuando aparece, solo bebe, ronca o grita. Rebusca por los cajones y nos empuja a un lado al cruzarnos en el pasillo. Yo le explico que es un monstruo y ella dice «mottuo», señalándole, con un descaro impropio de su edad. Le chisto con un susurro disimulado, tapando su dedo. Y bajamos a la calle a jugar a monstruos contra espectros. Aunque sea un rato, hasta la hora del baño.

55. LA VERDADERA FORMA DE UNA SIRENA, UNA HISTORIA VERDADERA (Sotirios Moutsanas)

Mi familia solía  veranear en un pueblo  griego, rural y alejado de las ciudades.  En esa época, era un niño travieso, rebelde y desobediente. Todavía conservo estas maravillosas cualidades. Un día bajé a escondidas a la playa con mi flotador y empecé a nadar mar adentro. No sé por qué razón el flotador comenzó a desinflarse.  En vano intenté regresar a la orilla. Mientras el mar me engullía como una ballena al plancton, ella apareció de la nada. Su aspecto era horrible, como un monstruo salido de mis pesadillas. La mitad de su cuerpo era como un pez, y terminaba con una enorme aleta. Su cuerpo era escuálido, sus manos tenían membranas como los patos. Sus ojos pequeños y opacos, sus labios finos, no tenía nada de pelo y en su cuello había una especie de branquias. Me llevó cerca de la orilla a una velocidad endiablada y esbozó una amplia sonrisa con unos dientes afilados, puntiagudos parecidos a los de los tiburones y se desvaneció en el horizonte.

Muchas veces la veo en mis sueños. Se me acerca sigilosamente y mete su larga lengua  viperina en mi boca. Me despierto empapado de sudor y siempre digo las mismas palabras:

“GRACIAS A DIOS HA SIDO SOLO UNA PESADILLA”

54. El empoderamiento de Eva

PRIMERA RUPTURA
Descompuesta, humillada, apaleada, sin recursos, joven aún muy joven, sin trabajo, como único abrigo la amistad y la familia, con una niña, sin perder la sonrisa, y con su vida, con la necesidad de huir para sobrevivir, con esos ojos que destilan un brillo magnético, y con una obligación: salir adelante, cueste lo que cueste para que su hija tenga una oportunidad.

SEGUNDA RUPTURA
Redescompuesta, abatida psicológicamente, con miedo, no tan joven, pero con más miedo, con trabajo, sin fuerzas, con casa, con una hija independiente, con la necesidad de quedarse a vivir lo que le espera a partir de ahora, con una obligación: recomponerse y valorarse, abrir los ojos y darse cuenta de que ella es única, libre, valiosa, valiente, con ganas de reír, con ganas de amar, rodeada de gente que la quiere. Con el deber de darse su oportunidad.

Y el tiempo, que lo cura todo, le da el poder de reafirmarse como persona y como mujer, y se levanta por las mañanas y ante todo se mira al espejo y encuentra ese ser mágico que ha sido siempre, que los trolls con los que vivió en otra época, mantuvieron en la oscuridad.

53. PALACIO RESIGNACIÓN (M. Belén Mateos)

Cerré los ojos esperando el beso que aquella criatura me ofrecía; a medida que se acercaba, un aroma nauseabundo impregnaba mi cuerpo. Su aliento pestilente me hizo contener la respiración y su tacto, áspero, extrañamente cálido, me acarició entera.

 

Ahora habito en palacio, me visto con sedas y opulentos abalorios, me cantan y versan juglares. Mi aposento lo adornan con lirios y lo perfuman con las más exquisitas esencias. Por el contrario, me ofrecen repulsivos manjares en bandeja de plata.

Arrepentida, cada noche me asomo al balcón para contemplar mi adorada charca y sus ondulantes nenúfares a modo de rosas.

 

52. DRÍADA

Yo era un chico de ciudad, el típico urbanita. Hasta el verano que pasamos en la casa del pueblo. Nada mejor que hacer que ordeñar las vacas, cosechar berzas del huerto, hacer queso con la abuela y contar los días que faltaban para que esa pesadilla acabara.

Una tarde la conocí mientras paseaba por el bosque y a partir de entonces todo se volvió mágico.

Ella me enseñó a invocar por su nombre a los vientos que bajan del monte, a camuflarme entre los helechos, a seguir el rastro de los lobos por su olor y a entender el idioma de los urogallos.

Desde entonces he regresado cada año. Ella siempre igual de joven y bella. Yo cada vez más viejo y más enamorado. De mi ninfa y de su bosque.

La noticia la escuché por la radio del coche. Cambié el rumbo y conduje desesperado, con las ventanillas cerradas para evitar que entrara el humo que el viento agitaba sobre las copas de los árboles. Las autoridades comunicaron que no había que lamentar víctimas humanas, pero cuando las llamas se retiraron el pueblo entero pudo contemplar, impotente, cómo miles de ninfas agonizaban apoyadas sobre los robles carbonizados.

Nuestras publicaciones