Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

46. DESPROPORCIONES (Edita)

Estudié a destajo para no perder la beca. Fui la número uno de mi promoción con el único propósito de saciar su orgullo. Gracias al brillante expediente académico, conseguí un trabajo como investigadora. En el extranjero, claro. La crisis me sirvió de coartada. A cambio, tuve que aceptar una condición: mi madre emigraría conmigo. Me rebelé; hice referencia a los derechos que me otorgaban la mayoría de edad y la independencia económica; fingí el mayor de los pataleos… Nada. Mi padre, como siempre, inflexible. ¡Bien!

Ella, que nunca había salido de casa, consintió sin rechistar para que yo, su niña, no anduviera sola por el mundo adelante. Me siento satisfecha de tan importante objetivo cumplido: romper las ataduras invisibles que le impedían respirar lejos de un marido absorbente. Pero me falta lo más difícil. Se acerca diciembre y no encuentro el momento ni la forma de decirle que no estamos en Alaska. Temo su reacción cuando se entere de que en Marte no hay turrón.

45. El Viajero (Jean Durand)

Despierto en la mañana, con la luz del sol que, ingresando por la ventana, divide sin cortar la piel de mi antebrazo. Funcionó, por fin ya estoy en un nuevo hogar. Siento que fueron años luz de viaje interminable buscando donde vivir. Tomo la ropa que se encuentra a los pies de la cama, que supongo es la que necesito en estas ignotas tierras. Al salir el aire me termina de despertar, al tiempo que revive recuerdos de otro mundo. Camino por la ciudad. Me detengo al escuchar a las aves cantar, ¿Cuándo fue la última vez que oír a tan exquisitos especímenes? No lo recuerdo. El cielo es azul y las nubes blancas, ¡qué gran maravilla! No puedo dejar de sonreír a toda persona con la que me cruzo y me sorprendo al darme cuenta las sonrisas que recibo de vuelta. El reflejo de una vitrina me devuelve el rostro de una hermosa mujer en el apogeo de su belleza y fértil sexualidad. ¿Cuánto tiempo pasara antes de que termine por consumir este cuerpo? No importa, todo un planeta poblado de humanos es un regalo para degustar lentamente y uno a uno por cada habitante que pueda poseer.

44. EL “PRESIDENTE EMIGRANTE”

Veinte años después de haber abandonado su país con lo puesto, acababa de conocer que era el éxito tras convertirse en presidente, en el primer presidente emigrante del país que le acogió cuando más lo necesitaba.

Empezó siendo parte del consejo de un pequeño pueblo, defendiendo siempre a los más necesitados, a emigrantes como él, que se habían instalado en el país en busca de un futuro mejor, se convirtió en Gobernador de su Estado después de que se fijarán en él por sus ideas novedosas y rompedoras.

Tras ser Gobernador, se presento a las primarias de su partido, sabía que podía hacer historia y así lo hizo, arrasó en votos, como poco después lo haría en las elecciones presidenciales.

Español de origen, americano de acogida, el “Presidente Emigrante”, como así lo llamaban  los medios del mundo entero, comenzó su discurso de posesión:

Ciudadanos, vosotros… ¡Nosotros, hemos hecho historia! Este es el principio del cambio, este es un momento único para dar la vuelta a las cosas. ¡Es vuestro momento!, ¡es nuestro momento!… – Y así continuo ante la atenta mirada de millones de espectadores que tenían la misma ilusión que él, la de tener un futuro mejor.

 

43. CAL VIVA Paloma Hidalgo

El seiscientos y la jaula del canario sobre mis piernas morenas de río y siega. Los pulpos en la baca, abrazando las maletas con tanta fuerza como los parientes a nosotros. Esquejes de alhelí y de geranio envueltos en papel de estraza, que decía mi madre que seguro que agarraban porque en Suiza estaba todo verde. Troncos encalados mostrándonos el camino. Chorizo, pan y queso para cuando estuviéramos lejos. Una botella de gaseosa llena de agua, que mi hermana pequeña pronto aliñó con babas. Mil setecientos kilómetros, casi, para olvidarme del pueblo, de mis amigos, y maldita mi suerte, de Elvirita; mientras el bisturí de asfalto iba diseccionando el paisaje para que mis ojos de doce años investigasen la anatomía de ese país que abandonaba sin conocer con la nariz pegada a la ventanilla. Y llegar al límite de la provincia, y la voz de mi padre clavándose en el silencio:
-Familia, ¿Y si nos damos la vuelta?
Y volver. Mamá cantando, papá desafinando, la niña aplaudiendo. Y otra vez los troncos encalados. Los que me anclaron a maldecir toda mi vida a ese Dios que no quiso que me convirtiera en emigrante, pero sí en huérfano.

