Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

35. ¿SABES? AYER COMPRÉ MI PRIMERA NAVAJA (MODES LOBATO MARCOS)

«¡Rediós! »

Aún recuerdo tu dentadura postiza mordiendo exabruptos, cada vez que mamá te sugería abandonar ciertas costumbres.
Cabreado, entrabas en el baño y, aunque tus dedos parecían tocar un arpa invisible, insistías en afeitar con navaja los meandros de tu rostro para después refrescarlo con loción de lavanda.
Más tarde, ya vestido de domingo, tomabas mi mano y siguiendo un ritual sacrosanto salíamos a la calle.
Flor, la kiosquera, nos esperaba con cinco sobres de cromos. «Cuatro son pocos. Seis, demasiados «, decías al entregármelos.
Y, sin sentir el aleteo del tiempo, casi completamos el álbum.
Solo nos faltaba el cromo del futbolista estrella.

Una noche, desde tu cama, me dijiste: «Obedece a tu madre, pero sé tú mismo «.
Y te dormiste para siempre.
Semanas después fui al cementerio y puse el álbum sobre tu lápida. Entonces, una ráfaga de viento lo hizo bailar hasta abrirlo por la página de aquel cromo tan deseado.
En su lugar, yo había pegado la foto de mi auténtica estrella.
Tu foto, abuelo.

Hoy, diez años después, afeito por vez primera mi bozo.
Mientras lo hago, solo puedo reír y llorar al sentir en mis fosas nasales un dulce olor a lavanda.

34. SIEMPRE EXISTE UNA MANERA

El abuelo Fidel escuchaba muy atento cuando le contaba mis problemas con los amigos o cuando me ponía a llorar porque había sacado una mala nota. El tenía la gracia de solventar mis dudas de adolescente con una frase enérgica y con su voz que lo llenaba todo me decía muy serio:
-Tendrás que hacerlo a tu manera.
Después cuando me hice adulto y le hablaba de mis problemas de pareja, de las dudas sobre el matrimonio, de la idea de tener o no descendencia, me miraba muy fijamente y cada vez tardaba un poco más en contestar pero acababa diciendo entre toses:
-Hijo, tendrás que hacerlo a tu manera.
Rondando los noventa y tres, estaba el abuelo intentando entrar en la otra dimensión sin saber muy bien por qué puerta debía entrar. Recuerdo que me agarró de la mano y me obligó a acercar la oreja a su boca y me susurró con una sonrisa:
-No te preocupes hijo, tendré que morirme a mi manera. Aún no sé cual es, pero daré con ella.

33. Y LO HIZO A SU MANERA

Entré en el despacho donde estaba Él, de espaldas, ante dos grandes pantallas. Me invitó a sentarme a su lado mientras “resolvía una situación”.

En una pantalla se observaba a un soldado que portando una bandera,  ascendía la ladera de un monte. Con cara compungida, rezaba y pedía a Dios, que pudiera clavar la bandera en lo alto del monte y poder salir vivo de su misión.

En la segunda pantalla, otro soldado del ejército contrario, portaba su bandera y ascendiendo penosamente por la ladera opuesta, rogaba a Dios, que le permitiera izar  bandera en la cima y salir ileso de aquella misión.

Ambos soldados se encontraron  frente a frente, apuntándose con sus fusiles, las banderas en el suelo y los latidos de corazón casi eran audibles.

“Quiso el azar” que el soldado se fijara en el fular con imagen de los Beatles que su enemigo llevaba asido al cuello y emocionado le confesó que también era fiel admirador de Beatles.

Armas en el suelo, dos banderas izadas y atadas por un fular de Beatles; dos hombres abrazados cantando “All you need is love” y una vez más, Él, Dios había ganado la batalla… y lo hizo a su manera.

 

IsidroMoreno

 

32. El hombre de la plata

Todo debía ser a mi manera. Incluso exigí un traje entero para ir a reclamar mi herencia a la capital. De camino al aeropuerto, la presencia enfermiza de mi mujer y los siete chiquillos no cesaba de recordarme la vida de pobreza y deudas a la que debía retornar si no lograba enfrentarme a esa hermana que años atrás me expulsó con intrigas de la casa paterna. Pero aquella insignificante criatura, sentada en el despacho del abogado, solo me producía un gozoso desprecio. «Está mal. Peor ahora que los viejitos te dejaron la hacienda», me confesó el abogado; y, a la vez, se regocijó por mi éxito: ¡Te ves bien, hombre de los dólares!». Quise recordarle a mi hermana la promesa de regresar siendo un gran señor; pero consumé mi venganza de golpe: ─Déjele todo a esta muerta de hambre. De por si es un poquitillo y yo tengo de sobra.
Supe de mi error cuando, a la salida del bufete, ni siquiera me dio las gracias y se colgó del brazo de un hombre. De la desazón pasé al alivio al tantearme los bolsillos del pantalón. Todavía tenía dinero para tomarme un cappuccino como un hombre de plata.

