Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

93. LAS BUENAS INTENCIONES (Toribios)

En cuanto vio que unos maleantes atacaban a la chica, corrió a buscar una cabina de teléfonos. Con los nervios, los cordones se le enredaron y tuvo que sacar los zapatos de un tirón. Los pantalones no se deslizaban bien por los muslos enfundados en la malla y le costó un triunfo librarse de ellos. En cuanto a la gabardina, la americana y la corbata, se convirtieron casi en la pesadilla que narra Cortázar en su famoso cuento del pulóver. Cuando por fin se vio libre y quedó a la vista su flamante traje rojo fuego, empezó a pensar donde guardar la cartera, optando  por dejarla bajo la ropa bien doblada. Salió por fin dispuesto a todo, pero la policía ya había detenido a los malos. Lo peor fue que, cuando regresó, se encontró con que toda su ropa había desaparecido, incluida la cartera. Tuvo que volver a casa de aquella extraña guisa y para colmo le persiguió un enjambre de mozalbetes que no cesaron de lanzarle improperios. Trató de impulsarse con sus zapatos gravitatorios y desaparecer volando, pero se había olvidado de cargar las baterías la noche antes, así que tuvo que soportar aquello hasta el mismo portal.

 

92. Los héroes no nacen, las circunstancias los hacen

Nunca fue Supermán, ni vistió ridículas mayas, ni voló por los aires a menos que lo hiciera dentro de un avión, tampoco aspiraba a lanzar hilos de seda para atrapar a los malos como un vulgar Spiderman. Solo era un hombre, sin SUPER por delante, pero aquel día se encontró con los villanos y la adrenalina de los SUPERHÉROES recorrió su cuerpo.
¿Su arma? Un monopatín.
¿Su meta? Salvar a una víctima de los matones.
¿El precio? Su vida.
Para todos, en nuestro recuerdo: Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín.

91. SUPERPODEROSOS (Beto Monte Ros)

El día que la metrópoli se tornó gris los periódicos reseñaron que los héroes que cuidaban de ella habían sido vencidos, dejando a sus ciudadanos atrapados en un halo de pesadumbre. Con su identidad descubierta los álter egos, desempleados y con el poder menguado, eran obligados a hacer largas filas para que el nuevo régimen pudiera humillarlos, mientras se ensayaban nuevos controles.

Ocurrió que los regentes de la ciudad, sobornados por los villanos, también conspiraron y ayudaron a ocultar el laboratorio donde se creó la fórmula del virus aniquilador de poderes, el cual fue esparcido por un grupo élite de malvados, los integrantes de La Liga de la Injusticia.

90. Súper desamor (Montesinadas)

Uno no es consciente de sus poderes de golpe, se encuentran poco a poco, ese fue mi caso y los descubrí todos, gracias a ella, lo de la kryptonita fue posterior.

La misma noche que la conocí, me enamoré. Recuerdo aquella fiesta de disfraces de la escuela secundaria. La incesante lluvia y su traje neumático ajustado. Bajé rápido las escaleras para abrirle la puerta del coche, le arrojé la capa a su paso, en varias ocasiones, para que no manchara sus zapatos y pudiera pisar sobre los charcos.

La acompañé a casa y esperé hasta que abrieron la puerta. Las siguientes semanas fuimos inseparables y descubrí la fuerza heladora de mi aliento enfriando sus bebidas y el súper beso amnesia, al chocar nuestros labios. La telequinesis, apareció al mismo tiempo que la telepatía, cuando comprobé que podía leer sus pensamientos. Ocurrió aquella noche, que deseó la luna y se la acerqué a la terraza. Que mi vista atravesaba los objetos sucedió, para mi desgracia, la tarde que ella se metió en el baño de las chicas con el joven Luthor, la misma tarde que también levanté los brazos, en un gesto de rabia, apreté los puños y eché a volar.

89. LA CAPA

Ella cree que no lo sé.

Que soy demasiado pequeño y que no me doy cuenta de muchas cosas. Pero yo sé que mamá tiene una capa.  Una de esas  con poderes que te hacen invencible.

La guarda en el armario, en una caja marrón, escondida detrás de los vestidos bonitos que ya no se pone.

Lo sé. Una noche la ví, sentada al borde de la cama, de espaldas a la puerta, callada, con la caja entre las manos . Ella no me vio, pero yo a ella sí. La abrió y buscó dentro “nuestro seguro de vida”, como le dijo tia Elisa.

Desde la puerta del cuarto no pude verla,  pero sé que la tiene allí y que se la pone por las noches, para protegernos a mi y a Sofia del hombre malo.

Por eso duermo tranquilo. Sofia tambien, pero porque no sabe nada. Ella sí que no sabe nada, los bebes no suelen enterarse de esas cosas.

Pero cuando sea mas mayor se lo contaré. Y ese será nuestro secreto.

88. Cuestión de horóscopo

No soy Cáncer, soy Leo. Mi madre se puso de parto un 22 de julio, pero vine al mundo pasadas las doce. Dicen que se me nota en el carácter, me gusta ser centro de miradas y protagonista de eventos. Tal vez por eso me tengan envidia…

Mi madre me acaricia la mano y aleja una lágrima de su mejilla. Cree que no la he visto. Yo, cuando estoy a solas, también lloro. Pero tampoco lo reconozco.