42. Tengo s-d-ueño. ( Gelines del Blanco Tejerina)

Anoche escuché tres palabras nuevas, pero quiero olvidarlas. No las busqué en el diccionario ni las apunté en mi libreta porque sonaron feas y malolientes como la boca que las pronunció. Tampoco se las repetí a mi hermana cuando fui a su cuarto por la mañana. La encontré descalza de pies a cabeza. Su piel adolescente olía a sudor ajeno y sexo caducado. Tras la ducha, nos secamos y cepillamos el pelo mutuamente, despacio, como lo hacía nuestra madre. Tomamos chocolate y abrazos recién hechos. Tumbadas en la cama, cogidas de la mano, volvimos a ser niñas limpias. “Alina”, susurró en mi oído. “Daga”, respondí en el suyo. Una y cien veces,  para sentirnos únicas en un país donde nadie sabe nuestro nombre. Solo así amansamos la tristeza y recuperamos el sueño que de noche nos roban cuerpos exigentes y manos obscenas. Por unas horas, somos libres. Sin país, sin idioma, sin dueño.

41. A Trozos (Esperanza Tirado Jiménez)

Maletas rotas, sueños rotos, esperanzas rotas… De vidas a trozos que se quedan a lo largo del camino…

Hay que ir dejando lo que más pesa, lo más complicado de transportar, lo que no sea imprescindible. A pie es difícil cargar con maletas, bultos con comida y niños.

Él es mayor, dice, y puede ir a pie, como los hombres. Pero quisiera que su padre lo llevara a cuestas como hacían cuando jugaban juntos, antes de dejar su casa y escapar casi con lo puesto. Su tren de madera se quedó allí. Igual que todos sus puzzles. Alguien jugará con ellos ahora. O quizás las piezas se hayan perdido entre los escombros.

Como ellos están perdidos ahora. Y otros tantos como ellos. Que, caminando cada vez más lejos, han ido dejando parte de sí mismos por rutas interminables. Y no saben cómo ni cuándo podrán volver a encajar.

Mira atrás. Quedan incontables trozos desperdigados por todos los rincones. Del Norte al Este… Son muchos los que intentan encontrar el camino para reconstruir los puzzles de sus vidas. Del Sur al Oeste…

Está cansado. Recuerda sus juguetes. Mira a su padre y sigue caminando. Aunque no sabe hacia dónde.

40. UNA TAPA

UNA TAPA

 

Llegué al parque de la ermita de Salas, muy cerca ya de la antigua Osca, hastiado de la soledad de los caminos. Tras cinco días de andar, había perdido ya la esperanza de fraguar una amistad o tan siquiera un compañero de andadura. Me tumbé en un banco de piedra bajo las moreras sorbiendo una lata. De pronto una mujer venia hacia mi sosteniendo algo entre sus manos. Me acercó aquello con una tímida sonrisa: una tapa dijo. Cogí el cuenco de cuyo interior asomaba un gran muslo asado con patatitas. La miré perplejo. Su sonrisa de ojos oscuros y brillantes no cejó cuando se iba, envuelta en su tez morena de azúcar, un poco redondita. Pasado mi estupor me acerqué para agradecerle. Pedí permiso para sentarme con ellas; estaba con su hijita.

Brasileña, a Huesca la había traído el amor; lo dijo bajando la mirada y entornando los ojos hacia la niña. Nunca dejó de sonreír.

Acabé con el suculento bocado. Ellas pararon su manta y se recostaron regocijándose. Monté mi mochila a la espalda y continué emocionado mi camino en busca del albergue. Alegre y sonriente.

39. ¿LAS RECUERDAS? ¿QUÉ QUERÍAN? (REVE LLYN)

Había tomates en el huerto, así que supongo que era verano, pero solo recuerdo que hacía frío. Las tres llevábamos tiempo dando forma al sueño de cruzar a una vida mejor e intentamos inútilmente aprender a nadar.  Vi sus cuerpos a la altura de mi pecho, cubiertos, salvo la cara, por unas sábanas blancas.  Hubiera bastado agacharme un poco para comprobar si respiraban o no. No creía que pudiesen estar muertas de verdad, no había sangre, tampoco heridas. Sólo una quietud turbadora en su cara y los ojos cerrados. Seguro que si levantaba la tela encontraría lo que se había estropeado en sus cuerpos  y podría repararlo.

