Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

117. Elección de guardería (Óscar Quijada Reyes)

Mi cuñado estaba muy interesado en saber por qué Andrea y yo habíamos tardado tanto en encontrar un sitio apropiado para los cuidados del niño. Tanto mi esposa como yo trabajábamos a jornada completa y, a pesar de la velocidad de nuestras naves, no lo hacíamos todo a tiempo. Le expliqué que mi enferma madre ya no estaba en condiciones de cuidar a nuestro Miguel, y mi hermana estaba atareada al extremo con su tesis doctoral. Además, habíamos usado varios jardines de infancia de los que acogen a niñitos hasta los tres años, mas no eran del agrado de mi hijo.

Me costó mucho que entendiera que Miguel era muy precoz y que ya tenía sus metas, aunque solo contaba con tres años. Soñaba con ser astronauta, por eso no gustaba de las guarderías menos costosas, sino de las equipadas con los más modernos simuladores de vuelos espaciales.

116. Un último viaje (Rosy Val)

Le estaban esperando. En cuanto aterriza le escoltan hasta la nave nodriza. Había prometido que no volvería, pero ya lo conocen, no en vano, lleva visitándoles algunos años. La escotilla se abre y una luz ambarina le conduce por un espejado pasillo. Llega a la sala naranja; hoy quieren sorprenderle. En el centro, una mujer sin ropas gira y gira sobre una peana circular mientras un hatajo de manos absorbe su energía. Otra sarta de ojos viscosos le dispara virulentos hilos que en pocos segundos enmarañan su cuerpo inmovilizándolo sin piedad. Se desespera y grita: “¡Hijo, ayúdame!”.
No consigue mover un músculo.

Está sentada al borde de su cama. Sus vastas ojeras delatan ésta y otras muchas noches en vela. Extiende sus manos, en sus líneas gastadas caducan miríadas de promesas y juramentos…
Tarda infinitos minutos en volver. La mira confuso. Pero en esta ocasión, de su viaje, se ha traído una lágrima infiltrada en sus ojos que cae, certera y limpia, sanando sus labios resecos…
“Tranquila, madre, esta vez sí sé cómo ayudarte”

115. El relevo (Juana Mª Igarreta Egúzquiza)

Acostumbraba a subir las noches de luna llena a la azotea del edificio. Silente y sola, presa del influjo del plenilunio, pasaba largos ratos absorta en aquel otero nocturno. Ella y la luna, la luna y ella, en íntima comunión con la inmensa esfera plateada. Una noche descubrió, difusa y lejana, la presencia de otro observador.  Ella percibía vagamente sus escurridizas miradas que, conforme fueron atesorando lunas, se tornaron firmes y prolongadas. Una vez creyó ver cómo de sus ojos, que adivinaba grandes y rasgados, emergían sendos haces luminosos que atribuyó a un caprichoso reflejo de la luna en su cara.

Un día tras otro, durante  las horas de luz, trataba de identificar entre los vecinos de la comunidad al misterioso compañero de observatorio, sin conseguirlo. Justo la noche que había decidido resolver el enigma dirigiéndose a él, este no acudió a la cita con Selene.

Muchas lunas más tarde, apareció posada sobre la azotea una pequeña cosmonave. Desde su puerta abierta surgía una luz cegadora. Ella contemplaba la escena paralizada, cuando una fuerza inesperada la impulsó dentro de la nave, al tiempo que un cuerpo inerte era escupido de la misma. Cuando creyó comprenderlo todo, ya habían despegado.

114. Repoblación galáctica – (Elena Casero)

Situada a medio camino entre la valla del jardín y la puerta de entrada, oculta entre los altos setos de adelfas, la esfera lanza durante las noches pequeños destellos hacia las estrellas como si, desde su interior, alguien estuviera haciendo llamadas de socorro.
Tras comprobar el estado de la esfera, el hombre, un tipo alto, educado, con cierto toque de exotismo, hace vida normal. Por la mañana compra el periódico. Después se dirige al súper. Alguien ha comentado en alguna ocasión, como de pasada, que el hombre parece alimentarse de pepinillos en vinagre y pan negro. De ahí, quizás, ese color opaco de su piel y el hundimiento de sus ojos.
Por la tarde pasea al perro o se sienta en un banco del parque. Habla poco. Es educado y no se le conocen amistades.
Hasta el momento nadie lo relaciona con la desaparición de unas cuantas mujeres de la ciudad.