31. PEPITO GRILLO  (Virtudes Torres)

 

Jamás se separa de mí ni un instante. Siempre está alerta esperando que yo tome una decisión para, en un instante y duramente, hacerme cambiar de idea.

Constantemente me come la cabeza con frases como “pero quién te crees que eres”, “lo tuyo es oír, ver y callar”, “tu no mereces hacer ese viaje”, “¿comprarte ropa? puedes pasar con lo que tienes”…

Después desaparece dejándome hecha un mar de lágrimas. A veces escucho sus risas y sus comentarios sarcásticos: “¡qué mierda es! siempre va a hacer las cosas a mi manera, no tiene personalidad, me da un asco…”

Sentí vocación religiosa a lo que argumentó: ”menudo disgusto le vas a dar a tus padres”…  “cásate”. Y me casé… con el hombre equivocado. En mil ocasiones quise abandonarlo.  No lo permitió, su voz repetía sin cesar “aguanta, aguanta”, “¿dónde vas a ir?”, “tienes lo que te mereces”

Hoy vamos en el coche a tomar el aire. Es lo que le he hecho creer. Cuando esté cerca del acantilado pisaré a fondo el acelerador. No habrá tiempo para cambiar de idea. Será lo último que haga, pero lo haré a mi manera.

30. No muy lejos de aquí

Bebo despacio. La música de Sinatra se diluye a medida que avanzo hacia el balcón. La vista es preciosa: el río Hudson duplica las luces de Manhattan, y dudo entre qué es reflejo de qué. Pero no me sorprende, todo aquí parece trastocado, irreal. Y observo la luna de Octubre mientras considero las palabras de la canción que llegan suaves, oportunas, dolorosas. ¿Cómo será eso de jugar entre las estrellas? Pero sé que sin haber visitado los astros terminaré mi trago, terminará la melodía y querré sentir que me hundo en ese falso azogue que tirita no muy lejos de aquí, donde tu cuerpo lacio y hermoso no yazca atravesado sobre el diván.

Ahora tomo la pistola con desamparo, pero con la esperanza de que al menos tenga un tiro más.

29. BALANCE

La vida le había sonreído, tal vez no tanto como esperaba de niña, pero no se había portado mal. O al menos eso quería creer.
En su infancia, así trataba de recordarlo, había sido feliz en largos juegos compartidos con amigos y hermanos, a pesar de tener, como tantos en aquella época, que arrimar el hombro para ayudar a la familia.
En su juventud tuvo la suerte de saborear las mieles del primer amor, pese al duro desengaño y la traición. Luego en la época de su formación la fortuna le sonrió de nuevo al poder estudiar lo que deseaba, pese al esfuerzo que supuso a su familia.
Pero cuando estaba en ello se cruzó en su vida el que esperaba fuese su gran amor. Por él renunció a su familia, dejó su carrera sin terminar y se embarcó en un matrimonio para toda la vida.
Después como suele suceder en los cuentos, sin saber por qué, tras tres hijos y 33 años de matrimonio, el marido bebió los vientos por una jovencita y se echó el mundo por montera.
Su mujer, rota, decidió romper aquellos lazos y empezar la segunda parte de su vida, “a su manera”.

28. Precipitada

Iba recogiendo mi propio bagaje de aquí y de allá. Como la bola de nieve cuando desciende a toda velocidad por la colina, que va acogiendo a su paso todo lo que está disponible: pedacitos de nieve, restos de tierra, ramas de árboles…

Porque me gustaba más bailar zumba que analizar cómo la empresa en la que trabajaba podría conseguir más dinero, no estaba dispuesta a dedicarle más horas al trabajo… Y así, en esa dinámica, me relegaron a ese grupo “de los que no se implican”…

Mis pensamientos se agolpaban en mi cabeza, siempre pensando en lo siguiente que iba a hacer, casi sin disfrutar, o disfrutando a mi manera de esa vorágine. Mi cerebro iba más rápido que mi cuerpo, que no era lento, enjuto y nervioso.

