Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

85. ABSOLUTO (María Jesús Briones Arreba)

Desde la terminal hospitalaria, lo preparaban para ser lanzado al espacio aniquilador.
El notario daba fe del acto con una lluvia de regalos a los expectantes.

Se hizo la oscuridad y el espacio se convirtió en una boca negra de horno. Todos fueron envueltos en una nube cenicienta.

84. UN MUNDO DISTINTO (Rafa Olivares)

Acodado en la barra del Selene’s Club, apuro mi segundo bourbon. En la pantalla del televisor observo dos caras conocidas. Otra vez. Ahora es por el treinta aniversario y ambos vuelven a acaparar flashes, cámaras, reconocimientos y aplausos. Hace poco leí el resultado de una encuesta; un ochenta por ciento recordaba nombre y apellido de mis compañeros de misión, sin embargo el mío, Michael Collins, apenas un tres por cien. No pude evitar una sonrisa  pensando que sería gente de mi barrio, familiares o amigos. Aún me reconcomo al recordar que Neil nunca reconoció que su famosa frase se la sugerí yo durante la tercera jornada del viaje. Edwin fue testigo; y mudo. Con su pan se lo coman, pienso mientras saboreo otro sorbo. La memoria me trae aquella idea que pululó por mi mente mientras, en el módulo de mando, orbitaba el satélite esperando la conclusión de la excursión lunar. ¡Qué distinto habría sido todo! Seguro que de haberla llevado a cabo habría merecido mucha más atención que la que durante tres décadas ha acumulado esta pareja. Pero no lo hice. Con lo fácil que hubiera sido emprender el regreso anticipado y llamar diciendo «Houston, tenemos dos problemas».

83. Amor lunático (Blanca Oteiza)

Hubo un tiempo en que me pedías que te bajara las estrellas y yo cada noche subía a por una de ellas. Poco a poco tu dormitorio brillaba tanto en la oscuridad que ya no eran necesarias las bombillas.
Una noche cuando ascendí a por una de ellas, la luna que estaba cerca, se aproximó y me susurró al oído. Me pidió que me quedara con ella y sonriendo me cogió de la mano. Miré hacia abajo buscando tu rostro, pero sólo pude observar el resplandor que salía por la ventana de tu habitación, así que me quedé en las alturas hablando con mi nueva compañera. Nos despedimos con los primeros rayos de sol asomando en el horizonte.
Desde entonces soy yo quien te pido subir cada noche a conversar con la luna.

82. El Celador

El Celador
Ya sé que es un inmenso honor haber sido escogido para formar parte de la primera misión tripulada al espacio.
Pero para una persona como yo, sin conocimientos de navegación ni con una especial preparación física para soportar las necesidades de un vuelo de estas características, se le hace extraña la elección.
En mis múltiples intentos de rechazar el nombramiento, para el que no me siento idóneo, la superioridad al mando de la operación, ha respondido con la necesidad de contar con mi total entrega para la causa.
Así que solo me resta esperar estar en condiciones para el día de la famosa cuenta atrás, estar preparado para poder zamparme una buena cena, como las que les dan a los condenados, en su último ágape.
Los compañeros de viaje están en celdas separadas de la mía, pero su bullicio llega hasta mí de forma nítida y ensordecedora.
Al no poder de momento interactuar con ellos, me limito a silbarles para que sepan de mi presencia y se calmen un poco, aunque están ajenos a la operación viaje, las circunstancias ambientales les superan un poco.
Supongo que probarles los cascos y trajes les incomodan algo a los monos.

81. Un astronauta enamorado

Tu sonrisa mañanera sirvió de combustible.
Un café, con periódico y sin azúcar como a mí me gusta, fue la rampa de lanzamiento. «10.9.8…»
Observarte mientras te arreglas, escucharte opinar sobre algo que no recuerdo. «7,6, 5…»
Un beso en los labios, una palabra que sale del cariño. «4,3, 2…»
Esa frase que no puedo repetir ahora. «1… 0».
Despegamos hacia las estrellas, siento ya la falta de gravedad, juego con los espacios, los silencios, me meto en ese lugar donde todo puede pasar…
Es un viaje de ida y vuelta, eso lo sabemos .Por eso resulta tan diferente cada vez que volvemos, juntos, y por eso cada vez descubrimos rincones donde no habíamos estado antes.
Y así,este astronauta enamorado lleva toda la mañana en el trabajo pensando en ti.

