Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

53. Invitación al viaje

Sentado en un duro banco de madera, una sombra de melancolía cruza la frente de Liev. Recuerda el día en que, en otra estación, vio recibir el cadáver de Antón Chéjov y cómo lo sacaron del vagón en una caja de madera con el rótulo: «Ostras». Una banda de música había acometido el inicio de unos acordes patrios, que cesaron en cuanto el director comprendió que no era ése el tren en que el cónsul regresaba de Alemania.
Ahora, en la estación de Astápovo, Liev quiere partir. A sus ochenta y dos años, desea seguir marchando. «No importa dónde, mientras sea fuera de este mundo», ha escrito un joven poeta francés del que se siente más cerca que de su familia. Ni su esposa ni sus hijos conciben que un conde cree escuelas para sus siervos, que escoja como propio el atuendo tradicional de los campesinos, que reniegue de la Iglesia y arremeta contra el absolutismo de sus zares. No entienden su amor por Anna Karenina ni su devoción por Iván Ilich. Nunca le han perdonado que sea escritor.

52. Segunda oportunidad (Patricia Collazo)

Nos citamos en el pasillo de los Clásicos. Como entonces. Aquel sitio poco transitado, ha sido siempre nuestro rincón preferido de la biblioteca. El escenario de tantos tórridos encuentros.

Me excita que ella no haya olvidado los buenos ratos compartidos. Y que se las haya ingeniado para hacérmelo saber con la complicidad del bibliotecario nuevo de las gafas de pasta.

La espero acodado entre la Ilíada y la Odisea, donde tantas veces. Deseando que se aparezca vistiendo, como en los viejos tiempos,  solo su collar de perlas.

Ella ha sido mi primera novela de intriga, y yo he tenido el privilegio de ser su primer cuento largo. Después, nuestras vidas de viajes constantes terminaron separándonos. A ella se la llevó un irresponsable que la devolvió con un año de retraso. Mientras tanto, yo había hallado consuelo en aquella antología poética, cautivado por la variedad. A su regreso, no lo entendió y rompimos.

Tenemos ahora una segunda oportunidad. O no.

Mis páginas tiemblan al verla aparecer luciendo sensual su escueto atuendo: un afilado estilete. Los años la han convertido en una guapísima novela negra.

51. No mires a los ojos de las musas.

No había planeado enamorarme de ella. Sucedió sin más. De la misma manera que uno no planea que llueva en los funerales o que amanezca después de anochecer.

Solía llegar al alba. Se colocaba detrás de mí y me susurraba al oído mil historias. Esas que hicieron de mí un escritor de éxito. Debí conformarme con su voz de plastilina acariciando mi cuello. Pero rompí las normas y me giré. ¡Dios, qué hermosa era! Tenía el cabello azul y los ojos amarillo limón. Besarla fue como beber una primavera. Olía a madre, a puchero de domingo y a hierbabuena. Me volví loco. Dejé de escribir bajo sus dictados, para amarla según los míos. Y cuando me di cuenta de que llevaba meses sin escribir, le mentí. Le dije que no la amaba. Pensé que así recuperaría a mi musa. Menudo gilipollas.

No he vuelto a verla. Desde que se fue, la busco sin éxito en libros ajenos.  Solo sé que no puedo olvidar su mirada ácida y dorada. De la misma manera que nadie puede hacer que salga el sol en este funeral que es mi vida ahora.

O que después de esta noche, llegue el alba una vez más.

50. Qué verde era mi valle

Una fina lluvia cayó sobre la página diez. Mónica retozaba en el cobertizo con un muchacho de pómulos marcados y mentón recio que tres antes entró a trabajar como aprendiz en la granja de su padre, un hombre estricto y rudo que la sobreprotegía sin demasiado éxito. El rumor del agua amortiguaba sus jadeos incesantes, prolongados tal vez en exceso: doce, trece… su padre no la echaría en falta hasta la veinte, y ella parecía saberlo. Pero no pretendo escribir una novela erótica. Decido jugar con el factor sorpresa. El señor Jones se presentó en la diecisiete para asegurar los ventanales ante la ventisca creciente que anunciaba un tornado de proporciones bíblicas. Al abrir la puerta, sin embargo, no encontró más que a una yegua asustada. Los jóvenes ya cerraban el capítulo en la choza del mancebo.

Urge descubrir al traidor que se empecina en echar a perder mis intentos de acabar con este fornicio desmedido. Inicio, pues, un nuevo revolcón en la veintiuno esperando desenmascarar al personaje turbado que observará la escena escondido detrás de los arbustos o en la copa del álamo que proyecta su sombra sobre los cuerpos desnudos.

Treinta. Aún no ha aparecido nadie.

