Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

78. El creador

Examinó su obra. En un principio, había creído que estaba bien. Sin embargo, algo no terminaba de convencerle. Analizó los personajes que había concebido. Advirtió que eran planos, les faltaba profundidad, no evolucionaban. Supo que, para desarrollar la historia y ganar interés, tendría que introducir algún conflicto. Comenzó a reflexionar. Quizá si salieran de allí, si se enfrentaran al mundo, serían menos aburridos. Pero, ¿cómo hacerlo? Encontró pronto la solución. Introduciría un nuevo personaje, un antagonista. Se acercaría a la mujer. La seduciría y convencería para que arrancara y comiera una fruta del árbol prohibido, para que engañara al hombre.

77. Relevo (Blanca Oteiza)

Agotado, descansa sobre las letras que se funden en un baile con sus sueños. Revolotean las frases dando vida a personajes que diseñan sus propias historias.
Los cantos de los pájaros al otro lado de la ventana anuncian que el nuevo día está llegando. El sol comienza a aclarar el cielo por occidente, tiñéndolo de naranja y rosáceo.
Esta vez el escritor no despierta, atrapado en su propio relato adormecido en letras. En su lugar, del manuscrito salen brujas, caballeros, hadas, huérfanos, nobles, mendigos y asesinos que dan sepultura literaria al escribano de fantasías ahogado en sus propias aguas.

76. HALLAZGO DE CARTA CENTENARIA (Isidro Moreno)

Estimado señor:

En respuesta a su atenta misiva recibida en fechas pasadas, permítame felicitarle por su gran inventiva.

Le quedo muy agradecido por la admiración que dice profesarme y por sus diversas aportaciones de ideas para mis novelas, pero he de manifestarle que no soy un loco inventor imaginativo sino escritor de ciencia ficción.

Resulta divertida, pero no es creíble su idea de un teléfono sin cable, con pantalla para ver imágenes reales en color, poder establecer comunicaciones remotas con desconocidas fuentes, acceder a información de grandes bibliotecas, archivos y procesar datos en tan sólo unos segundos.

Lamento decirle que, de sus argumentos, lo único verosímil, es su propia historia como viajero en el tiempo.

Atentamente le saluda, Julio Verne.

Fdo.:   Jules Verne

75. NARRAVOX (María Jesús Briones Arreba)

Narravox, de pórtico ínvitante e interior hermético, está situado entre dos ríos de tinta. El de las sombras de la noche, de aguas nebulosas, donde las letras se mojan y unen en cánticos lunares, alcanzando el Astro, y el río juglaresco de los cuentos de aguas rojas. Aquí, cada bardo se baña y emite su voz, ahogándose en su propia sangre.

Al llegar a este punto, la pluma se escurre de los dedos del autor, y su corazón anónimo puso la palabra fin.

73. AGRADABLE SORPRESA

El lector se había topado de repente con una novela hilarante, que le estaba haciendo disfrutar como pocas.
Su hijo, sentado frente al ordenador, le dirigía de cuando en cuando unas miradas preocupantes, pues no podía entender como su padre pasaba en un instante de estar completamente absorto en la lectura, a proferir grandes carcajadas.
El sorprendido leyente no esperaba encontrar tanta diversión en las páginas de la que había resultado ser, a su juicio, una gran novela, Wilt de Tom Sharpe.
Y aunque en la contraportada se avanzaba lo que leería en posteriores capítulos, se vio sumergido en unas situaciones atípicas y absurdas, acompañando en su alocada huida al infeliz profesor, Henry Wilt, acusado del asesinato de su esposa, una mujer a la que amaba y detestaba, después de que se marchara de viaje con un matrimonio amigo.
El leedor siguió hasta el final la desatinada trayectoria del atribulado Wilt, a la que le condujo la otra gran protagonista, una muñeca hinchable. Y aunque el profesor intentó deshacerse de todas las maneras posibles, de este personaje, vivió una serie de peripecias, cada cual más cómica y disparatada, que compartió con avidez el agradecido lector.