80. Sin fronteras (Mar González)

En el principio de los tiempos, el viento inventó los viajes. Cuando solo había tierra, recorrió sus contornos. Después, se dejó abrazar por las olas y se impregnó de los aromas de las flores. Antes de descubrir a los hombres, ya había rodeado el sol, volado sobre los cráteres lunares y diseñado rutas entre las estrellas.

El viento era libre y disfrutaba propagando el canto de las aves, el aullido de lo lobos o haciendo crujir a su paso las ramas de los árboles. A los sonidos de la naturaleza se fueron sumando, cada vez con mas fuerza, las voces, los ruidos humanos que inundaban el planeta y con ellos, también, la música.

Más de una vez, alguna ráfaga de viento juguetona, se ha llevado lejos, más allá de las nubes, la melodía de un oboe, el ritmo étnico de los tambores o los acordes rasgados de una guitarra. En algún momento, en algún lugar indeterminado del espacio, viento y música se han fundio con otros aires, con otros sones llegados de quién sabe donde.

79. Expedición Fénix

La luz oscilante de las dos estrellas convergía en un punto que parecía cada vez más lejano. Llevaban varias jornadas siguiendo aquel rastro y aumentando progresivamente la velocidad. Pequeños cometas y masas irregulares de gas, sobrepasaban la nave atraídos por aquel foco blanco y brillante.

Cuando la fuerza gravitatoria empezó a afectar al control del Enterprise, el comandante ordenó desconectar todos los reactores. Paralizados, observaron como aquella gigantesca boca engullía toda la luz y materia a su alcance.

Sabían que al entrar acabarían aplastados y desintegrados; pero también, que sus partículas emergerían en otra región del universo, recomponiendo al azar nuevas formas de vida con los millones de células de sus cuerpos ahora contaminados.

Atrás dejaron una civilización arrasada por la radiación. Ahora, se miraban expectantes unos a otros. Después de la dura travesía, ninguno tenía fuerzas para abrir un nuevo debate, para mostrar dudas al plan trazado hacía ya tanto tiempo en medio del pánico.

Los quince supervivientes asintieron al unísono, enlazaron sus manos y dirigieron la nave hacia el agujero negro.

78. Un viaje especial

Dice madre que los inviernos en la choza son duros, pero una vez has pasado el primero, el cuerpo aguanta los que te echen. Lo sabe, porque se quedó hace diez años para parirnos un cuatro de enero a mi hermano y a mí. Yo nací «debilucho» y me quedé con ella, pero a Javi se lo quedaron los señoritos, que nunca tuvieron hijos. En agradecimiento, nos trasladaron a vivir a la casucha con chimenea del valle y, una vez al año, acercan a madre al pueblo, nos compran pan blanco y, como yo no voy a la escuela, me traen libros pasados del señorito Javier y revistas viejas con dibujos de viajes por la galaxia. En las noches de verano aprendí los nombres de todas las estrellas, dicen que soy listo y podría ir al espacio como unos astronautas que fueron hace poco.

Mañana toca bajar, para mí subir, los señores estrenan coche, parece una nave espacial, con luces de colores y muchos botones, por primera vez me dejan ir.

Días atrás empezó el deshielo, pero por si vamos lejos, me pondré las botas nuevas de padre, para dejar huella, como Armstrong en la luna.

Malu.

77. Jornada de puertas abiertas

Como aquel domingo no tenía nada mejor que hacer, acudí a la jornada de puertas abiertas promovida por una institución en decadencia que deseaba captar nuevos socios. Su reclamo para conocer la vida real y el legítimo Cielo, según prometían, despertó tanta curiosidad como expectación. Se llegó a completar el transbordador espacial Faith I, aunque dejaron claro que, para el viaje definitivo, si alguno se animaba a realizarlo, debería impulsarse con su propia fe.

Todo el que necesitó adquirir un visado temporal pudo confesarse, y el hombre que custodiaba el acceso con sus llaves nos franqueó el paso al mítico Edén. La visita guiada por este jardín idílico hizo que entrase en éxtasis, que me invadiese una placidez divina, un sosiego ni siquiera comparable al que dejan las siestas de las vacaciones veraniegas. Entonces solo quise residir en ese reino de paz y armonía eternas, algo impensable cuando explicaron las Diez Normas Básicas exigidas para obtener una plaza permanente.

