Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
1
horas
0
6
minutos
1
1
Segundos
1
0
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

9. Legado de la Gran Guerra (J.Redondo)

No recordábamos haber visto antes algo similar. Parecía un implante extraterrestre preparándose para acometer una inminente invasión de la tierra.
Una lluvia nocturna había clausurado el estiaje. En el sendero a Matienzo, desde Las Calzadillas de Alisas, en la umbría de un bosquecillo, de su gleba ovoide, salían cuatro lenguas puntiagudas de rojo intenso moteadas de melaza negra en sus perfiles. Parecía el gorro de un bufón medieval. Un hediondo olor a cadáver, néctar para insectos necrófagos, prevalecía sobre el petricor de la geosmina.
La Sociedad Micológica de Cantabria nos lo identificó como un “Clathrus archeri”, en nuestro lar dicen llamarlo “calamardo”.
Aquel hongo encubría un origen trágico.
Sus esporas se enganchaban en Australia a la lana de las ovejas. Esa lana se utilizó para fabricar capotes de soldado en la primera guerra mundial. En los restos de aquella masacre de un cuarto de millón de muertos, en los campos embarrados de Verdún, tras la batalla de invierno de 1916, reavivando sus micelios entre los enfangados despojos, asentó en Europa sus hifas.
Desde entonces invasivamente, espora a espora, de mosca en mosca, llegó aquí, a este bosquecillo cercano al espectacular “poljé” de Matienzo y al cuaderno de campo de JAMS.

8. La batalla diaria

Regresa cansada tras batallar con los cientos de acontecimientos que la asaltan a lo largo del día. Por ello cuando llega a su hogar para disfrutar de lo que considera su reposo del guerrero, espera obtener un poco de paz, ganado con creces.
En vez de eso afronta, de nuevo, como cada día, la ingratitud de los que a su alrededor no saben valorar su esfuerzo, su gran tesón para continuar adelante con su triste rutina, a pesar de las zancadillas que le pone la vida.
Decide pensar en positivo para encarar ese desdén con una gran sonrisa. Así podrá acoger con gratitud todo lo que le depare ese día.

7. Lucia después de una de las batallas.

Lucia tubo un vómito de sangre, los padres asustados la acercaron al hospital más cercano. Tras unos días de ingreso, se propuso el traslado a una unidad psiquiátrica. Los padres accedieron, las joven de tan solo 16 años fue trasladada. Ese mismo día aprovecharon la hora de visita, y contemplaron como su hija estaba asustada, acurrucada en el suelo, absorbida por aquella estancia gigante, llena de sillas ocupadas por desconocidos de movimientos estereotipados, miradas ausentes y brillos en ojos opacos de pupila dilatada. En aquel habitáculo se respiraba una extraña sensación que llegaba al alma. Con la simple observación se descubría el sufrimiento más extremo del ser humano.
Manuel cogió a su hija en brazos y la sacó de aquel cajón desastre en el que toxicómanos, alcohólicos, y adultos con graves trastornos mentales fumaban y conversaban de temas singulares delante de su niña.
Desde aquel día Manuel reconoció su problema, era adicto al trabajo. Empezó a recuperar el tiempo perdido al lado de su hija, y milagrosamente, junto a la terapia ambulatoria, Lucia en un año había engordado nueve kilos, pero lo más significativo es que Lucia ya sonríe e incluso en alguna ocasión suelta una bonita carcajada.

6. Tres son multitud (Susana Revuelta)

Cuando tan solo se encuentra a unos pasos de la frutería, Pepa dobla la esquina en sentido contrario, embriagada por un aroma que le hace salivar.

―Te dije que dieras un rodeo y tú nada ―se lamenta abatida una voz interior.

―¡Ni caso, reina! ―estalla una segunda voz―. A ver, que llevas toda la semana masticando acelgas y tomando yogures desnatados. Qué tristeza, hija, de verdad.

Pepa se detiene frente al escaparate de la confitería del barrio. Antes, mete barriga para plegar las lorzas que sobresalen por encima del vaquero. Hoy está contenta: en el último mes ha conseguido bajar de la talla 46. Aunque, eso sí, el botón lo lleva incrustado en el ombligo.

―¡Mmm! ―se relame la voz tentadora―. Fíjate en esa bandeja: bombas de hojaldre y nata recién hechas. Como para resistirse, ¿eh?

―Peepaaa… Date media vuelta y vete por donde has venido.

