Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

14. NO ES PAÍS PARA SUPERHÉROES

A pesar de que Mortadelo y Filemón trabajaran para la T.I.A., Superman nunca llegó a librarnos de nuestro villano. El viejo dictador murió en la cama, atendido por el equipo médico habitual. Al Capitán América solo le interesó nuestra geografía para instalar sus bases militares pero ¡ojo! sin mezclarse con los nativos, no fuéramos a pegarle los piojos.

Nuestros héroes vivían en edificios como el de la Rue del Percebe donde los ladrones eran gente honrada y los tenderos robaban a las clientas. Las calles estaban llenas de Carpantas que soñaban con bocadillos de chorizo y recurrían a la picaresca para calmar sus estómagos soliviantados, de perros que fumaban colillas y gatos que tocaban la guitarra española.

Mientras, en las mazmorras de la DGS, Billy el niño y sus secuaces torturaban a los desafectos al régimen y los obreros levantiscos morían por los disparos que lanzaban los grises al aire. No eran súper héroes, pero volaban como los americanos.

13. El héroe imperfecto (María José Escudero)

Le gustaba todo de él. Todo. Su nariz larga y deforme, sus gafillas de miope. Aquella sotana deslucida que se agitaba con la mismísima furia que la capa del Capitán Trueno cuando algún asunto requería su presencia. Asimismo, adoraba su voz de timbre claro y brillante resonando en el Altar Mayor: “Ayuda a tu pueblo, Señor, ayúdalo, Señor…”.

Le cautivaba su inclinación por el riesgo. Su energía y buen humor, sus estridentes carcajadas en las partidas de mus. Su apasionada afición al fútbol. Las encendidas homilías dominicales, incluso su manía de ofrecer caramelos de menta. Y también le arrebataban aquellas misteriosas escapadas que solía hacer a la capital.

Le fascinaba que comprometiera su prestigio en el Obispado por brindar la Iglesia a los obreros de la fundición, que escondiera a los perseguidos en la Casa Parroquial, que exigiera al adinerado patrón compromiso en efectivo. La retranca con la que se preservaba del orondo cabo Linares. Le complacía tanto aquel olor a tabaco que desprendían sus manos toscas cuando daba la comunión…

A Crispín, el joven sacristán, le agradaba todo del padre Ambrós. Todo. Menos aquel calendario de mujeres despampanantes que colgaba de la pared de su inaccesible y austero dormitorio.

12. Suphermana

Querido Clark:

No aguantaba más sin escribirte. Hemos escuchado en la radio las noticias de un personaje volador en la lejana Metrópolis y, sin incumplir nuestro pacto de silencio, quería enviarte nuestro cariño y algunas novedades.

Mamá sigue bien. Trata como siempre de aparentar que es incansable, aunque a veces el deterioro de papá la entristece. Yo hasta ahora puedo con todo. Nadie se explica cómo gestiono una finca de tantos acres, el ganado y lo demás. Tengo muchas ideas para mejorar la instalación y quiero ponerlas en marcha cuando termine los cursos de Ingeniería de la Escuela agrícola.

En el condado las cosas no cambian. Demasiados problemas que ni siquiera tú podrías arreglar. Cada vez estoy más decidida a presentarme como candidata al consejo porque esto no puede seguir así.

Lo más importante es que Bob y yo somos muy felices. No es el mejor medio de darte la buena noticia, pero esperamos bebé para mayo. Intuyo que esta vez será niña. ¿Te gusta el nombre de Loise?

Y ahora debo despedirme, escápate alguna noche de tus obligaciones y ven a vernos un ratito que te echamos de menos.

Tu hermana que te quiere.

S. Kent

11. CRISÁLIDA (Yolanda Nava)

Deja de ser mi héroe. No vengas en mi auxilio. Quiero caerme, herirme, ver sangrar y cicatrizar mis heridas. Deseo salir afuera. Traspasar la barrera de tus brazos. Emerger del foso de tus besos.

Voy a escapar. Mis alas están casi listas y no podrás alcanzarme,  papá.

 

 

10. MEJOR SÓLO HOMBRE

Cuando nacimos, la matrona advirtió que llorabas con súper llanto. A los cuatro años, avanzaste tres cursos por superdotado. De adolescente, la profesora de Física Nuclear se rindió a tus encantos, mientras las alumnas la odiaron para siempre al haber conquistado tu súper belleza. Con veinte, triunfaste en el reality «Superhombres», y una Central de Inteligencia  contrató tus superpoderes, para que protegieras a la humanidad de amenazas potenciales.