49. CUANDO DESPERTÓ, LA RANA TODAVÍA ESTABA ALLÍ

Un joven de ojos saltones se ha querellado contra una catedrática de biología que lo besó dulcemente en los labios. En su comparecencia ha manifestado que, érase una vez, estaba él descansando sobre una piedra al borde de un estanque, y en eso llegó una princesa molona, le dio un beso y le hizo la cusqui convirtiéndolo en príncipe.

Que, tiempo después, la más fea de las hermanas ninfómanas de la princesa, aprovechando una ausencia de ésta, se lo llevó a su aposento, se desnudó, lo desnudó, le dijo bendito cetro regio tienes, lo cogió de ahí y tiró hacia ella, le dio un beso con lengua, él recuperó entonces su estado natural, escapó de palacio por una gatera y, saltando-saltando, atravesó fronteras hasta cruzar los Pirineos.

Pero que, hace pocos meses, un día, con el alba, junto al lago al que había llegado surgió de un iglú de nailon la señora bióloga desperezándose, y al verlo se le cortó el bostezo, fue despacito hacia él, lo acunó entre sus manos, le susurró ejemplar único de batracio, lo besó en los labios con dulzura, y ahora es un ser transgénico que no consigue encontrar trabajo ni como hombre rana.

48. LETRAS ARRIESGADAS

Con miedo, me preparo para sobrevivir a una noche más. Desde que comencé mi novela, en cuanto me siento frente al papel y escribo las primeras líneas, es como si me poseyera el protagonista de mi libro, de repente, yo, soy él. Su trabajo de superhéroe va a terminar conmigo. Siempre acabo inmerso en persecuciones a toda velocidad, sobrevolando la ciudad y luchando a muerte contra malvados enemigos. Todo es tan real que amanezco machacado, lleno de magulladuras, la ropa destrozada y sin dormir.

Al alba, completamente agotado, regreso a la realidad arrastrando los pies. Allí me esperan mi mujer y mis hijos, para comenzar una larga jornada, con unos horarios de locura y atacado por el estrés.

Y luego dicen que me dedico a la vida contemplativa…

47. PARA SANTO, PAPÁ (Petra Acero)

Papá decía que la tata era una santa, siempre con el misal entre las manos. Un día, la tata guardó su tesoro en el baúl de mi ajuar: “Belén, para cuando cumplas la mayoría de edad”, me exhortó misteriosa.

La mañana de mi dieciocho cumpleaños desempolvé el misal; acaricié el nácar de su cubierta, como hacía la tata; inspiré el aroma a lavanda de sus hojas y lo abrí… ¿¡Era un libro de trabalenguas!?
Encontré dos dedicatorias manuscritas: “Dormir, tal vez soñar. ¡Ser o no ser! ¡El éxtasis! Y, extasiada (cual Teresa de Cepeda y Ahumada), invocar al más bello de los ángeles o al mismísimo Don Juan Tenorio. Sé feliz, Adela”… (¡Se lo regaló a mamá antes que a mí!)… Debajo, con letra temblona: “Belén, mi querida niña, ahora te toca a ti elegir personaje”.

¡Conjuré! Pero el donjuán que apareció resultó un amante de pacotilla (nada que ver con el de Zorrilla). No porque yo esperase verso alguno (me hubiera conformado con la prosa de Unamuno), sino porque algo falló en mi recitación y fue Narciso quien se manifestó. Como el sapo de Esopo, escondí mis ganas bajo la almohada… Esta noche probaré con ¡Cincuenta sombras de Grey!

46. DES.VIVIENDO: Tac, tic, tac… (Gelines del Blanco Tejerina)

-¿Qué hora viene siendo, amigo Sancho?

-Va para las doce, mi señor.

-¿Y qué astro ilumina a Dulcinea, sol o  luna?

-¡La luna, vive Dios!

-Traedme pues el candil que debo proseguir con mis quehaceres.

-¿Qué dice vuestra merced? Hora es de dormir y descansar.

-No repliques y trae la vela que ya he desperdiciado largo tiempo, solo los simples podéis dormir a pierna suelta, yo debo seguir desviviendo ¡tengo tantas aventuras que deshacer! Debe encontrarme el día despierto, desnudo y libre.

Saltó el hidalgo del camastro y desempolvando libros de caballerías, desleyó largas horas. Desenmascaró rufianes, desencantó ventas, deshizo entuertos y descabezó gigantes que resultaron ser molinos. Destronó reyes, se deshizo de coraza, yelmo y lanza. Finalmente se desnombró caballero y agotado se desplomó en el jergón. Acabó su desventura.

-Despierte, vuestra merced, van a dar las doce y el sol ilumina a Dulcinea.

