Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

64. Inocentes e hijos de puta (Montesinadas)

A ver los papeles, le requirió dentro del vagón del metro.

“Tenía que haber ido andando, todos me  lo advirtieron”

Claro que sí, en la calle la gente ignora a la gente. Habrías pasado inadvertida también para ellos. Tenías que caminar, para otra, si sales de esta, ya lo sabes.

Revolvió el bolso fingiendo buscar una documentación que no existía pero, por un instante, imaginó que aparecía milagrosamente, entre el bote de henna negra  y el uniforme de la empresa donde limpiaba por un salario de mierda.

¿Cuánto tiempo llevas aquí? Yo puedo conseguirte  un visado.

“No sé qué decir. Mejor solo le sonrío y le doy el pasaporte”

Error. Si haces eso estás perdida. Jamás te lo devolverán.

Cogió el pasaporte y  la agarró por el brazo.

Tú te vienes conmigo, una morena como tú con esos ojazos y esas tetas  me hará de oro haciendo la calle  y le puso una navaja que ya le pinchaba los riñones.

Lo ves, te lo advertí, ahora está violento. Las mafias actúan así. Desaparecerás entre la muchedumbre porque la muchedumbre, nunca hace nada  y solo  queda esperar que no encuentren tu cadáver en la Casa de Campo.

63. El Dorado

Acodado en la baranda del barco contemplaba como se acercaba la tierra prometida, aquella Argentina donde iniciaría una nueva vida, lejos de la miseria de su hogar. Allí haría fortuna sin necesidad de romperse la espalda en el campo como sus hermanos. Cuando reuniera suficiente dinero le enviaría una buena cantidad a Lola para el niño, aunque sabía que ella jamás le perdonaría. Todo se había precipitado aquella mañana en que, sollozando, le había confirmado que esperaba un hijo suyo. El pánico se había apoderado de él; era demasiado joven, estaba lleno de proyectos e ilusiones que no incluían trabajar la tierra, casarse con Lola y cuidar de un crio. Aquella noche empacó sus escasas pertenencias y huyó en la oscuridad, rumbo hacia la libertad y la riqueza.

Casi medio siglo después, mientras agonizaba en un hospital porteño, con la espalda destrozada tras una vida de trabajo y penurias, un desconocido entró y le cogió la mano. Cuando le miró a los ojos creyó volver a estar en Asturias contemplando los profundos ojos negros de Lola, y tuvo al menos el consuelo de irse sabiendo que su hijo era mejor hombre de lo que jamás llegó a ser su padre.

 

62. MARE MORTIUM

Nos acercamos lentamente a la orilla, que eran todas las orillas al sur, al norte, oriente y occidente, e, introduciendo nuestras manos en sus aguas, el viento nos sopló al oído:

«Mare carnivorous, mare piraña,
mare hijoputa asesino,
mare pedófilo, ocioso y cínico,
de todos los males mare,
¿qué fuiste mar de los argonautas?
te reniego ahora, infame,
¿el mar del mundo civilizado?
¡sería cuando vivían la civilizaciones!
¡o sería cuando los dioses, sí,
se preocupaban del hombre!,
ahora que ya no hay ni dios,
este nos abandona con los porqueros,
el cerdo, pobre animal,
¡semejante a los humanos!,
ahora los dioses son dinero,
dinero, artificio y cínica falsedad.
Si este mar ha cambiado,
si ya no es de nadie, si huérfano,
seamos valientes, cojones,
ametrallémoslos antes de embarcar
en los diferentes sures.
¡Al menos volverás a ser nuestro!»

Después, cerramos los ojos y seguimos retozando entre potentes motos de agua, pedalos y fuerabordas, y solicitamos al lujoso y chill out chiringuito que nos sirviera una buena paella de marisco, in situ, in mare, in corpora insepulta.