Pero ayer, harto de tu súper existencia, decidiste que todo debía terminar. En tu último vuelo regresaste, y allí, en la playa de nuestra infancia, me pediste que te librase de tu capa roja, mientras disfrutabas comprobando cómo los dedos de tus pies ahondaban filas de pespuntes regordetes sobre la arena húmeda. Cuando escuchamos el crascitar de las gaviotas, inspiramos una bocanada de salitre, para dejar que los bodoques de espuma, arrimados por el oleaje hasta la orilla, nos hicieran cosquillas en los tobillos, y te despojé del traje azul, acuciado por los temblores, por la desnudez, tras manifestársete la vergüenza privado de tu antifaz de súper visión. Sólo entonces te sentiste feliz, lo clamó tu sonrisa, por dolerte el frío del océano en el estómago, como a cualquier humano.

09. HÉROES LATENTES (Mariángeles Abelli Bonardi)

El hombre, ocasional transeúnte, que encontrará a un perro atropellado, más muerto que vivo, y lo llevará de urgencia al veterinario.

El veterinario, que pese a encontrarlo más muerto que vivo, reducirá la fractura, y limpiará y tratará la sarna que lo aqueja.

El perro, que ya recuperado, será bueno, agradecido y fuerte, y morderá el pañal del bebé para evitar que el bebé, hijo del hombre que lo supo rescatar, meta el dedo en el enchufe.

08. El cazador de Dragones

Cada vez que el pequeño Daniel sentía el pinchazo en el brazo, imaginaba que aquella aguja era la espada con la que luchaba contra los dragones alados que vivían en su cuerpo. Aquellos monstruos se alimentaban de su sangre, moviéndose por sus venas amenazando con devorarle. El era el apuesto corcel que les hacía frente con las pócimas mágicas fabricadas por alquimistas legendarios. Y asi se convertía en un valiente soldado armado para una terrible pelea, en donde el premio era la vida y la derrota la muerte.
En esta lucha desigual, el perdió su dorado cabello, pasando a ser el bravo guerrero calvo que volvía del infierno, magullado, agotado y malherido, pero sabedor de que había sobrevivido y de que miles de las bestias negras que en él habitaban habían caído y aunque su cuerpo cada vez estaba más debilitado, màs delgado y consumido, su voluntad era cada vez más fuerte para afrontar las embestidas.
Sabía que debía de esperar años para ganar la guerra, pues había veces que algunos dragones escapaban y permanecían dormidos en sus mazmorras. Pero el espíritu del héroe tenia el poder de estar siempre preparado para empezar de nuevo la lucha.

07. RAMIRO, JUSTICIERO (Ángel Saiz Mora)

Hubo risitas, incluso de Victoria, cuando anuncié el título de mi exposición verbal sobre un superhéroe.

Elegí una de sus últimas aventuras, que comenzó al recibir la visita de dos supuestos operarios de la empresa del gas, que enseguida detectaron una avería falsa en su caldera. Hasta los seres excepcionales tienen algún punto débil. El suyo era el buen carácter, que no le hizo sospechar y abonó un costoso servicio inexistente. Algo después, al saberse engañado y sin poderes para sobrevolar la ciudad, salió en su busca con un teléfono móvil que le regalamos, tecnología tan compleja para él como la que utiliza Batman.

Encontró a los villanos y supo fotografiarlos sin ser visto. Gracias a sus imágenes la policía desarticuló a una peligrosa banda de estafadores, azote de ancianos desvalidos.

Emisoras y diarios intentaron entrevistarlo por este y otros muchos hechos, aunque él siempre mantuvo la identidad oculta. Antes de dejarnos, me pidió que transmitiese sus andanzas; dijo que así no moriría nunca.

La clase entera me dedicó un sincero aplauso. Desde entonces todos quieren conocer más gestas del abuelo Ramiro, aunque nunca usara capa ni ajustados trajes de colores, pero yo solo se las cuento a Victoria.