113. Firmamento

Prometiste enseñarme el nombre de todas las estrellas y en un coche prestado me llevaste a descubrir ese cielo del verano que no puede verse desde la ciudad. Y allí nos sentimos tan cerca que llegamos a confundirnos con ellas y empezamos a no ser el uno sin el otro.  Después se nos vino un futuro como no lo habíamos soñado. Mi embarazo. Tu trabajo en el taller donde no cabían tus libros de astronomía y mi encierro en una vida doméstica en la que fui enterrando mi vocación por la arqueología. Nos acostumbramos tanto a no ser lo que quisimos, que un día nos preguntamos que quiénes éramos y donde había quedado la ilusión por estar juntos. Ahora, sola en el dormitorio en el que cuando llegues me creerás dormida, miro al techo. Sé que sobre él, en la azotea, observas la noche estrellada con tu viejo telescopio y a mí me gustaría convertirme en luz y viajar por ese espacio infinito que ahora nos separa para alcanzarte y juntos otra vez, contemplar con aquellos mismos ojos, ese firmamento que un día sirvió para unirnos.

 

112. El Cielo en la Tierra

Galileo permanece concentrado mientras observa las estrellas. Su corazón se acelera con cada descubrimiento, y siente que el universo entero se despliega ante sus ojos. La fe del mundo tiembla con sus verdades, esas que los incrédulos tornan en pecado. Mas él sonríe bajo la cúpula abovedada pues su desafío, lejos de alcanzar a Dios, tiene nombre de mujer. Solo Marina le hace viajar a años luz de este planeta. Cuando aparta la mirada del telescopio, dibuja con su dedo constelaciones sobre su piel, y se adentra en una ruta estelar que empapa todos sus anhelos. Ella provoca la desbordante curiosidad del maestro y le muestra el lugar exacto donde duerme Venus, un lugar inexplorado donde sus teorías se vuelven éxtasis para los sentidos. En un arranque malicioso, le pide al astrónomo que le regale la luna como prueba de amor. No hay más filosofía de vida para él que cumplir los deseos de su amante. Y al calor de una noche de junio, embriagados de solsticio, la lleva hasta la laguna. Allí la invita a sumergirse en el plateado reflejo de su otra obsesión.

111. A Spanish Odyssey

Observar el gran azul a cuatro kilómetros de distancia de la Tierra es un espectáculo al alcance de unos pocos. Cuatro de los cinco tripulantes que acababan de llegar a la Estación Espacial contemplaban maravillados el cuadro que la naturaleza les regalaba.

—¡Mierda! ¡No hay Wi-Fi!

Los astronautas se giraron, atónitos. Ninguno sabía español, pero ver a Anselmo moviendo el móvil era suficiente para entender qué ocurría. Él se quería ir de allí. Dos días antes, Anselmo estaba limpiando retretes. Fue entonces cuando entró aquel tío presa de un ataque de pánico y le ofreció diez mil euros si se hacía pasar por él.

—Ellos no me han visto la cara aún. Podría funcionar —le dijo.

Por ese dinero hubiese matado a su madre, así que aceptó. Ahora, estaba cagándose en todo. Si se volvía a encontrar con aquel desgraciado, le metería la comida en cápsulas por donde los supositorios. Por suerte, trajo algunas cervezas escondidas.

 

La NASA pulsó el intercomunicador y atendió la llamada de emergencia que llegaba desde la Estación Espacial:

—Houston, tenemous un problema —dijo una voz en español con un fuerte acento tejano.

—What?

—¡Nos hemos quedadou sin servesa!

Las risas rebotaron por la nave.

110. buscando luz en una estrella ( maria jose blanco)

Otra día mas la noche clamaba su descanso,pero ella sabia que al cerrar los ojos no daría calma a su jornada estresante,trenzada y llena de pensamientos, aun así debía intentarlo ,quizás hoy obtendría la calma y podría sumirse en un sueño jubiloso.

De pronto se volvió a encontrar en la oscuridad absoluta de un espacio vació,caminando por entre medio de estrellas fundidas,apagadas,con sutil aroma a pesadumbre del cual ella se hacia participe

Al paso volteaban mil almas guardando camino,infundiéndole valentía y firmeza a seguir,mas otras, rugían sus temores con armaduras infernales,para hacer tambalear su rumbo hasta el punto de querer desesperada mente despertar y regresar del espacio rauda y sin aliento.

Tengo que llegar, he de encontrarla!, se repetía una vez y otra, tantas noches,tantos sueños rotos ,tantos desvelos…que cobarde mente me reintegran al inicio.

