Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

103. FUNDIDOS (Yolanda Nava)

Coloca con delicadeza una lágrima de cristal debajo del ojo derecho y se aleja para apreciar el resultado. Siente una sensación de vacío, de irreparable pérdida, casi de orfandad, que le invade cuando finaliza una obra y  ha de separarse de ella.

El resultado nunca es perfecto. Aunque esta vez ha estado cerca. La imagen parece tan viva…, las lágrimas que resbalan por el marmóreo rostro tienen un aspecto tan real, que al rozar la más cristalina con sus dedos esta se vuelve líquida entre ellos.

Se apoya sobre la escultura de la hermosa dama y siente como la carne de ella, contundente y cálida, late bajo sus manos. Se abraza a ella hasta olvidarse de su cuerpo que es ya, una rígida mole de piedra.

 

102. Mal de ojo. (montesinadas)

Yo no estoy loco, solo tengo mala suerte, y aunque así fuera, ¿quién no lleva alguna locura dentro? También puedo definirme como osado, aventurero y valiente, rasgos que, por otro lado, son totalmente deseables en un artista porque, aquel que no rompe en el arte, muere esperando su oportunidad.

A mí se me presentó aquella noche en que acepté el encargo de Mr. Robson. Tenía hasta la salida del sol para hacerle un retrato a su mujer. Pagaba una buena cantidad de dinero que gastaría en materiales, en mujeres y en brandi.

Me instaló en la habitación, la iluminó con velas y comencé a pintar aquel rostro ya afilado, macilento y con un ojo cerrado, según el marido desde que nació. Decidí darle al retrato un toque personal y la pinté con los dos ojos abiertos para que pudieran imaginar, cómo hubiera podido ser todo, con otra mirada. Entré con ella en el ataúd y lo cerré, quería conocer la verdadera intensidad del negro. Parece que la bebida se tornó en fatiga. Cuando el asistente de la funeraria echó la llave, desperté. La mujer abrió un ojo reseco y oscuro, quizás por primera vez. Desde entonces no levanto cabeza.

101. El hombre gris y el difícil arte de la vida

Las personas que no pintan nada también tienen que enfrentarse al difícil arte de la vida. Es el caso del hombre gris, cuya presencia se difumina entre la multitud como la de un figurante cualquiera. El hombre gris nunca ve la vida de color rosa, sino en blanco y negro, como en esos televisores cuadrados que, no hace tanto, ocupaban los salones de las casas. Respeta la cola del supermercado, paga sus impuestos y nunca cruza una mirada con la mujer del vecino. Sin embargo, sabe moverse entre bambalinas y, cuando está solo, consume porno en internet y es capaz de insultar al árbitro en voz alta mientras contempla en la tele cómo pierde su equipo. Por la noche, después de cenar, baja la basura y saca a pasear al perro. Antes de volver, comprueba que nadie aparezca en la escena y enciende un cigarrillo. Tras fumárselo tira la colilla al suelo y la pisa con la punta del zapato. Una sonrisa ilumina su rostro y sus dientes blancos resplandecen en la oscuridad. Por un instante, se siente protagonista. Luego sube a casa, se mete en la cama, apaga la luz y deja que todo funda a negro.

100. Fuera de plano

Quizá lo que más me impresionó de la película fue la excelente calidad de la imagen, que incluso podía llegar a aturdir; alcanzaba una perfección como nunca antes había visto en ninguna sala de cine equipada con los mejores sistemas digitales. El sonido, además, parecía emplear un método en grabación de audio tan real que logró envolverme con su nitidez durante toda la proyección. En cuanto al montaje tengo que destacar sus aciertos, no solo para resolver la dificultad técnica que supone condensar este tipo de guiones sin perder detalle, sino también por no haber recurrido a una de esas rarezas artísticas con diferentes acciones temporales o flashbacks creativos. Las escenas estaban expuestas con la sencillez de un clásico. Planteamiento. Nudo. Desenlace. Sin necesidad de más explicaciones.

Lástima que ese virtuosismo técnico quedase malogrado por la narración. Contaba una historia vacía, insulsa, sin alicientes, en la que lo verdaderamente interesante quedaba siempre fuera de plano. Por eso agradecí que no durase mucho. Apenas tres segundos. Lo que tardé en precipitarme desde el quinto piso.