72. La palabra y la escritura, sus mejores armas (Rosy Val)

Tiene prisa por dormirse, mañana es domingo y el mercadillo abrirá sus puertas.
Llegará de las primeras, aunque tendrá que esperar a que sus compañeros le ayuden con la pesada tabla de madera que después cubrirá con un mantel de croché de lino, herencia de su abuela. Sobre ella las irá colocando mientras las nombra…
«Rosalía, Gertrudis, Concepción, Margarita…»

Un hombre le preguntará curioso:
«¿Cuánto cuesta ésta?».
La tomará en sus brazos. Le estirará el vestido. Acariciará su carita. Le atusará el cabello y entre los pliegues de su cara una mueca de desacuerdo…

«Lo siento, no puede llevarse a María… la necesitamos para denunciar las limitaciones que para nosotras representan la moral y los usos sociales. ¡Es nuestra mayor defensora en el Siglo de Oro!».
El hombre, perplejo, preguntará de nuevo, pero el vendedor vecino le susurrará que las observe cuanto quiera, mas no se interese por ellas.

Protestará cuando el mercadillo cierre sus tiendas —siempre le sabe a poco—.
Con mimo, las meterá otra vez en la vieja furgoneta y de una en una las irá nombrando…
«Rosario, Colombine, Emilia, Clara… tranquilas, que el próximo domingo volvemos, ¡es el 1 de octubre! y os pondré los vestidos nuevos»

71. LO-LI-TA (Belén Sáenz)

Querida mía: Un día más, en la sala de lectura y en los bancos del bulevar, he visto cómo se deslizan, húmedas contra el paladar, las puntas de las lenguas cuando pronuncian sin voz las tres sílabas de tu nombre, que he sembrado en cada capítulo de la novela. Yo te he florecido en las bocas y te he desmoronado hasta las entrepiernas con el dolor de mi deseo. Habitas ya los delirios más exquisitos de la literatura universal. No me hagas pucheros, no me huyas. Reina blanca del tablero, ojos de avellana. La primera vez que te vi no eras sino una torre destinada a rendirse en los lavabos del patio del colegio, manoseada por torpes peones negros. Te rescaté, te coroné como mi nínfula idolatrada. También eras una oruga deliciosa y, recién cumplidos los doce, rasgué con mis dientes la crisálida para que pudieras desplegar tus alas de mujer hacia el verano. Siempre deprisa. Claro que hubo sangre, claro que tengo derecho a todas tus noches. Así es el alma del artista. Ahora y por siempre serás Personaje, más grande que tu pequeña vida. Pecado y tentación, cuerpo recién amasado. ¿Por qué lloras? ¿Qué esperabas?

70. Desahucio

TENGO HAMBRE

«Félix abandonó su antigua casa, gritando «tengo hambre» y cargando su maleta tras el funcionario. Respiró profundamente y se despidió sin volver la vista atrás. Mientras, algunos hermosos y desaliñados jóvenes gritaban e intentaban animarlo…».

 

Así comenzaba el cuento con el que gané el premio del concurso literario. Para participar tuve que suprimir los adjetivos, que vendí en un cercano rastrillo.

 

TENGO HAMBRE

«Félix abandonó su casa gritando «tengo hambre» y cargando su maleta tras el funcionario. Respiró profundamente y se despidió sin volver la vista atrás. Mientras, algunos jóvenes gritaban e intentaban animarlo…»

 

Para conseguir más dinero puse un anuncio en la prensa: «Vendo artículos, conjunciones y preposiciones, por la compra de tres, regalo un adverbio».

 

TENGO HAMBRE

«Félix abandonó  su casa, gritando «tengo hambre»  cargando maleta  funcionario. Respiró, se despidió. Jóvenes intentaban animarlo…»

 

Vendí también el nombre para cubrir mis necesidades y mantener mi nivel de vida.

 

TENGO HAMBRE

«su casa  «hambre»  maleta  funcionario. Jóvenes…»

 

Poco a poco vendí todas las palabras.

 

TENGO HAMBRE

«su casa. Jóvenes…»

» casa. Jóvenes…»

«Jóvenes…»

 

Cuando me expropiaron la casa solo me quedaba el título, que puse junto a una lata vacía en el suelo:

 

TENGO HAMBRE

69. Lo dejo (Javier Ximens)

            He decidido no ser escritor, no plasmar en papel ninguna historia más ni dar mis novelas a la estampa. La culpa la tiene esa recomendación de la necesidad de leer mucho para escribir bien. He descubierto que iba a crear narraciones que ya están publicadas, por ello, es mejor dejarlo, pues, imagínate que después de estar unos años trabajando en una obra te presentas a una editorial y te dicen usted es un cachondo, ¿y eso?, esto que me trae es la novela Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós, ¡qué corte! Y es que ya me ha ocurrido varias veces, leer un libro y decir esto es lo que iba a escribir yo, por ejemplo, ese que empieza «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…», pues resulta que ya lo tiene publicado Gabriel García Márquez; o aquel que comencé con «En un lugar de los Montes de Toledo, de cuyo nombre no quiero acordarme…» y me dijo mi editor que le sonaba que eso ya existía. Luego, es mejor que me dedique a leer los buenos libros que ya he escrito y han firmado otros que creer que eres un autor que tiene mala memoria y se repite.

