Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

28. Los sueños de las mujeres olvidadas (María José Escudero)

Claribel

—No se preocupe, doñita. La dejo en buenas manos—susurra con acento afable mientras la hidrata con amor. Mi prima es rebuena y trabajadora—recalca. Ayer lo hablé con su hijo de usted.   Ya reuní dinerito para comprarme una choza en el municipio. Es hora de regresar,  chera. Tengo diez años de estar acá y dos hijos que crecieron sin mí.

Emelyn

Sus manos  delgadas se cansaron  de bordar miseria  a la luz de las velas,  toda ella  se hartó de inclinar la espalda,  de tener vacía la barriga y la fresquera. Allá quedó su hijo mayor: “Haga caso a su abuela, se  lo ruego, y  no se  mezcle con los chicos malos de la cancha, no le  vayan a embuchacar. Pero Kevin   se viene conmigo, ¡eh!  Kevin irá a la escuela, y  se recibirá, y comerá todos los días… Voy a buscar oficio y, si Dios quiere y nos da salud, no regresamos”.

Pilar

—Mire, compa. Parece que la señora se emocionó.

Una lágrima resbala por el rostro arrugado de la anciana impedida.  Aún no ha extraviado el recuerdo de aquel invierno que emigró con su marido  a Dusseldorf para llenar de futuro una maleta de cartón.

27. Allende el mar (Manoli VF)

Palpita fuerte. Tic, tac. Como un reloj sonando en mi oído. Cuento las estrellas para olvidarme del dolor. Con tanto frío no puedo concentrarme en contarlas. Un abrazo de hielo recorre mi corazón. Pienso en ellos, en todos los que dejé atrás con la promesa de la tierra prometida y me olvido. No hay dolor más allá del dolor. Solo la sensación reconfortante de volver al infinito, al lugar donde brillan las estrellas. La inquebrantable voluntad de escapar, hasta el final.

26. CASI LA VIDA (PURIFICACIÓN RODRÍGUEZ)

Huía de la muerte y a punto estuvo de lograrlo.

Recorrió medio continente para internarse en un mar desconocido y menos manso de lo que le habían prometido.

Desde la lancha de salvamento ví cómo se hundía en silencio a cien metros de la costa.

Nunca había necesitado aprender a nadar.

25. (E)migrantes

Avanzan hacia su destino envueltos en una nube de algazara y desorden, mas contra todo pronóstico detienen la marcha al ver cómo su guía, artejo en alto, permanece completamente inmóvil. Tras unos minutos de desconcierto general y no escuchándose en el lugar nada salvo sus propios pensamientos, el que encabeza la comitiva gira ligeramente su acorazado cuerpo y dirige, no sin vergüenza, unas palabras a la multitud que le sucede: -Centollos, creo que nos hemos perdido.

24. MI CASITA DE VIENTO (PARTE II)

Los surcos de su cara y el rictus de dolor, la condenaban a ser vieja sin serlo. Trabajaba tanto, extrañaba de tal modo el sonido de su lengua materna, se fustigaba de tal forma por sus culpas, que sus arrugas habían enraizado en su alma.
Nola recordaba muy bien cuánto tiempo llevaba en aquella casa en la que ahora vivía sola. El viento ya no le traía a su hijo para que lo meciera en la noche, a cambio, aullaba y repetía: sola, sola, sola… la palabra más cruel y más triste que jamás oyera, sin embargo, seguía sentándose en el alfeizar, por si se apiadaba de ella.
Hoy, un coche negro paró delante de su puerta. De él bajó un hombre joven de piel oscura y piernas largas.
Soy yo, dijo, mientras sacaba unas monedas para pagar el taxi.
Nola dio un salto felino y acercándose a él, lo olió sin descanso. Era su cachorro, el que dejó en manos de otros.
El viento haciéndole un guiño cómplice arrancó de su cabeza el pañuelo colorido.
No lloró, el sol y la culpa habían secado sus ojos.
Movió los labios pidiendo a Dios, o al viento, no haberse vuelto loca.

23. PAPELEO (Mariángeles Abelli Bonardi)

En el formulario a llenar, podía leerse:

 

Marque con una cruz, según corresponda:

□ Universo existente

□ Universo paralelo

 

¿Existente? Él existía; de eso no había duda.

¿Paralelo? ¿Paralelo con respecto a qué?… ¿O acaso era A QUIÉN?