99. Retoques ( Patricia Mejías)

Aunque le iba a pertenecer a otro, la siguió en su viaje hasta el reino vecino con la excusa de la última corrección en la luz de rostro. En la presentación en la corte, la alabaron por sus ojos de mirada caleidoscópica, la frente infinita que denotaba una gran inteligencia y el porte capaz de someter a aquel impasible rey al que ninguna doncella, noble o plebeya, había logrado conquistar. Enamorado, el monarca mandó por la princesa. Cuando llegó, el rey no notó la diferencia entre la retratada y la imagen del cuadro. Con la aquiescencia del soberano, se celebraron los esponsales para felicidad de ambos pueblos. Como recompensa por el feliz desenlace, el pintor recibió la tan venerada pintura en donde supo retratar la belleza de la reina fea.

98. En clave de sol (María Elejoste – Mel)

Nuestra partitura tiene veinticinco páginas, cada una es de un tipo de papel y melodía diferente y aún así conseguimos seguir el compás. Las primeras son adagios de baladas a dúo, después las líneas y barras se entremezclan y crean tonalidades en un allegro vibrante. Le siguen en moderato unas hojas de cuadritos escolares, con pentagramas emborronados de tanto tachar y recolocar esas dos pequeñas corcheas por las que solemos discutir.  A veces nos ha pasado que un aire frío se ha colado en el salón y nos ha desparramado notas por el suelo e inflado las pausas. Y nos miramos piano a ver quién de los dos es el primero en restaurar la armonía desenredando las plicas de esas esferas blancas y negras que lo son todo. Una vez di una patada al atril. Aprendí que el silencio es el sonido más estridente, y que los intermedios sirven para respirar, para reescribir las cadencias graves en pizzicatos de violines a la luz de las velas. Hemos añadido folios vacíos con  la ilusión de estrenar nuevos acordes, repetir los mejores estribillos y vibrar el tempo que nos quede. No podría vivir sin la música. Siete notas bastan.

97. Mi artista favorita

A mi madre siempre la consideré una gran artista. Hacía juegos malabares para que el sueldo que mi padre ganaba en el astillero, diera para comer, ropa, y libros. Era cantante mientras preparaba la comida haciendo música de cucharas y pucheros. Se echaba algún baile entre colada y colada. Escalaba a la buhardilla cada vez que tenía que buscar ropa antigua para hacernos disfraces. Una gran actriz cada vez que reía las estupideces de la tía Enriqueta que nos visitaba todos los viernes con puntualidad británica. Incluso era un gran payaso, cuando se inventaba historias para hacernos reír y así olvidáramos el frío invierno.

96. Hijos de un dios menor

Que la niña iba para artista lo supieron sus padres desde que escucharon su primer llanto, en el que siempre recordarían como el día más feliz de sus vidas. Con poco menos de tres quilos y medio metro escaso, un zumbido de moscas escapó de sus pulmones provocando en sus progenitores, el obstetra y la comadrona, una mezcla de admiración, terror y asombro. Cuando las primeras palabras afloraron a su boca, profesores de canto, logopedas y fonólogos se ocuparon de modular aquella salmodia que excedía a sus adentros. No tendría más de diez años cuando tanto esfuerzo había dado ya sus frutos, convirtiéndose en la atracción de cada evento familiar, en la comidilla del barrio. Según pasaban los años llegó a ejecutar con igual virtuosismo un aria de Rigoletto que una copla de la Piquer, unas bulerías de Camarón que los growling de Ian Gillan. Vecinos y familiares guardaban cola para escuchar sus canciones preferidas interpretadas de forma tan portentosa, para dedicar las baladas más románticas a la persona amada. Hasta que volvieron las moscas. Un runrún de moscas que desde la mirada de un chico que solo le hablaba con las manos, le robaron la voz y el corazón.

95. HIPERREALISMO

Siempre salgo de casa con el tiempo suficiente para llegar la primera y coger el mejor sitio en el banco del parque.

Al poco rato lo veo aparecer con las manos en los bolsillos de la cazadora y su mochila al hombro, llena de tizas de colores.

Aunque él no lo sepa, ser testigo de su arte milagroso es lo único que me hace ilusión en todo el día.

Hace un mes paseé por las cumbres nevadas de una cordillera y disfruté desde allí de la puesta de sol más hermosa de mi vida. Casi se me olvidó el dolor.