Quizás fuese ese miedo furioso,desgarrador,silencioso, el que no osaba a dejarla seguir adelante en su búsqueda hacia un destino.

Amaneció despacio, con el rocio del otoño acariciando el aire, impregnando la habitación del  perfume particular que provenía del jardín ,ya estaba de regreso de ese espacio muerto.

Hacia poco, una gran perdida,una perdida muy querida, que trastoco e hirió su alma de muerte,apagando sentimientos,a falta de un adiós y las cenizas se volvieron estrellas quebradas.

 

 

 

109. GRAVIDEZ

Mi primer viaje de tripulación mixta al espacio, está escrito en las estrellas.
Tres rusas ricas, como la ensaladilla y como el roce hace el cariño y todo el día flotando por la nave, que si te cojo, los pechos como flanes, bamboleantes, lo mío, como la antena, inhiesta, empezamos a intimar y yo a idear para tener algo de intimidad.
Nos sentíamos vigilados y cuando nos metíamos mano, nos avisaban que si el pulso se aceleraba mucho, que si la tensión, que todavía existía un poco de guerra fría entre nuestros países.
Nos metimos unas gomorresinas extraídas del tronco del zapote en la boca y jugando, nos la pasábamos por el vacío, para ver quien atinaba más. Los americanos siempre hemos repartido los chewing gum a espuertas, aunque les tirásemos bombas. A mi señal, tapamos las cámaras a la vez y por fin nos quedamos aislados.
Nos costó desnudarnos, las ropas esparcidas por la nave, el lío de brazos y piernas un caos y tardaron un millón de años luz en intentar ponerme el condón, yo estaba a punto y se produjo el big-bang más inoportuno.
Llamamos, “Houston tenemos un problema”.
Mis hijas se llaman, Ekaterina, Tatiana y Anastasia

107. Último round

Una mujer con setenta rulos en la cabeza elabora mayonesa girando continuamente su cuchara de madera. Luego llamará a cenar a su hija que juega en el patio al corro de la patata desde hace horas. En otra casa, un joven rebobina una y otra vez el rostro vuelto hacia atrás de la niña endemoniada, ese deuvedé viene dando unas tres mil vueltas por minuto. En esa misma glorieta, los coches que llegan luchan por descifrar el código ignoto de las rotondas al tiempo que un enamorado pasea buscando verbos, pronombres y conjunciones. Ella se está cansando. En el aula Elcano, un niño pregunta por Pí. Un árbitro pita y el balón echa a rodar. En el estadio, a Mbogo le quedan aún 18 vueltas. En Palacio, el Rey medita sobre otra ronda de contactos mientras lee este relato escuchando a su adorado Jimmy Fontana, gira il mondo gira, cantaba el cabrón.

Fatih Soylan, que, además de astronauta, es un acreditado derviche, se baja en la Tranquilidad y, mientras el cohete se cabrea y se va a rotar y rotar, él cesa poco a poco de girar y sospecha que aquello no nos lleva a ninguna parte.

106. Misión a Venus (Anna Lopez/Relatos de Arena) – fuera de concurso

Reunieron, entre todos, catorce petardos, medio litro de gasolina —robada de la vespa del padre de Carlitos—, un metro de mecha y unas cerillas. Construyeron el cohete con latas de conserva, que soldaron entre sí en clase de pretecnología, y un motor de aeromodelismo adquirido en los encantes un sábado por la mañana.

El día del lanzamiento, mientras cuatro voluntarios escenificaban una tangana que mantendría alejados del patio a los profesores, se inició la cuenta atrás. Algunos la siguieron con la boca abierta, otros cruzaron los dedos, pero cuando la pólvora prendió, gritaron todos al unísono “ ignición” y siguieron con la vista el ascenso majestuoso de la nave. Al revuelo inicial, siguió un silencio ferviente mientras el obús iba ganando altura. Observaron la trayectoria, ladeando la cabeza en un intento por corregir la leve desviación, contuvieron el aliento y algunos hasta rezaron para que la aeronave no fallase.

Cuando el cohete alcanzó su altura máxima y comenzó el inevitable descenso, hubo un alborozo general al comprobar que había superado con creces la altura requerida y que el aterrizaje se produciría, sin duda, al otro lado del muro que les separaba del patio de las niñas. Un universo aún desconocido.

 

Relato fuera de concurso.

Dedicado a mis compañeras /os de colegio «els millors del 66»

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