Una señora sale de la tienda y Pepa le sostiene la puerta. Ya está con un pie dentro.

―Bah, por un dulce de nada, ¿qué te va a pasar? ―insiste la voz dominante―. Luego subes andando las escaleras de casa y listo.

―Buenos días ―saluda a la dependienta―. Por favor, póngame un par de…

4. Hola Septiembre (de Rueca de Aurora)

Aurora perdió al mes de agosto. La sal marina, las manos de mamá extendiéndole la crema, el sol a las seis, las sonrisas tras el objetivo y los descubrimientos en los parques.

Lo busca por la casa, en los cajones de la ropa, por el patio, en el sillón del abuelo y hasta en el columpio donde arrulló sus sueños.

Bajo la cama encuentra a septiembre. El olor a témperas, las nuevas lecciones de la maestra, los jalones de pelo en el recreo, también lágrimas camufladas en las hojas secas del suelo, corazones raspados, besos detrás del cuello, narices respingadas apoyadas en el cristal y al frío paseo del invierno sin ti.

2. El abuelo Jesús (Eva García)

Mi abuelo tenía un morirse especial que encandilaba a cualquiera.

Su historial cataléptico comenzó de bebé, cuando mi bisabuela creyó escuchar sus llantos entre los sollozos generales del velatorio y se empeñó en rescatarle del minúsculo ataúd; desde entonces, nunca supieron discernir cuando moría en serio o en broma.

Según relataban, durante la guerra los enemigos fingían dispararle por el mero placer de verle desplomarse con aquel arte y buen fallecer que congraciaba a ambos bandos, fundiéndolos en un aplauso sincero.

Por eso no dimos importancia a que quedara tendido en el jardín, con la flecha de ventosa en la frente, cuando nos llamaron para merendar. Al anochecer, la abuela lo instaló en el salón para que pudiera ver las noticias si despertaba.

Pasados cuatro días sin que tocara el mando a distancia, empezamos a preguntarnos si se habría muerto de verdad, aunque el médico fue incapaz de certificar su defunción definitiva, porque su corazón latía una vez cada dos horas impulsado por la firme convicción de la abuela de que volvería a vivir.

Sin embargo, cuando de la flecha que nadie le había arrancado brotaron hongos azules, yo comprendí  que ya estaba cansado de morir tantas veces por nosotros.

1. MEDALLA DE HONOR (JAMS)

Desmantelado por el tiempo y las explosiones, era un edifico de supervivientes. Un mecánico de motocicletas, su mujer y cuatro críos; el mayor presumía con una camiseta deportiva con el numero 5 y el nombre sobreimpreso de Zidane. Un barbero retirado, viudo, que andaba peleando con una erisipela por un corte fortuito con los cristales reventados de las ventanas. Su sobrina y un hijo ilegítimo de pocos años. Un vagabundo, medio cojo, que ocupó el piso más bajo; vivía de trapichear con los enseres de las viviendas abandonadas durante el conflicto. Dos mujeres mayores que vivían de la limosna que generaba la pierna amputada de una de ellas. En la terraza se habían escondido cuatro milicianos con un lanzacohetes sin munición y un equipo de radio; les habían ordenado que vigilasen y esperaran.

 

La especialidad de los misiles Hellfire son los carros blindados, pero una emergencia por la emisora del helicóptero le advirtió de movimiento enemigo en la terraza de un edificio desvencijado. Once enemigos abatidos y media docena de heridos. Su mejor disparo.

Cuando terminó la guerra le condecoraron; el mismo día que su esposa salía de cuentas de su tercer hijo. Es un buen padre, un buen tipo.

126. Legítimo Bastardo (Montesinadas)

Pasó la primera luna llena y nada, la segunda y tampoco hubo mancha. Dos faltas seguidas y la reina, pese a los fracasados intentos anteriores, albergaba una nueva esperanza. Todos los cuidados eran pocos,  la alimentación supervisada minuciosamente, eruditos de todos los confines del reino estudiando el comportamiento de las hormonas  buscaban la armonía entre todas ellas, cosa imprescindible para que el nuevo ser se aferrara al lecho maternal y el vientre de su majestad no fuera, de nuevo, un cascarón deshabitado.

Se le evitaron cuitas amargas que pudieran minar su ánimo y pasados unos meses, el reino tenía un legítimo heredero con una media luna dibujada en su mejilla. La fecundación por cánula del físico judío había sido un éxito a los ojos del hombre,  pero también un posible pecado a los ojos de Dios.