Así que burlé el protocolo de seguridad y dejé mi alma allí, pero al regresar a la Tierra con mi cuerpo, libre de remordimientos, acabé por descubrir el auténtico paraíso terrenal. El que de verdad ahora no deseo que termine. Nunca.

76. Las perseidas del tiempo (Antonio Bolant)

Titán era un satélite nutrido de hidrocarburos, pero inhóspito; quizá por eso la ambición no escatimó en armamento cuando la guerra de colonias estalló y acabó por despedazarlo.

Suspendido sobre la tierra, mientras reparaba el sector 8 de la estación espacial carcelaria, Jesús fue sorprendido por una avanzadilla de pequeños meteoroides procedentes del destruido satélite que sesgaron su cordón umbilical con la nave y lo hundieron en el vacío. Sobrecogido e impotente, presenció la llegada de más fragmentos como un cortejo fúnebre de otro colosalmente mayor dirigiéndose irremediablemente contra el destino de sus congéneres.

La formidable onda expansiva apagó la frenética respiración del último hombre y catapultó sus restos hacia un cosmos que los dispersó como polvo de estrellas. Sólo algunas lágrimas, como seminales perseidas saladas, consiguieron viajar entre dimensiones y sortear las singularidades del espacio-tiempo hasta toparse con un planeta tan joven que ni los ojos que las vertieron habrían podido reconocer.

El ADN alojado en aquel llanto regresó a la cuna del océano y armonizó el caos de una incipiente bioquímica incapaz de nacer por sí sola. De nuevo, la vida se fue dando vida en la matriz de la tierra. Quizás esta vez fuera la definitiva.

75. Evolución de un sistema binario

Nunca le prometí la Luna, pero le regalé un sistema binario. Dos estrellas que orbitan alrededor de un mismo centro. Con un certificado de autenticidad, donde se hacía constar que los objetos con las coordenadas R.A 21h30m41.4s y DEC 51°36m15.8s ahora tenían nuestros nombres. Con un mapa celeste que marcaba su posición en el firmamento.

Eso fue después de enseñarle que los anillos de Saturno son de hielo. Después de trazar demoradamente perfiles de constelaciones sobre su piel. Después de besarla bajo las lluvias de Perseidas y  Leónidas. Antes de que me confesase que ya no soportaba la astronomía. Antes de que las alianzas convirtieran nuestros anulares en pequeños Saturnos. Antes de que su trayectoria se cruzase con la de un cuerpo de magnitud superior que la atrajo sin remedio y que, él sí, le prometió la Luna.

Quizá el sistema binario se haya extinguido, pero su luz aún llega a la soledad de mis noches, como un guiño cómplice al tiempo que ella y yo viajamos juntos por el espacio.  Y todavía murmuro el nombre de su estrella, la que le regalé en vez de hacerle una promesa absurda que nadie puede cumplir.

74. CUIDADO CON LAS ESTRELLAS CUANDO PIERDEN SU LUZ

No era buen estudiante ni aficionado a las ciencias. En realidad, fue en la ESO cuando mostró un interés desmesurado por la Biología. Para ser sinceros, lo que le atraía era la profe. Sus bellos ojos verdes brillaban como luceros y con solo mirarle experimentaba una excitación magnética.
Convenció a sus padres para que le regalaran un telescopio y todas las noches subía a la azotea para contemplar a la más brillante de las estrellas, la del quinto de la Calle del Sol que lo elevaba al quinto Cielo.
Durante el curso, el adolescente se fue transformando en un esbelto joven que atrajo la atención de la más guapa de clase. Ahora en el firmamento nocturno apareció otra estrella con una luz más intensa e intermitente, como luciérnaga, y que lo atraía irresistiblemente. Mientras, la gran estrella se fue apagando paulatinamente hasta convertirse en un punto negro.
Una noche observó como la luz de la joven estrella era arrastrada hacia ese punto. Al alargar el objetivo él mismo se vio arrastrado también. Ya iba a caer en el gran agujero negro cuando dio un salto en la cama y despertó. Afortunadamente todo fue un sueño.

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