Cayó en la cuenta de que,  a ambos lados del cubículo, tras los vidrios polarizados, podía haber otro universo frente a un formulario idéntico, preguntándose exactamente lo mismo.

Se aterró. Hasta entonces,  se había creído único.

Mientras fingía concentración, aguzó el oído: a izquierda, nada; a derecha, tampoco. El oficial de inmigración comenzaba a impacientarse. Para ganar tiempo, dejó caer el bolígrafo, y al agacharse a levantarlo, revisó: Vía Láctea, galaxias, agujeros negros… traía todo.

Volvió al formulario: sólo dos opciones. La primera era incuestionable; la segunda lo intrigaba profundamente… ¿Había otro? ¡¿OTROS?! ¿Cómo saberlo? Estuvo a un tris de preguntar, pero el tipo lo miró tan mal que se abstuvo.

—En un minuto, cierro. Decida ya o se queda aquí, varado.

Universo existente. Universo paralelo. Un minuto para decidir. Se encomendó al Creador —quienquiera que fuese — y marcó dos cruces: una en cada casillero.

©Mariángeles Abelli Bonardi

22. Tres pelos de bruja

Público: Sí, bla, es Emi Grant, bla, bla, y su hija Thes, bla, he oído hablar de ellas, bla… ¡Chist!, que empieza.

Presentador: Silencio por favor… Les dejo con Emi Grant.

Emily Grant (EG): Serían las doce de la noche. Tenía perdido el sueño y pensé hacer algo. Cogí la escoba y… ¡booomb! Salí volando por el aire entre polvos y destellos.

Thes (Th): Sí, mami, como la bruja Piruja, tú me lo dijiste.

EG: Y después, Thes, ¿qué pasó, cariño?

Th: Me metiste en aquella mochila CE, hiciste otro conjuro mágico y ¡booomb!, salimos por la ventana con escoba y todo.

EG: Sí, ja, y fuimos a caer en medio de la calle, ja. Ja.

Th: Y de pie, mami. ¿Cómo lo hiciste?

EG: Así, tris (chascando los dedos). Y ya que estábamos allí, echamos a caminar hacia algún lugar de Europa.

Th: Y ahora estamos aquí. Miren: la escoba y la mochila.

EG: Eso es todo. Muchas gracias (…las gracias, Thes).

Th: Gracias.

Público: …En una mochila CE, plas… después de salir (¿mami?) volando por la ventana, plas… dos obuses (¿si?), plas… y ahora están aquí, en Europa, plas… (¿de verdad tienes tres pelos de bruja?), plas, plas…

21. El inquilino (Luisa R. Novelúa)

Una nube se enfrenta al sol prepotente. En lugar de la exploradora que precede al ejército, parece un ave desorientada que ha perdido el rumbo de su bandada. Su sombra mitiga por unos minutos el calor que aplasta a Manuel contra el asfalto. El anciano cierra los ojos para sentir la brisa cargada de olores, a candil de gas, a queso curado, a hierba recién segada; y de sonidos, el de las gotas de lluvia rebotando entre las hojas de los robles, el del primer canto del cuco en abril, el de palabras que ningún otro idioma puede traducir. Todo aquello de lo que huyó.

Cuánto le gustaría subir a esa nube para regresar a casa. Sin embargo, cuando el cielo vuelve a despejarse siente las raíces que le amarran con fuerza a esta nueva tierra, las de la mujer que conoció aquí, las de los hijos y nietos extraños a sus orígenes, las del bienestar que superó sus sueños. Y aun así, sesenta años después, sabe, como el primer día en que llegó cargado de ilusiones e incertidumbres, que su lugar siempre será otro.

19. EMIGRACIÓN FORZOSA

Las bombas caen una y otra vez, sin pausa, iluminando la oscuridad de la noche. Yasmina, con Yasser de cinco años y Aylan de apenas dos, busca protección bajo la cama. Amanece cuando abandonan el improvisado refugio. Entre el polvo y el humo que se dispersa vislumbra a su derecha la única pared de la habitación que ha quedado en píe apuntalada milagrosamente por el armario que está a su izquierda. Del resto de la casa no queda nada. Cubre la cabeza de los pequeños con un pañuelo mientras se tapa la boca con el suyo. El humo es tan intenso que le lloran los ojos. Coge del armario algo de ropa y los ahorros y abandona el dantesco lugar.