68. ENSAYO SOBRE LA ESTULTICIA (Rafa Olivares)

Es sabido que ocurre con cierta frecuencia. Que algunos personajes se rebelan contra los deseos de sus creadores y, ante la impotencia de estos, toman la iniciativa de la acción y llevan el relato por los derroteros que les viene en gana. A los autores, entonces, no les queda otra opción que, una vez finalizado, firmarlo y llevarlo, no sin cierto rubor, a sus editores.

Pero este caso fue diferente. Ya estaba concluida la obra cuando el personaje se revolvió y empezó a deshacerse del resto, ya fueran principales, secundarios o figurantes. A continuación, acabó con todo vestigio de los escenarios de la novela, lugares, espacios y situaciones, para luego destruir hasta el último atisbo de la trama antes de declararse no nacido. Incluso el título, una vez socavados sus cimientos, se desmoronó por el peso de la más elemental lógica cartesiana, de tal forma que de la novela solo quedó el punto final con el que empezaba y terminaba. Bueno, pues con eso y con todo, alcanzó un gran éxito de crítica y ventas. Se comenta que pronto la llevarán al cine.

67. PELO DI FEMMINA

 

Le despertó un revuelo de cacerolas en la cocina. Desenredó torpemente las sábanas que lo aprisionaban y rebuscó, entre las ropas abandonadas sobre la silla, algo que ponerse. Miró el reloj con los ojos entrecerrados. Las ocho de la mañana. A tenor de lo ya preparado, Adelina llevaba horas trajinando. Era el gran día. Una larga ducha y un par de cafés después, llamó a la oficina.

—Catarella, hoy no voy. Que nadie me llame salvo que disparen al presidente de la República.

—A sus órdenes, dottori.

Cinco minutos después el teléfono sonó.

Dottori, no se sabe nada sobre el presidente. Le seguiré informando. No pase cuidado.

—¡Catarella! ¡No llames más! ¡Pase lo que pase!

El suave sol invitaba a preparar la mesa en la terraza.

—¡Dutturi! ¿Qué hace este buffone en mi cocina hurgando mis arancini?

—¡Pepe! ¡Por fin! ¡A mis brazos!

El teléfono sonó de nuevo. Se abalanzó furioso sobre él.

Le sorprendió la voz poderosa y lejana de Livia.

—No esperes ni a Andrea ni a Manolo. Tú dirías “tira più un pelo di femmina…” Estamos en Barcelona. Con Charo. Tenemos las dos tanto por lo que pelear, tienen los dos tanto por lo que desagraviarnos…

66. Tinieblas

Dicen que, si tienes una pesadilla, debes contarla para que no se cumpla, y su mejor amigo soñó cómo se caía golpeándose la sien, dañándose el nervio óptico y quedándose ciego. Y no se lo dijo.
Ocurrió. Sólo tenía veinte años. ¿Lo podría haber evitado?
Llegó la oscuridad y con ella la depresión, la agresividad… No quería que le leyeran los libros que antes tanto amaba. Era una rata de biblioteca.
Corría el año mil ochocientos noventa y no había muchos medios para ayudarle. Pidieron consejo a los doctores más afamados, hasta que uno de ellos comentó sobre un pedagogo francés, Louis Braille, que inventó un sistema de lectura y escritura para ciegos.
Con mucho esfuerzo se le pudo convencer para que fuese a una escuela donde pudieran enseñarle. Duros fueron los años que estuvo en el centro. Tras muchas caídas, golpes, sustos y llantos, aprendió a moverse con libertad, a pasear con su fiel perra Avena y, sobre todo, a volver a leer y escribir: su gran pasión.
Después de diez años, con todo el orgullo del mundo, somos testigos hoy de su gran día; asistimos a la presentación de su primer libro: ”Veo la vida sin ver”.

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