61. Subirse al tren (Miguel A. Páez)

Siempre quiso volar, acariciar el algodón de las nubes y ver desde arriba el azul del mar. Conseguir subir a aquél avión fue hacer realidad un sueño imposible. Al fin podía sentir el roce de las nubes, su humedad, observar como un águila el tapiz turquesa de un océano interminable, los grandes barcos convertidos en motitas blancas, los colores imposibles de los corales, la fina línea de espuma que trazaban las olas al fundirse con las costas.

La emoción le hacía olvidar sus problemas de respiración, la sensación de ahogo y la falta de oxígeno, los terribles escalofríos bajo esas mantas baratas.

Ya no quedaba más que aguantar y luchar contra sus párpados obstinados en cerrarse, contra el sueño que le atrapaba cada vez más y más. No importaba; pronto sería feliz y olvidaría las penalidades pasadas en su aldea, conseguiría trabajo, liberaría a su familia del azote del hambre  y quizá hasta podría pedir la mano de la chica con ojos de miel.

Embriagado de queroseno ya veía la pista acercarse, ya percibía el rugir de esa barra neumática desplazándolo hacia abajo y agazapado entre esas enormes ruedas, ya se sentía subido en el tren de la libertad.

60. CAMAS CALIENTES (Belén Sáenz – Fuera de concurso)

Al acabar mi turno le mullo la almohada con la palma lisa sentado al borde de nuestra cama. Ella se desnuda rápido, sin darme la espalda y sin decir palabra, como siempre. Sólo sé que es nigeriana y que tiene el cuerpo brillante y firme, como una piedra rescatada del fondo del río. Luego se escurre bajo nuestra manta, que aún conserva mi calor y, de cara a la pared, intenta robar unas horas de sueño al recuerdo de su último cliente. Nunca me he atrevido a tocarla. Ni siquiera a preguntarle cómo se llama. Desde la confianza que me concede la puerta entornada, le deseo que tenga un buen descanso y me voy a comerme el mundo.

Cuando vuelvo al piso escapando de las dentelladas del día, es Pavel el que mulle nuestra almohada con el puño antes de irse a buscar cobre, pero si tiene algo de dinero le pide a Primer Turno —como él la llama— que se espere, que empiece por él su jornada de trabajo. Y entonces no me queda otra que cerrar la puerta sin hacer ruido y asomarme a la cocina, a ver si Wilson me invita a uno de sus mates.

59. SOLILOQUIO (Cristina Requejo)

Creo que nací huyendo.

Mi vida transcurre en un territorio hostil que me obliga a convertirme en refugiada para sobrevivir a mi propio espanto; me refugio en ideas, en lugares que ni siquiera sé ubicar en un mapa, en personas que no existen. Imaginar, huir,

porque no existe belleza

bajo la luz de algunos soles,

ni toda la lluvia invita a recogerse.

Huele a miedo, a hambre, a orín,

y la esperanza no es más que el deseo

de un cobijo seguro

en una alcantarilla.

Tal vez, si miraras de frente, si salieras al mundo y no olvidaras nunca la cara del que huye amenazado por el suelo en el que un día jugó, harías también tuya su pérdida y su llanto, y entenderías que estamos hechos de idéntica fragilidad.

Imaginar, huir.

58. REAGRUPACIÓN FAMILIAR (GINETTE GILART)

La mujer salió de la comisaría escoltada por dos gendarmes, en una mano su maleta de madera atada con un cordel, de la otra un niño de unos ocho años. La acompañaban de vuelta a España.
Tiempos duros para cruzar la frontera.
¿Volverá a ver a su marido?

57. La confesión

La marea se apartó de la costa. Una botella yace inmóvil entre las algas. Los nativos se acercan borrachos de curiosidad. El capataz se adueñó del artefacto transparente y con gesto valiente ha sacado un papel que contiene un mensaje. Presurosos , lo llevan ante los sabios de la aldea, pero nadie tiene idea del idioma en que fue escrito.

Uno por uno lo examinan con gestos de incertidumbre, ni políticos de egos en la cumbre, ni el cura del medioevo, que solo se persigna, consigue aliviar los rumores que caminan entre las esquinas.