Del jardín del Edén bíblico no queda nada, ni un árbol, ni una hierba, ni una flor. Hay un insoportable olor a petróleo. Todo está abrasado, en ruinas. Como espectros cubiertos de polvo aparecen más personas que como ellos emprenden un éxodo hacia el Norte en busca de un mundo mejor.

Tras kilómetros de desgracias, abusos y desesperación, desde la barcaza, Yasmina vuelve a sonreír mientras acaricia la cabeza de Aylan que hoy viste chaqueta roja, short y zapatillas azules.

18. Llena de futuro -Calamanda Nevado-

Aquella chiquilla, bonita y sucia, retozaba arriba y abajo. Entre todos los niños solo reunían unos pocos juguetes,  por eso jugaba a ser campana, cochero, y a espantar el miedo brincando de derecha a izquierda y deteniéndose.

Las grandes nubes  le mostraban a su Ángel de la Guarda, sabía que la quería, y ella a él. Le decía al oído que observara las coloridas piedras que yacían a su lado, la  fría dulzura de las ramas temblorosas  y los árboles erguidos junto a la concertina de cuchillas. Nunca fallaba. Un rato y conseguía  hacerla desaparecer e imaginar casas blancas como la suya, agua en el cubo nuevo, estrellas en el pozo del corral,  o la  llamada del frescor de los pinos.

Si se lo proponía las seis parecían las cuatro. La fuerza del viento trompetas. La lluvia velos con hilitos de seda. La luna más grande y redonda. Y las orejas coloradas de sus hermanos luces encendidas alumbrando   cuando cantaba  nanas a los bebes para  que no vieran la blancura de los estallidos  ni la oscura túnica de las tormentas.

Cada día al levantarse  inventaba una diversión. Ése, sería fantasma. Se envolvió en una sábana y voló lejos de allí.

17. Una maleta llamada libertad (Rubén José)

Perdido y asustado, siento como me deshidrato, hace días que surco la mar en una maleta de nylon, en una maleta de sueños.
Todo comenzó hace unos días cuando embarcamos en una patera, con el sueño de empezar una vida mejor; sabía que tardaría décadas en pagar mi deuda a la mafia y que seguramente jamás volvería a ver a mi familia en la vida, pero debía arriesgarme, debía intentarlo; todo era mejor que la guerra, todo era mejor que la muerte en un país que ya no puedo llamar hogar. Me había convertido en un emigrante sin patria, en un emigrante que solo recordaba su país antes de que el odio y la sangre destrozaran aquello que llamaba mi vida.
Embarcamos en aquella patera con la ilusión de que la mar estaba en calma, pero cómo nos engañó la vida. En cuanto dejamos de ver la costa, la mar cobró una violencia inusitada, una rabia contenida y volcada sobre nosotros; que solo queríamos una oportunidad. La patera se hundió, vi como muchos murieron y otros, como yo, se agarraron donde podían, para salvar la vida.
De repente un haz de luz, ¿un guardacostas?, ¿quizá el billete a la libertad?.

16. S.O.S.

No toda el agua procede del origen de los tiempos. Son muchas las lágrimas vertidas durante siglos. Ayer fue, y lo olvidamos. Hoy de nuevo caen. Fluyen a chorros hacia mares y océanos, que se agitan embravecidos con tanta sinrazón. Comparten su agua con el cielo, también dolor y tristeza. Es otro modo de orar, dicen, y plegarias miles se evaporan sin religión, solo les queda fe.

El cielo tampoco lo entiende y descarga su hastío sobre infinitos ojos que piden socorro. No hay miedo ya y se cobijan, guardan estremecedor silencio. Este techo también les cae encima. Azota el granizo y el viento con inusual violencia. Se cuela frío en el ambiente y llega al corazón, lo engarrota. Se forma pronto barro, sucio, helado, y sobre él, -¡qué ironía!-, aún juegan niños, -¡y hasta ríen!-….

Pescadores, y no, del viejo mundo observan impasibles. El agua marina parece borrar la memoria, quizás sus sales; cristales de cloruro sódico que cortan cual navajas los recuerdos, los hacen añicos. Ayer eran ellos quienes rezaban y lloraban, sobre ese u otro océano cualquiera, sin ver la costa, la suya, por las lágrimas, las suyas, las que quizás hicieron barro salado allende los mares.

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