06. JUSTICIA SIN GLAMOUR (ÁNGEL BARCELÓ)

En pocos días los congeladores de la morgue se han ido llenando con los cuerpos de destacados personajes de la vida pública, todos ellos han estado presuntamente relacionados con asuntos turbios en los que nadie ha podido demostrar su implicación, entre ellos, el reciente «accidente» de contaminación radiactiva.  El inspector habla con su amiga la forense.

–Necesito resultados, me están presionando mucho.

–Lo único que tenemos es esa sustancia pastosa, mezcla de color blanco y marrón verdoso, que aparece sobre la cabeza de todas las víctimas.

– ¿Quieres que nos tomen por locos? Debe haber otra explicación.

–He experimentado con muestras del residuo halladas en el lugar de los hechos,  junto a los cadáveres. Es completamente inocuo, salvo al contacto con determinadas pieles. Te parecerá increíble, pero todo apunta, por así decirlo, a que altos niveles de corrupción en sangre pueden producir una mutación mortal selectiva.

– Creo que podrías estar dejándote llevar por esa invención de los periodistas.

–Yo realizo mi trabajo de manera científica y objetiva, tú decides si seguir la línea de investigación de ese justiciero que sobrevuela la ciudad cagándose en todo aquel que lo merece, ese al que todos empiezan a llamar Palominoman.

05. SUPERHÉROE (EDUARDO MARTÍN ZURITA)

Veo caer un trocito de cielo azul y lo agarro antes de que el otro mendigo llegue siquiera a parpadear. Se acabó la mano alargada sentado en el suelo poniendo cara de pena. Adiós a las ropas mugrientas y a los hurtos. Mi superhéroe, providencial, me arde sin embargo en la mano. Lo suelto, me tuerzo el tobillo y me doy de bruces contra la gravilla del parque donde malvivo. El compañero de penurias me supone jugando, y me pide que le cambie, a cielito, por el azulenco trozo de cristal que termina de sacar del bolsillo y frota brioso contra el pantalón. Cielito suelta doce diabólicos exabruptos, tal vez alguno más, mi oído no es ahora sutil, encapotándose hasta volverse marengo. Hubiera querido ser mirlo, con su trotecillo, para poder refugiarme en un seto. Se me han roto los pantalones y la chaqueta y no encuentro el sombrero de pedir. El diluvio me traspasa: voy a coger una pulmonía doble. Agarro de nuevo ese trocito de cielo y lo tiro a la papelera. Lo de los superhéroes no pasa de engaña muchachos. Terminan jugándotela. Yo sí que soy un superhéroe. Un superhéroe sin poderes.

04. GENARO (MARÍA JOSÉ VIZ)

Genaro era el mejor en todo. Se podría decir que tenía un don mágico, como el de los clásicos superhéroes. En el barrio lo conocían muy bien, aunque muchos desearían no tener un trato tan cercano con él. Era un experto en “birlar”, un verdadero artista del hurto. Desbordaba simpatía y esa era el arma poderosa que poseía para conseguir sus fines. Siempre trabajaba en solitario. Solía decir que más de uno eran multitud, sobre todo a la hora de repartir el botín.

Han pasado los años. Aquel niño travieso ha crecido y ha mejorado sus técnicas de apoderamiento de lo ajeno. Un séquito de niños lo rodea cada vez que sale a la calle. Para ellos es su héroe; mucho mejor que Superman, sin duda.

Genaro se siente viejo. Ha devuelto la cartera que se le había caído a una anciana, ante testigos. Sus poderes especiales parecen haberse esfumado.

03. Y, al fin, voló (Jesús Garabato)

¿Por qué dudabas? ¿Ves cómo desde lo alto de esta muralla todo parece diferente, a pesar de la oscuridad? Sé que, muchas veces, deseaste tener la fuerza de Hulk y que soñabas con desaparecer, como el Hombre invisible. Pero lo que más te hubiera gustado sería conseguir los poderes de Superman. Y volar. Si así fuera, cogerías de nuevo tu bici y remontarías, incansable, hacia aquellas nubes que ahora se apartan, dejando paso al amanecer. Allí, ya erguido y protegido del mundo, nadie se atrevería a insultarte ni a pegarte, como hacen cada día. Por qué a mí, te preguntabas, si solo quiero ser libre. Ser libre y que mis ojos sigan aunque paren mis pies, pensabas. Ser libre, Jokin… Y volar.

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