Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

24. MI MUSA DE AYER (Manoli VF)

No soy yo. No necesito decírtelo pero te lo digo. Tú sabes que te quiero. Cada carta que te escribí. Cada poema. Cada novela. Siempre estabas en todas mis letras. Claro que te quiero. Pero hasta el amor más fuerte tiene una grieta. Estas cosas pasan. Se abre un espacio por entre las rendijas de la vida diaria y crece, crece, hasta que le haces caso. No quiero que pienses  -nunca, nunca- que te dejé por ella. No soy yo. Es importante que lo tengas en cuenta. Me he convertido en un personaje más. Después de tantas y tantas noches, intentando expresarte mis sentimientos, entreví la cola de su vestido y no pude sino seguirla. Pero volveré, mi amor, volveré, porque me han dicho que es caprichosa y muy cruel, con los que lo abandonan todo por el espejismo de hallarla.

22. Sin título

Se mira las manos sin saber si son las de un asesino o las de un héroe. Sentado sobre una piedra, el indeterminado paisaje que lo rodea solo aviva su desconcierto. El cielo es confuso, las nubes no son blancas ni negras; ni siquiera distingue si la masa informe que parece entrever insinuada tras un velo extraño parecido a la niebla, es el mar o la tierra.
«El tiempo es un misterio que solo la poesía puede desentrañar», «acuchillo estrellas para que nada ilumine mis noches sin ti»; acuden a su boca frases deshilachadas, que pronuncia susurrando, ignorando de dónde nacen. Se siente valiente y cobarde al mismo tiempo. Capaz de matar, y con el ánimo de dirigir un ejército de piratas sedientos; a la vez que puede esconderse en un cajón y ser un pequeño insecto perseguido por una araña.
Si te concentras bien lo verás, aunque a veces juega contigo y se esconde, durante semanas. Vas a atraparlo y te hace una finta, escapando y quizás riendo. Y ya no lo percibes, hasta que inopinadamente aparece, nítido; dispuesto a protagonizar esta historia incipiente.

21. CUANDO ÉRAMOS CHAVALES (Ton Pedraz)

La lechera apeó el recipiente que transportaba sobre la cabeza, interrumpiendo el juego de la pandilla al preguntar.

─¿Dónde está Manuel?

─En la cárcel ─confesó el portero, tras un puntapié al balón.

─Eres un chivato ─recriminó el resto.

─¡Este hijo mío! ─refunfuñó la mujer.

Manuel acariciaba las piedras del muro con las yemas de sus dedos. El bullicio de los cautivos, desde el patio, confundía al oleaje que agonizaba en Las Lapas. El niño, cosió su oído contra el muro, ansioso por adivinar las órdenes de los guardias, las conversaciones entre los reclusos, imaginando la soledad de las celdas.

─Manuel, tu madre sabe que estás aquí. Carlitos se ha vuelto a chivar. «Nunca Máis» ─deletreó, sobre la tapia de la cárcel, el mensajero─. Pero, ¿Qué escribes? Te acabarán pillando… ─advirtió.

─Ton, las prisiones no deberían existir ─aclaró el otro, mientras acomodaba algo sobre la oreja.

─¿Y eso, qué es?

─¿El lápiz? Lo encontré en el suelo. Seguro que era de un carpintero ─afirmó Manuel.

Los dos corrieron. A su izquierda, de reojo, observaron cómo los destellos del faro caminaban de puntillas sobre la superficie del océano, e imaginaron que allá, en el fin del mundo, también alguien los veía brillar.

 

20. En busca y captura

Caminó hasta sentarse en el banco de un parque tranquilo. Sacó lápiz y cuaderno, y esperó a que se le presentaran ante sus ojos los personajes de su próxima novela. Pasó por delante de él un hombre de cuerpo hercúleo. «Un perfecto Adonis, será el protagonista», pensó el escritor. Luego se fijó en una hermosa joven embarazada. «Ya tiene novia mi Adonis. Aunque el hijo que ella lleva dentro no es de él, sino fruto de una violación», y apuntó en su libreta: «Marta, la novia, la dejan embarazada durante un secuestro». No pudo reprimir escrutar a una señora que deambulaba llorando por el parque. «Esa es la madre de Marta que la busca desesperada en una de las batidas». Fue cuando oyó las sirenas de un coche de policía. «Un chivatazo, van a liberarla». Solo le faltaba el antagonista, el malo. Entonces un individuo con barba desaliñada y mirada de tigre se le quedó observando. «Te capturé. Vas a ir a la cárcel», se enorgulleció pensando el desenlace de su obra. Pero antes de ponerle las esposas a su personaje, este le apuntó con una pistola y le pegó un certero disparo en la frente.