-¿Qué decís amigo Sancho? Soy  Alonso Quijano y vos mi leal vecino. Te ruego me acompañes a visitar al bachiller Miguel de Cervantes. Un maravilloso sueño ha ocupado mi noche y deseo que su pluma lo dibuje antes de que se desvanezca en mi cabeza. Todo acaeció en un lugar de La Mancha de cuyo…

44. Lista de espera

Al ver al siguiente autor, todos hemos dado un paso atrás. Exprime tanto a los elegidos que nadie quiere irse con él. Los coloca entre unas mil páginas y, para colmo, luego los reutiliza hasta terminar una trilogía. No os quiero desvelar su nombre, más que nada por educación. ¡Qué narices! Es Ken Follet.
Nosotros preferimos acabar en un relato de pocas palabras, sin marearnos en descripciones eternas y vacías. Aunque es lo más complicado de la literatura, conocemos un rincón donde conviven plumas que dominan de una forma magistral el arte de lo breve y, sabiendo que buscan personajes, sobramos voluntarios. Un cocinero juguetón se muere por ser el próximo protagonista de Arantza Portabales; y un poeta nostálgico, por darse un baño de humor fino en una historia de Rafa Olivares. Pero es el turno de Ken. Al acercarse, improvisamos un “mannequin challenge” que lo deja perplejo; tan solo se mueve su reflejo y decide cogerse a sí mismo para escribir su autobiografía. Pasado el susto, volvemos a mostrarnos en primera fila porque, a pesar de que hay cuarenta y tres “entecianos” que ya escogieron, atisbamos que se van acercando Ximens, Ana Fúster, Yolada Nava, Malu, Belén, Isidro, Mel…

43. EL CAMINO HACIA LA HUMILDAD

Virtudes Olea, morena y bigotuda y Oswaldo Tuquerrés, bajito y rechoncho se conocieron un cuatro de febrero. Al verse él iluminado por las estrellas de los ojos de ella, le propuso matrimonio.
Oswaldo, inventaba relatos, personajes extraordinarios en escenarios fascinantes convivieron armónicamente durante años, con el deseo y la pasión bajo las sábanas de hilo egipcio.
La felicidad se hizo añicos el día que la mujer descubrió una caja oculta. Como una gata en celo se abalanzó sobre ella y de un zarpazo la abrió haciendo volar cientos de recortes amarillentos, delatores de la falta de imaginación de Oswaldo.
Loca de rabia, confusa y decepcionada los quemó sin vacilar.
Cuando Oswaldo llegó, percibió el aire viciado de humo y rencor. Buscó a Virtudes para saber y aunque estaba allí, nunca más la encontró.
Sumido en una depresión, se convirtió en una sombra grisácea y macilenta que no entendía lo desmedido del castigo.
Un cuatro de febrero, Virtudes lo encontró muerto, enterrado entre folios escritos por él. De sus ojos cayeron las dos últimas estrellas cuando se vio protagonista de aquel legado tan extenso, que nunca pudo terminar de leer porque sus noches, cargadas de desamor y de culpa, expiraron antes.

42. La escritora

«Sentimos comunicarle que su obra no encaja…». Clara no necesitó leer más. Arrugó la carta y la lanzó a la papelera. Luego ocurrió lo de siempre: llegaron sus personajes de antes de que le diera por escribir historias diferentes, «de las de pensar» —así las definía Matilde, la asistenta— y se metieron con Berta, su álter ego, su nueva heroína que no encajaba, hasta conseguir que cediese.

—Está bien, en el segundo capítulo entraré en el ascensor a la vez que mi vecino… ¿y?…

—¡Joder, tía!… le dices que te pone, y lo hacéis a lo bestia allí mismo —le contestó Angélica, la protagonista de la primera exitosa novela de Clara.

—Entonces tendré que cambiarme de piso, que desde un segundo no creo que nos dé…

—Sí, tía, de piso, de ropa, de todo —espetó la experta.

Como todas las mañanas, Matilde se encontró a la escritora dormida delante del ordenador. Leyó lo último escrito y se sorprendió de que Berta viviese ahora en un décimo piso, llevase tacones de aguja y falda de tubo, y hiciera aquello con el vecino. Tal vez así se escriben ahora las historias de las de pensar, se dijo.

 

41. El manuscrito voynich

El monasterio benedictino del pico de las Águilas estaba formada exclusivamente por hijos segundones de nobles, que eran los dueños de todas las casas y tierras del valle. Aquel año las heladas había acabado con casi todas las cosechas, lo que no les impidió cobrar el diezmo a los campesinos a sabiendas de que esto provocaría hambrunas que matarían a familias enteras.
Parte de este, estaba infectado con el cornezuelo del centeno que acabo con toda la congregaciòn. Clérigos monjes y seglares morían entre espasmos y delirios, como si una especie de justicia divina castigara su avaricia.
Solo se salvó uno, moribundo, y medio loco, que calmaba su demencia encerrado en el scriptorium. Allí plasmaba sin parar sobre hojas de pergamino, laboriosos dibujos fantasticos de plantas, astros, lugares y mujeres que habían aparecido en sus sueños febriles, describiéndolas con una secuencia de símbolos inventados por él, sin sentido alguno. Las alucinaciones transformaron el latín clásico en un idioma incomprensible de alfabeto desconocido.

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