La semana pasada desplegó ante mis ojos unas majestuosas cataratas que me dejaron el alma calada hasta los huesos. Tardé tres días en secarme.

Esta tarde he sentido el vértigo en mi estómago al contemplar desde la terraza de un rascacielos las vistas al asfalto, que se abre infinito bajo mis pies. Estoy dudando entre dejarme caer y acabar con todo o esperar un día más para ver la magia de mañana.

De todas formas, ya me queda poco que perder.

 

94. Un tiempo breve: la fragua de las quimeras (Marta Trutxuelo)

Vacío, como una poesía sin palabras, y solo, cual metáfora en una ecuación matemática, así se encuentra mi interior al vencer el plazo. El silencio ensordecedor de mi pantalla se quiebra cuando una brisa surca la estancia y hace bailar las páginas de un olvidado libro al ritmo del recuerdo de unas sonoras carcajadas. La danza se asemeja a una fragua de la que chispean tramas de humor, de sus hojas entornadas salta un héroe victorioso tras resolver una conspiración y bajo la tinta descansa la víctima de un delito. Verso y reverso continúan su baile hasta acabar devorados por un ingenioso complot terrorífico.

Sobre mi mesa polvorienta los poemas juegan con la métrica, los principios y finales corretean burlando al hilo argumental, mientras los relatos eróticos retozan en aquel oscuro rincón. Y arriba, ahí están, a veces sugerentes, otras atractivos y desternillantes, como coronas de reyes, los siempre sorprendentes títulos.

¡No sufras, pobre enteciano! El mes concluye, el tiempo es breve, pero… ¡en breve continuará! Esta noche te contaré nuevos secretos, mi musa (Jams)  me lo ha prometido. En mi plataforma volverán a tejerse ideas inspiradoras y mi página se llenará de entradas que urdirán nuevas historias… como ésta.

93. Artistas sin mecenas

¡Hay mechero, mech…! ¡Hay mechero, mech…! El hombre repite la letanía como si estuviera recitando un mantra. A sus pies, un cartel sorprendentemente artístico. Llama la atención la imagen del mechero tan realista que parece de verdad. Hastiado, continúa entonando en perfecto compás las dos palabras mirando sin ver los cientos de cuerpos somnolientos que continúan saliendo precipitadamente por la puerta de la estación.

Esperando en el semáforo, me entretengo en mirar a mi alrededor. En el bordillo de enfrente hay dos violinistas tocando el Minueto Célebre de Boccherini con una delicadeza que conmueve por lo intempestivo de la hora, el lugar y el público tan poco entregado. Un poco más lejos, sentada en un banco hay una chica joven custodiando una manta con un despliegue de bolsos de crochet. A su lado, una bolsa de tela de la que sobresalen varios ovillos y algunas agujas de tejer. Poso mi mirada con avidez infantil en las formas delicadas de un búho y me dan unas ganas enormes de comprar uno.

El semáforo se abre. Vuelvo al modo autómata. Al pasar por delante de los músicos les doy una moneda y me encamino hacia mi trabajo en el museo.

92. GRANDE ENTRE LOS GRANDES (Nani Canovaca)

Desde pequeño le dijeron que debía prepararse para tener un futuro y ahí estuvo. Hizo cursos, master y todo lo que en sus manos estuvo.
Admiró a los más grandes. Su ilusión era conseguir los mejores paisajes, los poemas que llegaran al alma y las novelas que pudieran ser los éxitos de la temporada, “best seller” le llegaron a llamar.
Pasado el tiempo repasa su obra o su vida, tanto monta… Consiguió éxitos relevantes, pero reconoce que sus aliados los niños hubieran hecho mejor lo que fueron sus pinturas. Había conseguido manchar los lienzos, exponer en las salas de moda y a cambio, obtener disparatados beneficios. Sus poemas truncaron más de una carrera de algún que otro cantante que se atrevió con ellos y sus novelas, seguían apiladas en los estantes de las librerías esperando que algún incauto las adquiera.
Ahora cuando ya no vale mentir ni mentirse, lo decente es reconocer que ha sido un gran artista de la farsa.
Cuando se preparó tan a fondo, nadie le dijo y tampoco quiso planteárselo, que además la honestidad era prioritaria y ya era demasiado tarde para reparar el sainete.

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