Alguien me señala, apuntando con su dedo. De sus miradas soy centro, como si debo saber algo, pues cuando les hablo, me delata el acento.

Atentos y expectantes ponen mi mis manos aquel papel viejo, como si yo fuera un mesías. Pasaron noches que no duermo, pues se hizo piedra mi almohada. Ante el Tribunal del pueblo, he traído el mensaje. Nada que yo inventara.

Les confieso con mi acento, que soy emigrante…que tampoco sé nada.

 

 

56. Hijo de la filantropía

Paco buscaba sólo sexo. Mariela explorar la maternidad; y así acabó preñada. Pero algo hizo fracasar la mezcla, y el embrión se plantó. En realidad, aquel fortuito aborto no añadió ni quitó nada. La secuencia volvería poco después: nuevo encargo, nueva espera y nuevo plantón. Esta vez algo más avanzado. En plena vorágine de reproches, una madrugada de mucho alcohol y poca visibilidad, Paco rodó escalones abajo. Falleció por golpes escalonados diversos.

 

El crío juega fascinado con puzles, robots y mecanos. Pero Mariela recapitula. Repasa los hechos consumados. Qué la hizo volcarse tanto con aquel niño sirio, mendigando con su padre calle arriba. No tiene claro que fueran los miles de emigrantes huyendo de mil batallas. O sí. La cuestión es que ahora, elevada a los altares por albergarlos en casa, parece habérsele disparado la filantropía: ha sufragado la vuelta del padre a Siria, a traerse la familia completa. Ahora bien, cuanto más se estruja Mariela, más convencida está: no serán capaces de atravesar tantas alambradas, controles y policías. Imposible. De hecho, tiene todo listo para adoptar al niño. Si ella no alcanzó a parir y estos no logran volver, será hijo de la filantropía. Pero ella será su madre.

55. ALBATROS

Supuso que tendría pico, aunque por la lejanía no lo pudiera confirmar. Las alas parecían tan extendidas como pausadas, zigzagueando al son del viento. Se intuían zonas negras sobre el plumaje blanco generalizado…

Marco miraba ese cielo único, intentando engañar al tedio que le suponía la travesía…

Parecía estar tan alto como las nubes de algodón en las que soñaba jugar…

Y otro golpe de mar, y otra embestida a la deriva, y Marco, y el miedo, y la madera carcomida…

¡¡¡Qué fácil sería poder volar!!!

Un rayo de sol, antes de comenzar a llorar, un tímido respiro que llevó su mirada de nuevo a ese cielo único para comprobar…

Y un dolor enorme, aprisionando su pecho, cuando escrutó el firmamento, cuando no encontró el ave de alas extendidas…

¡¡¡No está!!!

Y uno de los mayores señaló al cielo, y la mirada de Marco siguió la estela imaginaria de su rastro, y el pájaro de pico dudoso estaba allí…

Un gran alivio al recuperar la visión del pájaro que les guiaba hacia una nueva vida…

53. In memoriam (Susana Revuelta)

Instantes después de que una ola te arrebatara de los brazos de tu padre, comenzaron a desfilar ante tus ojos las imágenes que hasta ese día habían marcado tu existencia: el triciclo rojo que te regalaron los tíos por tu tercer cumpleaños; los bigotes y barbas de espuma que tu hermano Galib y tú os poníais en la bañera, jugando a ser piratas; cuando te hacías invisible por las mañanas escondido entre las sábanas y mamá tardaba en encontrarte y luego te buscaba las cosquillas por debajo del pijama; los castillos de arena del verano anterior en la playa…

Y la última de todas: la mirada de pánico, angustia e impotencia de tu padre, su grito ahogado por la mar que te tragaba, te arrastraba, te hundía y te alejaba. Una mar gélida y revuelta, oscura y traicionera; una mar que al amanecer, ya en calma, te depositaría, azulado e inerte, en una orilla tranquila de arenas blancas, caracolas, cormoranes y algas.

Una orilla sin castillos de arena.

 

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