19. El casting (Marta Trutxuelo)

Última jornada de audiciones. Mientras las estrellas de los camerinos palpitan al ritmo de los nervios de las candidatas, en el patio de butacas tedio y sopor comparten asiento con ciertos escritores.

—¡Siguiente! —invita con poca convicción Perrault.

La aspirante se presenta realizando una graciosa reverencia. Con un sutil movimiento extrae del bolsillo de su falda una manzana, acaricia la fruta con gesto delicado, y propina tal mordisco a la pieza que aún resuena en el auditorio.

—¡Parecía tan fina… —se lamenta Andersen.

—Sí —corroboran al unísono los hermanos Grimm.—“Blanca como la nieve, suave y hermosa como una flor” —leen en el currículum —, pero la muy pájara quería incluir en el contrato a otros siete figurantes…

—¿Qué vamos a hacer? Caperucita queda descartada por ser menor de edad —aclara Andersen.

—¿Y la última candidata?—preguntan los hermanos Grimm mirando al escenario.

—Una ambulancia acaba de llevársela al hospital por un dolor de espalda. Parece que bajo los veinte colchones sobre los que se ha tumbado había… ¡un guisante! —exclama Andersen.

—¿Un guisante?—repite Andersen.—¡Vaya! Puede que sea lo que estamos buscando… ¡una auténtica princesa! —exclama emocionado.

—… o una auténtica “pitiminí” —susurran los hermanos Grimm.

18. Un consuelo en tres actos (Antonio Bolant)

«Hoy de nuevo me conformé
tan sólo con verte pasar.
¡Qué pobre consuelo soñar
sobre este trozo de papel!:»

Acto I. Deseo
Como una yerma marioneta, aguardo desde la distancia espesa un guiño que me alce, que lances un beso desnudo a este sapo sin princesa.
Porque ante ti quedo mudo, esperando que mi temor se desarme, aplastado bajo inviernos de disimulo, con insomnios que reprocharme. Tantas veces moribundo, siempre cobarde.

Acto II. Incertidumbre
Traicioné a mi razón cuando, sin su consentimiento, descubrí la fascinación que a escondidas palpitaba. Ahora, con la suerte echada, espero tu reacción, mientras el tiempo, espeso, se para.
“Perdona mi atrevimiento”, me adelanté como una bala, temiendo de tu boca una contestación que, tal era mi aturdimiento, en tu mirada creí ver reflejada.

Acto III. Respuesta
Debes saber que estoy casada, que quede bien entendido. Pero cuando me sigues con la mirada… ufff!, me olvido de que tengo marido.
Tuyas serán mis caderas si me prestas tu corazón, dejémonos ya de esperas. Entre la indiferencia y esta vibración, que se quede mi esposo con la primera.

«Y hasta aquí la ficción
del cobarde que escribe,
al que su miedo inhibe
lo que exprime su corazón.»

17. Beso a verso

Aquella cita prometía. Ella estaba allí, mayúscula, con evidentes signos de deseo mezclados con dudas e impaciencia.
El preámbulo fue un beso rojo que puso título al encuentro.
Tímidamente empezó a deslizarse sobre él, dejando suaves trazos  que rompían  la blancura de su cuerpo. “¿Me amas?”, preguntó. Su amante, notando el titubeo, desnudó en primer lugar sus dudas. “Con locura”, respondió, haciendo que los interrogantes se desvanecieran por la sabana de papel.
Ella, preñada de un poema que necesitaba ver nacer, soltó la cadena que rodeaba su pudor, desprendió comas, puntos, gritos  de exclamación… mezclados con palabras  que se iban tatuando sobre él. Ahora se retorcía convirtiendo los trazos en frenéticos garabatos que arañaban aquel cuerpo sin orden ni control. Se produjo una orgía de signos, besos, versos… imposible ya de controlar.
Él, más maduro y sereno, utilizó el paréntesis que recogía su melena para reponer fuerzas. Sonriendo,  pidió calma y buena letra mientras ella estirando el brazo, recuperó energía en el tintero para escribir el párrafo  final.
Por fin la pluma, exhausta, quedó tendida sobre el papel.

Acababa de nacer el más bello poema nunca escrito, beso a beso, verso a verso, beso a verso

 

16. Cuando el personaje entra por la puerta, el autor salta por la ventana (Raúl del Valle)

Fue mi primer personaje, se llamaba Damián y, error administrativo mediante, daba clases de literatura aunque él era matemático. Me pasé los últimos cursos del instituto cometiendo torpes relatos protagonizados por Damián en los que siempre, a raíz de una situación embarazosa provocada por su incompetencia, estallaba un motín y la cosa acababa en linchamiento.