– ¡Precipitada! – me decía mi madre – ¡Eres una precipitada!

Nunca me habría imaginado que, teniendo que parar obligatoriamente debido a un accidente, encontraría la calma que necesitaba, otra manera de vivir y ver las cosas. Descubrí la tranquilidad que nunca había tenido, porque no me habían dejado. Había sido programada para hacer las cosas con el máximo esfuerzo, intensiva…

27. La soledad del solista.

Estaba en el centro del escenario, mirando al patio de butacas. El silencio era absoluto, absorbente, y trasmitía una paz que, junto a la tenue iluminación del teatro le hacían sentirse incorpóreo, como si flotara en un espacio inexistente.

Sin más preámbulos, respiró profundamente y acometió con decisión las primeras notas del que, años atrás, fue su gran éxito, la versión para piano de “My Way”. de Frank Sinatra.

De pronto, un ruido en la puerta de la sala lo alarmó e hizo que dejara de tocar. El próximo concierto empezaba a las ocho y en poco tiempo llegarían los músicos. Se levantó, miró el cubo que tenía entre las piernas, y retomó su realidad para que el escenario estuviera preparado para el ensayo.

26. BIFURCACIONES (Salvador Esteve)

Abandonó el claustro materno con hambre, se comería el mundo y lo haría a su manera.  Su primera voluntad fue no llorar con el primer azote de vida; lloró.

Su mente y cuerpo eran laicos, no tomaría la primera comunión; sus ojos aún se humedecen viendo la foto vestido de marinero, recordatorio perenne del naufragio de aquella decisión.

La medicina forense era su vocación, buscar en la soledad de la muerte el sentido de la vida.  Otro camino segado, piensa tristemente diseccionando un jamón en la carnicería de sus padres.

El matrimonio no entraba en sus planes, restringiría su libertad;  desde el sofá, viendo OT,  observa el mando del televisor y asume que es el cuarto en la línea sucesoria de ese bastión de poder, por detrás de sus tres hijas y su mujer.

Un quinto piso, el vacío; esta vez sí, sería su elección.  El impacto brutal lo dejó en coma irreversible.  Al fin supo lo que era la auténtica libertad; con él al timón, sus pensamientos viajaban con rumbo a la felicidad.  Ignorando su ateísmo dio gracias a Dios.

En los pasillos del hospital un enfermero, creyendo obedecer un mandato divino, buscaba seres que sufrían, él les liberaría.

25. MISTERIOS OLIVEIRA (Inés Z.)

Aquel notario daba testimonio de las últimas voluntades de un hombre manejado por los vientos del destino. Los hermanos del muerto se frotaban las manos en señal de un duelo codicioso e ignoraban a una mujer encogida en una de las sillas. Ninguno se interesó en ella, no había respeto, ni aprecio, y en ningún momento pensaron que fuese una gran dama.

Ella percibió por vez primera el desdén en sus carnes. Se sintió pequeña ante aquella bandada de buitres; se sintió fuera de lugar, quizás siempre lo estuvo.

Cerró los ojos para evadirse de todo y volver a soñar en lo que creía ser. En esa quimera daba un golpe sobre la mesa para asustar a las fieras y rugía palabras de desprecio albergadas en el tiempo. En aquel sueño Ella era Ella, y las cosas se hacían a su manera. Pero ahora aquel notario pronunciaba su nombre junto a la peor de las palabras: Renuncia.

Misterios salió a la calle con la sensación de haber mordido en su vida más de lo que podía masticar, así que a sus ochenta años escupió con rabia todo el pasado deseando con fuerza tenerse a sí misma…, aunque ya era demasiado tarde.

24. ACORDES (PURIFICACIÓN RODRÍGUEZ)

Yo había elegido aquella partitura de Brahms. Sus acordes y el suave movimiento que los acompañaba, me iban adormeciendo tan plácidamente que me dio por imaginar que era un feto, flotando feliz en su líquido amniótico sin más preocupación que dejarse llevar en los brazos del tiempo.

Hasta que, de repente, un atronador ruido, bronco y desagradable, me devolvió de golpe a la realidad y me vi aquí abajo, dentro de mi mullida caja, rodeada de este frío y esta oscuridad sin bordes.

No quise que me incineraran. Siempre he odiado el calor.

 

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