Porque soy Leo, no Cáncer. Y los Leo tenemos algo de superhéroes: siempre vencemos a los Cáncer.

87. Temporal

Tras sobrevivir a la patera y a la valla, ahora vende barras de pan en el horno de mi barrio.

86. Primera línea (Patricia Collazo)

Parte en cuanto despunta el sol. A los héroes no les importa madrugar. Cruzada sobre la espalda, la sombrilla grande, y repartidos entre sus brazos, la nevera azul, esterillas, cubos, palas, toallas y tumbonas.

Ella niega con la cabeza. Tampoco esta vez ha podido convencerle de que se quede. Desde el balcón lo ve subir con dificultad la cuesta hacia el paseo marítimo.

Él disimula los resoplidos con un silbido gastado y transita por la arena recién rastrillada hasta el lugar preciso: húmedo pero lejos del alcance de la pleamar. Allí clava la sombrilla y marca los lindes del terreno con esterillas, tumbonas y chanclas.

Sentado, observa al mar gelatinoso a través de sus cataratas. Esa es la única licencia que se da. Luego, todo será litigar contra los desaprensivos que llegan a la playa a cualquier hora.

Nada puede contra sus poderes. Imperturbable, detecta y neutraliza cada pie descalzo, cada toalla ajena invadiendo su parcela.

Al atardecer, recoge esterillas, tumbonas, cubos que nadie ha usado (los hijos y nietos hace rato que prefieren veranear en el extranjero) y se marcha a casa con su piel de camarón y la satisfacción  del deber cumplido cubierta de arena.

85. RULETA RUSA

 

Clic, clic, clic… y así hasta tres veces seguidas y Supermán no moría. Joker se descojonaba de la risa,  Lobezno aullaba, Cat Woman maullaba, Hulk se ponía verde y la Mujer Maravilla se excitaba al borde del orgasmo.  Como muy bien decía Capitán América, veterano del Vietnam, la escena recordaba a aquella otra de la película “El cazador”. Tras cada apretón de gatillo el tumulto de superhéroes se agitaba y lanzaba billetes arrugados sobre el círculo de arena en una algarabía indescriptible de ensordecedoras apuestas. El hombre invisible aprovechaba la confusión y su invisibilidad para sisar dinero.

Supermán no tenía miedo a morir, ya no. Su Lois Lane le había abandonado largándose con Artorcha Humana. “El sí me sabe calentar, no como tú, pichafloja, que te pones los calzoncillos por encima de los pantalones”, fue la despedida de su novia que le reprochaba su condición de eyaculador precoz.

Un revolver de tambor con una bala de kriptonita en la recámara. Clic.

 

84. Tras el incendio

Araña silenciosa la tierra, Ella, con sus ganas de vida vestidas de verde, y se alza entre escombros y crujidos de desolación.

83. Fracasado

Que recuerde, siempre he querido ser un supervillano. Me chiflaba la idea de ir por ahí haciendo el mal supremo: raptar a jovencitas inocentes, destruir barrios enteros, robarles caramelos a los niños, tirar papeles al suelo… cosas así. Pero por más que lo intento (y mira que lo intento), no sé cómo me las apaño pero siempre acabo haciendo el bien, sin mirar a quién. Yo que soñaba con ser temido por todos, resulta que soy adorado como un maldito superhéroe. Qué vergüenza para mi familia; qué enorme deshonra. Provengo de una estirpe de villanos de la peor calaña con una larga tradición de fechorías. Desciendo de manera directa del Hombre Termita, que agujereaba edificios gracias a sus prominentes incisivos, y de Madame Alquitrán, que sembraba el caos provocando socavones en las carreteras con sus zapatos talla 49. Mi propio padre era un megavillano, el peor de todos: Políticoman. Carecía de escrúpulos, y si los tenía, se los cargaba. Más malo que un yogur de ajo. Manejaba el poder de la corrupción como nadie. Era una bestia. No como yo, que intento atracar un banco y salvo a una pareja de ancianos sin querer.

Qué fracaso de villano.

82. Rodeados (Patxi Hinojosa)

No sé si me creeréis, pero debo decirlo: estamos rodeados de unos seres especiales que nos contemplan, suplicantes, desde los que en algún instante fueron sus particulares edenes.

Tragando humillaciones, olvidando desprecios, han podido observar cómo ese paraíso ha ido mutando hasta un infierno en el que las llamas abrasan bastante menos que las vejaciones y estas menos incluso que el recuerdo de un tiempo en el que semejante cambio era imposible por impensable.

Recapacitando en ello estoy cuando veo un niño que, desde el patio de su colegio, se despide sonriente de su madre mandándole un beso volador; desenfoco su imagen y me centro en ella, exhibe esa sonrisa que tan bien le sale, aunque no tanto como disimular con maquillaje el calvario del que ansía que puedan escapar algún día.

Aunque lo intento, no encuentro apelativo mejor para ellas que el de «superhéroes»; no siéndolo, decidme cómo podrían crear unos mundos virtuales para sus hijos y entorno con todas esas miserias familiares camufladas… Además, como cualquier «superhéroe» que se precie, tienen incluso su punto débil, y no pudieron ser tocadas con uno más apropiado, un inmenso amor incondicional.

Son «superhéroes», sí, mas ellas no eligieron serlo.

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