Últimamente ya no recuerdo sus caras, se me han borrado como algunas palabras de mi idioma y las canciones que solía cantarme mi madre.

Ojalá pudiera olvidarlo todo, como olvidé mi nombre para cambiarlo por otro, como olvidé los nombres de los ríos que recitábamos en la escuela (que inútil nombrar al agua si el agua no obecede a ningún nombre). Ojalá pudiera olvidarlo y volver a nacer aquí como si nunca hubiese pertenecido a otro lugar.

Solo recuerdo que aquel día hacía mucho frío, y que ya, desde entonces, siempre tengo frío.

38. Infierno en vida (Alberto BF)

Un violento segundo lo cambió todo. Salif sintió la zozobra. La raíz que le unía a su amada tierra fue arrancada de cuajo, y la barbarie decidió por él que no podría ser trasplantada en el mismo terreno.

Su instinto de supervivencia le aconsejó huir, de manera inconsciente, sin rumbo y con la quebrada raíz al hombro, en busca de nunca supo qué. Futuro, esperanza, porvenir, paz, dignidad… conceptos huecos y vacíos de contenido, sólo aceptados por aquellos seres con autoridad moral para decidir lo más conveniente a los desarraigados contra su voluntad.

Fue cruel el éxodo, pero no lo fue menos la acogida. Culpable a la vista de todos de su indeseada desgracia, sospechoso, señalado y repudiado allá donde le llevaron sus pasos. Su extirpada raíz, cada vez más pesada y putrefacta, no encontró nunca abono en el que sustentarse, y lentamente se le acabaron las ganas de luchar.

Logró descansar en paz, con la satisfacción de no volver a sufrir a su propio género y con la certeza de que más allá no iba a esperarle paraíso alguno; perdió la esperanza durante su infierno en vida.

37. Suicida en Nueva York

Cuando cercené el cordón umbilical que me unía a mi tierra y emigré en busca del sueño americano, no imaginé que despertaría subido a la cornisa de la última planta de un rascacielos. Allí arriba la realidad es que eres una mota insignificante de polvo. Y, si miras hacia abajo, no verás a gente ansiosa esperando el veredicto de si saltas o no, solo los contornos difusos de los vehículos atascados y de las personas yendo de un lado para otro mientras miran una y otra vez su reloj, sin percatarse de que no van a llegar a tiempo para disfrutar la vida. En lo más alto de la ciudad, solo tú, las nubes y los rayos de sol alumbrándote como si fueran los focos de un circo. Incluso cuando saltas al vacío y caes en la calle de pie y sigues caminando con tu maletín lleno de despechos, nadie se inmuta.

36. Jardín humano

Noche cerrada, oscura, solo una tenue luz por el blanco de la luna.

No hace frío, no hace calor, ligera brisa.

No hay silencio, no hay ruido, solo el vaivén del agua.

Mujeres, hombres, niñas, niños, roces de piel con piel, olor, sudor y miedo.

Un bebé… ojos muy grandes. Muy abiertos, secos, sin expresión, mirando sin ver, sin decir nada y diciéndolo todo.

Un sentir volar, un abrazo, un pestañeo de agradecimiento, un pensamiento… ya no se ve tan lejos la otra orilla.

35. OCÉANO DE INCERTIDUMBRE (M. Belén Mateos)

Su origen no estaba tan definido como creía: rubio, ojos azules, tez blanquecina y labios sonrosados.

Su sangre latía igual que la su hermano de tez plomiza y mirada perdida. Dos vidas, dos úteros y un mismo pecho henchido de leche para amamantar dos bocas sedientas.

Caricias repartidas, besos intermitentes y  nanas al unísono de un compás lejano en una emigración obligada.

Ahora, diez años después, deseaba habitar una nueva vida reflejada en el instinto de supervivencia, entre las olas y la barca desprovista de víveres, cargada de esperanza.

La tierra se avistaba casi al alcance de su mano y el mar rugiente en la punta de sus ojos; ávido de carnaza le devoró en un último estertor de su anhelado destino.

 

 

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