Luego, en la Universidad, me olvidé de él y, para cuando empezó lo del teclado, ni siquiera recordaba la existencia ficcional del tal Damián, así que lo atribuía a errores de digitación: cada x letras, aparecía en la pantalla una que yo no había pulsado. Tiempo después vi que eran siempre las mismas: l-i-g-p-o-s-a, ordenadas por frecuencia de aparición. Un virus, diagnosticó el informático. Y no le dije que me pasaba en todos los ordenadores.

La cosa fue a más y llegó el día en que, teclease lo que teclease, aparecía una de aquellas letras. Apareció la g. La borré. Volví a pulsar. Apareció otra vez. Tardé en comprender. Lo intenté varias veces y, al final, seguí tecleando a ver qué pasaba:

Gilipollas

D…

Cuando apareció la D mayúscula, desconecté el ordenador y desde entonces escribo a mano, no estoy dispuesto a aguantar sus insultos.

15. INÉS Y LA DIOSA

Empecé a escribir hace cinco años sobre magia y amor. Un primer cuento lleno de seres fantásticos, yo misma era una Diosa con un fuerte animal de poder al lado y, a las puertas de mi estancia, un centauro lideraba muchos caballos dedicados a protegerme.

Hoy me considero una escritora, aunque hayan pasado pocos años y siga aprendiendo cada día. Todas las palabras que han salido de mis manos tenían su fuerza, su luz, mi esencia. Incluso han provocado risas, consuelo, lágrimas, placer…

Hoy, más que nunca, me siento orgullosa de mí misma y de mis letras. Por eso es de esta escritora renacida y feliz sobre la que os cuento, y también unas pinceladas sobre ese personaje maravilloso y fuerte que habita en mi interior. Algo que me mantiene firme y segura dentro de su magia.

¿Qué será lo próximo?

Tengo tanto por contar.

Maravillas sobre las que posar vuestra mirada inteligente y sensible, mientras recolocarse un mechón tras la oreja, darle un sorbo al café, esbozar una amplia sonrisa.

Chsss! Soñemos escritos sobre la piel…

14. El escritor y su exquisito asesino (Rubén José)

Martilleaba con los dedos su vieja máquina de escribir como si cada una de sus palabras fuera la última, como si aquello que fuera a escribir fuera la novela que siempre había deseado escribir, la que le encumbraría al salón celestial como escritor; en definitiva a la eternidad.
Escribía sobre un escritor que había malgastado el tiempo escribiendo mediocridad, que tenía el sueño de vivir de ello pero que lo único que había conseguido era soledad y una cirrosis galopante. Sabía que jamás desistiría, al menos hasta que le quedara un vaso lleno de whisky y su querida máquina de escribir.
Cuando el escritor escribió su última página, reflexionó mientras miraba dubitativo al vaso de whisky y pensó si él era el personaje o era el escritor que escribía sobre el otro escritor; lo único que tenía claro es que cada trago que daba a ese vaso de whisky le esclarecía quien sería su asesino.

13. DE PROFESIÓN: ESCRITOR (Carles Quílez)

– Y, entonces, dígame, ¿gana algo con esto?
– Ni un céntimo, señor.
– En ese caso, lo siento, pero no puedo incluirle en este cuento. ¿No ha visto el título? Es sólo para profesionales.
– Ya, pero el caso es que yo escribo.
– ¿Y qué escribe?
– Microrrelatos.
– Pffff. Pues peor me lo pone todavía.
– Mire, lamento plantearle este conflicto, pero, compréndame… ¡Necesito expresarme!
– Claro, claro. ¿Ha terminado?
– Sí. No.

12. BUCLE DE PAPEL Y TINTA (Salvador Esteve)

El hombre miraba el papel, tierra árida, y empezó a regar con tinta la historia de un anciano que apenas percibía sombras desde su ventana.  Su vida, mil veces recordada, se diluía en el tiempo.  La lejía abrasaría su condena, la muerte visitaría su soledad.  Con manos temblorosas cogió el papel, piedra donde esculpir la historia de un joven que, con ojos hundidos, se contemplaba ante el espejo.  La maldita enfermedad despedazaba su alma y devoraba su futuro.  Esperanza y fe habían muerto.  Observó el papel, helado cual glaciar, como el frío revolver que a su lado esperaba, y escribió sobre una niña con miedo.  Miedo acosador.  Vejaciones y golpes habían cumplido su objetivo, temía al mundo, odiaba la vida; su tristeza pronto saltaría del acantilado.  Sobre la arena garabateó la historia de una mujer, antaño inteligente y valiente, que veía cómo sus recuerdos huían sin remedio.  En la mesilla, un frasco vacío y un diario, fiel confidente de sus emociones.  Abriéndolo, comenzó a narrar la historia de un hombre cuyo amor naufragó en aguas de la traición.  Este, acercando la pluma a su muñeca, tintero de sangre, miraba el papel, una tierra árida que empezó a regar con tinta.

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