La corona eliminó a todos los testigos, el esclavo donante conocido por su vigor y hombría fue devuelto al calabozo incumpliéndose todas las promesas, se le cortó la lengua y se le abrasó la cara con ácido para borrarle la media luna de su cara, pero no se le tocó el sexo imaginando que tuvieran que requerirlo de nuevo.

125. DESTINO

La vi en el escaparate, redonda y brillante como una luna. Desde entonces todos mis pasos, mis ensueños y mis pensamientos iban encaminados hacia ella.

Vigilaba a los otros cuando pasaban frente a ella, extrañado de que nadie la mirara, extrañado de que parecieran ignorar, de que pudieran no sentirse atraídos y maravillados ante su magnetismo. Todos mis paseos, mis escapadas, mis presencias y mis ausencias estaban empapados de ella y poco a poco me fui sintiendo tan dueño como prisionero de su existencia.

Valoraba su atracción por momentos como un peligro, pero más a menudo como un  regalo. Antes de someterme a su poder intenté resistirme, pero un día, para bien o para mal decidí sucumbir a su llamada.

Traspasé  aquel enigma casi de puntillas. La entrada a la fantasía estaba franqueada y en ese lugar único establecí   mi reino.

124. Superluna – Leo Garcia

Y cuentan que Mario, extasiado por la increible vivencia que Sarah le había regalado después de tantos años, pidió a los dioses que al despertar, la Superluna de Agosto siguiera ahí, iluminando el cuerpo infinito de su recuperada amada a traves del ventanal abierto a la noche. Sarah se había dormido profundamente rendida tras la batalla de amor y sexo incomprensible, increíble. No eran novatos. No era la primera vez entre ellos. Pero por alguna razón habían alcanzado tal cima de placer que con los ojos abiertos hasta el dolor intentaban asumir que aquello no era verdad, no podía ser, era un sueño. Pero era verdad. Sarah reposaba el sueño de los vencedores y Mario continuaba su súplica al cielo iluminado. “Caeré dormido sin poder evitarlo. Concededme mi regalo: dejad que al despertar el cuerpo de mi amada siga bañado por la extraña luz. No dejéis que la Luna se vaya sin verlo de nuevo.” Y terminando su oración cayó en un profundo sueño creyendo oir la respuesta a sus plegarias… “La Superluna no se irá hasta que tu despiertes” Su corazón no resistió, no despertó nunca. Y desde entonces no hay sol, solo Luz de Luna…

123. Sentencia

Sabía que podía ocurrir, el odio era ancestral, que no lo perdonarían, ya estaba sentenciado. Debía moverse con rapidez, no podía esperar a la mañana por lo que decidió partir ya mismo

Era tarde y una noche muy fría. Mientras desandaba el camino subió el cuello del abrigo pensando que cuando le dijo “cuídate”, no la tomó en serio, ella siempre exageraba.

El súbito batir de unas alas lo sobresalto, un ave nocturna pensó y siguió adelante, la arboleda circundante parecía cobrar vida a su paso en un juego de sombras fantasmagóricas. No vio ni oyó nada a pesar del silencio apenas quebrado por su gemido  mientras un frio que penetró por su espalda lo quemó por dentro. Dobló sus rodillas y cayo pesadamente, la venganza se había consumado bajo la única testigo. La luna.

122. LUNA DEL PERRO

Agosto de nuevo: sueños asesinos de manos, luz de noche y sangre. Lorenzo, el hijo de nadie, sabe que la luna no brilla igual al final de la calle, en la Casa Murua.
Cosechas, incendios, ciclos, invisibles hilos que desatan locuras o pasiones, ladridos nocturnos o inexplicables cambios en el agua, son fenómenos que conoce perfectamente, incluso se anticipa a ellos. El monte ha sido su escuela; le cuesta un mundo escribir su nombre y no sabe leer, pero ve en los ojos de los demás. Por eso sabe, aunque jamás la ha visto, que la Loca Encerrada, la menor de los Murua, es su madre. Y también sabe quién es su padre cuando escucha aullar desde el norte, al iniciarse la Luna del Perro.
Pero esta madrugada de lluvia nueva no es capaz de recordar bien, al mirarse las manos sucias de sangre tibia todavía, si ha sido él o no. Los perros, mojados y locos, hace rato que dejaron de ladrar, y el último rayo de luna de la noche se niega a abandonar la casa que hay al final de la calle.

Nuestras publicaciones